Así comienza Los inmortales, la nueva novela de Manuel Vilas:
Saavedra estaba sentado en un taburete de mesa alta de la cafetería del renovado aeropuerto de Zaragoza. Estaba absorto escribiendo en un pequeño ordenador portátil. De vez en cuando miraba a su alrededor como temiendo la visita de alguien. Sacó un MP3 de su bolso y se puso a escuchar música. El MP3 y el portátil absorbieron completamente su atención. Saavedra sintió estrés tecnológico, pues el ordenador era realmente pequeño. Sus dedos tenían dificultades, debido a que las teclas del ordenador eran diminutas. No obstante, estaba contento porque se estaba haciendo realidad su deseo de escribir en todas partes. Para escribir necesitaba también la música, de ahí el MP3, en donde estaba sonando Cecilia de Simon y Garfunkel, una canción muy querida para Saavedra, una canción que siempre le transmitía energía literaria. No advirtió la llegada de un hombre de unos cuarenta y cinco años, un hombre de mediana edad en todo caso. Un hombre sonriente. —Hola, Miguel, soy Jerry —dijo el recién llegado. Tuvo que esperar a que Saavedra se quitara el MP3, y entonces volvió a repetir la frase. Hubo un silencio largo. Al fin, Saavedra habló, con cierta irritación en el tono: —No me llames Miguel, llámame Saavedra, mi segundo apellido, es el que uso desde hace unos cuantos años, demasiados años, me gusta mucho Saavedra, pero aún me gusta más SA a secas, llámame SA, y cuando lo escribas, pon la «a» con mayúscula para que no se confunda con el pronombre «se», tan frecuente en el español; ese «se» que, por otro lado, vuelve locos a los gramáticos porque tiene usos variopintos y oscuros; me cae bien ese «se», tan español, y en el fondo tan brutalmente latino; es increíble la cantidad de funciones gramaticales que tiene encomendadas ese pronombre «se»; yo diría que es la palabra más enigmática del español; me gusta cuando aparece con valor reflexivo, pero también en las llamadas pasivas con «se», donde ya no hace de pronombre, y también en las impersonales del tipo «En España se bebe mucho», donde tampoco es pronombre. Nadie sabe muy bien qué es o en qué se convierte cuando no hace de pronombre, una especie de criatura gramatical enigmática y maligna. Es fascinante. El «se» es una criatura mutante. Por eso, llámeme SA, y la «a» con mayúscula, una buena A, grande y firme, para que no haya colisión con esa superpalabra. El español es una lengua inventada por el Diablo. Todos somos seres inventados por el Diablo, o por Dios, y su mismísimo hijo Jesucristo, da lo mismo.
¿Qué les decía yo?
Las mejores páginas aparecen siempre cuando mejor viene. Estoy de exámenes, descubro la muerte de Martín Vigil, engancho no sé cómo con este sitio, y ya llevo una hora deambulando. Voy a cortar, porque tengo intención de acabar la carrera, pero mi más sincera enhorabuena por vuestra libertad de pensamiento.
Ponte a estudiar, Gilkacuentos. No quiero ser yo la causante de un suspenso.
Las cosas de las que hablamos aquí son una tontería comparadas con tus estudios. Estoy segura.
Un beso
La sargento M.
Supongo que se trata de la última novela que Chita seleccionó para la imprenta, justo antes de su trágica e injusta muerte. ¡Te extrañamos, Chita! ¡Nos diste tanto!
Estamos rodeados, Daniel.
la guerra está siendo larga y dura.
?De qué me suena a mí eso último?
la Maggie
Compitiendo duramente por el premio a memez posmoderna del mes de enero con mi Fresy Cool, no hay duda. http://unblogsupuestamentedivertido.megustaescribir.com/2012/01/10/bienvenidos-a-los-cursos-de-literatura-del-profesor-pleonasmo-chief/
Mal, mal, mal, mal,mal, mal, mal,mal, mal, mal,mal, mal, mal…
Y a prepararse:
«El lectoespectador es un ensayo múltiple y dinámico,
impulsado por una única preocupación: cómo
miramos nuestro tiempo. El nuevo entorno en el
que se desarrollan la comunicación y la creatividad
incluye realidades como Google, Twitter, la
televisión digital o una literatura a medio camino
entre el texto y la imagen. Vicente Luis Mora
profundiza en temas literarios ya que considera
que el narrador está prestando especial atención
a la realidad hoy en día; el novelista es quien nos
cuenta hoy los cambios en directo.
Este no es un libro sobre redes sociales, ni sobre
televisión, ni sobre las narrativas hispánicas o
norteamericanas que están influenciando a las
nuevas generaciones.
Tampoco es un libro sobre el poder de la imagen.
El lectoespectador es un libro sobre ti. Sobre
tu manera de observar todas esas cosas como
lector y espectador a la vez.
El lectoespectador alimenta una importante mesa
redonda virtual en torno a las nuevas tendencias
de creación y, sobre todo, de lectura, y amplía el
espectro de una teoría literaria más allá del texto
escrito, dejando atrás la teoría postmoderna de
la novela. Vicente Luis Mora, premiado como
bloguero, como investigador y como ensayista,
es capaz de conjugar dinamismo y rigor, conocimiento
de las tecnologías y erudición a la hora
de enfrentar estas cuestiones con una seriedad
que no escatima el apasionamiento.»
Obviamente la contratapa la ha escrito él.
Es peor su prosa que su poesía, que ya es decir.
Sepa Manuel Vilas que fue el húngaro la lengua que inventó el Diablo durante una borrachera, de lo cual están muy orgullosos sus hablantes.
AMO A MANUEL VILAS, AMO A VICENTE LUIS MORA, Y A TI VIEJA PATRULLERA, NO, NO TE AMO
Queda con Antonio, Michelle, que los dos necesitáis cariño. Suerte.
Resulta muy acertado, Michelle, que afirmes amar a Manuel Vilas y a Vicente Luis Mora, en tanto individuos, pero no a sus respectivas prosas, bagaje de ideas y arte literario, que no pasan del nivel de redacción de un adolescente con ínfulas y sin ningún talento.
Hablando en serio. ¿Cómo puede un editor asumir la publicación de semejante cosa? ¿Han perdido el respeto por su oficio? ¿Tantos dólares puede producir un nombre como el de Vilas o cualquier otro de los que campan por las editoriales hoy en día?
Estos autores son publicistas, y muy buenos por cierto, antes que artistas. Eso unido a una larga cadena de favores explicaría muchas cosas.
¡Cielo santo!
¿Estás segura que eso es el comienzo de una novela?
Estrés tecnológico, MP3 y el título de la canción, energía literaria… Simplemente… inquereibele.
Acabo de leer a Antonio di Benedetto y por tu culpa regreso al mundo real con semejante… cosa. Ya te vale.
Pues fíjate en mi caso. Estaba yo tan contenta, leyendo «La tumba de Lenin» (Editorial DEBATE, 2011) ensayo de Dvid Remnick, director del The New Yorker, sobre la caída de la Unión soviética. (Remnick fue corresponsal del The New York Times en Moscú durante esos años y cuenta en su libro la historia basándose en personas reales que conoció allí y que tuvieron que ver con aquello. los «personajes» parece sacados de una novela de las buenas). Pues, como decía, estaba yo tan feliz y tan interesada disfrutando del relato de como los historiadores sovieticos manipularon la história y lo he tenido que dejar para leer esto de Vilas. Lo tuyo ha sido grave, lo reconozco, pero lo mío también, no me digas.
Un beso
Sigue leyendo buenas cosas. Te harán mejor persona.
La sargento Margaret
Es muy malo pero no sabía nada del autor. ¿Me pueden advertir sobre escritores más conocidos? Alberto Olmos no me vale. Mejor Dovstoievsky.
Pues mira, mucho cuidadín con:
Luis Vicente Mora, Agustín Fernandez Mallo, Patricio Pron, Alejandro Zambra, Manuel Vilas, Elvira Navarro, Miguel Espigado, Andrés Barba, Oliverio Coelho, Grace Morales, Federico Falco, Pablo Gutiérrez, Rodrigo Hasbun, Sonia Hernández, Carlos Labbé, Javier Montes, Matías Néspolo, Alberto Olmos, Andrés Neuman, Antonio J. Rodriguez, Luna Miguel, Pola Oloixarac, Antonio Ortuño, Lucía Puenzo, Jimina Sabadu, Andrés Ressia Colino, Samanta Schweblin, Andrés Felipe Solano, Carlos Yushimito del Valle.
Alguno se me queda en el tintero, seguro.
Si en tu vida no te sobra el tiempo para leer, mejor inténtalo con otros/as
Un saludo
La sargento Margaret
Esa disgresión sobre el «se» no sabe uno si es esnobismo, petulancia o mera guasa. Me tengo por bastante flexible a la hora de valorar nuevas fórmulas comunicativas, pero algo de contenido se agradece, seh.
Esta es la nueva narrativa en castellano. Viendo el panorama (y si fuera verdad eso de que la patria es el idioma), yo pido asilo lingüístico en Tailandia.
Un saludo
La Margaret
Ve sacando el pasaje a Tailandia, porque Vicente Luis Mora ha «colocado» ya en Seix Barral lo nuevo del único crítico (ejem) que habló bien de Alba Cromm:
«Ésta es la historia de Balial, una gárgola que regresa
a la vida durante una noche de tormenta,
cuando un rayo la despega del muro de piedra
al que ha estado unida durante siglos; el muro
pertenece a cierta famosa catedral, y la ciudad
testigo de su nacimiento es el París de la Revolución.
Aturdida, la gárgola se estampa contra el
suelo. Su horrible aspecto reflejado en un charco
le recuerda su destino: provocar el miedo a todo
aquel que se cruce en su camino.
Contada en primera persona, Historia de una
gárgola es la entrañable crónica de las aventuras
y, sobre todo, desventuras, de un monstruo
maloliente, feo, repulsivo y aterrador, cuyo máximo
placer es alimentarse del miedo que provoca,
y que, sorprendentemente, tiene la facultad de
hablar, y hablar mucho, es capaz de enamorarse
y de convertirse en un voraz lector de antiguos
tratados de profecías y criaturas demoníacas.
Balial es un bufón, un narrador divertido, elocuente
e irónico, que tan pronto exagera sus hazañas
como nos muestra las humillaciones que
ha sufrido a lo largo de su vida. Milo J. Krmpotic
narra un cuento de terror y picaresca protagonizado
por un antihéroe postmoderno con problemas
intestinales que deberá elegir entre el Bien y
el Mal para salvar al mundo del reino del Horror
y evitar así el Fin de los Tiempos.»
Si Balial se lleva de vacaciones a la sargento, bien escrito estará: la mujer se merece Tailandia y más.

Usted, Antonio, piensa mal y desacierta. Pero es que tampoco lee bien:
ALBA CROMM es una novela con sus aciertos y sus tropiezos. Creo que la crítica menciona ambos. Y sí, el balance es positivo. ¿Eso me ha valido el ingreso en Seix Barral? Lástima no haberlo sabido en su momento, porque por dos tinteros más igual me daban un cargo vitalicio.
Pero lo importante es escupir, lo sé. Dios le conserve las glándulas salivares, en fin.
(Salivales. Qué mal me sientan los concursos de acreedores, Señor…)
Es el más difícil todavía… «Héroe postmoderno con problemas intestinales». Yo lo digo otra vez: estos son los signos de la venida del Anticristo. Otra cosa no pueden ser.
MS. PATRULLERA, YOU HAVE TO LEARN, PLEASE.
I SENDO YOU THE FIRST LESSONS:
1. HOW TO DO A PERFECT CRITICAL. AND EMBLEMATIC CASE:
Ignacio Echevarría
Carta abierta a Lluís Bassets (09/12/2004)
“Estimado Luis,
como ésta es una carta abierta, conviene repasar algunos hechos que te son bien conocidos. El pasado 4 de septiembre apareció en Babelia una reseña mía sobre la novela El hijo del acordeonista, de Bernardo Atxaga, por entonces recién publicada. La novela –interesa puntualizarlo– ha sido editada en castellano por Alfaguara, que pagó un importante adelanto para hacerse con ella, y que la lanzó como uno de los “platos fuertes” de la rentrée otoñal. Como suele suceder en estos casos, Babelia prestó una atención especial a la novedad, dedicándole a Atxaga la portada del suplemento y una amplia entrevista. En este contexto apareció mi reseña, que era inequívocamente desaprobatoria del libro, pero que –importa hacerlo constar– me había sido solicitada por la directora del suplemento, María Luisa Blanco, quien antes me consultó acerca de mi opinión sobre Atxaga, respondiéndole yo, sin falsedad, que se trataba de un autor cuya trayectoria venía siguiendo con curiosidad y con respeto.
La publicación de la reseña provocó en la dirección del periódico una fuerte conmoción, que se tradujo de inmediato en un pautado despliegue de artículos, entrevistas y crónicas que, en conjunto, apuntaban tanto a paliar y neutralizar los posibles efectos de la reseña como a compensar a Bernardo Atxaga por los perjuicios de todo tipo que ésta pudiera acarrearle. En cualquier caso, la reacción fue tan desproporcionada, que llamó la atención de numerosos medios de prensa españoles, que se hicieron eco de ella de la más variada forma, en general con sorna, pero también con escándalo y con sorpresa.
Yo mismo quedé consternado, y más expuesto que nunca a las dudas de siempre, que me asaltaron con especial crudeza. ¿Tiene sentido ejercer la crítica en un medio dispuesto a desactivar los efectos de la misma y a desautorizar a su propio crítico? ¿Tiene sentido tratar de hacer una crítica más o menos exigente e independiente en un medio que parece privilegiar y defender a ultranza, sin el mínimo decoro, los intereses de una editorial que pertenece a su mismo grupo empresarial? Haciendo caso a quienes me recomendaban no abandonar ni ceder terreno precisamente en momentos como éste, me resolví al final a escribir una nueva reseña, apalabrada ya desde meses atrás, y que mandé a la redacción de Babelia el pasado 13 de octubre. Se trataba en esta ocasión de un comentario a El bosque sagrado, un ya clásico libro de ensayos críticos de T. S. Eliot que la editorial Langre, de El Escorial, ha publicado este mismo año.
Al poco de ser recibida en el periódico, la reseña fue “retenida” por ti, que diste instrucciones de que no se publicara. Como esta situación se prolongara durante más de dos semanas, me decidí a dirigirte, con fecha del 28 de octubre, una carta en la que te manifestaba mi extrañeza y en la que te pedía explicaciones. Añadía en mi carta que me resistía a aceptar las explicaciones que a mí mismo se me ocurrían, y te recordaba que llevaba catorce años colaborando con el periódico.
En la respuesta que me dabas el día siguiente, en carta del 29 de octubre, confirmabas que habías impartido, en efecto, instrucciones de que mi reseña no se publicara, y para justificar esta decisión aportabas unas pocas reflexiones que ponían muy en duda las posibilidades de mi continuidad en Babelia a la luz, sobre todo, del tono en tu opinión demasiado tajante y descalificatorio empleado por mí a la hora de valorar la novela de Atxaga.
“Se ha dicho”, me escribías, “y supongo que te habrá llegado, que tu crítica era como un arma de destrucción masiva y que el periódico hace mucho tiempo que ha renunciado a utilizar este tipo de armas contra nadie”.
Tengo entendido que quien dijo esto, y lo dijo a voz en grito, frente a varios testigos, fue Jesús Ceberio, director de El País, el lunes siguiente a la publicación de mi reseña. Y te confieso que, dentro de todo, no deja de resultar halagador, para mí y para el oficio de crítico, que a alguien le quepa pensar que una simple reseña, escrita en el tono que sea, pueda tener los efectos de una arma de destrucción masiva. No deja de resultar cómica, por otra parte, la ocurrencia de emplear la metáfora “arma de destrucción masiva” en estos tiempos que corren. Parece que estamos todos condenados –unos más que otros– a presumir su existencia allí donde no las hay.
En tu carta aceptabas tranquilamente la posibilidad de que las explicaciones que yo mismo me daba acerca de lo ocurrido, y que me resistía a aceptar, fueran buenas. Y eso es lo alarmante, pues entre esas explicaciones se cuentan dos particularmente graves. A una ya he hecho referencia al aludir a mis dudas sobre el sentido de tratar de hacer una crítica independiente en un medio que parece privilegiar, con descaro creciente, los intereses de una editorial en particular y, más en general, de las empresas asociadas a su mismo grupo. No parece casual que sea un libro de Alfaguara el que haya alentado tus escrúpulos sobre el tono que eventualmente empleo a la hora de hablar sobre un libro que considero francamente malo. Llevo muchos años empleando un tono muy parecido, y el hacerlo no ha sido hasta ahora motivo de estupor ni de reprobación, más bien lo contrario. Te invito, para comprobarlo, a releer mis reseñas de las últimas novelas de autores como Jorge Volpi (Seix Barral), Antonio Skármeta (Planeta), Jaime Bayly (Espasa) o Lorenzo Silva (Espasa), tanto o más duras que la dedicada a Bernardo Atxaga, todas ellas publicadas en el plazo de un año a esta parte, o poco más…
Gracias Michelle, por traer a este blog la carta de Echevarría en el conocido caso Atxaga. Ya la conicía pero es interesante que otros la conozcan para que se entienda por qué (además de otros motivos menos importantes) la crítica literaria de este país (España) es tan cobardica.
Un saludo
La sargento Margaret
Una diferencia_ Etcheverría da la cara y vosotras no_ Besitos
Esa tal Michelle es una dona ferida. A darle!!!! Os vamos a dar. Mis apuestas:
Ana Pareja S.
Olaixarac
Apablaza
Navarro
Lunita
Ana S Pareja es una buena editora y no tiene nada que ver con las otras cuatro_ pobres de solemnidad.
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Llego tarde a este artículo. Pero es que acabo de aprovechar (o desaprovechar) estos días de semana santa para leerme Los inmortales. Y solo una foto con una mierda pinchada en un palo serviría para ilustrar mi opinión.
Puedo perdonar la pretenciosidad, la ambición no correspondida por el talento, pero nunca la estupidez engreída. Y Los inmortales es un libro plagado de imbecilidades.
«Todo esto conduce a una especie de epifanía continuada que no se revela a lo USA con un detallito y un párrafo lírico, sino que se extiende por todo el texto como una electricidad inmarcesible (y eso que los cables se pudren), y es que el autor, su obra toda y su escritura entera no conectan con nada mejor que con esta palabra: vitalidad.»
Olmos. Álamos. Alber. Bertito.
http://lectormalherido.wordpress.com/2012/01/23/los-inmortales-de-manuel-vilas/