Con este título no me estoy refiriendo a una de esas firmas de abogados radicadas en Nueva York que salen en los libros de John Grisham. No, les estoy resumiendo los autores que he leído en esta última semana y… algo más.
FOLLET/FURST
Andaba yo aburrida y tristona. Necesitaba yo diversión pura y dura. Pues puedo afirmar que me lo he pasado pipa con los dos primeros libros de la trilogía “The Century”, de Ken Follet (La caída de los gigantesy El invierno del mundo, Plaza & Janés, 2010, 2012) y que he disfrutado como una enana con las novelas de Alan Furst, Espías de los Balcanes y El oficial polaco (Booket, Planeta, 2012, 2009). Para desengrasar, -entre Follet y Furst- me he leído Suave es la noche de Francis Scott Fitzgerald (Alfaguara, 2011).
Ken Follet no necesita presentación, pero puede que alguno de ustedes no sepa quién es Alan Furst. Este señor norteamericano ha escrito 16 libros, pero los primeros 4 pasaron desapercibidos. En 1988 comenzó –con Night Soldiers– una serie de 12 novelas (la última, Mission to Paris se acaba de publicar) ambientadas en la Europa de los años de la segunda guerra mundial. Furst ha encontrado y perfeccionado el método para escribir novela histórica con espías; militares en guerra; hechos y personajes reales; sexo y mucha emoción. La acción es el motor de las obras de Furst. Muy recomendable.
De Milja es el personaje central de El oficial polaco. El servicio secreto polaco le ha encargado sacar del país 11,4 millones de dólares en lingotes de oro antes de que caigan en manos de los nazis, que acaban de invadir Polonia. Furst se basa en una historia real.
Pág. 33
La madre de De Milja era la condesa Ostrova, cuyos hermanos, conocidos desde siempre como “los tíos Ostrova”, habían asumido el deber de enseñarle las cosas importantes de la vida; que si perros, caballos, armas, la servidumbre, las amantes… Eran gente de otra época –ya desaparecida, decía su padre-, pero su madre los adoraba y llevaban todos una vida brutal, bien regada y feliz, nunca molestándose en considerar que quizás estaban en el siglo equivocado.
(…)
… Con los tíos riendo y bramando en la planta baja, arrojando huesos de pollo a la chimenea, lanzando manotazos al trasero de las criadas y cayendo abatidos en los sofás con las botas puestas.
(…)
Habían casado a De Milja cuando solo tenía diecinueve años. Las dos familias se conocían desde siempre, y él y Helena fueron presentados, dejados a solas y alentados a enamorarse. Posiblemente, ella vio la sabiduría implícita en todo ello con mucha mayor claridad que él: sencillamente echó una ojeada al bulto que había bajo su cinturón, lo besó con sus carnosos labios, lo cogió por la barbilla, y se consideró, a partir de allí, su mujer.
(…)
Con el tiempo Helena cambió. Al principio flirteaba con él, lo rozaba accidentalmente con sus pechos y atrapaba accidentalmente su entrepierna. Entonces, algo comenzó a ocurrirle y solo quería hacer el amor a oscuras, a veces lloraba, otras se detenía a la mitad. El aprendió a sortear sus defensas, pero acabó por descubrir que ella estaba defendiéndose. Comenzó a darse cuenta que la membrana que la resguardaba del mundo era demasiado tenue, que era incapaz de tolerar la vida.
Ella quedó en cinta, pero perdió el bebé durante la epidemia de gripe del invierno de 1925. Eso fue el final. En su fuero interno, él ya lo había adivinado, lo adivinó el mismo día que sucedió. Durante tres años, todo el mundo fingió que las cosas mejorarían, pero cuando comenzaron a producirse en la casa varios incendios menores, hubo que recurrir a los médicos para que la examinaran y éstos le prescribieron una estancia en una clínica privada cercana a Tarnapol, “por unas semanas”.
Ya, ya lo sé. Tengo claro que Furst, cuando describe a los tíos de De Milja, no profundiza en el alma humana como hace Dostoievski al retratar a los hermanos Karamazov (a los que huelen estos “tíos Ostrova”, no me digan que no). Pero ya he dicho que lo que yo quería esta semana era diversión pura y dura.
Ya sé que en Ana Karenina o en Madame Bovary se relata mucho mejor –dónde va a parar- la evolución de los sentimientos que lleva a que una mujer alegre termine cayendo en la depresión y acabe quitándose la vida. Ya, coño, ya lo sé. Pero -lo he dicho al principio- necesitaba disfrutar como lo hacía, cuando era joven, con las películas de Tarzán (o de espadachines) que “echaban” los sábados por la tarde en TVE.
¿Qué? ¿Qué dice usted?¿Que la relación entre De Milja y Helena les parece poco verosímil? No es a eso a lo que hemos venido aquí, se lo recuerdo. Esos análisis déjelos para otro tipo de libros. Yo –que ya no sé cómo decirlo- he venido a pasar un buen rato, ¡¡leñe!!
En su trilogía, Ken Follet hace pasar a 5 familias (ingleses, galeses, rusos, norteamericanos y alemanes) por los más importantes acontecimientos del siglo XX. En los libros de Follet –como en los de Furst- hay, sobre todo, acción. También hay sexo, guerra, espías, alta política y emoción. Follet se documenta de forma exhaustiva, igual que Furst. Los personajes de Follet –como los de Furst- son planos, no hay matices, tiene pocas aristas. Pero hay que entender que en los libros de Follet –como en los de Furst- lo primero es la acción. Si la esmerada y detallada construcción de un personaje perjudica el desarrollo continuo de la acción por ocupar mucho espacio, ese trabajo se elimina. Follet –como Furst- me entretiene y mucho. ¿OK?
¿Alguna vez alguien quiso saber si Tarzán se preguntaba sobre la existencia de Dios?
Pág. 132 de La caída de los gigantes, Ken Follet.
Murió el 9 de enero de 1905 según el calendario juliano. Era domingo y en los días y los años que siguieron pasó a ser conocido como el Domingo Rojo o Sangriento.
Grigori tenía dieciséis años y Lev, once. Al igual que su madre, los chicos trabajaban en la fábrica Putilov. Grigori era aprendiz de fundidor y Lev, mozo de limpieza. Ese mes de enero los tres estaban de huelga, junto con más de cien mil operarios de San Petersburgo, para reivindicar la jornada laboral de ocho horas y el derecho a organizarse en sindicatos. La mañana del día 9 se pusieron sus mejores ropas y salieron a la calle, cogidos de la mano y caminando por el manto de nieve recién caída, hasta una iglesia cerca de la fábrica Putilov. Después de misa se sumaron a los millares de trabajadores que, procedentes de todos los rincones de la ciudad, desfilaban en dirección al Palacio de Invierno.
– ¿Por qué tenemos que caminar? – se quejaba el pequeño Lev, que habría preferido jugar al futbol en cualquier callejón.
– Por la memoria de tu padre –contestó su madre-, porque los príncipes y las princesas son unos monstruos asesinos. Porque tenemos que derrocar al zar y a todos los de su clase. Porque no descansaré hasta que Rusia sea una república.
Follet escribe sobre la matanza de obreros que a manos de la guardia imperial del zar Nicolás II se produjo en 1905. Este episodio se resuelve en cuatro hojas en la novela. Tengo claro que si quisiera conocer más sobre el asunto debería leer libros de historia como, por ejemplo, A People’s Tragedy: The Russian Revolution: 1891-1924 de Orlando Figes, pero –¡¡no se enteran, o qué!!- yo quería acción y no un texto académico.
¿Cómo? ¿No les parece creíble que una mujer humilde como la madre de Grigori y Lev tenga claro –y así lo manifieste a sus hijos de 16 y 11 años- que lo que quiere es una república? Me da igual. Repito: QUERÍA PASAR UN BUEN RATO.
FITZGERALD
Igual que en los cócteles me gusta mezclar lo dulce con lo amargo, en el programa de lecturas de esta semana pasada incluí unas gotas de alta literatura. En los libros de Follet y Furst no encontrarán nada como esto:
Pág. 418 de Suave es la noche, Francis Scott Fitzgerald (Alfaguara , 2011) Trad. de Rafael Ruiz de la Cuesta.
Pero al ir a la playa con Dick a la mañana siguiente, le había vuelto el temor de que él estuviera tratando de buscar una solución desesperada. Desde la noche en el yate de Golding intuía lo que estaba pasando. Tan delicado era el equilibrio que mantenía entre un viejo punto de apoyo que siempre le había procurado seguridad y la inminencia de un salto que, una vez dado, tendría que cambiarla hasta en la última molécula de su carne y de su sangre, que no se atrevía a llevar el asunto al terreno de lo consciente. Tenía una visión de Dick y de ella misma imprecisa, cambiante, como dos figuras espectrales atrapadas en una especie de danza macabra. Desde hacía meses, cada palabra parecía tener otro significado distinto del más evidente, que solo se aclararía cuando Dick así lo determinase. Aunque ese estado de ánimo era tal vez más esperanzador (los largo años de mero existir habían tenido un efecto vivificador sobre aquellas partes de su naturaleza que la temprana enfermedad había destruido y a las que Dick no había conseguido llegar, no por culpa suya, sino simplemente porque no hay naturaleza que se pueda extender totalmente en el interior de otra), no dejaba de ser inquietante. El aspecto menos afortunado de sus relaciones era la indiferencia cada vez mayor de Dick, que de momento se manifestaba en lo mucho que bebía. Nicole no sabía si iba a ser aplastada o no le iba a pasar nada; la voz de Dick, vibrante de insinceridad la confundía. Le resultaba imposible imaginar cómo se iba a comportar de un día a otro: era como una alfombra que se fuera desenrollando lenta y tortuosamente. Y tampoco se podía imaginar lo que ocurriría al final, en el momento del salto.
FUCK
Lo que me jode.
Las únicas diferencias entre Follet y Furst son: 1º.-que en los libros del primero, los párrafos más largos son de nueve líneas y en los del segundo, de quince. 2º.- que Follet incluye mucho más diálogo que Furst. Y 3º.- que los libros de Furst son de 300 páginas y los de Follet de 600. Ah, bueno, y que Follet ha vendido 100 millones de libros y Furst no. Y que Follet tiene un avión privado y Furst no.
Una amiga me decía este verano que a la hora de elegir el “tocho” que se iba a “cepillar” en la playa, miraba –hojeando el volumen- el tamaño de los párrafos y la proliferación de diálogos. Cuanto más largos fueran los párrafos y menos diálogos encontrara, menos posibilidades tenía el libro de ser adquirido por mi amiga. Esto vale para mi amiga (allá ella), pero no para los críticos literarios.
Si tanto Furst como Follet escriben de la misma forma; si tienen en sus novelas los mismos objetivos (principalmente la acción y el entretenimiento) y a ellos subordinan su técnica, ¿por qué coño la crítica los trata de forma tan diferente?
Un elegante thriller literario, con ecos de Graham Greene y Le Carré, y la atmósfera de Casablanca, con París como gran escenario. Historias independientes con personajes complejos que se enfrentan al fascismo y al nazismo. (…)Así es el estilo de Alan Furst (Nueva York, 1945), escueto, ágil, indirecto, elegante. La atmósfera está maravillosamente construida con breves pero precisas pinceladas.
Jacinto Antón sobre Alan Furst (El Pais, 10 de marzo de 2007) (aquí).
Furst cultiva la atracción de los mundos perdidos en otro tiempo y otra galaxia, en la legendaria y cinematográfica Segunda Guerra Mundial, por ejemplo. (…) El combate se extiende azarosamente de la Inglaterra bombardeada a los bosques de Ucrania, con eje en un París de colaboracionistas y fugitivos, como salido de la imaginación de Patrick Modiano y la realidad de Joseph Roth, y dibujado por un Hergé menos humorístico y más heroico-erótico de lo habitual.
Justo Navarro sobre Alan Furst (El Pais, 10 de agosto de 2007) (aquí).
El corresponsal [novela de Furst] revela un conocimiento minucioso de los hechos históricos. Los escenarios no son un decorado, sino el marco natural de una acción que discurre con fluidez. Furst conoce su oficio. La trama es consistente, los personajes son seres humanos y no estereotipos. La novela revindica el espíritu inconformista e independiente del periodismo, que no se limita a informar, sino que se esfuerza en crear opinión. Furst está lejos de Graham Greene y del mejor John Le Carré, que convirtieron la novela de espías en un laboratorio sobre la especie humana, pero ha escrito una buena novela, bien planteada y resuelta.
Rafael Narbona sobre Furst en EL CULTURAL, 14 de diciembre de 2006. (aquí)
A Follet ya sabemos todos como lo ponen a parir día sí, día también. Pero les invito a leer la última reseña, la de Nadal Suau en EL CULTURAL (aquí). (Lo que me ha defraudado este chico, Nadal Suau).
Dice Nadal Suau:
Por desgracia, El invierno del mundo se venderá bien por pura rutina, porque no es más que un libro rutinario. (…)
… esta aproximación desafortunada al núcleo del siglo XX ni siquiera está en condiciones de ser el best-seller-que-hay-que-conocer de la temporada.
¿Quieren saber cuál es la respuesta a la pregunta que yo planteaba antes de estos extractos de reseñas? ¿Quieren enterarse de por qué se les trata a los dos escritores de forma tan desigual? Muy sencillo; porque Follet vende muchísimo y Furst no. Solo eso. Esa es la crítica que tenemos hoy en España.
Nota: Las novelas de Ken Follet están traducidas por ANUVELA. Las de Alan Furst por Jaime Collyer (El oficial polaco) y Vicente Villacampa (Espías de los Balcanes)
Querida sargento Margaret:
Como miembro de Anuvela, el colectivo de traductores a cargo de la versión en castellano de las novelas de Follet que menciona, le agradezco que haya plasmado, con la lucidez y la franqueza que la caracteriza, algo que tanto los lectores de Follet como nosotros, sus traductores, sabemos desde hace tiempo: que la lectura no está reñida con el entretenimiento. Suscribimos letra por letra sus palabras.
Saludos cordiales,
Ana Alcaina (Una Anuvela)
Una vez más, patrulleras, acudiendo raudas en auxilio del vencedor: el pobre Ken, que sólo vende tropocientos millones de ejemplares y gana tropocientos millones de libras, euros o lo que sea con cada nuevo libro… ¡y encima el pobre desgraciado ni siquiera tiene que escribirlos!
Semejante injusticia merece que acuda la Patrulla al rescate… tatarataritaritariiii…..!
Furst, hasta que no vendas tanto como tu primo, que te den…
A Furst no lo he leído, pero a Follet sí, y se me quitaron las ganas de leer más. A lo mejor la crítica lo trata diferente no porque venda más, sino porque es peor. Y a lo peor vende más por lo mismo.
Puedo opinar como lectora de Follet. A Furst no lo he leído, aunque lo anoto para tenerlo en cuenta. Considero que la literatura también es entretenimiento, y no entiendo que se critique a un autor solo por el hecho de escribir libros dirigidos a un público que busca pasar un buen rato. Ahora bien, he de decir, y al menos en mi opinión, que desde «Un mundo sin fin» he dejado de leer a Follet. Ese libro, en concreto, me pareció decepcionante. Me gusta mucho más el Follet de «La clave está en Rebeca» que el actual. Y por muchos años que pasen, considero que Los pilares…seguirá siendo su mejor bestseller.
Me parece a mi que al autor al que se ha leído la Maggie es a Milan Füst («La historia de mi mujer») que está sí que es buena y me parece más acorde con su esmerada preparación y su exquisito buen gusto (¡quién dijo petulancia, que lo coloco un paspartú!) pero como las cataratas empiezan a desbordársela por razones obvias, ha cogido la buena mujer y reseñado un libro que ha visto leer en el metro a un caballero muy encorbatado que le hacía tilín. ¡El acostumbrado corazón enamoradizo de nuestra suboficial favorita!. Yo, de Follett les voy a proponer «El ojo de la aguja». De las primeras. Que también está cojonuda.
Lo de los críticos. Los críticos dicen los que les parece y lo que les parece que tienen que decir.
Abrazos para todos!
Siempre la crítica se ha cebado con los superventas que no los considera verdadera Literatura, como dicen ellos. Por eso nunca reconocerán que Follet, Zafón, Stephen King, nunca serán verdaderos escritores, aunque vendan muchos ejemplares.
¡Toda una contradicción!
Bueno, ese doble rasero de la crítica explica por que nuestros jóvenes talentos escriban sobre temas que no interesan a nadie y no vendan un puñetero libro, si lo hicieran la crítica les escupiría en la cara.
De todos modos justo es decir, que Follet no se comió un rosco con sus primeras novelas, y no fueron uno ni dos los fiascos, el bueno de Ken publicó 11 novelas con resultados pobres en ventas, antes de que el Ojo de la aguja viera la luz. A partir de esa novela las cosas cambiaron.
Es curioso que el mayor éxito de su carrera haya sido el que ha estropeado para mí a Follet como lectura de entretenimiento. Los pilares de la tierra fue un riesgo, todos sabemos lo que les ha pasado a otros autores de bestseller cuando han cambiado de género (que se lo digan a John le Carré, que por otro lado es infinitamente mejor escritor que Follet), sin embargo a Follet le fue bien. Aunque no tan bien como algunos pueden pensar, Los pilares de la tierra no se vendió más que sus otras novelas, sus ventas de hecho fueron similares. Hasta que llegó la edición de bolsillo, y ahí la cosa cambió, por que se vendió como churros año tras año (y sigue haciéndolo).
Sin embargo los tochones históricos hacen que todos los defectos de Follet (personajes planos y trama predecible) brillen como marcados en fosforito, cosa que no pasaba (aunque obviamente esos defectos estaban ahí) en sus thrillers, ya que la acción trepidante hacía mucho más fácil pasar por alto sus defectos.
Follet nunca va a ser destacado por la crítica, primero por que carece del talento que sí tienen otros escritores de bestsellers como Le Carré o King (que tras años de machaque, ahora, de vez en cuando, le caen halagos), y a diferencia de gente como Grisham, que es considerablemente peor, Follet sí tiene buenas ideas, pero patina al desarrollarlas. Por que la idea que subyace tras la serie El siglo, es buena, vamos, está hecha con el mismo material que usan los escritores norteamericanos para escribir su gran novela americana (valga la redundancia), pero a Follet le faltan recursos para llevar esas ideas a buen puerto
Estimada sargenta, gracias por su preclara visión.
A los demás patrulleros, gracias por leer las versiones de Follet al castellano.
Otra Anuvela. Antes fue «An» la que plasmó su parecer; ahora leen ustedes el de la «Ve» (toma pareado)
Yo aguanté 100 páginas del primer libro de la última saga de Follet antes de dejarlo. Y me dejó con la duda de si Follet introduce últimamente tantos personajes en sus novelas porque es incapaz de desarrollarles ni siquiera un mínimo. Y si no escribiera sus novelas con un ejército de protagonistas sería completamente incapaz de llenar las 1000 y pico páginas en edición de bolsillo que seguramente sus editores le exigen.
Y, vamos, lo de las críticas en función de las ventas… yo lo último que he leído son dos novelas de Lee Child y me han parecido entretenidísimas, igual que cosas de Franck Thillez, Jean Christophe Grangé y similares. No tengo yo claro si Follet no habrá hecho como James Patterson o Tom Clancy y las novelas se las escriben sus negros, porque antes me parecía muchísimo mas ameno de leer, si bien siempre me han divertido mucho mas Frederick Forsyth y otros. O si el propio Follet al intentar «trascender» utilizando el genero histórico -que precisamente hasta que el abrió el camino popularizándolo tenía su pátina de seriedad- se ha perdido en jardines demasiado poblados para él.
En fin, no son mas que opiniones porque es un autor que me aburre. Si al menos me pareciera insoportable, como Dan Brown…
Tengo la teoría de que, en el campo del Best Seller, cuando a un autor le empiezan a pedir «tochos» porque sí en todas sus obras lo destrozan por completo.
La única excepción que he visto, para mi gusto, Clive Barker. Algunas de sus últimas obras de fantasía -no las de terror- me parecieron muy, muy aceptables. Y cuando se ha metido en la fantasía infantil me ha gustado aún mas.
Yo sí tengo claro que a Ken Follett se las escriben negros o, mejor, como se dice en inglés «ghostwriters» (más ghost que writers, en este caso). Incluso él mismo lo deja entrever en sus declaraciones, cuando habla del método que utiliza…. vamos, blanco y en botella. Pero yo no le critico por eso (es más, personalmente me cae de puta madre, de verdad), porque no deja de ser una marca, un branding o como se diga…. el que compra sus libros sabe a lo que se atiene, igual que el que compra una prenda de Armani o de cualquier otro diseñador famoso, tiene claro que no la ha diseñado él en persona, sino alguno de sus mucamos… A mí lo que no me gusta de los libros firmados por Ken Follett es que me producen un soberano aburrimiento, por lo menos los que yo he intentadop leer. Cosa que no me pasa, para nada, con Stephen King, Michael Crichton o Federick Forsytn… y tampoco pienso que ninguno de estos se pase las horas tecleando las novelas que firman… (por cierto, «El codigo da Vinci» , en mi opinión, era una mamarrachada, pero no aburrida, porque tenía un ritmo, al que le ayudaba la brevedad de los capítulos, que para sí querrían los de la factoría Follett… yo me puse a hojearla, sin intención de leerla, y sin darme cuenta me había trapiñado casi toda la novela. Lo cual no dejo de lamentar, por otra parte).
Un saludo.
Hombre, a mi Tom Clancy, que es una marca en todos los sentidos -hasta ideológico- me entretenía a mas no poder en sus primeras novelas, creo mas o menos hasta «Sin remordimientos». Y se notó escandalosamente cuando empezó a «delegar» porque el estilo en la escritura (y para mi gusto, la calidad en composión de diálogos y estructura de la novela) cayó en picado.
Que vale que es una marca, pero una marca en teoría no es sólo un nombre. Se supone que tiene ciertos valores de producción detrás. Si al final la marca no es mas que el nombre y el género, pues se transforma la literatura en lo que es en muchos casos, incluido el Sr Follet.
En cuanto al DaVinci, estoy de acuerdo con usted… lo que pasa es que leídas las primeras 45 páginas tuve la sensación no de estar leyendo un libro sino el guión para un blockbuster, y ahí lo dejé. No tenía esa sensación de estar leyendo en ningún momento sino de que alguien estaba apelotonando acción sin ninguna estructura literaria.
He leído libros bastante más «chorras» a priori (entre ello varios de Matthew Reilly que ríase usted de las pelis de James Bond) pero están aceptablemente escritos, estructurados, dialogados y entren bien.
Saludos
Esta obsesión por novelar en la Historia, desde la Historia, en la intraHitoria y demás historias es ya un clásico de la osmosis que se produce desde el reconocimiento de que la Novela Histórica, como género, vende, y vende mucho. Es tal vacío de ideas que no hay nada mejor que tirar de falso documental, docudrama y diplodocus argumentales. Hubo un tiempo en que los personajes no necesitaban del ambiente decorado de fondo gran momento del History Channel, eran Historia, tal vez no la canónica, tan suya como cualquier creencia sobre la misma, y sin embargo….
El viaje social de Oliver describe mejor el contraluz victoriano sin tener por ello que saludar a Her Majesty en un pasaje en falsete. Debe anotarse que Victoria nombra una realidad, no la crea.
Todo suena ya viejo incluso antes de leerse. Follet ya se consagró a ello. No ha lugar para el vituperio.
El “gran fresco” por el “que desfila toda una corte” de grandes y pequeños seres “mostrando los hilos de la fina trama de la que está tejida la Historia” se cae a pedazos, como los paños de las viejas casonas en cuanto miras de cerca, no digamos ya si pasas los dedos por ellos.
Ansioso me descubro esperando las críticas sobre ese Tango de la Vieja Guardia, profético título, me temo.
Meme al uso: No imagino la extensión de la Obra de Follet si aplicara la exhaustiva documentación del académico a cada movimiento (de cada músculo facial), rasgo del habla (al fumar), el vestuario (catálogo de las naves) o el lugar (Google maps) por el que transitan los personajes. Eso sí sería una novela río, lo demás, tonterías.
P.D. Toda mención a los Adrianos, hoy, estorba
Lamento decírtelo, Margareth, mi sargento, pero creo que tú y casi todos los comentaristas que me han precedido en esta entrada (o post) erráis el tiro. Podéis lapidarme por mi pedante osadía y suficiencia. No puedo juzgar al Füst, no lo he leído y es probable que no lo haga nunca: me disuade tanto parartexto elogioso en fajas y contraportadas aun citando la Babélica procedencia.
Puedo y debo juzga a Follet: es malo, eficaz, pero malo, a veces insoportablemente tedioso, lo que ya es más grave en alguien al que se supone y él lo declara que su objetivo es el entretenimiento y no la ‘gran’ literatura como ‘arte’ o forma de conocimiento del mundo (ya te gustaría, ahora que estás forrado, pero NO puedes).
Y voy al error de tiro, tachán (y mira que lo siento, ojalá me equivoque):
Follet no es considerado un mal escritor porque vende y es leido mucho (eso sería un prejuicio), sino que es justo al revés…
…es leido y vende mucho porque es malo, plano, sencillote, facilón (y esto es un juicio, no tanto sobre el escritor sino sobre la mayoría d elos lectores. Como decía un graffitti del mayo francés. «Diez mil millones de moscas no pueden equivocarse: ¡come mierda!)
P.S.- No se debería poner en el mismo comentario casi ni siquiera para contraponerlos a un escritor de raza, como Le Carré, y aún mediocre aunque exitoso folletinista como Follet.
Me perdonas, a qué sí, y otras muchas veces estoy de acuerdo contigo
Sargento y comentaristas (salvo alguna excepción): se llama Ken Follett, no Follet.
Después de leer «Los pilares de la tierra» y «Un mundo sin fin», pertenezco a ese grupo de lectores que no soporta los personajes planos de Follet y no entiende cómo es posible que haya quien considere la primera de estas novelas una obra maestra. De todos, aunque no he leído a Furst, estoy de acuerdo en que mediocridad la hay entre los éxitos de ventas y entre lo que pasa desapercibido. Sin embargo, tanto lectores como críticos tienden a atacar más a los primeros, por un lado porque son más conocidos y es lógico que generen más críticas, buenas y malas, pero también porque son un blanco fácil (siempre resulta más sencillo criticar a quien ya han criticado cien veces que a un desconocido para la mayoría, aunque esto no debería ser así).
Siempre encuentro insoportables los best sellers, pero también otras muchas novelas que no lo son. «Los pilares de la tierra» lo terminé, leyendo a saltos las 300 últimas páginas. Con el primer libro de la saga Milenium me pasó lo mismo, claro que no intenté leer los otros dos. Lo mismo con el primero de Ruiz Zafón. Y el «Código …». Y asi todos… Pero entiendo que cada lector debe leer lo que le divierte y entretiene, best sellers o lo que le apetezca, sin hacer caso de lo que digan los críticos ni los supuestos sabios, solo faltaría.