LOS OCHENTA AÑOS DE JORGE HERRALDE O EL OCASO DE LOS DIOSES

Se han muerto Esther Tusquets, Ana María Moix, Jaume Valcorba, Josep María Castellet y Carlos Barral; han alcanzado la jubilación Constantino Bertolo, Mario Muchnik y Beatriz de Moura;  y, ayer mismo, Jorge Herralde cumplió ochenta años (Felicidades, don Jorge). Lo relevante a efectos de lo que queremos tratar aquí no es el número  de década que el factótum de Anagrama lleva con nosotros sino que Herralde ha soplado ochenta velas en el año en que va a dejar de ser lo que ha sido durante casi toda su vida: editor. En 2010, Feltrinelli entró en el accionariado de Anagrama -comprando un 10%- con el compromiso de llegar al 49% en 2015. A Herralde los italianos ya le han nombrado sucesora, Silvia Sese, y en breve se cortará la coleta y abandonará su labor como editor. Por un lado nos da un poco de pena, pero por el otro ninguna.

Teresa Gimpera (Oriol Maspons)

Se acabaron los editores de antes.

Como decía el otro día Ruiz Domenech, editar cuando no había internet era otra historia totalmente diferente. En aquellos tiempos todos éramos más tontos, o más confiados, y nos dejábamos guiar (¿impresionar?) por unos señores en apariencia muy cultos que nos indicaban lo que había que leer. Nadie discutía que ellos, por su dominio de otros idiomas, sus contactos con intelectuales extranjeros y, en general, sus numerosísimas y variadas lecturas se situaban en un plano cultural superior, habitaban en un paraíso cuyas puertas estaban cerradas al resto de los mortales. Suerte teníamos de que de vez en cuando desatendieran sus elevadas meditaciones y sus metafísicas elucubraciones para compartir con nosotros alguno de los libros con que habían pasado un buen rato. Era la época en que, por ejemplo, tener muchos libros amarillos en los estantes de tu biblioteca, aunque no los hubieras leído, te daba prestigio, te hacía pasar a ojos de tus amigos por una persona ilustrada y, en algún caso, te ayudaba a llevarte a alguna que otra incauta a la cama. Sí, tengo pruebas. Pero las cosas han cambiado. Internet, entre otras cosas no tan buenas, ha permitido desenmascarar a más de un impostor y está obligando a muchos de los integrantes de la cadena del libro a replantearse su profesión, sus funciones. El agente literario Guillermo Schavelzon lo cuenta muy bien aquí. Ahora, los editores que quieren perdurar en el negocio más de cinco años ya no pueden montar su catálogo en base a sus propios gustos. Aquello del compadreo elitista con los críticos y los periodistas culturales que se plasmaba en reseñas siempre positivas, entrevistas comerabo y en reportajes mayormente elogiosos ya no funciona. Se siguen produciendo esas componendas -lean el Babelia o El Cultural de esta semana-, pero ya no consiguen que los libros se vendan en las cantidades que se hacía años atrás. El proceso era sencillo para el editor: si la novela me gusta a mí, le cuento al tonto pedante del crítico lo buena que es e invito a un vino español al lameculos del periodista, el lector -más tonto aun que el crítico y el plumilla- lo comprará cuando lo vea reseñado y ensalzado como imprescindible en el periódico. Los editores de antes no se interesaban por los gustos del lector, no les hacía falta. Con convencer a los críticos y periodistas les bastaba. De hecho no habían visto nunca a un lector. Para esos señores y señoras preguntar por lo que sus clientes deseaban era poco menos que rebajarse a una labor comercial (algo prosaico) que era impropia de sus elevadas actividades. Aquello se acabó. Ahora hay que ponerse el mono azul, arremangarse y empezar a trabajar/vender.

Maruja Torres y Montserrat Roig (Colita)

Puto internet

Dijo Nietzsche que «hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas». Hoy, los escritores y editores farsantes que producen prosa complicada para parecer más inteligentes y ocultar su vacuidad lo tienen mucho más difícil que antes. A la primera pedantería sin sentido aparecen treinta cuentas de twitter denunciándola con descojone por medio o viene la sargento Margaret de  turno para poner la impostura en evidencia.

Internet nos hace a todos más desconfiados (¿enterados? ¿avisados?), obliga a los editores a vender productos de auténtica calidad (ya no es posible dar gato por liebre). Y como consecuencia, nos guste o no, ya no queda otro remedio que investigar lo que desean los lectores. Esta nueva necesidad de conocer al cliente pilla con el pie cambiado a los antiguos gurús culturales de la tribu. Se venden menos libros y los editores del siglo XX, tan listos ellos, antes que reconocer su incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos,  prefieren echar la culpa del bajón de ventas (-40%) al pirateo y a la incultura de la sociedad actual, «esa chusma iletrada». No es verdad, no se dejen engañar: hoy se lee más que nunca y no hay pirateo que valga cuando el cliente quiere de verdad leer un libro. Cincuenta sombras de grey ha vendido ya 70 millones de libros ¡en papel! en todo el mundo, y no son fotocopias. Y El tiempo entre costuras (de la española María Dueñas) ha facturado a la fecha más de 5 millones de libros físicos, de esos de pasar páginas. Páginas de verdad, de esas elaboradas a base de pulpa de celulosa.

Terence Moix y Joan Manuel Serrat (Colita)

Apocalipsis ni de coña

No es verdad que una vez desaparecidos los editores de la vieja escuela (y con ellos los críticos literarios y los periodistas culturales) el mundo del libro se vaya a convertir en una selva amazónica y la anarquía más absoluta y la total oscuridad vayan a caer sobre nosotros como una maldición bíblica. No es más que una falsedad eso de que ausentes esos viejos y caducos actores los buenos lectores, ayunos de los consejos de aquellos»imprescindibles» prescriptores,  vagaremos desorientados por el mar de los sargazos que será el maremágnum de millones de libros auto publicados. ¡Patrañas!  Las tinieblas del mundo literario del futuro inmediato no están más que en las fantasías de los que se van. Aún hoy las tribunas y los micrófonos (EL PAÍS y EL MUNDO tiene más de 7 millones de usuarios únicos al mes) están en manos de los antiguos gurús y de sus amigos de los grupos multimedia de comunicación. Esos señores, viendo que pierden su influencia y su poder, nos presentan en sus artículos de opinión y en sus reportajes un futuro literariamente apocalíptico. Mantengan la calma, nada de eso va a ocurrir. Como ya está pasando en los EEUU, siempre por delante en lo referente al mercado cultural, los editores tendrán, a partir de ahora, que hacer lo mismo que hacen otros vendedores de productos de consumo. No hay que escandalizarse ante la palabra «consumo». Son los trasnochados gurús los que, para mantener su poder, se niegan a tratar el libro como un producto más. Algunos editores, los más espabilados, ya están aprendiendo a segmentar los mercados. Sí, marketing, sí. Uy, qué miedo. Eso, «segmentar», no es más que conocer en profundidad al cliente. Los buenos editores de mañana tendrán claro qué libro quiere o necesita su lector y no tendrán dudas sobre cuál es el canal de venta que deberán utilizar para hacer llegar su producto a su cliente. Seguirán siendo necesarias las labores de corrección y de orientación de los autores que los editores han realizado desde siempre. Y se seguirán editando libros para las élites, tranquilo. Si usted pertenece a esos grupos de elegidos, no se preocupe, podrá leer su libro y lo hará pagando un precio más bajo del actual. Y podrá comprarlo en su punto de venta (físico o virtual) preferido. Y si usted es partidario de una literatura más comercial, tendrá acceso a todo lo que le guste y lo podrá leer en el formato y en el idioma que desee. Y todos tendremos la información necesaria para disfrutar de la mejor literatura. La mejor para cada uno de nosotros. Que se termine con una oligarquía -la de los editores antiguos de la que Herralde es paradigma- es siempre bueno y no debe asustar a nadie, ya somos mayorcitos. Y es positivo porque acerca el producto a los diferentes gustos de los variados clientes y ajusta los precios al coste real del bien que se comercializa. Con la salida de los viejos editores llegan nuevos actores como Amazon, pero de eso ya hablamos aquí hace poco. Y que nadie se preocupe por la justa retribución de los intermediarios. Una vez garantizada la supervivencia y buena salud del libro en papel, esta democratización del sector del libro permitirá que se recalculen los tantos por ciento. ¿Es justo que el autor solo cobre un 10%? ¿Y el 40% del distribuidor?

Foto: Oriol Maspons

Más y mejores lectores

Pero la consecuencia más deseada de esta revolución que estamos viviendo va a ser el aumento exponencial de la cantidad de consumidores habituales de libros que se producirá en las próximas décadas. Somos, dentro del mundo civilizado, de los peores países. Según los últimos datos del CIS sólo el 45% de los españoles lee libros con alguna frecuencia. Que el canon estuviera en manos de unos pocos echaba a muchos ciudadanos de la lectura diaria como hábito. Conozco a bastantes lectores compulsivos durante la adolescencia (Los cinco, Celia -la de Elena Fortún-, Los Hollister, Harry Potter….) que llegada la madurez han abandonado completamente la literatura. Algo fallaba y no era, como se excusan los editores, la falta de educación, la burricie de la población española para entendernos. Lo que no funcionaba, hablemos claro, era  la edición. El mensaje que han recibido muchos jóvenes en los últimos años era que para ser respetados intelectualmente, para estar en la pomada de los iniciados había que disfrutar de Foster Wallace, de Thomas Pynchon o de Bolaño. ¿Me puede explicar alguien cómo se realiza la transición entre el último Harry Potter y El arco iris de la gravedad de Pynchon, 2666 de Bolaño o La Broma Infinita de DFW? Pero lo mismo pasaba hace tres décadas cuando había que meterse entre pecho y espalda -y decir que te había gustado mucho- un libro de Juan Benet, de Gª Hortelano o de Sánchez Ferlosio al llegar con 18 años a la universidad. Y la culpa de esto es de los editores. En los Estados Unidos entre Potter y Gaddis hay libros como los de Donna Tartt. Hay en España muchos lectores de más de treinta años que deberían haber saltado ya a la novela adulta de autores en castellano y no salen de Los juegos del hambre o de la chick lit. Y no es por inmadurez, sino por falta de buena literatura escrita en su idioma para gente grande. Y la culpa, una vez más, es de los editores, elitistas ellos.

Esther Tusquets y Miguel Delibes (Oriol Maspons)

Felicidades, don Jorge

Por culpa del señor Herralde me he tragado a palo seco libracos como Bella del señor de Cohen o estupideces como los volúmenes firmados por Augusten Burroughs o Terry McMillan. Pero también me descubrió a Baricco, Auster, Amis, McEwan, Highsmith, etc… Y siempre le estaré agradecida por ello. Por eso y porque no debemos olvidar todo lo que el señor Herralde nos ha enseñado -mal nos iría en ese nuevo mundo editorial que viene si cortamos totalmente con la tradición-  vamos a incluir en este blog durante las próximas semanas historias, extractos de sus libros, anécdotas (vividas unas e inventadas otras), cotilleos y otras cositas referentes a la vida profesional de don Jorge Herralde. Lo haremos sin orden ni método. Cuando me apetezca, ¿OK? ¡No me presionen que no me encuentro yo muy católica últimamente!

Aquí va lo primero. Sacado de Aquellos años del boom (RBA, 2013), ell magnífico ensayo de Xavi Ayén sobre los escritores del boom literario latinoamericano y los españoles que lo hicieron posible.

Jorge Herralde formó parte de lo que se llamó la gauche divine (*), grupo elitista de artistas, intelectuales, diletantes, tías buenas y jetas que se formó en Barcelona a finales de los sesenta y principios de los setenta. El local donde todos se veían, se emborrachaba y se metían mano se llamó Boccacio. Herralde, en compañía de otros, llegó a ser accionista de dicha discoteca.

En la página 97 de su libro cuenta Xavi Ayén:

    De vez en cuando, incluso Leticia y Luis Feduchi -pareja de psicoanalista, íntimos de Gabo- se dejaban también caer por Bocaccio, sin llegar a ser asiduos. Sus expediciones a la discoteca no eran profesionales, ya que el «confesor» oficial de muchos de los que allí bailaban era Ramón Vidal Teixidor, el  psiquiatra oficial de la gauche divine, que curó la depresión a Alfredo Bryce Echenique y que tuvo como pacientes al mismísimo Salvador Dalí, Josep María Castellet o a los hermanos Luis y José Agustín Goytisolo…. Moix [Ana María]recuerda muy claramente al terapeuta: «Era muy simpático, la gente se lo iba recomendando. Era culto, cariñoso y tolerante. Por ejemplo tenías que estar realmente muy mal para que te prohibiera las copas». El doctor Vidal Teixidor tenía su consulta -misteriosa coincidencia- en el mismo edificio que la agencia literaria Balcells, en la Diagonal, en el piso que su mujer, maruja Redondo, heredó de su padre. La agente le comentó un día, en el ascensor: «Tengo la impresión, Ramón, de que tenemos los mismos clientes». Un día, Jorge Herralde le pidió que rompiera su juramento hipocrático para escribir un libro de memorias, pero el doctor le respondió con una sonrisa asimilable a una rotunda negativa. Algunos miembros de la gauche divine también acudían a la consulta del psiquiatra Mariano de la Cruz, crítico de toros de La Vanguardia.

(*) Algunos de los principales integrantes de la gauche divine fueron: poetas como Félix de Azúa, José María Carandell, Ana María Moix, Terenci Moix, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo y Rosa Regàs, arquitectos y diseñadores como Óscar Tusquets, Ricardo Bofill, Oriol Bohigas y Elsa Peretti, cantantes como Guillermina Motta, Raimon y Serrat, fotógrafos como Colita o Xavier Miserachs y Oriol Maspons modelos como Teresa Gimpera o Isabel Gil Moreno de Mora,  editores como Jorge Herralde, Esther Tusquets o Beatriz de Moura, gente del mundo del cine como Gonzalo Herralde, Gonzalo Suárez, Román Gubern y Vicente Aranda y otros como El Perich, Oriol Regàs, Eugenio Trías y Serena Vergano. (fuente: Wikipedia).

Postdata: ¿Ven ustedes, queridos incrédulos, como digo la verdad cuando afirmo que estamos ganando la guerra?

¡ALTA LA MORAL Y PRIETAS LAS FILAS!

¡NO PASARÁN!

¡LA VERDAD Y LA BUENA LITERATURA VENCERÁN!

OTRA COSA

Moncho Alpuente, para dejar claro que ya no quedan buenos periodista culturales en España, va y se muere. Unas cosas -pocas- de Moncho: (esto) y (esto) y (esto).

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52 respuestas a LOS OCHENTA AÑOS DE JORGE HERRALDE O EL OCASO DE LOS DIOSES

  1. Nuri dijo:

    Mi sargento, los comentarios que hace sobre los libros pueden aplicarse también a la música, e incluso, si me apura a las bebidas espirituosas, o a los productos cárnicos. Hay una enorme concentración del negocio en unas pocas empresas que son las que major conocen el mercado, y actúan en consecuencia. De hecho, ha aparecido una especie de nueva constante universal según la que, para diversos sectores económicos, la concentración es de un un 60-65% en unas pocas multinacionales, y el 30-40% restante para todas las demás (y el porcentaje de las multinacionales sigue creciendo). Resulta muy fácil decir que la competencia debe realizarse mediante la calidad y no a través del precio y todo eso, pero ustedes saben bien que en cuanto aparece una pequeña editorial que destaca, seguro que será absorbida por alguna grande (igual que sucede con las empresas lecheras o las productoras de cava).
    Por otra parte, en su ultimo envío decía usted: “…Era la época en que, por ejemplo, tener muchos libros amarillos en los estantes de tu biblioteca, aunque no los hubieras leído, te daba prestigio, te hacía pasar a ojos de tus amigos por una persona ilustrada y, en algún caso, te ayudaba a llevarte a alguna que otra incauta a la cama. Sí, tengo pruebas.”
    Mi sargento, está usted totalmente segura de su sexo? Ya han sido varios resbalones sospechosos…Confiese de una vez, que todos la entenderemos.
    Nuri

    • Dice usted, querida Nuri, que «Hay una enorme concentración del negocio en unas pocas empresas que son las que mejor conocen el mercado, y actúan en consecuencia.» En el mercado editorial español se da esa enorme concentración, pero la anormalidad de este negocio en España es que a día de hoy esas grandes empresas que editan libro no tienen ni puta idea de quién es su cliente. Las editoriales conocen a los distribuidores, a los autores y a los agentes literarios, pero no saben nada, absolutamente nada, de los que compran sus productos. De ahí el descenso del 40% en las ventas. Pero esto, a la fuerza, se va a acabar. Y ese cambio será positivo sobre todo para nosotros, los lectores.
      Y sí, confieso. Yo, la sargento Margaret, la que viste y calza, soy un hombre. Para lo que me interesa, lo reconozco, soy un tío. Es lo que tiene eso de usar un seudónimo.
      Maggie

      • Nuri dijo:

        Querida Maggie, vale, se va a acabar. Y eso por qué, si son ellos los que mandan en el mercado, y no tienen competencia? Y cuales van a ser los cambios en su comportamiento para conocer al cliente?

      • Se va a acabar por una razón muy sencilla: las grandes multinacionales que gobiernas el mercado no van a permitir que sigan bajando las ventas. Un 40% ya es demasiado para cualquier mercado. Mandan ellos, pero mandan más sus jefes que se sientan en New York
        Un abrazo
        Maggie

  2. Pingback: LOS OCHENTA AÑOS DE JORGE HERRALDE O EL OCASO DE LOS DIOSES (Patrulla de salvación) | Libréame

  3. Hanna dijo:

    Confieso que leí: «… te hacía pasar a ojos de tus amigos por una persona ilustrada y, en algún caso, te ayudaba a llevarte a alguna que otra incauta a la cama. Sí, tengo pruebas”, y literalmente pensé: vaya, la sargento impersonaliza en burdo coloquial como calza a un modesto suboficial, es decir, escribe ‘te’ hacía pasar o ‘te’ ayudaba, sino que encima, un tipo con los estantes llenos de libros amarillentos se la tiró o se la tiraba, acción continua o continuada, lo que presenta ahora como prueba o testimonio. Pero resulta que es un tío, un simple fulano con una biblioteca llena de libros amarillentos, solo para darse pisto y follarse a una incauta. Qué mal, pero qué mal…
    .
    Psssst… psssst… mi sargento: a mí, que sea usted varón o damisela me da absolutamente igual, qué quiere, pero que ose escribir, y en la misma línea, es decir, tóo seguí, «me he tragado a palo seco libracos como Bella del señor de Cohen o estupideces como… » se me escapa del todo. Bella del Señor no solo no es un libraco por número de págs., unas seiscientas -qué morbosa inclinación la de querer llegar cuanto antes al final de un libro, con la penita que da-, sino que -aco suele indicar desprecio, y dudo mucho que no cayera usted en la cuenta, aun por aquel entonces de tirárselas o de ser tirada, y a saber por quién, de que se trata de una obra maestra. Todo lo que salió de la pluma de Albert Cohen, más bien poco, era tirando a vago, lo es, magistral. Haga el favor de abundar, o le meto en el blog capítulos enteros de Bella del Señor y de otra de la misma trilogía, Mangeclous, no sabría con cuál de las dos quedarme.

    En fin, por traer en mi socorro un nombre conocido, aun sin firmarle la valoración en su conjunto, esto de Benedetti -¡1988, hay que ver cuánto le llovió a la hoja parroquial!- es lo que más se acerca a lo que pienso de la novela. Beso cuantos libros tan amarillos con este le queden en casa.

    http://elpais.com/diario/1988/05/22/opinion/580255206_850215.html

  4. Jesús dijo:

    Sargento, ya nos hemos dado cuenta de que eres un hombre pero…
    NOBODY’S PERFECT!!!!!

    • ¡¡Coño!! Si me cogieron por la frase esa de llevar incautas a la cama gracias a los libros amarillos, también podría ser que fuera yo lesbiana ¿o no? Revisemos ese fundamentalismo heterosexual que puede llegar a ser muy dañino.
      maggie

      • Ameba dijo:

        o que se al propia Sargento quién haya sido llevada a la cama por uno de esos señores que iban por la vida de intelectuales…digo yo…

      • Yo era muy facilona, hija. En plena juventud efervescente yo no necesitaba que me mostraran una librería llena de libros amarillos para quedarme como Dios me trajo al mundo y entregarme a la pasión y al desenfreno. Fíjate que aún, a mis años, se me convence con facilidad, imagínate hace cuarenta años…

  5. Yo soy uno de esos lectores compulsivos que, mucho antes de la adolescencia, leía Los cinco, Los siete secretos, Celia -la de Elena Fortún-, Los Hollister, … y que no he sido capaz de engancharme tanto a la literatura de adultos; ni siquiera habiendo trabajado muchos años en una editorial y teniendo todos los libros que quisiera a mi alcance, ¡ni siendo gratis me motivaba leerlos!
    Totalmente de acuerdo con su artículo; yo, de mayor, quiero ser como tú (me da igual que seas hombre o mujer). Gracias por los post que nos regalas habitualmente.
    Un abrazo.

  6. Guillermo dijo:

    De acuerdo en muchas de las afirmaciones que Ud. hace, aunque sí he de decir que Anagrama, desde que la han cogido los italianos, está disminuyendo su calidad a pasos agigantados. Me da la sensación de que no conoce todavía bien la Sra. Sesé, o quien la oriente, o el equipo que ha formado, que el panorama de esa empresa siempre ha sido algo particular y colocar los últimos títulos no la van a ayudar en nada en un futuro muuuuuy próximo.
    Y sí, esto no se acaba con la jubilación de Don Jorge. Hay muchas editoriales jóvenes y menos jóvenes que comienzan a separar bien el grano de la paja.
    Mis respetos.

    • La edición de libros en España, si la consideramos utilizando el criterio de facturación en euros, está en un 95% controlada por grandes grupos de comunicación (Planeta, Penguin Random House, etc…). Vendidas Anagrama, Tusquets y Alfaguara (y sus hermanas) a los grandes emporios, ya sólo queda una pequeña porción de tarta en manos de los independientes. Los grandes grupos dueños del negocio han respetado hasta ahora la forma de hacer las cosas de los viejos editores españoles. Pero se acabó la fiesta: las cifras de ventas han descendido en un 40% en los últimos años y no hay multinacional en el mundo que se pueda permitir (los accionista presionan y cómo) desastres como los acontecidos en el mercado editorial español; bastante paciencia han tenido. Las excusas ya no funcionan. La crisis económica ya no vale, la piratería tampoco es consistente, el precio de los ebooks tampoco. Los gestores del negocio se han quedado en pelotas y sus malas prácticas o simplemente su dejadez e incompetencia han salido a la luz. A los dueños, al capital, se les han hinchado las pelotas.
      ¿Qué va a hacer la buena de Silvia Sese, directora editorial en ciernes de Anagrama, cuando coja las riendas y deba decidir qué libros publicar? Por mucho italiano que aprenda, ¿cómo le va a explicar a los nuevos dueños, por ejemplo, que hay que apostar por jóvenes escritores españoles que escriben cosas raras pero son muy modernos y que la cultura y la literatura están por encima del negocio? Los últimos libros de David Trueba y de Milena Busquets -que están en los primeros puestos de las listas de venta- anticipan por donde van a ir los tiros en lo que a narrativa en castellano se refiere.
      Un abrazo
      Maggie

  7. julian bluff dijo:

    Maggie, cariño, no lo puedes disimular, como se nota que eres mujer. De la autora más prometedora de todas (la de la cuarta foto de arriba a abajo, obviously) en lugar de citar su nombre, citas el del fotógrafo que la retratado, que ya hay que ser resabida, y aquí, la banda, los fan fatales de literatura frissante de alto vuelos, la mejon de toas, sin poder, por un feo capricho tuyo, enterarnos por la Wikipedia, de la obra literaria completa de la sencilla creadora. Cuando, para que engañarnos, merecería un detenido seguimiento.

    ¡Y todavía habrá algún listo (las mujeres son más cautas) que digan que eres un tío! Ay ay ay…

  8. Una pequeña nota al margen. El primero en traducir y publicar a Paul Auster en castellano fue uno de esos grandes editores que no recibieron el «nihil obstat» o el «pedigree» que otorgan esos críticos volátiles que mencionas. Era Silverio Cañada, y su editorial se llamaba Júcar. Un editor y una editorial imprescindibles por descubrirnos tantos autores y tantas colecciones.
    Paco Camarsa, librero

    • Bien apuntado, Paco. Pero no es así como dices. No son los críticos o los periodistas culturales los que otorgan en España el carnet de «editor reverenciado». Si te fijas los editores que en nuestro país consiguieron el status de gurús en las últimas 4 décadas pertenecían todos a ese reducido grupo -una especie de casta- llamada la gauche divine. Entre ellos se tejieron unas relaciones propias de una secta o de un clan. Los críticos, los periodistas culturales y, perdóname que te lo diga, los libreros, no eran más que siervos que admiraban, reían las gracias y masajeaban las espaldas y, en ocasiones, otras partes del cuerpo de aquellos semidioses culturales. Habría que haber estado escondido entre las sábanas de algunas camas para poder dar testimonio de los pactos de apoyo mutuo que se celebraron en aquellos años y que han permitido a muchos vivir del cuento durante más de 30 años.

  9. Anagrama trajo a los ingleses del momento, que ya es mucho.

    No puedo entrar en la discusión de si es usted hombre o mujer, o las dos cosas a la vez, o ninguna de las dos, o mitad mitad. Mi cerebro me lleva engañando día sí, día también, ni yo sé de que lado estoy, o soy. Pido disculpas por no colaborar en descubrir quién es usted en esto.

    Trajo a los ingleses del momento, que ya es mucho.

    Saludos.

  10. Toti dijo:

    Me encanta este blog. Gracias por escribir lo que muchos pensamos y no decimos por miedo tal vez a que nos tachen de frustrados o envidiosos. El negocio literario de las «grandes» editoriales en el que participan algunos escritores/as alzados a los altares literarios mediante premios dados a dedo, campañas de marketing agresivas y cuadernillos culturales, ningunean a su gusto a las pequeñas editoriales y a los autores/as que pueden hacerles sombra y que se niegan a entrar en el juego. Las listas de «más vendidos» son una estafa, pero los libreros, o mejor dicho los empleados de librerías que no han leído un libro en su vida, se dejan engatusar, colocan los ejemplares de dichas listas en primera fila y responden con un lacónico «está desclasificado» cuando alguien se interesa por un título que no les suena, ni les sonará.
    El autor/a es la materia prima más barata del mercado y, tienes razón, ese 10% que cobra a ejercicio completado y en base a unas cifras que no pueden ser comprobadas, no permite que autores/as vocacionales puedan dedicarse a la tarea de escribir si, ademas, tienen que pagar hipotecas, mantener a sus criaturas o simplemente vivir.
    Gracias de nuevo por esta brisa de aire fresco que nos proporcionas con tus artículos.

    • Bienvenida, querida Toti. Agradecemos tus palabras. Quedas invitada a la próxima fiesta que celebraremos en el cuartel de la Patrulla de salvación. En ella te pondremos al tanto de nuestras estrategias de guerra de guerrillas contra el Imperio del mal, contra esos que nos han metido mano a ti como escritora y a nosotras como lectoras
      ¡¡justicia!!
      Un beso fuerte
      Maggie

  11. totimartinezdelezea dijo:

    Jajajaja. No creo que puedan meternos mano, ya no tenemos edad para permitir que lo hagan, aunque bien quisieran algunos…

  12. Ameba dijo:

    Hola Sargento, a pesar de estar de acuerdo con usted (independiente de su sexo), hay algunas cosas que me gustaría comentarle: «hoy se lee más que nunca» sí, estamos de acuerdo, pero el ejemplo que menciona, el de los 70 millones de ejemplares vendidos de «50 sombras de Grey», tiene sus dobleces. Muchas de las personas que han leído ese libro no son lectores habituales, son personas que, llevadas por el enorme efecto mediático de la publicidad compran el libro «para ver si es tanto como dicen». En muchos casos, ese ejemplar de «las 50 sombras de Grey» es el único ejemplar que va dando vuelta por casa, con lo que a esos 70 millones habría que restarle un porcentaje considerable.

    «Internet nos hace a todos más desconfiados (¿enterados? ¿avisados?), obliga a los editores a vender productos de auténtica calidad (ya no es posible dar gato por liebre).» En cuanto al aporte de internet, y hablando siempre a nivel general, creo que el término más acertado que define el aporte de internet sobre nuestras decisiones de compra, es que nos hace menos «ingenuos», sí, sí. Por ejemplo Sargento, si usted piensa comprar un electrodoméstico cualquiera ¿No investiga primero la opinión que de ese electrodoméstico tienen otros compradores?. Si desea contratar algún servicio ¿No se asegura primero de conocer toda la información disponible a cerca del servicio a través de la red?. Pero, en asuntos culturales (por decirlo de alguna manera), no funcionamos igual, o como mínimo, influyen más factores en la decisión de compra, básicamente porque adquirir un libro viene a suplir necesidades que son intelectuales y emocionales. ¿De qué otra forma se explica que el internet que nos hace más espabilados, sea el mismo que impulsa a 70 millones de personas a comprar «las 50 sombras de Grey»?.

    Creo que en asuntos como qué película ver, qué libro comprar, a qué obra de teatro asistir internet es un arma de doble filo que repercute sobre todo al lector «desinformado». Por que sí, a pesar de que hay enormes cantidades de información en la red, el lector, en su gran mayoría sigue siendo influenciable por defecto. Asumimos que «alguien» tiene que decirnos qué debemos leer, imagino que porque nuestro primer acercamiento a la literatura (en el colegio por ejemplo), nuestras lecturas fueron sugeridas por otros, y a esto nos acostumbramos, a eludir la responsabilidad de decidir qué leemos . Lo que me lleva al tercer apunte: la «vaguería». Los lectores no son burros, porque como ya se ha dicho, hoy se lee más que nunca, lo que ocurre es que, por regla general, esperamos que sea otro el que nos diga qué debemos leer. Eso explica por qué chicos que devoraron los libros de Harry Potter, luego se queden sin qué leer. No es que no haya oferta para ese segmento de entre los 15 a los 20, lo que pasa es que no se toman la molestia de buscar los libros adecuados.

    Vaguería no es lo mismo que falta de interés o burricie, es la comodidad de que, si otro no me lo dice, yo no me lo curro. Y puede que sea este el motivo por el cual las grandes editoriales se hacen millonarias vendiendo libros de mierda mientras otros, de mucho mejor calidad, se quedan ahí, sin venderse o simplemente jamás llegan a ser publicados. Internet ofrece información a raudales, pero, aprovechar esa información requiere tiempo y análisis, algo que a la mayoría le parece demasiado trabajo. Internet nos hace menos ingenuos, sí, pero tampoco cambia el hecho de que a la mayoría prefiere leer cosas fáciles, nada que complique demasiado, nada que nos obligue a pensar.

    Gracias por su tiempo, Sargento.

    • Ire dijo:

      Bueno, eso de que ahora se lee más que nunca… Yo creo que no es verdad. Ahora se lee mucho menos. La gente joven lee mucho menos y los mayores también. Hay muchas otras cosas que hacer, más divertidas.
      Harry Potter. Fenómeno a estudiar. Los niños de aquí empezaron a leerlo porque los papás se los compraban por lo que decían las revistas, que si era un fenómeno de ventas allá y tal, pues aquí también, y consiguió serlo. Luego, esos mismos papis, encantados de que el niño se tragara aquello, y de saber qué comprar para la fiesta de cumple del compañero de clase, le compran al mismo niño el Señor de los anillos para Navidad, aprovechando que la peli le gustó al chaval… Y claro, luego pasa lo que pasa.

      • Ameba dijo:

        Bueno, para dirimir, habría que buscar datos fiables. A mi me da la impresión de que hoy se lee más que antes, aunque por supuesto, puedo estar equivocada. Por otra parte, no creo que leer Harry Potter o el Señor de los anillos en la primera adolescencia sea necesariamente un signo de que en el futuro, sólo se leerá literatura basura, tengo ejemplos cercanos y verificables. Sin embargo…

      • No sé muy bien qué carajo piensan algunos que leían a mansalva los adolescentes españoles de hace treinta o cuarenta años. Yo leía mucho por aquella época, cuando aún tenía algo de pelo, y era más bien un rarito.

      • Ire dijo:

        No, no, yo lo decía porque Harry Potter bien, para un chaval de 12 años, pero El señor de los anillos es un rollazo inconmensurable. El chaval no se atreve a confesarlo, pero ha empezado a leer el libro y se le ha caído de las manos, porque se da cuenta de que aquello es otra cosa, y, sobre todo, de que no se divierte leyéndolo. Y ahí la hemos cagado. Costará mucho que ese mismo chaval vuelva a enfrentarse a un libro con otros ojos. Aunque algunos lo harán, seguro.

  13. Adolfo dijo:

    la palabra «comerabo», que utilizan ustedes para adjetivar a «entrevista», debe escribirse con doble erre o erre doble: comerrabo. Por aquello de las palabras derivadas. Deberían ustedes saberlo. ¿O es que son tan viejas ustedes que han olvidado todas las reglas? 🙂

    • isabel dijo:

      Hombre, ya que es usted tan sabio gramático, corrijamos su estulticia: comerrabo es una palabra compuesta, y no derivada.
      De nada.

  14. Hanna dijo:

    Siempre me topo -vale, no se si me la he topado hoy, pero en cualquier caso, o por si acaso- con la inmensa tontería de contraponer libros que hacen pensar a libros que entretienen. No dudo en absoluto de que quien lo hace leyó en su infancia Los Cinco, Harry Potter u otras memeces, no a Michael Ende, por ejemplo y por empezar piano (en efecto, donde ‘memo’ me llegó de inmediato, por asociación, Momo y su hermana La historia interminable).

  15. Hanna dijo:

    Adolfo, todos lo hemos visto y nos hemos callado, porque no es lo mismo ser un comerabo -una especie de futuro simple latino, comeré rabo- que un comerrabos, cuestión de comer más o menos rabo, ya sabe, lo que obliga necesariamente a decantarse por la vibrante simple o por la múltiple.

  16. Hanna dijo:

    Aparte de que, obviamente, «comerrabos», estimado jovenzuelo, no es una palabra derivada, sino una compuesta, vea: comer (verbo) + rabos (substantivo).

  17. Mario dijo:

    «No, no, yo lo decía porque Harry Potter bien, para un chaval de 12 años, pero El señor de los anillos es un rollazo inconmensurable. El chaval no se atreve a confesarlo, pero ha empezado a leer el libro y se le ha caído de las manos, porque se da cuenta de que aquello es otra cosa, y, sobre todo, de que no se divierte leyéndolo.»
    supongo que por esa razón el libro de Tolkien llevaba cincuenta años como éxito de ventas. Usted, que a los 10 años leía a Berharnd y el «auto de fe» de Canetti, analiza la subjetividad de un niño ante uno de esos libros que, en la segunda mitad del siglo XX hizo que leyeran millones de niños. Supongo que usted también tiene una de esas bibliotecas amarillentas para deslumbrar incautas y que siempre soñó con ser una editora selecta de las que aquí se describen. Disfrute usted de su desprecio ante lo que puede atraer a un niño. Conseguirá sin duda un hermoso televidente, pero podrá estar orgullosa de no haberle hecho leer los libros que a usted no le gustan.

    • Ire dijo:

      Ay, don Mario… Lea usted un poco más atentamente, no solo los comentarios de un blog, que al fin y al cabo solo dan puntos de vista, y será más feliz y, sobre todo, menos corto.
      Si no ha comprendido bien mi comentario, le sugiero que ni lo intente con Bernhard. Se va a hacer un lío de dos pares. Abrazos.

    • jose dijo:

      Es que para un chaval de 12 años ya está El Hobit no El señor de los anillos. Algo que ha hecho increiblemente bien J K Rowling es crecer con sus lectores, el primer Harry Potter no tiene nada que ver con el último, por no hablar de que por muy denostada que esté en algunos círculos, esta señora escribe bien y no son pocos los padres o tíos que han acabado devorando la saga con la excusa de comprarla para los pequeños.

      Yo leí El señor de los anillos con 14 o 15 años, pero me da que los chavales de ahora son bastante más dispersos (tanto móvil acaba dando problemas a la hora de concentrarse) y probablemente podrían disfrutar de la obra central de Tolkien con un poco más de edad.

  18. Ameba dijo:

    Sí, sí, Ire, es delicado el tema, dependiendo del padre que aconseje la probabilidad de que el niño siga leyendo en el futuro puede estar en peligro. En mi caso por ejemplo, me tuve que tragar «las aventuras de Tom Sawyer» (M. Twain) a los 7 años…que será muy adecuada para un niño de 10 u 11 años…pero no para uno de 7. Pero a mis padres les pareció una estupenda idea no sólo regalármelo, sino obligarme a leerlo. Esto podría haber tenido dos resultados, el primero (que fue lo que ocurrió), que me volviera más exigente a la hora de plantearme qué leer, pero la segunda opción también era que odiara leer (y lo odiaba en ese minuto). He escuchado muchas historias de gente que no lee y que empiezan así, con recomendaciones fatales. Probablemente, si los padres son lectores frecuentes, tengan más idea de cómo ir pasando etapas para estimular correctamente el deseo lector del niño.

    Sin embargo…tengo un amigo que dice a él sus padres le hicieron lo mismo y que así y todo sigue leyendo, aunque él no niega la influencia del ambiente insiste en que el instinto lector te «vine de fábrica» y que da igual si te machacan o no en tus primeros años con lecturas terribles, si naces lector, seguirás lector, «lo tienes, o no lo tienes» ¿Y si así fuera?…

    • Ire dijo:

      Sí, es una buena hipótesis. Un poco como quien tiene oído para la música y quien no. Seguramente como dice Jesús lo de la cantidad de lectores siempre ha sido algo relativo.

    • jose dijo:

      Es que ahí el factor es doble, por un lado se sabe que tener padres lectores ayuda a que los niños se interesen por la lectura, pero por otro ver la lectura como una obligación suele alejarlos de ella.
      En mi casa yo soy el único que lee, eso sí de pequeño mi madre me leía cuentos (eso cuando no se los inventaba directamente).
      Por otro lado leí hace poco una entrevista con el joven escritor francés Edouard Lois (si no me equivoco tiene 21 años) que decía que hasta los 16 años no había cojido un libro, ya que en su casa (y en general en su barrio) estaba mal considerado leer (vamos, que era visto como algo poco masculino).
      Hay gente que por poco propicio que sea su ambiente lleva un lector dentro y tarde o temprano descubrirá la lectura, mientras que otros por mucho que se lo metas por los ojos no habrá manera.
      Recuerdo una escritora en página dos (lo que no recuerdo es su nombre) que comentaba que a una de sus hijas la tenía que separar de los libros porque no paraba, mientras que a la otra jamás la veías con un libro en las manos

  19. Hanna dijo:

    Lo del lector instintivo o nacido como de fábrica suele equivaler a nacer allí donde se lee desde mucho antes de los primeros balbuceos del infante, es decir, desde siempre. Quien tuvo padres lectores lee. «Mandar leer» a un niño es más propio de hogares en los que no se lee o se lee poco y malo; se le manda leer, y además leer esto o aquello en concreto, porque «leer goza de prestigio», con lo que sumamos negativos: en casa no se lee, o apenas, y tú «tienes que leer» como sea, y en ocasiones, además, leer esto. Los padres lectores, al principio, le leen al niño, o «ven» las ilustraciones con él y se las comentan, le regalan libros, suelen interesarse por esas lecturas, y sobre todo, el chico ve que sus padres, tíos o abuelos leen, ve libros por casa y oye hablar de ellos… No importa en exceso qué lea un niño, pero sí importa que no lea su familia y que esta le compre en exclusiva ejemplares publicitados o colocados en los lugares más a la vista de las librerías. En fin, el tema da para mucho más, pero estoy segura que todos estamos al cabo de la calle. Además y con todo, hemos sabido, o conocido personalmente, a chicos ávidos lectores procedentes de hogares en los que, no es que no sea leyera, es que apenas se sabía leer ni escribir. Por decirlo en cursi, a veces, en los estercoleros crece una rosa, uno de los espectáculos más impactantes a los que asistí.

  20. Hanna dijo:

    Perdón, «estoy segura DE que…», eso es.

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  22. Hanna dijo:

    Así es, Fran. O bueno, en cierto modo, no, no imaginas qué gusto da poner una nota alta, y por otra parte, lo que dicen los profes es cierto: calificamos, pero, bien entrenados los alumnos y después de haberse ‘empollado’ el examen, podrían hacerlo perfectamente ellos; he probado y apenas hay diferencia en el resultado. De todas formas, para tu tranquilidad, nunca un muchacho se me quejó por la nota, tengo un método infalible que no te cuento porque es seguro que no te dedicas a la enseñanza. ¿Verdad? 🙂 Ah, y mantengo una cordial relación con varios de ellos después de años y años.

  23. FranPaco dijo:

    Pues de momento no soy docente, Hanna, aunque podría llegar a serlo ya que empiezo el master de secundaria en unos días. De mi anterior trabajo me despedí previo corte de mangas y portazo que te crió… Uno, que es un machote 🙂 De todos modos tú cuenta, cuenta, que podría interesarme. Además, por aquí pasan much@s profes.

  24. JC dijo:

    ¿Qué Herralde? ¿El que publicó a Andrés Neuman, Alejandro Zambra, Agustín Fernandez Mallo, Eloy Fernández Porta, Jorge Carrión, David Trueba, Milena Busquets, Iván Thays? ¿O el editor?

    • Jesús dijo:

      Ahí le has dao, JC.
      Confieso que he valorado siempre Anagrama, sobre todo por la coleccion de ensayo. En narrativa me ha tendido a parecer un poco peñazo mucho de lo que publicaban.

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  27. jose dijo:

    Lo cierto es que el mercado estadounidense es considerablemente más interesante que el español. Para empezar, no todos los jóvenes escritores quieren ser el nuevo David Foster Wallace, su variedad temática y de estilos es muy amplia, y no todos se dedican a la autoficción (y cuando lo hacen en muchos casos no renuncian al uso del lenguaje, que aunque tengan puntos en común no es lo mismo Justin Torres que Tao Lin).
    Por lo demás, en las listas de ventas compiten sin ningún problema novelas compradas al peso y escritas por un equipo de negros (o siendo generosos, escritas por el autor de bestsellers de turno) con novelas que competirán por todos lo grandes premios de la temporada (y allí los premios literarios son de verdad, no como el Planeta).
    También es debido a que no todos los autores de prestigio con complicados postmodernistas, que para ser un buen escritor no hace falta ser enrevesado.

    En cuanto a Anagrama, su catálogo sigue siendo interesante. Vale que de vez en cuando publiquen cosas que en otros tiempos no publicarían (tengo que decir que a mí Recortes de mi vida no me parece tan malo, no es una gran novela pero tiene momentos muy divertidos). Y es verdad que algunas de sus técnicas de márketing son un poquito cuestionables, como adelantar meses la publicación del Sumisión de Houllebecq o retitular Tampa de Alissa Nutting como las lecciones peligrosas (que parece más un título de una novela de James Patterson).
    De todos modos tampoco conviene olvidar que Anagrama ya metió la pata con alevosía y premeditación en tiempos de inmaculado prestigio, al fin y al cabo en su edición de La canción del verdugo de Norman Mailer (todo un Pulitzer nada menos) se comieron la mitad del texto, se ve que no querían que sus lectores se cansaran

  28. Ubu dijo:

    horrible post.
    primero dice que los viejos editores ya no engañan a nadie y que los lectores exigen calidad y no lo que a los editores les guste. y a continuación pone como ejemplo a la dueñas y las sombras de grey, supongo que como ejemplo de lo que el público nada complaciente, y aun más, exige.
    si maría dueñas es la respuesta, es que la pregunta estaba equivocada.
    tal vez, lo que se dice en este post tendría sentido en otro país, uno en el que todos y cada uno fuéramos buenos lectores y estuviésemos formados para comprender y profundizar en lo que nos ponen ante los ojos.
    pero, en el nuesrro, este post es una novela de fantasía épica con final feliz.

  29. Hanna dijo:

    Como diría Gila: aquí hay alguien que ha matado a alguien… Huy, qué tonta, por Dios, he querido decir aquí hay alguien que no sabe leer ¿a que sí?

  30. Muy divertido tu post sobre los cambios que están haciendo irreconocibles los viejos modos en el mercado editorial. Es verdad que los suplementos de los periódicos tenían demasiado pero navegar en el batiburrillo en que se ha convertido la literatura en la actualidad se hace difícil.

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