Todo está en los libros, cierto. Pero, además, en los buenos libros se encuentra lo más interesante. En las novelas de Fiodor Dostoievski se debaten las cuestiones morales que realmente preocupan al hombre. Al hombre de hace 150 años y al que vive en el siglo XXI.
En el último número de la revista TIME se preguntan “What makes powerful men act like pigs” (“Por qué los hombre poderosos se comportan como cerdos”) a raíz del escándalo protagonizado por Strauss-Kahn, presidente del FMI. Fiodor Dostoievski ya había dado respuesta, hace 130 años, en su novela Los hermanos Karamazov.
Estamos en la página 1011 de la edición de bolsillo de Catedra. En pleno juicio contra Dimitri Karamazov, acusado de la muerte de su padre, el fiscal, una vez oídos los testigos, argumenta su acusación final:
Lo más probable es que la primera vez fuera sinceramente noble y la segunda fuera en no menor medida sinceramente vil. ¿Por qué? Pues precisamente por ser así, de naturaleza vasta, karamazoviana –a eso es a lo que iba-, capaz de contener todas las contradicciones posibles y contemplar de un golpe ambos abismos, el que está encima de nosotros, el abismo de los altos ideales, y el que está debajo de nosotros, el abismo de la más baja y hedionda degradación. Recuerden la brillante idea expuesta no hace mucho por un joven observador que conoce a fondo y de cerca a toda la familia Karamazov, el seños Rakitin: “La sensación de la bajeza en la caída es tan necesaria a estas naturalezas violentas y desenfrenadas como la sensación de la más alta nobleza”, y eso es verdad: esa mezcla antinatural les es precisamente necesaria de manera constante, sin cesar. Dos abismos, dos abismos, señores, en un solo y mismo momento, sin eso somos unos desgraciados y no estamos satisfechos, nuestra existencia carece de plenitud.
Los poderosos, casi todos, necesitan intensidad en sus vidas, acallar esa ansiedad que les corroe por dentro. Han comprobado que haciendo el bien no les basta. Dios nos pille confesadas.
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