OPERACIÓN PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2014. 2º capítulo

2º capítulo

Cuando el señor ministro se creyó que lo que se publica en EL CULTURAL es verdad y que los agentes culturales españoles tienen mano en Estocolmo.

Ya en su coche oficial, en el camino de vuelta a Alcala 34, el ministro comprobó que la herida que se había hecho en la uña del dedo índice de la mano derecha había dejado de supurar sangre. Aún así su desasosiego siguió creciendo: «el premio Nobel, casi na. Estos se creen que todo lo relativo a mi negociado es muy sencillo», se dijo autocompasivo. Concentrando su mirada en el trasero de una joven universitaria que, con pantalones vaqueros cortísimos y camiseta fucsia de tirantes, caminaba por la calle Princesa y se dirigía probablemente a la facultad de Periodismo de la Complutense se acordó de que de hecho un español había ganado recientemente el Nobel de literatura: Mario Vargas Llosa tenía doble nacionalidad -peruana y española-. Pero seguro, recapacitó, que si hubiera utilizado ese argumento frente a sus jefes, la vicepresidenta lo hubiera vuelto a acusar de cobarde y de estar intentando escurrir el bulto cogiendo un atajo. Pensando en el autor de «La casa verde», le vino a la mente que el escritor canario Juancho Armas Marcelo, según le habían contado, se dedicó durante un tiempo a propagar que él había sido el principal artífice de aquel premio concedido a Vargas Llosa, que sin sus maniobras ante los académicos suecos el peruano-español seguiría siendo uno de los eternos candidatos al premio. Haciendo un pequeño esfuerzo, y gracias a su memoria fotográfica, el ministro visualizó bajo su despoblado cuero cabelludo el texto de un artículo de Armas Marcelo en EL CULTURAL -el único suplemento literario que leía desde la primera a la última página-. Se tituló Estocolmo, eso era, y salió en junio, cuando la short list del premio Nobel ya estaba cerrada. Concluyó que si Armas Marcelo no le ayudaba a conseguir el premio, al menos sería capaz de indicarle la persona que podía hacerlo.

– Quiero hablar con el escritor y periodista Armas Marcelo -ordenó el ministro, ya sentado en su mesa, a una de sus secretarias por el interfono -. Y es urgente, señorita.

Mientras Puri o Maricarmen, «las dos muy monas», localizaban a Juancho el ministro buscó el artículo de EL CULTURAL en internet. Allí estaba, «Estocolmo«, no se había equivocado; la vicepresidenta lo consideraría un imbécil, pero su memoria seguía siendo prodigiosa. «Tenía que haberme presentado a las oposiciones de notarías, mi padre tenía razón» se dijo lamentando, una vez más, el rumbo que había tomado su vida profesional. En el mismo comienzo del artículo estaba la clave: «Hablé con Per Wäsberg, el influyente académico sueco, en Estocolmo, el mismo día en que cerraban la short list del Nobel de Literatura, el 22 de mayo pasado. Unos diez minutos en mi pésimo e incomprensible inglés, pero fue lo suficiente para saber que ya quedan cinco escritores (y escritoras) finalistas para el Nobel que se dará un jueves de octubre.» Acostumbrado a leer entre líneas, el ministro se dio cuenta de que el escritor canario sabía mucho más de lo que contaba.

-Señor ministro: el señor Armas Marcelo acaba de llegar, ¿le hago pasar? –dijo Maricarmen por el interfono.

Una conjunción de circunstancias –principalmente la eficacia de la «mona» Maricarmen y el hecho de que el hombre a localizar aquella tarde anduviera (sin rumbo definido) por la zona centro de Madrid- hicieron posible que aquella misma noche, a eso de las nueve, el escritor y periodista Juancho Armas Marcelo estuviera sentado frente al ministro de Educación y Cultura del reino de España en su amplio despacho.

– Te agradezco mucho, querido Juancho, que hayas acudido raudo a mi llamada. Si me lo permites, voy directo al asunto: el gobierno ha decidido apoyar a un escritor español para la consecución del premio Nobel de literatura y contamos contigo –aunque no conseguía que su pierna derecha dejara de moverse y le había vuelto el dichoso tic al ojo izquierdo, el ministro, adoptando un gesto serio y engolando la voz, procuró transmitir a su interlocutor que se trataba de algo importante, de un asunto de estado-.

Wert pillado mirando el 'derrière' de Letizia (Gtres)

«El ministro Wert le mira el trasero a Letizia» (2 de oct. de 2014)

El efecto que produjeron las palabras del ministro sobre el escritor canario fue reseñable. A duras penas pudo evitar ponerse en pie para gritar: ¡por fin, coño! A contrario, haciendo uso de una flema británica que aunque genéticamente no le correspondía había aprendido a base de leer, se mantuvo impasible y simplemente dio un nuevo sorbo al gin-tonic que amablemente le había servido el propio José Ignacio. En su cabeza se agolparon muchas sensaciones: que se jodieran Vila-Matas, Marías, Muñoz Molina y Sánchez-Dragó; sabía que las posibilidades de que el gobierno español le consiguiera el premio eran casi nulas, pero convertirse en el escritor del régimen –se acordó de Cela y de Neruda- era un magnífico broche a su carrera y la demostración de que sus ímprobos esfuerzos y sus tejemanejes publicitarios habían valido la pena. “Seguro que mi último montaje anticastrista en Panamá ha gustado en Moncloa”, se dijo satisfecho.

-Nos tienes que ayudar o decirnos quién puede hacerlo –continuo el ministro de forma atropellada-. Yo me imagino que la decisión, a estas alturas, ya está tomada, pero hay que hacer lo imposible. Mariano y Soraya, después de conseguir que España no fuera la nueva Grecia, se creen que todo es posible –siguió, hablando más de la cuenta, el ministro-.

-¿Te refieres al premio Nobel de este año? José Ignacio, no me lo tomes a mal, pero me parece que ya estamos totalmente fuera de tiempo. Esto se hace de otro modo, con calma. Los académicos suecos requieren cariño y…

– Tiene que ser este año –interrumpió el ministro con rotundidad-, así lo quiere el presidente y no sabes lo crecido que está. Además, ahora que lo pienso, nuestro candidato ni lo sabe. Ay, Dios mío –dijo agobiado por todo lo que le faltaba por hacer y dirigiendo su mirada al techo del despacho-. Tenía que haber opositado a notarías, si ya lo decía mi padre –el ministro, consternado por la hercúlea tarea que le habían encomendado, pensaba, esta vez, en voz alta-.

-¿Cómo que no lo sabe? ¿No soy yo? Me acabas de decir…–preguntó con tono de protesta Armas Marcelo sintiendo que todos sus castillos mentales se venían abajo con estrepito-.

-¿Tú? Venga, cojones, Juancho. No te ofendas, pero hay que llevar un candidato mínimamente serio –el subconsciente volvía a traicionar al ministro-. Además, aunque últimamente te has portado bien, en tu pasado hay alguna mancha política que… no sé. Perdóname, pero pretendemos que el ganador sea un genuino producto de la nueva cultura liberal-conservadora que predomina hoy en España –al ministro le tembló la voz y estuvo al borde del lapsus linguae a causa de la falta de confianza con que elaboró en su mente, antes de pronunciarla, la última frase-.

-¿A quién hay que apoyar entonces? –el tono de cabreo era patente en el decepcionado autor canario-.

– Nuestro hombre para Estocolmo es Juan Manuel de Prada. Tenía que haber empezado por ahí. Hay que hacerlo POR ESPAÑA, Juancho, POR ESPAÑA –el ministro intentó de este modo motivarse también a sí mismo-.

Juan José (que en realidad se llama Juan Jesús) Armas Marcelo, después de mirar fijamente y con irritación a los ojos del ministro, bajó la cabeza, se la agarró a la altura de la frente con las dos manos y se mantuvo en silencio durante varios segundos. Un calor intenso comenzó a subirle desde el estómago y el sabor de las lentejas con chorizo que había comido a medio día se hizo presente, de nuevo, en su boca. Cuando el ministro le preguntó si se encontraba bien, el escritor levantó su mirada. El susto del mandatario fue mayúsculo: al canario se le había enrojecido la cara y en su cuello la vena yugular y la arteria carótida, palpitantes, parecían a punto de estallar.

-¿Estas bien, Juancho? ¿Quieres un poco de agua? ¡Señorita! ¡Por favor venga! –exclamó alarmado el ministro-.

El periodista y escritor de Las Palmas, sudando copiosamente, se puso lentamente en pie y más lentamente aún fue levantando el puño izquierdo. Cuando su brazo formaba un ángulo recto, y su mano cerrada estaba a la altura de su cabeza, comenzó a cantar pausadamente pero a voz en grito: “Arriba parias de la tierra, en pie famélica legión…” Debido a que mientras cantaba comenzó también a sollozar, entre los gritos con que entonaba el himno se le escaparon varios gallos. El ministro asistía asombrado al espectáculo, no podía creer lo que sus ojos estaban viendo.

-¡Ya no puedo más! –se quejó con amargura el escritor en una pausa de su actuación-. Una es puta pero honrada, que lo sepas, ministro –dijo Juancho entre lágrimas-. ¿Me estas pidiendo que utilice todo mi prestigio, el que me ha costado años conseguir, para que le den el premio Nobel a Juan Manuel de Prada? ¡¿A Juan Manuel de Prada?! Hasta ahí podían llegar las bromas. Que sepas que me cago en tu ministerio y que siempre he pensado que sois unos fachas. Y que yo he nacido en África y ¡Visca Canarias lliure, cojones! Y se lo puedes contar a Mario, me la suda.

La secretaria, sin saber qué hacer, asistía a la escena desde la puerta que acaba de abrir.

El ministro seguía, con la boca abierta, clavado en su sillón de cuero negro. Desde allí pudo contemplar al escritor canario -que había retomado su emotiva interpretación de La Internacional y vuelto a levantar el puño- desfilar haciendo el paso de la oca hacia la puerta del despacho. Cuando el marxista de nuevo -o renovado- cuño ya estaba fuera, desde la puerta abierta, y ante la atenta y divertida mirada de las secretarias, José Ignacio lo vio caminar por la moqueta roja, muy digno, marcando el paso, hacia el elevador. Armas Marcelo se sabía todas las estrofas de La Internacional y las terminó de cantar delante de la puerta del ascensor, que se demoró en subir. Ni el ministro ni sus dos secretarias se atrevieron a interrumpirlo. De este último detalle, de lo bien que el canario se sabía el himno marxista, se dio cuenta el ministro al día siguiente cuando reflexionó sobre la increíble escena –digna del más puro realismo mágico- que había vivido la jornada anterior. “Esto lo apunto en mi diario en cuanto tenga un ratito”, se dijo. Tenía claro que no repetía legislatura, pero por sus memorias las editoriales se iban a dar de tortas. La de cosas que tenía para contar.

En el próximo capítulo nuestro ministro entenderá que para tareas de este calibre hay que ponerse en manos de un consultor internacional.

1º capítulo

3º capítulo

4º capítulo

5º capítulo

OTRA COSA DIFERENTE

Vía el blog sobre edicion Valor de Cambio llego a YMEDIA, una interesante web donde han publicado un completo mapa actualizado de los medios de comunicación en España. Vale la pena echar un vistazo sobre todo para saber quienes son los auténticos dueños ( y en qué %) de periódicos, revistas, emisoras de radio  y canales de TV.

Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

6 respuestas a OPERACIÓN PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2014. 2º capítulo

  1. unirvana dijo:

    Sensacional. Ardo en deseos de seguir leyendo.

  2. Guillermo dijo:

    Excelente.

  3. Lilí Marlén dijo:

    Sargento, he descubierto twitter y, lamentándolo mucho, dejaré de seguirla como hasta ahora. Debería probarlo.

  4. J.R. dijo:

    Que pasa que no puede ganarlo una española?, si le dan el Nobel a Luna a mas de un escritor se le cae el pelo, no crea haya NINGUN escritor español vivo que merezca la pena leer, que fasto se dan, ¡ Viva Luna Nobel !

Los comentarios están cerrados.