Después de disfrutar la magnífica entrevista que el gran Soler Serrano hizo al editor Carlos Barral en su programa A Fondo de TVE, y que nos ha recordado el portal Sigueleyendo, he desempolvado las memorias del editor y he recordado, negro sobre blanco, la impresionante personalidad del personaje. Lo siento pero hoy, en el mundo editorial en español, no hay nadie como él.
En Los años sin excusa, (Barral Editores 1978), segunda parte de sus memorias que abarca de 1950 a 1960, comienza contando sus primeros pasos en Seix Barral (que estos días cumple 100 años), el negocio editorial de su familia. Con mucho cariño recuerda todo el tiempo que pasó con Juan Petit en el “cuarto de los sabios” y cómo juntos elucubraron sobre la forma de dar un giro literario a una editorial más dedicada a textos educativos y académicos.
Cuando salieron los primeros libros que materializaban los proyectos de Barral y Petit, este último, en palabras del editor, recuperó una energía y un entusiasmo que, con el paso de los años y debido a diferentes derrotas personales, políticas y profesionales, había perdido. Al hilo de esta resurrección, Barral hace una de sus incisivas reflexiones, una de las muchas que pueblan estas memorias que alguien debería reeditar:
Pág. 33
El despertar de Juan Petit venía a confirmarme en la más personal y la más seria de mis convicciones: que la adicción a la literatura era eminentemente salutífera; que el culto a la obra literaria, desde cualquier ángulo de dedicación, redime de casi todos los pactos de resignación con la vida diaria, en quien, naturalmente se haya imaginado a sí mismo alguna vez como un hombre de letras. Claro es que, para ello, es necesario no haber bajado del todo la guardia de las propias manías a la hora de juzgar y apreciar y no haberse dejado invadir por la indulgencia hacia la mediocridad que casi siempre exige la profesionalización en la crítica y en otras ocupaciones (la de antólogo y tantas veces la de editor) que hacen esquina con la creación literaria.
En la fotografía de la portada, de izquierda a derecha, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Carlos Barral y José María Castellet.
Le conocí en Calafell, verano tras verano de mi infancia y adolescencia, no he dejado de buscar desde entonces algo que veía en él y que no atino a explicar.
Te envidio, yo no tuve esa suerte. Yo lo que veo, lo que percibo, en sus entrevistas y en sus escritos es una seguridad en sí mismo dificil de observar en los hombres y mujeres que son importantes hoy en la vida pública española. Pienso que se llega a esa seguridad cuando uno/a no ha tenido que traicionar aquello en lo que cree. Los de hoy… qué quieres que te cuente que tú no sepas.
Un beso
La sargento Margaret