Desde la Ecología Emocional “proponemos instaurar una pedagogía de la provisionalidad y la transformación”, explican sus creadores. “Vivimos aferrados a criterios de seguridad y permanencia, contratamos seguros para todo, queremos tener todo bajo nuestro control. Los cambios y las transformaciones son parte natural de la vida, pero nos cuesta asumirlo y lo vivimos como pérdidas, de modo que siempre nos encuentran sin recursos.” Todos somos como un río, ejemplifican, que cambia de curso, que atraviesa diferentes territorios, que pierde y gana cauce, que se hiela y se deshiela, pero jamás pierde su esencia, el agua. Un principio ecológico emocional es el de aceptar el cambio y la transformación para mantener y proteger nuestra esencia.
Así explicaban, en 2007, en La Nación, Mercé Conangla y Jaume Soler, creadores y gestores de la Ecología Emocional, esta nueva y súper chula “ciencia” de la mente. Y van…
El de los libros de autoayuda es un mercado que no para de crecer. ¿Por qué? Pues porque está la gente muy mal. Perdón, estamos todos “mu malamente”, como dice mi amiga Paqui.
El psiquiatra Guillermo Rendueles, que no es sospechoso de ser un meapilas ( bonita palabra ya en desuso, by the way), lo explica en una larga e interesante entrevista titulada El estado del malestar que se publicó recientemente en la revista El estado mental . Dice Rendueles que en nuestra sociedad, en la vida urbana, hemos roto, o deteriorado, las relaciones que antes teníamos con los otros. Nos hemos cargado el modelo antiguo de familia, las pandillas de amigos, las buenas relaciones con los compañeros de trabajo, la relación amorosa consistente y duradera… Ya no compartimos con nadie nuestras preocupaciones, nuestras pequeñas neurosis. Ese deterioro nos lleva a sentirnos, gracias a la autocompasión –siempre a mano- desgraciados y victimas. Llega Rendueles a decir que la religiosidad, que hace años era más común, también ayudaba a que la gente se sintiera un poco mejor. Confesarse era un sustitutivo de la visita al psicólogo, o al revés:
Al no tener una narración colectiva, se percibe la realidad desde una especie de narcisismo de las pequeñas diferencias, se piensa: “Solo a mí me pasa esto”. En esa insociabilidad intimista solo se puede expresar el dolor psíquico en términos de enfermedad mental, considerarte depresivo, distímico, lo que llamaba en otro artículo “los mecanismos de fabricación de identidad enferma”. Pues la única identidad que te posibilita entender ese sufrimiento fuera del sentimiento del nosotros obrero es la de frágil y enfermo individual.
Por otra parte, los medios imponen un estándar muy alto de felicidad. Ves la televisión y todo el mundo parece feliz, puedes pensar que el único que está por la mañana hecho un Cristo eres tú, que el único que ha dormido mal eres tú o que el único que tiene mal sexo eres tú. La sociedad del espectáculo promete y fomenta felicidades.
Ese malestar es el caldo de cultivo donde hacen negocio todo tipo de avispados: Adivinos, consejeros espirituales, sectas, pseudo-filósofos, expertos en “coaching”y autores de libros de autoayuda. Y, claro, las editoriales que publican esos panfletos.
En 1996 Daniel Goleman publicó un gran libro. Se llamó Inteligencia emocional y ha vendido hasta la fecha muchos millones de ejemplares en más de 30 idiomas. Ya saben: aquello de saber reconocer los sentimientos y como controlarlos. y que vale más la empatía que un IQ (coeficiente intelectual) de 150.
Pues luego sacó: Inteligencia social, Inteligencia Ecológica, un libro mano a mano con el Dalai Lama, …. Es decir, exprimió la gallina de los huevos de oro. Lo sigue haciendo. Aunque la gallina, la pobre…
Aquí en España también hay gente lista. Mercé Conangla y Jaume Soler se leyeron los libros de Goleman y los de otros y montaron su teoría. ¡Tatachán! : La Ecología Emocional.
Definición según sus autores: “La ecología emocional es el arte de transformar y dirigir nuestra energía de manera que tenga un impacto que mejore nuestro crecimiento personal, la calidad de nuestras relaciones y un mejor cuidado de nuestro mundo.” Textual.
Conangla y Soler han montado la “Fundació ÁMBIT y el Instituto Ecología Emocional dedicados en cuerpo y alma al “Crecimiento Personal y el desarrollo emocional humano”. La selección española de baloncesto debe mucho a esta Fundación.
-Margaret, a mí eso de “desarrollo emocional humano” me suena a lo de “personas humanas”, ¿a ti no?
-Calla Samantha que aun hay más. Tienen hasta un Master de EE.
Lo ecológico es muy bonito. Es un concepto positivo, ¿quién está en contra de la ecología? Pues lo que han hecho Conangla y Soler es dar un barniz “ecológico” a ideas y conceptos ya conocidos y ya desarrollados hasta la saciedad en otros libros de Goleman y de otros autores. Por eso la Ecología Emocional habla de:
Abono emocional, Afectos biodegradables, Contaminación emocional, Contenido emocional tóxico, Desertización, Ecosistema afectivo, Eliminación de residuos psicoafectivos, Efecto hibernáculo, Materias biopsicodegradables, Tala indiscriminada de afectos, …
Lo mismo de siempre pero vestido de verde. Les recomiendo entrar en este link: Diccionario de Ecología Emocional. Muy divertido.
Conangla y Soler empezaron en 2001 con esta historia y en aquel año publicaron en Claret un libro en catalán llamado Donar temps a la vida. Luego pasaron a Amat editorial y después a RBA. Desde 2010 están en Zenith, sello de autoayuda de Planeta. Hasta la fecha han publicado 12 libros sobre lo mismo. Si consideramos que no cuentan nada nuevo, no está mal. Eso se llama creatividad.
Hay que felicitar también a los directores de marketing de las editoriales, porque han conseguido hacer pensar al consumidor de libros de autoayuda que un título que tenga más de 2 años de antigüedad ya no vale. Hay que comprar lo último. Como si tuviesen fecha de caducidad. Mira, una idea que se me acaba de ocurrir: “Este libro caduca en 2015. Si lo lee con posterioridad ya no tendrá efecto sobre su estado emocional”. Podrían, las editoriales, incluir una leyenda como esta para asegurar la venta de nuevas versiones maquilladas del mismo producto. De nada, señor Lara.
El martes pasado se editó su último libro: Ecologia emocional para el nuevo milenio. Dentro de 40 años publicarán: Ecología emocional para la segunda mitad del siglo XXI, ya lo tienen contratado con Planeta. Y, me parece, ya lo tienen escrito.
El subtitulo del libro es El arte de reinventarse a uno mismo. Menos mal que lo reconocen, caramba.
-Margaret, no has citado entre los nuevos e innovadores conceptos de la Ecología Emocional el de Calentamiento Emocional Global. Es el que más me gusta. Ahora lo entiendo todo.
-Daphne, tú siempre pensando en lo mismo.
Postdata (añadida 4 horas después):
Un amigo, después de leer este “post”, me ha recomendado un libro de Barbara Ehrenreich. Se titula Sonríe o muere, la trampa del pensamiento positivo y lo editó Turner en 2011. Lo recomiendo aquí, aunque aun no lo he leído, porque me fio del criterio de mi amigo, por lo que he investigado de la autora y porque al comienzo del libro, en la página 9, figura esta frase: “A los protestones del mundo entero: ¡que se os oiga!”. En esa página no hay nada más. Y nada menos.
Le dejo con un extracto de la introducción y salgo a comprar Sonríe o muere.
Puede apreciarse una ansiedad de fondo en el núcleo mismo del pensamiento positivo. Si fuera cierto que las cosas van realmente a mejor y que la tendencia del universo es siempre hacia la felicidad y la abundancia, ¿por qué habríamos de molestarnos en pensar de forma positiva? Hacerlo es reconocer que no nos creemos del todo que las cosas vayan a mejorar por sí solas. La práctica del pensamiento positivo se dirige a reforzar tal creencia frente a las muchas pruebas que la contradicen. Por su parte, quienes se autodesignan instructores de esta disciplina –los coaches [entrenadores], predicadores y gurús diversos– definen su ejercicio con términos como “autohipnosis”, “control mental” o “control de pensamiento”. En otras palabras: se trata de algo para lo que es necesario autoengañarse, así como esforzarse sin pausa en reprimir o bloquear lo indeseado y los pensamientos “negativos”. Quienes de verdad tienen confianza en sí mismos, o quienes de alguna forma han llegado a sentirse conformes con el mundo en el que viven y con su destino, no necesitan emplearse al máximo en censurar y controlar lo que piensan. El pensamiento positivo puede que sea una actividad eminentemente made in USA, muy asociada en la mente de los estadounidenses con su éxito en tanto individuos y en tanto nación; pero se sostiene sobre una terrorífica inseguridad.
(…)
Necesitamos arremangarnos y ponernos a luchar contra unos obstáculos terribles, algunos que nos hemos puesto nosotros mismos y otros que nos ha colocado la propia vida. Y el primer paso para conseguirlo es que nos despertemos de esa fantasía colectiva que es el pensamiento positivo.
Antes de conocer la existencia de este nuevo arte/ciencia ecoloemocional y de su impacto en el mercado editorial era más feliz, por lo tanto no funciona.
El filón de la autoayuda puede dar mucho a la patrulla… ¿Qué tal Bucay, Coelho y luego los libros pseudoempresariales como los de Trias de Bes?
Sargento, apenas pude llegar a la letra N del diccionario: Nicho psicoecoafectivo…
Me temo que ya soy muy mayor para hacerme vegetariana emocional.
¡Firme!
Y el premio Jaén fue para… Alberto Olmos.
¡Uy, no! ¡Menuda cagada! ¿Será esto a lo que llaman «inteligencia emocional», o «social», o «ecológica»?
Bah, ¡qué más da!
ESTOS COMENTARIOS SUENAN A ENVIDIA, FALTA DE INFORMACIÓN Y POCA INTELIGENCIA EMOCIONAL Y MENTAL.
Me alucina el corralito que tienen montado los de Quimera. O tienes carné de moderno o no te admiten en su grupito. Ahí está nuestro futuro: buenos ensayistas pero malos narradores. Carriones, Prones, Moras, Olmos y, el peor de todos, Ibrahím Berlín, el novio de, el marido de, el académico sin talento para escribrir pero con fuerza para ladrar en la prensa que le avala. Qué país, menos mal que existen páginas como la vuestra.