Magnífico artículo de Winston Manrique Sabogal, hoy en EL PAÍS, (aquí) sobre la situación de la industria editorial en España. Solo se ha dejado una cosa en el tintero. Escribe el amigo Winston que son cuatro las crisis que “azotan” al mismo tiempo el mundo del libro: 1.- la económica, 2.- los recortes que no cesan, 3.- el cambio de paradigma digital y 4.- la irrupción en el mercado de nuevos actores globales como Amazon. Se ha olvidado de una crisis aún más grave: la falta de aptitud de los dirigentes actuales del mercado editorial. Los que tenían que estar tomando las decisiones necesarias para conducir el barco a buen puerto, ni están ni se les espera. La desmotivación entre los empleados de las empresas relacionadas con el libro es mayor que nunca. Se ha perdido la confianza en los que debían asumir el liderazgo. En momentos de crisis es cuando se definen los auténticos líderes. ¿Quién ha cogido las riendas? Nadie. Los que saben del negocio antiguo (papel) se están jubilando (Herralde y Beatriz de Moura) o no quieren meterse en líos (Valcorba y Borrás). Los que saben del nuevo negocio (digital) tienen voz, (Gil, Anatomía, Millán, García…), pero no tienen voto. Las editoriales, sobre todo las de mayor volumen, están integradas en grandes grupos empresariales. Los consejos de administración de esos conglomerados eligen directivos que han tenido éxito en otro campo (por ejemplo: en la gestión de un canal de TV) y los destinan a presidir dichas editoriales. Por ese motivo, las decisiones (las pocas que hemos visto o leído) las toman ejecutivos que saben mucho de ventas y de planes estratégicos, pero nada de libros. Véanse, como ejemplo ilustrativo, los palos de ciego que se han dado con Libranda. También abunda, por desgracia, otro tipo de ejecutivo: el IDIOTA. Y no estoy insultando, solo estoy denunciando una realidad que en estos últimos años –cuando ha hecho falta un líder inteligente y valiente- muchos empleados de la industria editorial han constatado. Se pueden haber leído muchos libros y ser un inepto para el trabajo. Cuando las cosas iban bien, aquel director editorial, -por poner un ejemplo de cargo con poder de decisión- con pinta de estar siempre despistado, pero al que se presuponía una inteligencia y una cultura casi sobrehumana, era muy respetado y se confiaba en él. Pero ahora, cuando vienen mal dadas, y se empiezan a ver en el horizonte los expedientes de regulación de empleo, ¿dónde está aquel sabio? ¿Quién va a coger el timón para evitar que el barco se hunda? A un empleado que se ha dado cuenta de que su director editorial es idiota y de que su presidente no tiene ni idea del negocio, ¿qué opciones le quedan? Háganme caso: el vino deja menos secuelas en el hígado que las bebidas alcohólicas blancas. También en esto sé de lo que hablo.
Lo siento mucho, pero esto es lo que hay. Sálvese quien pueda.
Como decían los de Siniestro Total: “Las mujeres y los músicos primero”
¿Y lo mal redactada que está la noticia, con perla como éstas?:
«Estudios dentro de el marco del Observatorio»
«(…) ignoramos cual va a ser el recorte
«(…) ni cuando se abonará.»
Sí, el libro está en crisis; ¡pero por los analfabetas funcionales que abundan en las redacciones!
Los directivos… esos genios que cobran cantidades ingentes de dinero para elaborar estrategias y liderar los cambios de paradigma y que a acaban decidiendo la tipografía idóneo para la cubierta de un libro.
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Y una cierta sequedad en los textos. Tengo la sensación de que igual que hemos cambiado nuestro modo de informarnos (a lo bestia), ahora leemos de otra manera (aún incipiente) y esperamos otras cosas de los textos. ¿Qué? Hum, no sé. Para empezar, que nos sorprenda una ranura en la mediocridad reinante. Ay, tengo la sensación de que el lector está esperando que aparezca un cambio en la literatura que acompañe los cambios que han sucedido en tantos otros ámbitos. Me puedes contestar que los temas y las formas son universales y eternos, que el latido de X permanecerá, etc. Pero yo noto que más que un cambio, en lo litereario late una exigencia (¿esperanza?) de cambio. La sorpresa, como el conflicto, crea adicción, y los lectores han visto modificarse sus modos de «consumir» todo tipo de mensajes, y de participar en ellos. Menos el literario.
Tienes razón, querida Cristina. El lector joven quiere algo nuevo. Algo que (yo, erre que erre), debido a la ineptitud de los directivos de las empresas y asociaciones del mercado editorial, no les está llegando. Si quitamos a los cuatro perroflautas letraheridos, los cinco viejos que siguen leyendo novelas de calidad, de las de toda la vida (entre ellos, nosotras), los 20 empleados de editoriales y los 14 blogueros literarios (estos, solo estos, son los que siguen comprando libros que no son del tipo bestseller, y, además, a los blogueros se los regalan) el resto de lectores está muy descontento. Si preguntas a mis nietos, te dirán que en los libros solo hay lo de siempre. Esa es la percepción general. La industria editorial se hunde, no por culpa del digital, ni de Amazon, ni de la crisis –todo eso son excusas-. Se va a pique porque no saben dar al público lo que este quiere. Pura ineptitud. Es muy básico: si mi cliente no gusta de lo que hago, no lo compra.
Un abrazo.
La sargento Margaret
PD: Estoy de acuerdo con lo que habéis escrito en Sigueleyendo: no se puede meter en el mismo saco la crisis económica y el libro digital. Lo digital no es una amenaza, es una oportunidad, una gran oportunidad. Pero como los editores son idiotas, pues lo ven como el COCO que se los va a comer. Así nos va. Y yo con estos pelos.
Dear Sergeant,
¿dar al público lo que quiere? Yo sé lo que quiere, dinero para comprar libros (o lo que sea). No es que la gente no compre libros (o lo que sea) porque no les interesan las historias (las historias son incontables) sino porque su nivel de ingresos ha descendido mucho o, sencillamente, no hay ingresos. ¿Es tan difícil de entender? No es una crisis del mundo del libro, ni de los escritores, (quizás sí de la autocensura de los editores en el sentido de que no publican lo que quieren (desde su criterio educado) sino lo que piensan que a otros les gusta.
En fin, larga vida a la literatura, a los lectores y a los escritores/as.
Capitán Ruiditos
Te equivocas, Capitán Ruiditos, te equivocas. Los más de 1 millón de ejemplares (y sigue vendiendo mucho) de «El tiempo entre costuras» de María Dueñas, se han vendido en prena crisis económica. Se editó en junio de 2009. Si ha sido posible que más de un millón de lectores se rasquen el bolsillo y se gasten 22 € en un libro, entonces no es culpa de la crisis que no se vendan más libros. Eso son excusas. Y perdona que te hable tan claro, pero estamos un poco cansadas de excusas baratas.
Un saludo afectuoso
La sargento Margaret
No entiendo. Entonces si lo que el público quiere es El tiempo entre costuras, ¿todas las editoriales deben ponerse como locas a cronometrar y a coser? Ante tantísima literatura, ¿la Patrulla está haciendo un llamado de emergencia para que se publiquen novelas comerciales? No estoy de acuerdo. Me siguen gustando esas editoriales suicidas que apuestan por la literatura (que las hay) sin importarles lo que les exija el público. Claro, no es que a estas editoriales les sea indiferente el público, pero no quieren complacerlo, sino, inocentemente, pretenden transformarlo.
Yo solo quería –con el ejemplo de “El tiempo entre costuras”- desmontar el argumento de que no se venden libros porque no hay dinero. No es verdad. Resulta que en junio de 2009 había más de 22 millones de €, más de 3.652 millones de las antiguas pesetas, en los bolsillos de personas que padecen la crisis, dispuestos a ser empleados, durante los tres años siguientes, en la compra de ejemplares de la novela de María Dueñas. La gente, en España, sigue gastando dinero en ocio, menos que antes, vale, pero lo sigue haciendo. Muchos hogares continúan gastando dinero, por ejemplo, en el pay per view del partido del domingo. Pero en esas casas hace años que no entra un libro. Lo que pasa es que la industria de libro está mal gestionada.
Planeta se encontró con el éxito de “El tiempo entre costuras”. Que me disculpe Raquel Gisbert (la que primero leyó el manuscrito en Temas de hoy) pero aquello (esto) fue algo imprevisto. Se habla de “boca-oreja” pero nadie sabe, en Planeta, como volver a provocar esa forma de difusión, o marketing. Por eso que, aunque hayan vuelto a intentar lanzar al nueva Dueñas, no les salga. Porque –perdón por repetirlo- no se saben hacer las cosas. NO HAY BUENOS PROFESIONALES EN LA DIRECCION.
¿Por qué la mayoría de las personas que han disfrutado con “El tiempo entre costuras” ni sospechan que en “Ana Karenina” o en “Madame Bovary” encontrarían lo mismo pero mejor?
¿Por qué Alessandro Baricco era un gran escritor hace 18 años cuando nadie lo conocía y ahora que vende mucho es malísimo?
¿Por qué Murakami, cuando hace 8 años solo Jaime de Armiñan (el director de cine) y 4 gatos más lo conocían, era un “escritor secreto” -con lo que de elogioso tiene ese calificativo (tiene narices) entre los entendidos- y ahora es un “bestseller” –con la carga de desprecio que ese nombre (tiene narices) supone en este mundo del libro?
Los “entendidos”, los “iniciados”, esos idiotas que hacen de directores en muchas editoriales españolas, juegan a que solo ellos (y cuatro más) están en el secreto. Esa estupidez la llevan a su gestión editorial y así nos va. Esto solo pasa en el mundo del libro. Ni al friky más friky de los aficionados al cine se le ocurre descalificar a George Lucas, o a Spielberg o al director del Señor de los Anillos (que no me acuerdo del nombre y, como decía Umbral para rellenar artículo, no me voy ahora a levantar a mirarlo) porque venden mucho. Pero en el mundo del libro somos especiales. Repito: así nos va.
Dales costuras y tiempo y no te fundas los beneficios en gilipolleces si no en buena literatura para ir cambiando los gustos poco a poco. Edita barato en digital y dale valor añadido al libro. Es así de sencillo.
Oigan patrulla. ¿Y ustedes no podrían poner un link a RSS de post y comentarios? Que esto es un sin vivir, oigan…
Vale, borren eso, ya lo he visto.
EJEMPLO 1 Me he comprado un e book de esos. Viene mi hermano y me da un pen drive (se escribe así?) con 4300 libros !!! 4300!! Muchísimos de ellos actuales.
Se lo comento a la chica de practicas y me enseña una pagina donde me puedo descargar, uno a uno, eso sí, los libros que quiera de un total de 40.000.
No hay mas ciego que el que no quiere ver.
Puntualizaciones
Una. Desde hace casi un par de siglos (¡ojo! siglos), es factible disfrutar como un chancho de la literatura por poca pasta. Y hoy en día más que nunca, en las librerias de lance (que han existido siempre) se encuentran libros recién publicados a mitad de precio (los venden los mismos criticos a los que se los regalan las editoriales, me imagino) y libros descatalogados cojonudos a precios de risa (1 euro, 2 euros). Añadamos a todo esto la proliferación de Bibliotecas Públicas, abundantamente surtidas, y los numerosos catálogos de descarga gratuita de libros via internet, y concluiremos que achacar el lamentable estado de las letras en nuestro país, a la crisis económica que padecemos los lectores, no deja de ser una ocurrencia con muy poco fuste (lo siento).
Dos. España sigue siendo uno de los paises del mundo donde más títulos se publican. Las tiradas son muy cortas y las ventas por título muy mermadas en la mayoría de los casos. No creo que pueda acusarse de cicateria a las casas editoriales. Cosa distinta es que elijan chungo. Pero, a lo peor, es que no hay tanto entre lo que poder elegir.
Tres. ¡Vamos a dejarnos de pamemas! que en España se escriba tan mal no es sino consecuencia de una crisis cultural hondísima cuyas úlceras son a mi juicio: la autocomplacencia y la desidia (vicios españoles ancestrales) a los que de nuevo cuño han venido a añadirse el relativismo y el descrédito del esfuerzo. El cóctel de ardores resultante es incediario.
Cuatro. Para que las editoriales reediten a Pushkin o a Thomas Wolffe, tiene que existir Catedrales del Mar y Tiempos Entre Costuras. Así de pueril y así de rotundo.
Cinco. Hoy en día la baja-media cultura/ocio resulta de acceso inmediato a los interesados en su consumo y es infinitamente más barata que nunca. Y cabe que está misma facilidad, esta inmediatez en la satisfacción, retenga la curiosidad juvenil de dar un paso más allá para tratar de averiguar lo que esconde detrás de Federico Moccia y de los Sueños de Nocilla.
De acuerdo, sobre todo, en que en España -por regla general- se escribe así de mal (sobre todo los jóvenes) debido a una crisis cultural que viene -en mi opinión- de una educación muy muy deficiente. Educación utilizado en el más general de los sentidos de la palabra.
Menos «educación para la ciudadanía» y más «disciplina inglesa» es lo que les hubiera hecho falta a muchos. Digo «hubiera» porque ya es tarde para algunos.
La sargento.
El punto cuatro es una verdad como un templo. En general, el comentario de bluff es para quitarse el sombrero. Poca más se puede decir al respecto.
Discrepo. En España no se escribe mal sino que se escoge mal. En Francia antes de publicar se debe pasar no una sino varias selecciones lectoras, como mínimo en las grandes. Comparad el ritmo de publicaciones de uno y otro país y la calidad de lo publicado, con todos los peros que se quiera.
Será porque ellos se inventaron la literatura occidental y saben de qué va el negocio, puede.
En España, hoy, se escribe muy mal, Ire. Yo soy el mejor ejemplo. Si a lo mío, claro, se le puede llamar escribir. Pero los que lo hacen rematadamente mal son los jóvenes. Me sobran dedos en una mano para contar las excepciones. Como ya he dicho en este blog, hemos maleducado una generación (los que hoy tienen entre 20 y 35 años) y el resultado es bastante deficiente. Todos somos culpables, yo la primera. El domingo pasado, el EL PAIS, hablaban de la injusticia que supone que la generación «mejor preparada de la historia» sufra una tasa tan alta de paro y, en el mejor de los casos, unos sueldos miserables. Es injusto lo del paro y lo de los salarios. Pero basta ya de repetir esa gran mentira de «la generación mejor preparada». Los progres socialdemócratas repiten ese mantra para quedar bien ante los jóvenes y dejar de sentirse culpables, pero es mentira. Y los chicos, mejor que nadie, lo saben. Ellos conocen las grandes lagunas que hay en su formación. Y todo eso, por supuesto, influye en la calidad de los textos que elaboran algunos de los integrantes de esa generación.
Hoy no estoy de acuerdo contigo, querida Ire.
La sargento Margaret.
Yo, aquí, públicamente, entono un «mea culpa».
Maggie, no lo sé, y tampoco quiero sonar pretenciosa, ni mucho menos, pero yo tengo 34 tacos – cumplo 35 dentro de 3 meses – y me considero bien preparada, como muchos, todos diría, mis amigos. No puedo aceptarte esa generalización.
Un beso
Me alegro mucho de equivocarme en tu caso, Ire. Me encantaría equivocarme mucho. Con cuantos más, mejor.
Te doy, de todos modos, un consejo: Ten cuidado porque la mejor forma de estancarse en el progreso es creer que se ha llegado.
Un beso
La sargento
Lo único que te puedo asegurar es que si algunos de los de mi edad tenemos un trabajo, la mayoría de las veces mal pagado y poco equitativo, nadie nos ha regalado nada y bastante esfuerzo nos cuesta conservarlo. Pero hay de todo, eso está claro. O sea que lo de llegar, lo llevamos bastante claro.
Somos la generación mejor formada académicamente pero la peor preparada para el mundo laboral. De todas formas, y perdonen los ancianos, pero he visto en estos cinco años trabajando a gente de 50 igual de inútil que la de 30. Y con los escritores pasa exactamente lo mismo. Hay cada petardo de 60 y 70 escribiendo que vamos: Merino, Muñón Molina, Gala, Sánchez Dragón y si me apuras Mendoza, Pombo y Marsé. Jovenzuelos sí; gilipollas no, Margarete.
Gracias a Dios tenemos a la sargento Pilingui para solucionar los problemas editoriales. Y cuando aprenda a escribir ‘excusas’ en vez de ‘escusas’… eso ya será la monda. Analfabetas salvando el mundo del libro. Lo que nos faltaba.
Tienes toda la razón. En la respuesta a Cristina Fallarás lo escribí mal. Luego, en otro comentario, utlicé la «x» correctamente en dos ocasiones (me repito, por desgracia, qué le vamos a hacer). Pero eso no me disculpa. Por ello asumo con humildad el correctivo que me aplicas. Y te agradezco el aviso. Ya he corregido el error.
Un abrazo fraterno
La margaret, esa inculta.
Al final ha quedado aquí un bonito batiburrillo de temas y crisis, todos relacionados pero no todos iguales. Es verdad que la crisis nada tiene que ver con que se lea o no se lea. Como ha dicho J.Bluff antes, hace tiempo que el dinero no es un problema para acceder a la lectura; PERO la patrulla tiene razón…el dinero, a veces, es un problema PARA QUERER acceder a la lectura, o sea, volvemos a la educación. Sin embargo, y ahí discrepo de la Sargento, esa rémora nuestra no tiene que ver sólo con los últimos años: no sé en qué adánicos tiempos había muchos y muy buenos lectores españoles. Vale. Todo eso está bien. Y ahora hablemos de marketing, liderazgos, decisiones, capear el temporal…porque la crisis con lo que sí tiene que ver es con que se compre o no se compre, que no es lo mismo que si se lee o no se lee. Y si las editoriales no bajan el precio, ni en papel ni en digital ( lo que es aún más sangrante), están condenadas a ver sus novedades ir y volver de la distribuidora a la librería como pollos sin cabeza, mientras las descargas de libros digitales (sin pasar por caja) aumentan más rápido que los impuestos, si tal cosa fuera posible.
Sabe de lo que habla cuando habla de vino tinto y editores. Eso quiere decir que, sin ningún tipo de ironía de por medio, en los grandes grupos editoriales se le da al vino tinto en horarios de trabajo.
Encima de gilipuertas, borrachos.
Lo que no aclara Preocupín, y no lo hace porque él sabe que no sabe la respuesta, es si a más dinero existe un mayor interés por acceder a la cultura (perdóneseme lo basta que ha quedado la frase) o, al contrario, tener tela provoca un menor interés por acceder a la cultura. Un acertijo que visto el estado de las cosas en este país no es que no la sepa Preocupín, es que no la sabe ni dios.
Por otro lado, me parece que desde el momento en que puedan acceder por la cara a todas las novedades literarias, los «lectores» van a intentar aprovecharse de la situación, Si pueden bajarse el libro «gratis total» mejor que si tienen que pagar por él cincuenta céntimos de euro (ya se ha visto lo que ha pasado con la música). Ese es el gran miedo de las editoriales, que tontos, tontos, no son y hasta ahí sí que llegan. Y no es sólo un tema ecónomico sino también de prestigio, desde el momento en que la gente no tenga que pagar por los libros, utilizará el mismo saco para baremar a diletantes y profesionales con unos resultados que podrían resultarles un tanto desalentadores a estos últimos y por ende a los que, hasta ahora, han venido siendo sus mentores.
Yo trabajo en una editorial desde el 2007 y si quisiera leer ‘El tiempo entre costura’ lo tendría que pedir prestado. Me alegra saber que hay por lo menos un millón de personas que viven mejor que yo (y trabajan en otros sectores).
A mí me sorprende que le parezca bien este artículo que no hace otra cosa que repetir los mismos tópicos que llevamos leyendo tres o cuatro años. A mí me gustaría leer un artículo en el que preguntaran a pequeños editores, pequeños libreros y compradores habituales sobre cómo funciona esto de la edición, distribución y venta de libros y por qué creen ellos que se vende menos. Y no porque piense que se iba a arreglar nada, sino porque ya cansa aguantar las tonterías de los de siempre.
Estoy completamente de acuerdo con Bluff. Bueno, con la mayoría; aquí está todo el mundo de acuerdo (que asquito). A ver, en mi opinión, el que quiere leer, lee. Es decir, que aunque los libros me parecen la hostia de caros (tomando referencia el salario mínimo, que es dónde se mueven los “nuevos” lectores y que en otros países se publica al mismo tiempo en edición rústica y de bolsillo o que se hacen 3×2 o 6×9) lo que dice Maggie es cierto: se vende y se vende mucho. Un millón de ejemplares de un libro son muchos ejemplares de dios. Otra cosa es que se venda lo que algunos no nos gusta pero por otro lado si eso sirve para que las editoriales puedan arriesgar con otras cosas… pues ya tenemos la contradicción servida. En todo caso lo mejor que podemos hacer es tratar de “educar” el gusto por otras cosas menos, perdón, tópicas. Pero lo dicho: se puede leer. Tenemos las bibliotecas.
Luego está que el que lee, lee mucho y el que no lee, no lee una mierda. Hay matices, claro; estoy exagerando, pero es más o menos esto. Yo creo. La semana pasada pasé por casadellibro y me fijé que tenían varios tochitos de los libros de Mann (los que no bajan de 40 euros) editados por edhasa y el nuevo Moby Dick de Valdemar (otros 40). De todos ellos había ediciones de bolsillo. Ayer volví para pillarme el de Melville y ya no estaba. Ni ese ni los otros. Ahora bien, los de bolsillo estaban todos. De todos ellos, por cierto, hay versión en pdf. (Al final, para no quedarme con el mono, me traje otros). Los lectores somos unos putos enfermos y a muchos nos compensa el esfuerzo de gastar un poco más en ediciones mejores. Lo mismo en todo o no se vendería música en este país. Porque, a ver, el Kindle sí, muy bien, pero un libro sigue siendo un libro. A mí también me pasaron un pendrive con 8000 ebooks, pero en tres meses apenas me he leído tres por ese sistema. El cambio de mentalidad será lento y cuando llegue la gente no leerá, quitando los cuatro viejos que viviremos todavía aferrados a nuestras tapas duras. El resto tirará de versiones twiteadass o preferirá bajarse la película. No sé a qué venía esto. Ah, sí: los malos escritores. De eso ha habido siempre y poca formación también, no nos engañemos. Ese no es el problema. El problema es que la gente ya no tiene nada que contar. No les pasa nada. El Dosto se tiró cuatro años en una prisión en Siberia por subversivo y de aquello solo salió un libro (“Apuntes de la casa muerta”). Hoy se te muere el gato y haces una trilogía. Anda, no me jodas. También los hay que son capaces de hablar de alguna memez y sacar una obra maestra, pero para eso hay que ser muy bueno.
Opino que (y ya acabo): hay que editar menos y mejor. No saturar el mercado. Fusilar a los malos escritores no publicando sus novelas (que se autoediten ellos en Amazon). Fusilar las malas novelas de buenos escritores. Tener el valor de decirles: “esto no está a la altura, campeón”. Los editores tiene que editar, en resumen. No es normal, joder, que se publiquen 80.000 libros al año. NO-ES-NORMAL. Algo falla. Cada mes nacen dos putas editoriales nuevas y todas vienen con obras maestras bajo el brazo. Demasiado listo escribiendo y demasiado listo editando, me parece a mí. ¿Cómo no van a pasar la buenas novelas desapercibidas? ¡Es imposible que no sea así!
Y con todo me parece bien que la gente lea, aunque sea la caja de cereales.
Joe: estos tópicos de los que se habla aquí no se viene repitiendo desde hace cinco años sino desde hace cien. Es el mismo problema de siempre y como no se arregla (ni se arreglará) se sigue debatiendo. Pero está bien, no? Mejor esto que ir drogándose por ahí.
Bueno, perdón por la parrafada, pero es que como no me gusta el fútbol tengo que hablar de algo.
Eso es, querido Tongoy, lo que ocurre. Los editores no editan. Ya nadie se fía (salvo 4 letraheridos que siguen confiando en 2 editores indies) de lo que sacan los editores a la calle. Nos han traicionado muchas veces. El editor no hace su trabajo. Unos por ineptitud, otros por pereza y otros porque se han rendido, han tirado la toalla, hace muchos años y siguen arrastrándose hasta que alguien se de cuenta de que ya no leen los manuscritos ni en diagonal, que yo conozco a alguno en esa situación. Todo aquello de que son los que criban, los que ejercen la función prescriptora, los que nos van a hacer conocer a nuevos y maravillosos autores, etc.. son ya, para nuestra desgracia, leyendas románticas del pasado.
Muy triste pero real.
Un abrazo
PD: Estoy leyendo: «El hombre que amaba a los niños» de Christina Stead (Pre-Textos 2011) Una maravilla .
Tía, te pasas un montón conmigo, que yo a ti no te recomendé nada. Venga, me lo anoto y ya te diré. Además, joder, los de Pre-Textos hacen unos libros cojonudos. Me da mucha rabia porque siempre siento el impulso de comprarlos.
Todo bien. Un detalle: las editoriales no bajan el precio de los libros digitales no porque no quieran, sino porque los propietarios de esos derechos (agentes extranjeros, agentes españoles, editoriales extranjeras) imponen cláusulas en los contratos en virtud de las cuales los libros digitales deben venderse a un 75% del libro en papel. Yo (editora, sí) me canso de decirles a esos agentes extranjeros y a sus representantes en este magno país que así fomentamos la piratería, pero ellos como quien oye llover.
Interesante. ¿Con los autores españoles pasa lo mismo?
Si tienen agentes, mayormente sí.
Bárbaro. Tirar piedras contra tu propio tejado. Bueno, no: tirar piedras contra el tejado de tu cliente. El tejado de uno está de puta madre.
Gracias por la info.
Totalmente de acuerdo con La Medicina de Tongoy. No pueden publicarse 80.000 obras maestras al año, hay que dar un descanso al personal, caramba, o nos quedaremos sin neuronas (los que aún tengan algunas).
«Hoy se te muere el gato y haces una trilogía». Me mató. ¡Jaja!
Yo me refiero a las excusas que ponen siempre los jefazos de las grandes editoriales para justificarse de que cada vez vendan menos. La culpa siempre es de los mismos: de los otros, de la gentuza que no lee, de la gentuza que lee pero lee libros piratas, de la gentuza que no entiende que tiene que comprar el libraco que hemos decidido en la editorial que tienen que comprar, y así todo.
pendrives con mas de 4000 libros no hace daño?? eso es una excusa o una realidad?
En mi opinión y de momento, una realidad. Otra cosa dentro de veinte años. A ver, ¿quien quiere 8000 libros si para leerte 100 al año casi tienes que perder a tu familia? Y luego lo que te encuentras: hay demasiadas versiones mutiladas de Guerra y paz pululando por ahí como para fiarse. Al final, si lo quieres leer en condiciones te compras el de El Aleph. Y entre lo «moderno» casi lo único que se encuentra en la red (pirateado) es el típico betseller que ya se hincha a vender en papel y cuando es fusilado se la trae al pairo. Conozco varias personas con lector de ebooks y ninguna de ellas saca demasiado provecho de esos 8000 libros, por no decir ninguno. Además, la mayoría de las veces lo que leen ya ha agotado su tiempo de hacer caja.
lo siento pero no me convence eso de las versiones fusiladas (muchas si, muchas no) o de la cantidad de libros que uno es capaz de leer en un año. Si dejo de comprar, ya sea nuevo, de lance o ebooks, sale perdiendo mucha gente. Este discurso no es nuevo y como en general los que aquí entramos «reverenciamos» la literatura y los libros, creemos que adoptaremos una postura ética frente a esta problemática, pero la vida o esta sociedad no funciona asi … 4000 libros son…20000 euros?
por que no me dejara eso entrar con mi mail…
Comeclavos
Cierto es que el mercado editorial está saturado. Hace cuatro años era otra película. Cuando eres escritor y sufres la tortura china que es intentar publicar en estos momentos lo que has escrito, sabes que con la crisis la situación ha cambiado y mucho. Pero existen editoriales indies que todavía reciben manuscritos. Y si un escritor es bueno, tarde o temprano acabará encontrando un editor que se entusiasme con su novela o poemario y se lance al proyecto suicida de editarlo. O tienes talento o no lo tienes. Otra cosa muy diferente es que todo el mundo vaya a reconocerlo, que los editores tarden más tiempo o menos tiempo en apostar por él o que a veces te equivoques y lo que has escrito sea un tostón infumable. Y el talento seguirá ahí sin embargo. Saludos.
Querido Vicente: seguro que tú conoces la historia. Se trata de un asunto escalofriante, por ese motivo ruego a las damas sensibles, a los meapilas y los lactantes que se retiren por unos minutos de la sala. Se está cumpliendo la profecía.
En el año 1875, en el Cocksuckers County (condado de las Almas Piadosas), (Saint Louis, Missouri, USA), el reverendo protestante John Hopkins Hellroad reunió más de mil fieles en una celebración especial para conmemorar por anticipado la llegada del fin del mundo y, claro, del juicio final. El reverendo Hellroad, que estuvo hablando, según dice la leyenda, durante dos días y tres noches, denunció todo lo que de malo había en la villa del señor, haciendo hincapié en lo peor, el sexo fuera del matrimonio y los libros. Después de que una prostituta fuera marcada en la espalda con un hierro candente de esos que se usaban en el “midwest” para diferenciar las reses, dijo el reverendo que solo un único libro, La Santísima Biblia, debía haber sido publicado a lo largo de toda la historia de la humanidad. El resto de hojas impresas, aunque solo fuera una, eran un atentado contra los designios de Yahve y una ofensa contra su hijo, Jesucristo. Con la intención de simbolizar el desprecio del altísimo por los libros, se procedió en el altar mayor a la quema de varios ejemplares de las más diversas novelas y libros de historia, que durante los últimos meses los fieles habían confiscado en librerías del condado y alrededores. Añadió Mr. Hellroad –y aquí viene la profecía- que el enfado de Yahvé era tal, que pronto mandaría a sus ángeles exterminadores para acabar con todos los libros impresos en papel del universo (por si hubiera vida en otros planetas, que el reverendo Hellroad era muy moderno)
Aclaración: lo de “impresos en papel” lo he añadido yo, pero viene al pelo, no me lo negarán.
La profecía, 137 años después, se cumple. Y lo más impresionante es que los ángeles exterminadores que Yahvé ha mandado no son Amazon, Google y Apple. No, los ángeles exterminadores son los propios editores de libros en papel que, con su incompetencia, están acabando con el LIBRO.
Lo listo que era el reverendo Hellroad.
Un saludo apocalíptico.
La sargento Margaret.
PD Yo ya soy vieja, y he acumulado en mi casa suficientes novelas para disfrutar de aquí al final de mis días. Así que…
El problema, Margarete, no es nuevo. Siento ser pesado pero es que la historia así lo demuestra. La famosa epístola de Horacio es una rajada monumental contra los poetas asianistas que abusaban de las écfrasis; Rabelais puteaba a los «cretinos» de París; Grimmelshausen a la Alamode-Literatur; en el XIX fue el turno del folletín; y en el XX autores como Alain y Souvestre, Fallada y Cronin han sido olvidados para que recordemos a Huysmans, Walser y Gaddis. Hay un dicho muy sabio en mi tierra: A todo porco chégalle o seu San Martiño. Así que paciencia.
El problema precisamente es ése: falta de imaginación, carencia de creatividad, afán de protagonismo, querer de vivir del cuento sin cuento y poquísimas ganas de leer y reinterpretar la tradición (el claro ejemplo Angelica Supermarket Lidl follando con el hombre invisible en hoteles de París). Claro, después leemos a Calvo y nos parece que sus jardines colgantes y sus meteoritos son la cosa más creativa que ha parido nadie en este país desde hace décadas. No es que su novela sea muy buena; es que las de los demás son pésimas.
Acabo de recibir un mensaje de un editor amigo (hay que tenerlos «hasta en el infierno», ya lo decía mi padre) y, de momento, bastante honesto (ya veremos lo que dura), que me recrimina que generalice cuando hablo de que los editores nos traicionan. Pide ejemplos. Ahí va el último. Hasta hace unos meses yo hubiera puesto sin dudarlo la mano en el fuego por la honestidad editorial de Anagrama. Usted también, verdad? Pasen y vean:
El día 1 de marzo llegó a las mesas de novedades el libro titulado «INTOCABLE» de Philippe Pozzo di Borgo (Anagrama, 2012). El día 9 del mismo més se estrenó en los cines de toda España la película titulada «INTOCABLE» basada en el libro del marqués Pozzo di Borgo. La foto de portada del libro es la misma que la de la cartelera de la peli, no vaya a ser que alguien se despista. Anagrama publica esto en su coleccion principal, la amarilla. El libro no es más que una sucesión de anécdotas ingeniosas de un paraltico rico y su relación (totalmente «chispeante») con el negro pobre y marginal que empuja su silla. Autoayuda barata, vamos. Está usted en lo cierto, de esto ya hablé en el «post» de 31 de enero de 2012, pero ocurre que aún no se me ha psado el cabreo. Empiezo a pensar que Planeta se porta conmigo de forma más honesta que Anagrama. La editorial de la familia Lara tiene diferentes sellos. uno de autoayuda, otro de romántica, otro de espiritismos varios… Si quiero literatura me voy a «Seix Barral» y si quiero novela romántica me voy a «Esencia». Pero lo de Anagrama …
Para más inri, hace 13 años, Anagrama, en su colección de libritos amarillos también, publicó una novela llamada «EL INTOCABLE» (buenísima) de John Banville. Pues no han tenido reparo en llamar a este último, el del marqués francés, casi igual. Si la peli se iba a llamar así, y había que vender lo mismo o más que la versión francesa (más de 100.000 ejemplares), no podiamos cambiar el nombre del libro, aunque coincidiera con otro de la misma colección. verdad, señor Herralde? Me entiende, o se lo digo en italiano?
Más ejemplos?
La sargento Margaret
En algún momento se habló de la educación en España y la relación con el nivel literario: a uno de los escritores a los que siempre se refieren aquí, Patricio Pron, no hizo sus estudios en España. Incluso, si no me equivoco, tiene un doctorado en Alemania. En mi caso, hace algunos años que ejerzo la docencia en Francia, luego de pasar por varios países, y puedo afirmar que el nivel de estudios es pésimo en todos lados. No todos los que tienen un diploma son idiotas pero cualquier idiota puede tener un diploma. Los estudiantes tienen grandes dificultades en mantener la atención en un mismo tema más de quince o veinte minutos. Pasado ese tiempo, hay que cambiar de tema o relanzar el debate o directamente hacerse el hagakiri. Este problema de atención en el campo de la lectura es una traba evidente para convertirse en lector. Por eso me parece interesante la forma en que se desplazó el debate y se habló de los soportes de lectura. Creo que la pregunta sobre el soporte de lectura es tan anodina como preguntarse si es mejor leer acostado o sentado, al sol o en invierno. No importa en donde se lea, lo que importa es cómo se lee. Pero me parece que aparecen los soportes tecnológicos como intermediarios entre el lector y el objeto porque tenemos dificultades en hacer experiencia de lectura. Es como en los museos, la gente se para delante del cuadro de la Gioconda y enseguida le saca una foto; no importa ver el cuadro, transitar la experiencia de observar el cuadro, es mejor sacarle la foto y guardarla. Es la misma idea que tener un soporte con 8000 títulos (me causa algo de gracia cuando se dice que lo bueno de los soportes digitales es que uno puede irse un fin de semana de vacaciones con 3000 libros…. alguien lee tres mil libros en los tres días de vacaciones?). Quien es lector va a leer en cualquier soporte, quien es lector va a aprovechar de la tecnología en su favor, quien no es lector no va a poder hacer eso y, al revés, va a pasar de una cosa a otra sin entender demasiado nada de nada. Quizás por eso las editoriales tienen miedo a las tecnologías, quizás en ellas haya pocos lectores. Esta falsa relación con la tecnología se ve en la educación: los jóvenes, contrariamente a lo que se piensa, no tienen idea de cómo utilizar un ordenador para cuestiones académicas (busca en un catálogo, por ejemplo). Esta dificultad de hacer experiencia (ahí están Benjamin o Agamben que lo desarrollan) también explica, en parte, la dificultad de ciertos escritores en encontrar temas de escritura (o de hacer la trilogía por la muerte del gato): no es que no pasen cosas en este mundo (digo, estamos en una crisis similar a la de los años treinta… pensemos en los escritores de la generación perdida yanqui…) sino que tenemos problemas en hacer experiencia de esas cosas. Los escritores, en el mejor de los casos, se quedan en el relato de esa “nadería” (por eso existen esas novelas que tanto le gustan a la sargento en donde no pasa nada) pero no llegan a trascender, a ser universales (nadie las leerá en unos años). Saludos (y perdón por la extensión)
Nada, no te preocupes. Te puedes extender todo lo que quieras. Aquí a diferencia de las novelas de autoficción de esta última generación de «escritores» -que pasando de 100 páginas parece que les empieza a tembrar el puso-, no hay problema de espacio. Me ha gustado mucho tu comentario y estamos de acuerdo en todo. Soy consciente de que lo último que escribes -eso de que a mí me gustan las novelas en las que no pasa nada- lo pones para hacerme saltar y responderte. Como me gusta una polémica más que un editor un lápiz, entro encantada al trapo.
Yo soy de las que piensa que en una novela el lenguaje debe estar al servicio del argumento y de los personajes, y no al revés. por eso si en las novelas no pasa nada, si como dice Olmos, solo tienen ideas, me aburro soberanamente.
Te mando a Francia un cordial saludo. Paciencia con los chicos, y no te rindas. No hay, -mas en estos momentos de no-lectura- profesión más digna (en el mejor sentido de la palabra) que la de maestro.
La sargento Margaret
Me extiendo, entonces, y respondo: en lo personal no entro en ese viejo debate entre literatura de lenguaje (Joyce) / literatura de historias (Hemingway); a mí me gustan las dos cuando son buena literatura. Hay literatura en donde no pasa nada y es buena literatura. Seré obvio: creo que no desvelo el misterio si digo que el agrimensor no va a llegar nunca al castillo ni que Godot nunca entrará en escena. No pasa nada y uno sabe que no va a pasar nada -o, mejor dicho, no va a pasar «eso»- pero uno sigue leyendo. Los textos trascienden porque el foco está en otro lado: universo, clima, personajes, ambigüedades, tensiones, cierta angustia y malestar omnipresente. Lo que suele decirse acerca de la literatura: siempre se cuentan dos historias, una más oculta y otra en la superficie. El peligro de contar la nada o contar el aburrimiento es que el texto en sí se vuelva aburrido o se vuelva nada (es decir, el peligro de que haya sólo una historia y no dos, y que encima esa historia sea la superficial). Para hacer buena literatura hay que olvidarse un poco del contexto inmediato: no importa demasiado la marca de la ropa de los personajes, o si tienen blog, o si usan walk man con cassettes o ipod, o si votan a quién votan. Si nos centramos sólo en esas referencias el texto pierde vigencia con rapidez. Resumo: no hay que confundir lo nuevo y de vanguardia con la novedad; si quedamos fascinados con la novedad, con la discusión sobre la novedad (vuelvo a mi comenterio sobre el soporte) creo que nos equivocamos de foco (así desaparecen de rápido las “novedades” de las mesas de las librerías). Con respecto a lo que dices sobre Olmos, nunca leí a Olmos pero dicho así no suena muy convincente su argumento: acabo de desarrollar una idea (buena o mala, no importa) y, sin embargo, no acabo de escribir un microcuento sino un comentario en un blog. Las novelas tienen ideas pero no son el desarrollo de una idea y uno puede jugar con los géneros literarios siempre y cuando esos géneros siguen existiendo.
Saludos cordiales!
Estoy de acuerdo contigo Ml excepto en lo de la marca de ropa, si usan Rayban o Gucci o si conducen un Toyota o un Ferrari. Me viene a la mente Ellis y Houellebecq, donde dichos elementos sirven para caracterizar a los personajes en tanto en cuanto son signos que caracterizan la condición social de las personas en el mundo real. Otro ejemplo es la historia con el Mercedes en El legado de Humboldt de Bellow. En la obra de un gran escritor nada es gratuito. El problema de la narrativa actual es que antepone la caracterización al conflicto cuando el conflicto es la forma más perfecta de caracterización. Pero eso tan sólo está al alcance de unos pocos, caso por ejemplo de Roth.
«Creo que la pregunta sobre el soporte de lectura es tan anodina como preguntarse si es mejor leer acostado o sentado, al sol o en invierno.»
¡Totalmente de acuerdo!
Enhorabuena por el blog, patrulleras.