KIM PHILBY y RAFAEL BORRÁS BETRIU: VIDAS PARALELAS

Kim Philby (*) (Ambala, India británica, 1912 – Moscú, Unión Soviética, 1988) desempeñó  importantes tareas como oficial de alto rango de la inteligencia británica y ocupó destacados destinos (Estambul, Washington…) como diplomático a las órdenes de su graciosa majestad. En 1963 se descubrió que era miembro de una red de espionaje –“los cinco de Cambridge”- a favor de la URSS y que había pasado, durante muchos años, información muy sensible y en gran cantidad a los soviéticos, a la NKVD, como se llamaba entonces lo que luego fue el KGB. Philby era marxista y escapó de las autoridades británicas para marcharse a vivir a la URSS donde fue condecorado y ascendido a coronel del KGB. Falleció en Moscú a los 76 años siendo considerado un héroe de la Unión Soviética.

(*) Se publicó en marzo de este año A Spy Among Friends, de Ben Macintyre, biografía de Philby. Editorial Crítica, que ha editado en castellano los tres libros anteriores de Macintyre, debe estar ya traduciendo este último.

Philby, ¿fue un héroe o un traidor? Según se mire. Si le preguntamos a la reina británica, dirá que un cerdo hijo de puta. Pero si consultamos a Putin seguro que opina diferente.

En una guerra, aunque sea una guerra fría, como aquella en la que Philby desarrolló sus mejores capacidades, siempre hay efectivos que después de un tiempo infiltrados  cambian de bando. Lo más valioso de estos hombres o mujeres es la información que poseen. En la ya conocida como la Primera guerra del Libro que la Patrulla de Salvación, y algunos aliados, estamos librando contra el Imperio del Mal (editores, críticos, autores farsantes y periodistas culturales) también tenemos nuestros espías; personas que después de un tiempo trabajando como editores o periodistas se han unido a nuestras tropas y han cantado la gallina revelando algunos de los mayores secretos del enemigo. Unos valientes, desde nuestro punto de vista.

Rafael Borrás Betriú, nuestro espía más querido –un héroe al que intentamos imitar-, es un hombre que llegó a ser nº 1, en lo que a edición se refiere, en el Grupo Planeta entre 1974 y 1983 [Borrás fue despedido de Planeta, de forma improcedente, en 1995]. Después estuvo en otras editoriales y en 2003, cuando comenzó a publicar el recuento de su vida profesional, se pasó oficialmente -con todas sus armas y todo su conocimiento- a nuestro bando. En el segundo tomo de sus memorias, La guerra de los planetas, (Ediciones B, 2005) desveló uno de los secretos mejor guardados por el enemigo: el funcionamiento real –el escondido- del premio Planeta. Nosotras, con base en el libro de don Rafael, lo contamos en este post. Borrás Betriú, que el próximo año cumple los 80 años, continúa publicando información altamente sensible.

Lo último ha sido Los interinos (Edhasa, enero de 2014). Borrás, en su época de Planeta, fue director de Espejo de España, una de las más prestigiosas colecciones de ensayo político que ha tenido nuestra cultura. Muchos historiadores, hoy en día, beben de aquellos libros cuando se trata, sobre todo, de contar lo ocurrido durante el tardofranquismo y la Transición.  Borrás Betriú fue responsable de editar los libros de mucho ministros de España. En este libro, que con mucha ironía titula Los interinos, cuenta anécdotas sabrosas sobre esos ministros y sobre la edición de sus escritos.

Rafael Borrás Betriú es una enciclopedia andante y la edad está respetando -puede que incluso la esté acrecentando- su prodigiosa memoria. Además, don Rafael es, cuando quiere, muy divertido. Por estos motivos en este libro de 345 páginas encontramos desde la anécdota frívola hasta lo más serio. Un ejemplo de lo primero puede ser el relato (Pág. 25) de la muestra de inteligencia y buen humor con que en un Consejo de ministros  Josep Borrell  -entonces ministro de Obras Públicas del último gobierno de F. Gonzalez- honró a sus compañeros de gobierno. Se discutía si otorgar o no la Medalla de las Bellas Artes a la cantante Rocío Jurado, esposa del torero Ortega Cano. «Borrell pidió la palabra, y, en medio de un silencio expectante, Felipe González se la concedió. Borrell dijo que se adhería a la propuesta de la concesión, aunque Rocío me haya quitado el novio. Como cabe suponer, la carcajada del Consejo en pleno fue homérica.» Un párrafo antes, Borrás Betriú recuerda que por entonces se rumoreaba que Borrell había tenido relaciones homosexuales con el torero y con el bailarín Antonio Canales.

Muestra de lo más serio puede ser el  interesante capítulo dedicado a Enrique Mújica, que fue Ministro de Justicia en el gobierno de Felipe González de 1988 (pág. 248 y ss.). En este trozo del libro, que titula «Enrique Mújica. El gevolucionario [sic] ilustrado», cuenta cómo Mujica, -que después de ser nombrado ministro continuó formando parte del jurado del premio Espejo de España-, siempre aliado de Javier Tussel, historiador y también jurado del premio, intentaban manipular el resultado en las deliberaciones. También relata, unas páginas más adelante, lo que con ironía (o mala leche) llama los «encuentros en la tercera fase» de Mújica con el general golpista Alfonso Armada  en 1980, poco antes del 23-F:

Cita Borrás Betriu las declaraciones a EL PAÍS de 12 de marzo de 1981 (después del golpe) de Mújica: «Armada propugnó un gobierno UCD-PSOE presidido por un independiente, pero que no se postuló él mismo como presidente, y que en su planteamiento no entraba la posibilidad de que la formación de ese gabinete se hiciera al margen de procedimientos constitucionales»

Añade Borrás Betriu, para cerrar el párrafo, las expresiones de su propia cosecha: «Santa inocencia. O Santa tontería, para ser justos.»

Pero continua:

Años después, el testimonio de Jordi Pujol, entonces, 1980, presidente de la Generalitat catalana, resultó ilustrativo. El PSOE tenía una auténtica obsesión por cargarse a Suarez. Una prueba es la visita que el destacado líder socialista Enrique Mújica me hizo en los meses de verano de 1980 [es decir, antes de la entrevista que Mújica tuvo con Armada] en mi casa de Premiá de Dalt para preguntarme cómo veríamos [en Convergéncia i Unió] que se forzase la dimisión del presidente del gobierno y su sustitución por un militar de mentalidad democrática. le manifesté mi desacuerdo total.

Sigue Borrás Betriu en la misma página:

Cuando el 12 de febrero de 1981 Armada fue nombrado segundo jefe de Estado mayor -contra la opinión de Suarez y, al parecer, a petición del Rey-, Pujol le ofreció una comida de despedida, en cuyo transcurso la esposa del presidente, Marta Ferrusola, confió a Armada su preocupación por cómo enfocaría Leopoldo Calvo-Sotelo -propuesto por UCD como sucesor del dimisionario Adolfo Suárez- la cuestión autonómica. El militar de mentalidad democrática preconizado por Enrique Mújica le espetó muy convencido: ¿Sabe qué, señora? No creo que Calvo-Sotelo llegue ser presidente.

Esto último aparece en las memorias de Jordi Pujol, Temps de construir (1980-1993).

Once días después de aquella conversación presuntamente (ahora una ya no se fía mucho de lo escrito por Pujol) mantenida por la Ferrusola y Armada se produjo el golpe de estado.

Philby, aunque los periodistas e historiadores occidentales -qué van a decir estos- argumenten lo contrario, no se pasó a los soviéticos por dinero ni por resentimiento, lo hizo por amor a los parias de la tierra, a la famélica legión. Del mismo modo, aunque los veteranos de Planeta cuenten que a Borrás Betriu le jodió la forma en que tuvo salir del grupo de don Lara (el padre, entonces) y que por eso se dedicó a airear los trapos sucios, no se lo crean. Don Rafael  simplemente es un patriota. Un patriota de la verdad.

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2 respuestas a KIM PHILBY y RAFAEL BORRÁS BETRIU: VIDAS PARALELAS

  1. greg dijo:

    Hola. Solo un par de toque (por tocar las bowlings un poco: el nombre del ministro se escribe con ge y acento: Múgica (no Mujica, como el autor de Bomarzo). La ge os la habéis comido siempre, y el acento en alguna ocasión. Y Javier Tusell se esceibe así, con una ese y dos elles y no al revés.

    Lo cual no quiere decir que no me hayáis animado a leer el libro de Borràs, como ha pasado con otras muchas recomendaciones vuestras que me han causado gran deleite. Un abrazo y ¡muerte a los críticos chirles, güeros y hebenes!

    • Hebén: una bonita palabra que no conocía. Tan bonita que parece destinada a otro significado.
      Concuerdo en que la recomendación es de lo más interesante.

      Un saludo,
      Sonia

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