Una de las cosas que más me ha llamado la atención de las siete entrevistas con grandes editores europeos que Juan Cruz ha publicado en EL PAÍS durante los últimos dos meses es el desconocimiento y el miedo con que miran al futuro de su negocio y de su profesión.
Este fin de semana he leído un libro muy interesante de la editorial Siruela: Conversaciones con editores en primera persona. En ese volumen se recoge un ciclo de encuentros con ocho editores españoles (Salvat, Lara Bosch, Herralde, De Moura…) en 2000, hace once años. En aquellas conversaciones ya se hablaba de la llegada del libro electrónico, ya se hablaba de la desintermediación, ya se insinuaba la posible desaparición de las librerías. Es decir, hace once años ya se veía venir lo que hoy tenemos encima. Y nadie ha hecho nada. Los editores no han hecho su trabajo. Si lo hubieran hecho hoy sabrían que va a ocurrir. Nos dirían con claridad cuáles son sus planes para el futuro y no se les notaría, entre costuras, un miedo cerval a lo que viene.
Vuelvo al asunto de este “post”. En las entrevistas de Juan Cruz todos los editores intentan mostrarse seguros de lo que hacen y tranquilos ante el futuro pero, unas veces entre líneas otras sobre líneas, se les nota que no tienen ni idea:
En la primera entrevista de la serie Peter Mayer (Ex presidente de Penguin y en la actualidad presidente de Overlook Press) dice:
“Piense en los periódicos. Nosotros necesitamos reseñas para que se divulguen nuestros libros, pero si cada vez se leen menos periódicos o revistas, menos gente leerá libros. Si a la gente le dan igual los filtros y las certificaciones, tendremos una cultura de libros distinta. Siempre habrá quien busque la excelencia, ¿pero cómo identificas dónde está?
P. Eso, ¿cómo?
R. No creo que los blogs tengan mucha credibilidad, pero sí creo en el boca a boca, y esto cada vez adquirirá más importancia. Las redes sociales se multiplicarán y este es el tipo de marketing que se hará. De abajo a arriba y no al revés. Nuestro esfuerzo publicitario está centrado ahora en despertar interés en ciertos blogs. Porque algunos sí tienen credibilidad. Así como hay gente que sabe diferenciar entre los blogs, los editores tendremos que aprender a diferenciarlos. Un amigo mío, agente literario, ha montado una agencia de conferencias. Usa no sólo a sus propios escritores sino a otros. Al igual que la industria musical ha tenido que centrarse más en conciertos en vivo que en la venta de cedés, los que trabajamos en este mundo del libro tendremos que hacer lo mismo. Los escritores, si son elocuentes e interesantes, pueden ser ellos mismos herramientas de marketing.”
Alucina vecina. El entrevistado le pregunta al entrevistador como identificará la excelencia, en lo referente a libros, el comprador. Juan Cruz, lógico, le devuelve la pregunta y el señor Mayer se lía; dice primero que los blogs no tienen credibilidad, luego que sí y termina diciendo que los escritores tendrán que salir a hacer bolos. O sea que deja en manos del escritor lo que es, ha sido, y debería seguir siendo labor de editoriales y libreros: la promoción, la prescripción.
En el caso de Riccardo Cavallero (Director general de Mondadori) hay un sujeto digno del diván de Sigmund Freud:
P. El editor parece el capitán de un barco, y el mar convoca dos sensaciones: soledad y miedo. ¿Tiene usted ahora alguna de esas dos sensaciones?
R. Si me permite bromear, soy muy bueno en natación y por eso el mar no me da mucho miedo. El mar te produce una sensación de profundo respeto porque sabes que tienes delante una ola muy fuerte que te puede arrastrar. En el mundo literario ocurre más o menos lo mismo… Producir libros es la cosa más simple. El trabajo de un editor es entregar los libros al lector de una forma clara e inteligible y eso solo lo puedes hacer a través de tus colecciones y de tus sellos. Y desde el punto de vista de la gestión, de la que también me encargo como publisher [el responsable global de una editorial], de eso es de lo que me encargo. La empresa se construye alrededor de la figura de los editores; ellos son el corazón del negocio. Mi receta es muy simple, es la única que conozco y es la que aplico en América, en Europa, y hasta ahora ha funcionado. Nada de soledad o de miedo. El miedo empieza cuando empiezas a olvidarte de esto y subes la producción para llegar a una facturación que es efímera, a recoger devoluciones…; es entonces cuando el mar te hunde y acabas como en la película La tormenta perfecta.
P. ¿Estamos en una tormenta?
R. No, no es ninguna tormenta. Estamos en el momento del gran cambio por lo que ocurre con el digital. Un momento en el que debemos tener las agallas de renunciar a los privilegios que hemos conseguido, y que nos han mantenido como líderes hasta ahora; es un momento para reinventar nuestro trabajo; como todos los momentos de cambio, este puede ser doloroso, incómodo, porque como mínimo hasta ahora lo controlabas todo, lo sabías todo de tu mundo. Ahora hay que asumir riesgos, hay que tener mucha curiosidad, experimentar y, sobre todo, estar entrenados para equivocarnos. Quien en los próximos cinco años no se equivoque, y no se equivoque de manera importante, creo que no llegará a los diez años.
Al señor Cavallero le traiciona el subconsciente continuamente. Tiene miedo, mucho miedo, de la gran ola que tiene “delante y te puede arrastrar”. Su receta, dice, es “muy simple” pero no la dice y no parece tenerla clara. Lo de que los editores son el “quore” es una obviedad y no sé si él, una vez leído el resto de la entrevista, lo tiene tan claro. Al final de la segunda pregunta deja claro que sabe que se va a equivocar, y mucho. Lo sabe porque no conoce lo que debe hacer en el futuro. Solo sabe que tiene que “asumir riesgos”, “experimentar” y “tener curiosidad”. ¡Dios santo! Si yo tuviera los ahorros de mi familia en acciones de esta empresa y leyera esta entrevista con su director general me pondría a temblar.
Sigrid Kraus, directora general de Salamandra es una romántica y le da mucha pereza lo que ve venir por delante:
P. ¿Y cuál es la posición de Salamandra con respecto al e-book?
R. Lo estamos haciendo todo muy lento; el privilegio del independiente, pequeño o mediano, es poder observar cómo el grande va probando. Y a ver qué pasa.
P. ¿Le inquieta?
R. No, no me inquieta. De verdad que de momento no me inquieta. Me parece curioso pensar que lo maravilloso de mi trabajo es que al final hay un objeto. Cuando leo un original, visualizo un libro en mi mente, y esa visión es la que trato de transmitir… Pensar que ese producto final es un texto en una pantalla hace que mi trabajo deje de existir. Ya no hay objeto, ya no soy una artesana. Yo me considero una artesana. Si no hubiera objeto, sería otra cosa…
P. ¿Qué será ese editor sin objeto?
R. Vamos a ser publicistas y no artesanos. Lo que nos va a preocupar es cómo conseguir que el libro destaque en Internet o donde sea. Eso es publicidad, eso no es producir un objeto bonito que atraiga.
Pero ella no se inquieta. Qué tranquila me deja usted señora Kraus.
Todos los editores dicen no tener miedo al futuro, pero lo tienen. Debe ser que no lo dicen para que sus empleados no se echen a temblar. Ven lo que les ha ocurrido a sus amigos en el mundo del cine y la música y están muertos de miedo. No saben cómo luchar con la piratería. No han estado nunca unidos y ahora tienen muchas dificultades para organizarse. Lo de Libranda, en España, ha sido un tremendo fracaso y no saben qué hacer. Bueno, perdón, algunos si lo saben: algunos creen que la única solución es echar a la calle a las dos terceras partes de la plantilla (en los grandes grupos) y desembarazarse de los intermediarios (medios de comunicación y libreros) pero de esto hablamos mañana.
Una última cosa:
Dice, al final de la entrevista, Riccardo Cavallero (48 años, director general de Mondadori):
Con la novela digital estamos vendiendo mucho más el sello de novela rosa porque hay mucha gente que se avergüenza de ir por la calle con un libro rosa. Y se lo lee en el digital. Como pasaba con el porno, que lo llevabas dentro del Financial Times…
¿Dentro del Financial Times? Mi hijo tiene 40 años y me reconoce que él hacía lo mismo con el Marca. Muy bonito, señor Cavallero. Ya sabéis, jóvenes aspirantes a director general de gran grupo editorial, hay que leer pornografía y …el Financial Times.
Así nos va, claro.
Estas entrevistas me recuerdan a la «Cena del miedo», no sé si han leído el artículo pero merece la pena:
http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html
[Amador Fernández-Savater, coeditor de Acuarela Libros, fue invitado (por azar, por error o por alguna razón desconocida) a una reunión con la ministra de Cultura y otras figuras relevantes de la industria cultural española para hablar sobre la Ley Sinde, el tema de las descargas, etc. ]
Es bastante penoso lo de que los blogs «no tienen credibilidad». Un blog es como cualquier otra cosa, es decir que en sí mismo no tiene ni deja de tener «nada», es quién hay detrás y lo que se publica lo que hace que sea «algo». Lo mismo que un libro, lo mismo que un periódico, lo mismo que una conferencia, lo mismo que una persona humana (una conversación): la credibilidad depende del emisor, no del vehículo en sí. Los políticos hablan sustentados -aparentemente- en la legitimidad popular, hablan desde tribunas y estrados de raigambre histórica, sin embargo carecen de credibilidad.
Personalmente me fío más de un autor que conozco por su blog, que he leído y he seguido, que se autopublica su obra (por la razón que sea), que de editoriales y editores que parecen camellos de poca monta interesados en venderte chatarra a cualquier precio, interesados en que sus novelas hagan mucho ruido como el famosillo que quiere que hablen de él sea bien o mal mientras le sigan llamando para hacer bolos.
La cuestión no es fácil, no, pero tampoco es apocalíptica: dedíquense a publicar cosas/libros/objetos interesantes, buenos, sugerentes, y adáptense a las nuevas vías de difusión, promoción, con gallardía y con sinceridad. Eso les hará creíbles, eso les podrá salvar. Y si no les salva, al menos habrán muerto con dignidad, que no es poco. Lo que no puede ser es que el miedo les haga vender comida rápida en lo que era una marisquería gallega y encima al mismo precio.
Sobre el asunto de que los escritores se busquen la vida, que sean ellos los que lleven la carga de la promoción y difusión, la cosa está clara: si pretenden eso, los escritores/creadores preferirán autopublicarse, crear sus propias redes de lectores, adaptar su sistema de comunicación a sus propias necesidades y capacidades. Total, para ir perdiendo el culo de «lao a lao» intentando vender su producto, que este sea realmente como a ellos les gustaría que fuese, sin intermediarios.
Escritores, inviertan en impresoras, papel, tinta y pegamento. El futuro ha vuelto desde el pasado. O descárgense Openoffice y editen en PDF. el libro «electrónico», vendiéndolo a 2 o 3 euros con una licencia Creative Commons, gastos de envío gratis vía email o descargas directas. Ya no hace falta ni engañarse ni engañar con Lulu o Bukok, ni siquiera con ISSUU. Los editores no creen en vosotros, sólo en productos manufacturados y en novelas rosas. Os están obligando a darles la patada. Lo que sea menos fastfood, por favor. Comida casera, de la abuela, o esperar a que alguno de «estos» despierte, que es como el rollo del milenarismo que lleva 11 siglos a punto de llegar.
Querido Diego:
Hemos leído lo de Amador Savater. lo hicimos en EL PAIS. Muy fuerte. Esas cosas ocurren por el descontrol que denunciamos en esta página. Ni los que se supone que deberían poner orden saben de que va esto.
Lo de poner a los escritores a dar conferencias o lecturas, «trovadores» los llama, de forma algo cursi, el amigo Juan Cruz es ridículo. Los escritores no sirven, salvo algún showman, (que a ese mejor que no le editen más) para eso. El escrito solo en casita, con los pies calentitos bajo la mesa camilla y con un whisquito, uno solo, para estimular las neuronas. Como se popularice lo de los bolos de autores viviremos una época que pasará a las enciclopedias como la mas ridícula en la historia de la literatura.
No estamos de acuerdo en lo de la autoedición. Esa es la salida facil en la que deriva el cansancio. Los que ya no tienen fuerza para luchar acaban en la autoedición. Que se autoedite Stephen King es una cosa (todo el que compra a King sabe lo que compra) pero que se autoedite Juanito Berenjena no tiene sentido. Venderá 20 ejemplares, la novia y la familia y contaminará en medio cultural más que otra cosa.
?por qué es tan importante publicar? ?Para ser famoso? Entendemos que lo importante es escribir y leer pero ?Publicar? Se debe publicar lo que un buen editor entiende que vale la pena, solo eso.
Cuidate, hijo.
Y abrigate que ahí fuera hace mucho frío, mucho.
La sargento Margaret
!A su servicio!
Pingback: » Miedo » sigueleyendo.es
Querida sargento,
Estaba exagerando respecto a la autoedición como última oportunidad de publicar algo ante un «mundo» editorial a la deriva. Supongo que alguna editorial sabrá salvar la toalla ante esta marea que ya les ha cogido comprando helados. Pero no parece que vaya a ser pronto, al menos por lo que contestan. En diez años no han aprendido nada, no han iniciado ningún cambio sustancial y por lo que dicen no hay nada seguro. Y me temo que de hacer algo, nos saldrán con experimentos extraños a la literatura propiamente dicha (este es otro tema largo, pero ahí lo dejo y creo que se puede hasta entender). Subproductos en objeto-libro o en e-publicación cuyo contenido estará subyugado al continente, y no a la inversa: objetos con hojas de materiales hipernovedosos, e-books con vídeos, música y minijuegos entre párrafo y párrafo, no sé. Se me ocurren mil atrocidades y seguramente ya estarán en su mayoría en la cabeza de algún editor. De hecho me consta que con el e-book pretenden hacer cosas tan novedosas como, por ejemplo, algo que al final sea en realidad una página web con hipervínculos, vídeos, fotos y hasta con la posibilidad de comentar «en directo» y compartirlo. Vamos, van a reinventar internet… O eso quieren vender. Claro, porque se trata de vender. El «qué» es lo de menos, aunque sigan soñando con el viejo oficio, aunque ese viejo oficio sea otra fórmula de marketing para diferenciarse de otras plataformas editoriales. Lo siento, soy muy catastrofista.
Querido Diego:
A mi también se me ocurren mil atrocidades. Sin repeto al libro y a la tradición editorial y con las herramientas que ofrecen los medios y el marketing se pueden hacer muchas barbaridades.
Para editar libros hay que amar, por encima de la gestión empresarial, los resultados y el dinero, hay que amar, digo, El Libro.
Editar libros no es negocio si de verdad se EDİTA.
Se me ocurre que la única solución es una Fundación privada (publica no pues los politicos ya se sabe…) costeada con donacioes anónimas y limitadas a un máximo anual. Algo así como fue Wikileaks en su comienzo.
Un beso, hijo.
Cuidate mucho y no te duermas con la luz encendida.
La sargento Margaret