Una buena noticia (¡¡Aleluya!!) proveniente de la editorial Alfaguara. El día 31 de octubre próximo sale a la venta la reedición de “Los nuestros” de Luis Harss.
Luis Harss (Valparaiso, Chile, 1936) es una de las personas que más sabe sobre eso que algunos llaman literatura latinoamericana. En 1966, después de entrevistar a los que entonces él pensó que eran los escritores más relevantes del cono sur y de documentarse ampliamente sobre ellos, publicó este libro que luego se ha querido ver como el primer canon sobre el “Boom”.
Los 10 autores escogidos fueron: Borges, Asturias, Guimarães Rosa, Onetti, Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa.
En 2008, Tomas Eloy Martínez lo entrevistó -a Harss- aquí. Lean lo que opinaba de Bolaño:
L.H.:A Bolaño lo he leído con curiosidad, atraído por sus títulos. Su Nocturno de Chile (2000), sobre un cura pinochetista, es una novela notable. Tiene un enorme talento pero algo monocorde. Casi todo lo resuelve con monólogos, algo semejante a lo que en el jazz se llaman riffes, arranques, improvisaciones. Igual que Felisberto Hernández, cuando advierte que hizo algo bien, lo vuelve a hacer. Lo que tiene de interesante Nocturno de Chile es que el cura es y no es un impostor, es y no es un acólito de Pinochet, es y no es un poeta. Es muy extraño cómo Bolaño maneja esa ambigüedad entre crimen, impostura y poesía
T.E.M.:- ¿Leíste su última novela, 2666?
L.H.: -La empecé y no pude avanzar mucho. Es un libro, ¿cómo decirlo?, casposo. Me sorprendió que un escritor lleno de vuelo poético de pronto se detuviera en personajes que son profesores universitarios aburridísimos. No sé cómo se le ocurrió hacer un libro sobre gente así. En cambio Los detectives salvajes (1998) es una sinfonía de voces que alcanza una poesía infernal.
Esta entrevista apareció en el suplemento ADN Cultura del periódico La Nación.
Querido Juan Cruz: Tú sabes mucho sobre literatura latinoamericana, seguro que más que yo. Pero te hago ver –se trata solo de una corrección fraterna, no te enfades- que Harss no es argentino, como dices (aquí), sino chileno.
uy, sí, aburridísmo. Como Breaking Bad, que va un profe de instituto. Aburridísimo.
¡Un saludo a todos!
«Pedro Páramo» es algo así una especie de Pascual Duarte de los llanos. Un hype sesentero que con la perspectiva del tiempo -siempre de inexcusable observancia- se me antoja como una novela muy, muy, sobrevalorada. Rulfo debía ser un tipo listo, y modesto; sabía donde de donde le venía el aire y donde se hallaban sus límites. Debió pensar: «aquí me planto» y le salió bien la jugada. Podría haber vuelto a escribir Pedro Páramo -algunos lo hacen, o es lo que hacen- pero no lo hizo. Y he aquí como lo tenemos, al pavo, en todas las antologias del boom, con una novela corta y un libro de cuentos, significado como uno de los grandes maestros de la lengua española de todos los tiempos.
«El gallo de oro» no sabía ni que existía, la acabo de descubrir por la wikipedia. No habla ni dios de ella. ¿Por…?
Un abrazo.
Pelotuuuuuuuuuuuuuudoooo. Pobre animal incapaz.
No salen las cuentas: son diez y mencionan nueve. Falta Carpentier.
Carpentier falta en casi todas partes. Y me jode, porque no hay literatura latinoamericana, ni literatura en castellano sin Carpentier
En su día tuvieron que llamarme la atención sobre Alejo Carpentier, seguramente lo había leído poco y mal, y aún no sé cómo agradecer aquella llamada al orden. Por si queda alguien en la tierra ajeno a esa lectura indispensable:
.
«Y llegaban otras, y otras más, aún soñolientas y emperezadas al entrar, pero pronto piadoras y alborozadas, girando en torno a los visitantes nocturnos, sopesando los collares de Montezuma, y mirando al negro, sobre todo, a quien pellizcaban las mejillas para ver si no eran de máscara. Y llegaban otras, y otras más, trayendo perfumes en las cabelleras, flores en los escotes, zapatillas bordadas, hasta que la nave se llenó de caras
jóvenes —¡por fin, caras sin antifaces! —, reidoras, iluminadas por la sorpresa, y que se alegraron más aún cuando de las despensas empezaron a traerse jarras de sangría y aguamiel, vinos de España, licores de frambuesa y ciruela mirabel. El Maestro —pues así lo llamaban todas— hacía las presentaciones: “Pierina del violino”… “Cattarina del corneto”… “Bettina della viola”… “Bianca Maria organista”… “Margherita del arpa doppia”…
“Giuseppina del chitarrone”… “Claudia del flautino”… “Lucieta della tromba”… Y poco a poco, como eran setenta, y el Maestro Antonio, por lo bebido, confundía unas huérfanas con otras, los nombres de éstas se fueron reduciendo al del instrumento que tocaban. Como si las muchachas no tuviesen otra personalidad, cobrando vida en sonido, las señalaba con el dedo: “Clavicémbalo”… “Viola da brazzo”… “Clarino”… “Oboe”… “Basso di gamba”… “Flauto”… “Organo di legno”… “Regale”… “Violino alla francese”… “Tromba marina”… “Trombone”…».
“No condenéis, y no seréis condenados” Como si fuera tan sencillo, pensó.
No me gusta saber nada de los entresijos de los escritores, nada de cómo obedeciendo a sus escrotos llegaron a sus escritos, nada en ellos suele ser heroico ni ejemplar. Son historias donde caín se erige en necesario como si el crimen hubiese sido acometido por la gracia de un hado ineludible y no con la vulgaridad de una quijada, sutileza que se escapa en las asiduas confesiones. Se absuelven todos con la misma estrofa, soy escritor y nada de la literatura me es ajeno, soy un personaje, ¿no me veis como vivo en vilo a salto de mata entre el relato y el cuento de una novela a otra vadeando las ajenas que a tanto me indujeron?, tan se citan los unos a los otros y llegando al premio se olvidan hasta de esposas e hijos y ya sólo se mencionan con los que les esperaban. Allí arriba nunca desvelaran el desmesurado asco que les damos quienes un día fuimos sus bacilos en la placa de Petri alquilada, y dicen, nunca callan ni saben de modestia, que quieren cambiar el mundo y escriben en periódicos desde donde nos dictan moralinas, todo para esconder que hoy ya no seremos más que esputos por su falta de absoluta y verdadera piedad.
Escribió Los Nuestros y nunca sería uno de ellos. No imagino absurdo más cruel.
Pues miren ustedes: hoy, en esto de aquí arriba, el amigo Henry ha estado muy bien. Me ha gustado, Henry. Enhorabuena y gracias.
Un abrazo
La Maggie
Yo cada día tengo más claro que los escritores no deberían ni ser vistos ni oídos, tan solo leídos.
Por decir algo: lo último que he leído de Vargas Llosa (al que, debo señalar, como novelista considero como uno de los grandes, no ya del famoso boom, sino de toda la literatura en castellano), es un artículo de opinión en el que llamaba a Esperanza Aguirre la «Juana de Arco del liberalismo». Casi me meo de la risa.
Yo también, casi me muero, pero no precisamente de risa.
ahora sé por qué hablan tanto de Pron acá: dicen «Pron» y tienen 40 comentarios. tratan de hacer crítica literaria «seria» (no kistch) y comentan 6 gatos. ¿conclusiones?
Miauu… digo : PRON, PRON, PRON, ¡¡¡PRON!!!