Nuestra querida y admirada Esther Tusquets (Barcelona, 1936) , en Confesiones de una editora poco mentirosa ( RqueR, 2005) su libro de memorias profesionales, -tiene otros dos de recuerdos personales: Habíamos ganado la guerra (2007) y Confesiones de una vieja dama indigna (2009) los dos editados por Bruguera– cuanta una visita que hizo a Camilo Jose Cela en su casa de Palma de Mallorca. Estamos en los años 60:
Estaba convaleciente –no recuerdo con certeza si de una reciente intervención quirúrgica-, y nos recibió en cama, con aspecto desaliñado y con un tono adusto, muy propio de él. Charo, entonces su mujer, hacía cuentas, o pasaba un texto a máquina en un rincón. (Es curioso la cantidad de mujeres de hombres ilustres de aquellos años a las que tengo que referirme como su esposa “de entonces”, y a las que no reconocería de volver a encontrarlas casualmente tiempo después hasta que se resignaran a precisar “soy la ex de fulanito”: pocas profesiones hay para nosotras peores y más inciertas que la de abnegada esposa de reales o presuntos genios.)
Hoy no queremos hablar de Esther Tusquets, menos de Camilo J. Cela. Hoy vamos a hacer un pequeño homenaje a las “abnegadas primeras esposas de esos reales o presuntos genios que son los escritores famosos”. ¿Qué hubiera sido de la obra de muchos escritores sin el trabajo en la sombra de sus mujeres? Ellas hacían, y siguen haciendo, de todo: pasar a limpio los manuscritos, corrigiendo por el camino faltas de ortografía y redacción (que ya nos conocemos); llevar la agenda y el listín de contactos (el genio no tiene tiempo para eso); negociar con agentes o con editores (“son unos chupasangres”, ha dicho el genio); responder las entrevistas para el periódico (que al genio la prensa le da como asquito); llevar las cuentas (el genio no debe mancharse con el sucio parné); educar a los hijos y ocuparse de la casa (los niños lo ponen nervioso. Chiiisss, callad, que papá está escribiendo); Soportar las depresiones y las frustraciones que la dedicación a la literatura trae consigo (“no me importa que me chille, con alguien debe desahogar, el pobre, la tensión que acumula todo el día ahí encerrado, escribiendo”). Ah, se me olvidaba, y abrirse de piernas cuando el genio necesite relajarse (“cinco minutos cariño, que estoy terminando una escena clave en mi novela”).
En su discurso en Estocolmo, cuando lo del premio Nobel, Mario Vargas Llosa lo dijo muy claro:
El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.
¿”El mejor de los elogios”, Mario? Si tú supieses… Por lo menos este tuvo la decencia de acordarse de la (segunda, pero como si fuera primera) esposa. Otros, cuando llega el momento de la gloria, están ya con otra, con una rubia treinta años más joven – como fue el caso de Cela- y, aunque quisieran, no pueden acordarse de la primera porque la nueva les cortaría los huevos si lo hicieran.
El sábado 19 de noviembre de 1960, el escritor norteamericano Norman Mailer, al volver de una fiesta, asestó dos puñaladas en el cuerpo de su segunda mujer, Adela Morales (Padre peruano y madre española). La primera entró por el pecho y pasó cerca del corazón. La segunda fue por la espalda. Adela estuvo a punto de fallecer. Cuando un hombre se acercó para intentar atenderla, Mailer le gritó: “Apártese, deje que esa puta se muera”. Ella no presentó cargos contra el escritor. Se divorciaron en 1962. Adela escribió luego, en 1997, “The last Party”, (editado en español por CIRCE) donde lo cuenta todo. En Junio de 2011, la misma editorial, CIRCE, ha sacado en castellano Una entrada para el circo, las memorias de Norris Church Mailer, la última (la sexta) de las esposas de Mailer. Estuvieron casados 27 años.
Los escritores españoles y latinoamericanos no son, por lo general, tan directos como algunos anglosajones. Ellos no hacen esas cosas, son unos “caballeros”. Los escritores latinos, después de aprovecharse de los mejores años de tu vida, cuando ya te han utilizado como secretaria, criada, confesora y puta, te matan lentamente, abandonándote por otra más joven y mostrando su desprecio con el más sordo de los olvidos.
Por eso, griten conmigo:
¡YO TAMBIÉN SOY UNA PRIMERA ESPOSA!
Eso es algo que no sólo sucede entre los escritores. Es cuestión de sexo, no de profesión. Son hombres y, aunque no es el caso de todos, si de la mayoría.
Mujeres quejándose de hombres y hombres quejándose de mujeres,
no olviden también las relaciones homosexuales, aquí también hay buenos ejemplos, como Rimbaud y Verlaine o Ginsberg y un montón de gente, es curioso tener una visión tan candorosa del amor de parte de una Sargento, de relaciones lésbicas mal acabadas no tengo ni idea y es extraño porque soy hombre, debe de ser que no he visto las suficientes películas o que no eran las adecuadas.
Sólo comento para recordar que el amor es un perro del infierno
Hay, querido Anónimo n 1, un historia de este estilo -muy interesante- en el campo homosexual. Me refiero a la de Gertrude Stein y su amiga/amante y secretaria Alice B. Toklas. Te recomiendo el libro de la Stein: «Autobiografía de Alice B. Toklas»
Un abrazo
La Margaret
PD: El amor es un perro tramposo, pero no del infierno. Habita dentro de nuestra mente humana y es, como la religión, una invención de los humanos para intentar paliar los efectos ese gran fracaso que es la muerte.
Pues, con permiso, me apunto la recomendación, que nunca está de más… un abrazo!
Me ha parecido entender en ese artículo de The Guardian que Vera, la mujer de Nabokov, le cortaba a este el filete en el plato y que, sin embargo, no iban a la cama juntos (?!). Y luego le corregía las escenas subidas de tono?
Gracias por la recomendación, me cuesta mucho leer cosas nuevas, hieren mi pobre sensibilidad ya machacada por imágenes de telediario, y una novela con relaciones turbulantes siempre hace sacar los más bajos y altos instintos literarios, éstos últimos son más numerosos siempre si se hace con honestidad, espero que Stein lo aborde sin tapujos -en cualquier caso si me animo a leerla lo mismo me paso a darte las gracias, cosa que me parece de recibo al recibir una respuesta tan agradable por tu parte-.
Ya que he convertido este blog en un diálogo de dos querría decir que: «El amor es un perro del infierno» Es un poemario de Charles Bukowski, y así te devuelvo la recomedación con otra recomendación; y sí, coincido totalmente contigo en que es un manera de esquivar la muerte y robar vida a mordiscos aunque no concibo la muerte como una derrota, sí que concibo el amor como una victoria, pero todas las victorias se pasan con el tiempo aunque no hay mejor manera de emplear el tiempo que conseguir victoria tras victoria, amando mientras se pueda; como pone en la lápida del Márques de Sade: «No viví más porque no me dio tiempo».
Un abrazo, y seguid siendo tan encantadoramente honestas.
Querido Anónimo n1:
Dices que el amor es una victoria. Me parece muy bien que pienses así. Pero como te presumo inteligente, te debo decir que no debes olvidar nunca que está basado en una gran mentira (el amor romántico lo inventaron los trovadores de la edad media), como la fe en el más allá. Y la muerte, dices, no es un fracaso. Me alegro de que seas tan positivo. Pero recuerda que la muerte es la unica certeza que tenemos en la vida. Perdoname, pero me he levantado pesimista. Por eso veo las cosas con claridad.
Me apunto tu recomendación de Bukowski. Gracias.
Un abrazo
La sargento Margaret
¿El amor lo inventaron los trovadores o solo lo cantaron? Será en Europa, no creo que en china estén muy duchos en Mallory y compañía.
¿En la antigüedad no era amor y solo pasión? Sí Margarita, debe ser que te has levantado con el pie torcido.
Respecto a la entrada, a día de hoy, esa imagen de mujer/hombre subyugad@ se me hace impensable. Los hay, seguro, pero hoy tenemos suficientes «herramientas» como para sacudirnos ese servilismo. Es un tema complejo, también hemos de responsabilizarnos de nuestras propias decisiones y si sabemos que tenemos por pareja un escorpión (como en la fabula) pues sabemos que a la larga bien puede meternos un picotazo emponzoñado (Mailer y Bukowsky, que se han mentado, son dos bueno ejemplos). …pero bueno, cabrones con pintas y puñaladas traperas por parte de la persona que se supone que te respeta y quiere se dan y no siempre se ve venir.
El amor lo invento Gilgames, rey de Uruk, con su compañero Enkidu
¡Voy a llorar
por Enkidu, mi amigo;
como una plañidera
gemiré con amargura!
Le cubrió al amigo
como a una novia el rostro
como un águila
revoloteaba sobre él.
Como una leona
a la que han retirado sus crías.
Bonito eso que traes de Gilgames (que no tiene nada que ver con los juegos de Jesús Gil. Perdonadme, no es mi día). Gracias, ahora en serio, por colgar aquí ese poema.
Yo, con este «post», solo quería que quedara constancia de la deuda que tenemos los lectores con muchas mujeres que han hecho un trabajo oscuro y no remunerado. Y a las que además se ha pagado con crueldad y desprecio. Solo eso quería yo con esto de hoy.
Un abrazo
la Margaret