EL TIEMPO ENTRE COSTURAS. Análisis científico 1 parte

Por favor, un poco de silencio. Voy a hacer una declaración importante:

He terminado El tiempo entre costuras, (Temas de hoy, 2009) y me ha gustado. La lectura de la novela de María Dueñas me ha proporcionado sensaciones muy agradables. Ya está.

Lo que van a leer a continuación no es una reseña sino un estudio científico de las causas del grandísimo éxito de ventas que ha conseguido este libro.

-¿Lo ves, Margaret? ¿A que no era tan difícil?

-Es cierto, Daphne. Además ahora me siento más relajada. Solo hay una cosa que me fastidia: estoy segura de que en este mismo instante, sin haber terminado de leer este “post”, ya hay cuatro perroflautas letraheridos que están twitteando que la Margaret es una maruja y una petarda.

-Que les den, mi sargento. Cuando hace once meses comenzamos Patrulla de Salvación nos comprometimos a decir siempre la verdad, ¿Te acuerdas? La sinceridad es nuestra máxima.  Pero ponte ya a la tarea, que se hace tarde.

ANÁLISIS CIENTÍFICO

Como bien decía Simón Leys, ( en La felicidad de los pececillos, Acantilado, 2011) es imposible escribir un bestseller de forma premeditada. Y menos –esto lo digo yo- si se trata de la primera novela. Empiezo con esto para que nadie crea que estoy acusando  María Dueñas de utilizar trucos para enganchar a sus lectores. Este libro está escrito de la forma más honesta, me consta. Todos los recursos utilizado por la autora son legítimos y, es más, de agradecer. Pero tampoco se debe deducir –yéndonos al otro extremo- que la flauta sonó por casualidad: en la forma de escribir de Dueñas se aprecian buenas dotes para el oficio y se nota que se lo ha trabajado mucho.

1.- El narrador y el principio.

El señor James Wood (crítico del The New Yorker) en su libro Los mecanismos de la ficción (Gredos, 2009) se declara un enamorado del narrador omnisciente. Dice don James que el narrador en tercera persona es más de fiar que el que lo hace en primera. Todo eso está muy bien y seguro que este señor tan listo y leído tiene razón. Pero el partido que Dueñas le saca a la primera persona no hubiera sido factible con otro tipo de narrador.

Veamos como comienza la novela:

   Una máquina de escribir reventó mi destino. Fue una Hispano-Olivetti y de ella me separó durante semanas el cristal de un escaparate. Visto desde hoy, desde el parapeto de los años transcurridos, cuesta creer que un simple objeto mecánico pudiera tener el potencial suficiente como para quebrar el rumbo de una vida y dinamitar en cuatro días todos los planes trazados para sostenerla. Así fue, sin embargo, y nada pude hacer para impedirlo.

(Las negritas son mías)

Si esta novela ha vendido ya más de 1.200.000 ejemplares (PVP: 22€) no es gracias a la publicidad de Planeta (escasa), sino al boca oreja de sus lectores. Para que esas recomendaciones se produzcan, el lector debe haber disfrutado con la novela y, más importante,  se tiene que haber enganchado desde el comienzo. Por eso las primeras líneas son fundamentales. ¿Qué nos promete la autora en ese primer párrafo? En una palabra: pasión. ¿A quién no le apetece vivir una pasión arrebatadora sabiendo además que no tendrá consecuencias negativas?

La protagonista tenía una vida estable, como dios manda, de esas que  nuestras madres deseaban para nosotras. Pero una pasión hará que todo salte por los aires. Todo eso lo adelanta el primer párrafo. Léanlo de nuevo. Habrá pasión, pero de las arrolladoras. Porque: “reventó”, “quebrar” y “dinamitar”. Eso hace una pasión con una vida. Pero habrá pasión, sobre todo, porque “nada pude hacer para impedirlo”.

Ahora pongamos esa frase en tercera persona: “nada pudo hacer para impedirlo”. Muy diferente, ¿verdad? Les voy a copiar, pidiéndoles perdón de antemano, lo que, en un arranque de admiración rabiosa, anoté en el margen de la primera página de mi ejemplar cuando leí la novela por segunda vez: “Qué coño sabría el narrador omnisciente –en caso de haberlo usado-, que no tiene sexo, que no se excita cuando lo acarician y que no se enamora, sobre si pudo la protagonista resistirse o no.” (Lo de las caricias lo entenderán luego). Soy consciente de que lo que acabo de escribir  no es nada ortodoxo, pero creo que saben donde quiero ir a parar: con la primera persona la autora consigue que, desde  el primer momento, el lector se sienta identificado con la protagonista y, sobre todo, adquiere verosimilitud desde el principio.

Al lector le resulta más fácil sentirse cómplice de esa narradora en primera persona. El lector sabe que siempre es posible resistirse a una tentación, pero le gusta, le apetece, cogerse de la mano de su amiga la narradora y meterse en el barro, dejarse llevar por la pasión. El lector va a hacer, en la piel de la protagonista, lo que nunca haría en la vida real. Sentirse cómplice de ese tal omnisciente, en casos como este, resulta muy complicado. Y hemos venido a pasarlo bien, ¿no?

El esfuerzo que la autora hace en las primeras páginas por atrapar al lector (me encanta que me atrapen) es encomiable:

Sira Quiroga, la protagonista, tiene un novio de los formales. Un buen chico. Se llama Ignacio y “está destinado a ser el buen padre de mis hijos” (Pág. 17). Pero se va a cruzar el canalla, el caradura. A todas las españolas nos han atosigado nuestras madres con eso de cásate con un chico decente. Pero a nosotras nos ponen los golfos, ¿verdad? Nos casamos con un hombre decente y pasamos toda la vida echando de menos al truhan. María Dueñas sabe todo esto y ha construido una novela que, leídas las primeras 30 páginas, es imposible dejar.

Vean por qué:

Sira e Ignacio deciden comprar una máquina de escribir y acuden a una tienda donde les atiende Ramiro Arribas (el canalla), el gerente del establecimiento:

Pág. 27

   Tardamos aún un rato hasta dar por finalizada la gestión. A lo largo del mismo, las señales de Ramiro Arribas no cesaron ni un segundo. Un roce inesperado, una broma, una sonrisa; palabras de doble sentido y miradas que se hundían como lanzas hasta el fondo de mi ser. Ignacio, absorto en lo suyo y desconocedor de lo que ocurría ante sus ojos, se decidió finalmente por la Lettera 35 portátil, (…)

   -Magnífica decisión- concluyó el gerente alabando la sensatez de Ignacio. Como si este hubiera sido dueño de su voluntad y él no le hubiera manipulado con mañas de gran vendedor para que optara por ese modelo-. La mejor elección para unos dedos estilizados como los de su prometida. Permítame verlos, señorita, por favor.

   Tendí la mano tímidamente. Antes busqué con rapidez la mirada de Ignacio para pedir su consentimiento, pero no la encontré: había vuelto a concentrar su atención en el mecanismo de la máquina. Me acarició Ramiro Arribas con lentitud y descaro ante la inocente pasividad de mi novio, dedo a dedo, con una sensualidad que me puso la carne de gallina e hizo que las piernas me temblaran como hojas mecidas por el aire de verano. Solo me soltó cuando Ignacio desprendió su vista de la Lettera 35 y pidió instrucciones sobre la manera de continuar con la compra.

¿A ver quién es la guapa que después de leer estos párrafos no está completamente enganchada y  no necesita devorar, página a página, esta novela hasta el final?

Pero que nadie piense que se trata de una novela solo para mujeres. El argumento anterior vale también para los hombres: ellos se enamoran de Campanilla pero se terminan casando con Wendy. El caso de Humbert, el personaje de Lolita de Nabokov, sería –salvando las diferencias- el equivalente masculino de Sara Quiroga. Permítanme un inciso: el asunto este de la literatura solo para mujeres me tiene a mí muy cabreada. Hay literatura solo para mujeres, es verdad, pero es solo de mala calidad. Me refiero a la novela romántica o la “Chick-lit”. La literatura de calidad es buena tanto para él como para ella. Pero de esto ya hablaremos otro día.

En inglés

2.- Mensajes subliminales

Definición de subliminal: adjetivo. [Percepción sensorial, emoción o sensación] que el hombre percibe y experimenta sin tener conciencia de ello.

¿Recuerdan aquello de la publicidad subliminal que se puso de moda hace veinte años? Me acuerdo de un anuncio de colonia para hombre en el que la sombra de él se proyectaba sobre el borde de una piscina de la cual salía una chica en bikini. La mano de la chica, al apoyarse en el borde para impulsarse y salir, venía a aterrizar exactamente encima del trozo de sombra que correspondía a la entrepierna del caballero. ¿Casualidad? No. ¿Era consciente el posible comprador de que estaba recibiendo el mensaje? No. ¿Actuaba ese mensaje en el subconsciente del señor y lo llevaba a comprar o a desear que le regalasen esa marca? Sí.

Pues María Dueñas, sin ser consciente de ello, usa este tipo de mensajes subliminales en el comienzo de su novela. Y no me estoy refiriendo a frases como la que acaban de leer: “miradas que se hundían como lanzas hasta el fondo de mi ser”. No, hablo de otro tipo de expresiones mucho más sutiles, pero por ello más efectivas.

Ejemplos:

Pág. 34

   Me acerqué intentando que mi paso sonara firme, llevaba las palabras preparadas. No se las pude decir. No me dejó. En cuanto me tuvo a su alcance, me rodeó la nuca con la mano y plasmó en mi boca un beso tan intenso, tan carnoso y prolongado que mi cuerpo quedó sobrecogido, a punto de derretirse y convertirse en un charco de melaza.(…) Bebía el aire que él respiraba y a su lado caminaba a dos palmos por encima de los adoquines. Podrían desbordarse los ríos, desplomarse los edificios y borrarse las calles de los mapas; podría juntarse el cielo con la tierra y el universo entero hundirse a mis pies que yo lo soportaría si Ramiro estaba allí.  

Pág. 36

Ramiro metiendo bombones en mi boca y yo rozando con mis labios la punta de sus dedos, a punto de derretirme de amor.

Pág. 64

Hubo horas de amor amontonado en la habitación del Continental mientras las cortinas blancas ondeaban con la brisa del mar; pasión furiosa bajo el ruido monótono de las aspas del ventilador mezclado con el ritmo entrecortado de nuestros alientos, sudor con sabor a salitre resbalando sobre la piel y las sábanas arrugadas desbordando la cama y derramándose por el suelo.

Charcos, mares, ríos, sudor; protagonista que se derrite continuamente; y sabanas que desbordan la cama y se derraman. Y todo esto solo en treinta páginas. ¿Ha quedado claro que el tal Ramiro excita y mucho a nuestra protagonista? Pues lo genial es que las lectoras (y esto sí que funciona solo con las féminas), sin ser conscientes, también están enganchadas (como si de una droga se tratara) después de leer todo esto.

Para apoyar mi argumento les copio un trozo de la página 329:

Pálida, ojerosa, con el pelo sucio, derrumbada como un peso muerto en una cama mal hecha cuya ropa se arrastraba por el suelo.

Se refiere a Rosalinda; ya no es Sira, nuestra protagonista. Con Rosalinda no hay que identificarse. Las sábanas de Rosalinda no desbordan la cama ni se derraman por el suelo. Las sábanas de Rosalinda se arrastran. Pobre Rosalinda.

El análisis no ha terminado. Continuará, aunque no sé cuándo.

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40 respuestas a EL TIEMPO ENTRE COSTURAS. Análisis científico 1 parte

  1. Elena dijo:

    ¿Esta mierda les ha gustado de verdad o estoy leyendo un post DESBORDANTEMENTE irónico?

  2. Perroflauta letraherido dijo:

    Me dejas de una pieza, Margaret. Al empezar a leer tu entrada me dije: «mira qué bien; un best-seller que resulta que es bueno». A mí esas cosas me alegran, me reconcilian con las mayorías, con el criterio de los editores, con mis buenos sentimientos.
    Y entonces me pongo a leer con entusiasmo lo que dices. Pero los pocos renglones que citas, cuajados de tópicos, hacen que el alma que no tengo se me caiga a los pies: las miradas que se hunden como lanzas hasta el fondo de su ser, la sensualidad de las caricias que le ponen la carne de gallina y la hacen temblar, el beso intenso que la hace sobrecogerse y derretirse, ¡el sudor con sabor a salitre!, todo el tono melodramático… Te juro que soy muy romántico, pero a mí esto me parece propio de alguien que no se esfuerza en contar de verdad, sino que recurre a una ristra de lugares comunes de lo más manoseados. Si solo puedes expresar la pasión con verbos como derretirse, temblar, sobrecogerse… apaga y vámonos.
    Aquí estoy ahora yo, perrofláutico y no sé si letraherido, pero este despropósito se ha clavado como una lanza hasta el fondo de mi ser. Voy a ver si el viento de verano también me mece a mí y me despeja un poco.

    • Querido, sí, Perroflauta Letraherido:
      Un buen aficionado al cine puede disfrutar con Pretty Woman (Richard Gere y Julia Roberts) y al mismo tiempo ser fan de Jean Luc Godard, David cronemberg o David Lynch. Y nadie lo critica. Pero en literatuta, nunca he entendido por qué regla de tres, hay que tomar partido. Si te gusta Vila Matas no te puede gustar Ruiz Zafón. Para mí todo eso no son más que idioteces. Cuando abro un libro de Dueñas no busco lo mismo que cuando leo Pynchon. Igual que cuando veo una de los hermanos Marx espero algo diferente que si me pongo delante de una pelicula de Truffaut. Pero, según qué día y según de qué humor esté puede que disfrute tanto con una como con la otra.
      OK??
      Un beso
      la sargento

      • jose dijo:

        Amén a eso, Sargento.
        Que a uno a veces le apetece un solomillo y otras, una hamburguesa, y si es una buena hamburguesa la puede disfrutar igual (aunque de distinta manera)

      • Edu dijo:

        No, un buen aficionado al cine NO puede disfrutar con Pretty Woman. El argumento de que cada tipo de cultura tiene su momento está tan trillado como los tópicos de Dueñas, sólo te faltaba decir que a veces uno tiene ganas de disfrutar «sin más» y «no pensar». Yo, si no pienso, no disfruto.
        El caso es que éste es un debate bastante común, bastante viejo y bastante frustrante: anteayer, sin ir más lejos, me cayó una bronca por decir que Avatar era una mierda sin precederlo de «En Mi Humilde Opinión» (¿cómo coño puede ser una opinión humilde?), y, por supuesto, no hubo forma de defenderme contra alguien que lee, como mucho, 10 libros al año, del tipo «Zafón» o «2012».
        El mal arte es perjudicial (para la salud mental y el buen curso de la sociedad, 😛 ) del mismo modo que el bueno es beneficioso. Porque el bueno te rompe los esquemas, te vuelve la mirada hacia la complejidad y variedad infinita del pensamiento y de la vida, mientras que el malo, a través del uso de lugares comunes (los sentimientos, ideas y actitudes «normales»), confirma tus prejuicios, simplifica el mundo y te da la seguridad (que deriva en arrogancia) de que tu visión empobrecida de la realidad es la única con fundamento.
        En cualquier caso, la gente que de vez en cuando tiene ganas de «no pensar» me vale para salir de copas, pero no para hablar de libros.

      • Querido Edu:
        La vida es muy corta y los prejuicios que, por lo que escribes, presumo pueblan tu mente, van a conseguir que te parezca aún más corta.
        Haztelo mirar
        Un beso
        La sargento Margaret

      • Elena dijo:

        No creo que lo de Edu sean prejuicios, todo lo contrario. Ha argumentado muy bien su reflexión, que personalmente considero de lo más acertada. Yo pienso lo mismo.

    • jose dijo:

      Pues a mí sí me parecen prejuicios, para empezar por que está generalizando bajo su óptica, como si esta fuera la única. Incluso clásicos indiscutibles son repudiados por gente perfectamente formada, se sabe que Nabokov detestaba el Quijote.
      Y francamente, el ser incapaz de disfrutar de la cultura popular (y aquí no hablo de la novela de Dueñas, que no he leido, y que no me atrae lo más mínimo) siempre me ha parecido bastante snob.
      Me recuerda a esos fans de grupos indies que comienzan a detestar al grupo que llevan años adorando sólo por que de repente su música se vende, como si en el momento que algo se empieza a gustar a las masas perdiera su valor.

      Evidentemente lo que vale para mí, no tiene por que necesariamente valer para otros, pero yo sí que he disfrutado de novelas cuyo valor literario era cuestinable, quizás por que cuando leo no siempre busco lo mismo. En ocasiones lo que busco es evasión (a Fernando Sánchez Dragó le darían cuatro aneurismas si leyera esto) y si la novela me da lo que pido (y no está horriblemente escrita) me doy por satisfecho.
      Y no es que no comparta con es señor perroflauta sus dudas respecto a la novela en cuestión, por que a mí los párrafos expuestos tampoco es que me hayan inducido a su lectura (más bien lo contrario), pero es que lo de Pretty Woman me ha matado

      • Gracias, Jose, por venir a defender a esta pobre abuelita indefensa. Yo lo ùnico que quería decir es que hay que estar abierto a todo y que superventas no significa, de forma automática, mala calidad. Yo solo quería decir que en España, durante los últimos 50 años, una serie de escritores, críticos y editores han jugado a eso de los «Iniciados». Es decir: yo estoy en el secreto, yo y mis cuatro amigos sabemos lo que es bueno y el resto no tenéis ni idea. Yo solo quería decir que un grupito de escritores españoles, que no consiguen vivir de lo que escriben, se consuela creyendo que ellos son los «artistas» y que los que venden (a los que en el fondo los primeros envidian) son basura. Yo solo quería decir que la única forma que, en su pobreza intelectual, encuentran esos escritores que no venden (el que mejor va, no pasa de 2.000 ejemplares por novela) de justificarse, es acusar al publico que no compra sus libros de inculto y de «marujas». Gracias Jose, de nuevo, porque ya no sabía cómo defenderme.
        Un saludo
        Que dios te lo pague con una buena mujer y muchos hijos.
        La sargento Margaret
        P.D.: El otro día contaba Marina Castaño que Camilo Jose Cela, en un momento de agobio, le dijo: «sácame de aquí Marina o acabaré escribiendo como Gironella». Otro ejemplo.

  3. Rat at at dijo:

    Sargento Margaret, por ahí andan diciendo que eres en realidad Juan Cruz.

  4. Eleazar dijo:

    Soy fan de esta entrada, joder, y oficialmente, vuestra.

  5. Eduardo Vilas dijo:

    Mi querida Margaret,

    no hay otro prescriptor en este mundo, ni en los otros, que pudiese generarme interés por esa novela, no sólo la leeré sino que me muero de ganas por leerla.

  6. Núcleos dijo:

    Siempre nos quedará Jevia: http://wp.me/P1JWX8-1M

  7. julian bluff dijo:

    Hola, sou Julianne, el yin de Julian Bluff

    Acabo de venir de la farmacia. Iba a por Biomanan. Je, je… ya se lo imaginan, estoy un poco llenita. Al lado de la puerta había un expositor de esos con preservativos y como el vejete que tenía delante era muy pesado, para entretenerme, me puse a echarles un vistazo, la boticaria es una chica, a los extra-large con el rabillo del ojo. Lo que vi me dejó muerta. Había unos nuevos ¡con sabor a Brownie y ¡a cheescake!!. ¡Te cagas, lorito!. El abuelo había salido sin que yo me diera cuenta, tan conmocionada me hallaba, y Piluca me pillo de esa guisa babeando como una tonta con la boca medio abierta.

    «¿Qué deseas?» Las palabras se resistían a salir de mi labios y sólo fui capaz de decir «esos» señalando con el índice estirado los de sabor a Cheescake. Piluca, que está al cabo de la calle, me sonrió con picardia y depositó en el mostrador, frente a mi, unos caramelos de eucalipto sin azúcar que la muy zorra tenía colocados delante de los condones. Tragándome mi humillación y mi vergüenza, le dije a Piluca que no, que lo que le estaba señalando eran los de sabor a cheescake, hasta llegué a tocar la caja con la yemita del dedo, y LE PEDI INSTRUCCIONES SOBRE LA MANERA DE CONTINUAR LA COMPRA.

    Ella me faciltó las INSTRUCCIONES SOBRE LA MANERA DE CONTINUAR LA COMPRA y yo pude cerrar, al fin, la transacción.

    «Los más pequeños que tengas, Piluca, hija. Que son para mi ahijado».

  8. S.P. dijo:

    Ufff, con toda la estima en que las tenía a ustedes, con sus dardos afilados hacia todos aquellos críticos que se pasaban de condescendientes, y ahora leo asombrado esta entrada…

    No niego que María Dueñas escriba con cierta dignidad, que hay interés por crear una trama y unos personajes… pero la sarta de tópicos y descripciones edulcoradas que a ustedes parecen haberles cautivado, me chocan con la defensa a ultranza de una literatura de calidad con la que habitualmente asociaba a este blog… Vale que a veces a uno le apetece solomillo y a veces hamburguesa, pero… ¿merece la hamburguesa tales halagos?

    Decir que Humbert es el equivalente al personaje femenino de esta novela me parece una barbaridad, incluso salvando las distancias que se quieran…

    Ando un tanto perplejo aún, a la espera. Reciban un fuerte abrazo.

  9. Antonia Kardigan dijo:

    «En la forma de escribir de Dueñas se aprecian buenas dotes para el oficio y se nota que se lo ha trabajado mucho» (Sargento Margaret dixit).
    Querida Sargento, la has cagado pero bien, si supieras un poquito del mundo editorial desde dentro, desde las oficinas de un sello de un gran grupo editorial, sabrías que «en quien se aprecian buenas dotes para el oficio y se nota que se lo ha trabajado mucho» es en los expertos de las editoriales que trabajan desde su casa y realizan los «editing» (antes se le llamaba «reescribir» o «negrear» una novela). Puedo decirte con todo el conocimiento del mundo que esta novela ha sido reescrita, repasada y corregida por profesionales de la edición, colaboradores externos y editores internos. ¿Me entiendes? (esto último léase con la voz de Belén Esteban).

    • Querida Antonia:
      Yo sé muy poco de esto. De hecho, hasta hace menos de un año no era más que un ama de casa jubilada. Pero lo que me imagino que se habrá hecho con la novela de Dueñas es un buen trabajo de edición. Muy pocos buenos libros llegan a la mesa de novedades exactamente igual que como salieron de la mano del autor. El trabajo del buen editor (que por desgracia cada día se realiza menos) tambien es corregir los manuscritos. Pero si de la pluma del autor sale una porquería, entonces ni con externos ni con internos hay nada que haces.
      Un beso
      La sargento Margaret

  10. Ramiro Arribas dijo:

    Esta entrada me ha recordado a aquel famoso monólogo del macho ibérico que al ir a ver los Puentes de Madison exclama deseperado «¡Vámos, Clint, cárgate un puente!». ¿Pasión, manitas, besos intensos, brisa del mar?… «¡Vamós, sargento, cárgate un puente!». ¿O es que ya no hay libros que salvar o entuertos que desfacer?

  11. Ire dijo:

    Maggie, eres un pozo de sorpresas. Solo por eso ya te quiero. Y me pillas en un momento indulgente.

  12. Daniel Nehmovich dijo:

    Yo no entiendo nada. Y eso que soy Juan Cruz.

  13. julian bluff dijo:

    Decía el gran Jaume Perich (no confundir con el simplón Peridis) que el empleo de la ironía casi nunca salía a cuenta. Ya que si el interfecto no lo captaba, pensaba que eras gilipollas y si sí lo hacía, opinaba, entonces, que eras un cabrón.

    ¡Pero que pedazo de cabronaza estás hecha, Maggie!

    • Sade dijo:

      Si hablamos de que un interfecto pueda captar algo, irónico o no, ni Jaume Perich ni Peridis: a quien hay que citar es a Iker Jiménez.

  14. gyglesias dijo:

    Yo tambien crei por un momento que me estaba perdiendo del libro del siglo, Pero esos pocas lineas me hicieron recordar a algo que lei hace pocos años llamado Crepusculo. Con eso de y hasta la ultima de mis terminaciones nerviosas cobró vida propia.

    Sin mas comentarios

  15. EEM dijo:

    ¿Este post es en serio?
    Desde luego lo de la primera y la tercera persona es como para no volver a confiar en su criterio. Sólo alguien sin ni pajolera idea de literatura puede afirmar en serio esas cosas, da mucha vergüencita ajena. Si fuese un chaval de primero de carrera, que escribe «sólo para él» en sus ratos libres, no me habría extrañado, son las típicas cosas que dice alguien que acaba de descubrir la «intensidad» de la primera persona… Pero que usted sostenga esas chorradas sin sonrojarse… Algunos veníamos aquí porque nos creíamos que había otro nivel.

  16. jsoi dijo:

    » -Magnífica decisión- concluyó el gerente alabando la sensatez de Ignacio. » Una novela con una explicación tan innecesaria y ampulosa no puede ser buena, y menos escrita en primera persona.

    • Querido Juan:
      La explicación es necesaria. Sira Quroga, la protagonista, es hija de madre soltera. Trabaja de modista como su madre y se ha echado un novio muy formal. Su vida está encaminada hacia la sensatez. Por ese camino no cometerá los errores de su madre. En la tienda se le plantea un cruce de caminos: o seguir la via sensata (con su novio, el buen chico), lo que la cabeza le dicta o dejarse llevar por lo que el cuerpo y ¿el corazon? le pide. El gerente (el golfo) alaba la sensatez del novio y deja clara la encrucijada que se dibuja ante la protagonista.
      Pero, Juan, haz los deberes. Lee la novela primero y luego vienes aquí a comentar. ¿Qué te parecería que alguien criticara tu libro recién publicado sin haberlo leído?
      Un poco de seriedad, nene.
      La sargento

      • jsoi dijo:

        Señora Mía:
        No lo he leído pero sí lo he ojeado. No tengo nada en contra del libro. Usted sabrá quizás que mi novela la dedico a mi abuela. Bien, el mío es el segundo libro que ha leído la señora Pepita Moreno, el primero fue El tiempo entre costuras, que le regaló mi tía. Le encantó y empieza a volverse un poquito lectora, ¿qué voy a decir yo contra el libro? Pero literariamente, tras ojearlo, me pareció malo. Yo soy un nazi del estilo, para mí el 90% de un libro es el estilo con el que está escrito. Es un precepto muy rígido y sé que mis opiniones sobre ciertos libros van a ser sesgadas.
        No estoy en contra ni mucho menos del best-seller por sí mismo. Me encanta Stephen King, por ejemplo, y un montón de gente así.
        Respecto a la frase del ejemplo, sigo viendo innecesario decir que el gerente alabó la sensatez de Ignacio después de reproducir la frase entre exclamaciones. Otra cosa sería que el gerente use un tono de voz irónico, eso sí habría que explicarlo. Pero estamos hablando de costuras, tampoco hay por qué coser de la misma forma.
        Entiendo tu reacción porque mi comentario no explicaba esto.

      • Manolo dijo:

        He comprado el libro hace dos días. Antes de llegar a la página 56 ( de la edición de bolsillo ) ya había estado a punto de dejarlo dos veces: cuando la pedorra deja a su novio formal embargada por la arrebatadora pasión por el señorito calavera y cuando aparece un padre – hasta el momento desconocido – y le suelta la tela marinera. Pero en la susodicha pág. 56, así que el malvado seductor le suelta lo de:» Lo mejor es que constituyas una empresa mercantil … » se me cayó el libro de las manos y no pude por menos que darle una patada.
        Pero ¿ a quién con un mínimo de formación le puede gustar un sucedáneo abortivo de Sautier Casaseca ? . Si lo llamáramos folletín lo dignificaríamos. Es, simplemente, mierda, mierda y mierda.

    • Qué poca vergüenza, Juan. Venir aquí a criticar un libro que no has leído.
      Un poco de formalidad, por favor. Que ya no eres un jovencito sin experiencia. Ups! perdona, que sí lo eres.
      La sargento Margaret

  17. Chirla Templada dijo:

    cuanta envidia!

  18. Constructor dijo:

    Si esto es lo que vosotros/as, o lo que haya detrás del protector y cálido anonimato de Patrulla salvación, considera que es literatura, me he equivocado al juzgar este blog. Una cosa es el gusto, que es eso que todo el mundo tiene y es indiscutible, y otra cosa es el criterio. Y demostráis una preocupante falta de criterio. Podría ser tan ácido al respecto como vosotros/as lo sois respecto a generaciones enteras de autores (la crueldad gratuita y la generalización es tan, tan fácil, y atrae tantas visitas…) pero hay cierto tipo de crítica que sólo daña, no construye, y yo prefiero dedicar mi vida a construir. Es más; voy a tener que leer con mis propios ojos todo esas obras que decís que son pésimas, porque, si esto es lo que para vosotros es bueno, lo que decís que es pésimo necesariamente ha de tener calidad literaria.

  19. Y a mí que estos trozos me recuerdan un poco a las novelas de Harlequín.

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  21. JoaquínPrds dijo:

    He leído «El tiempo entre costuras» y quiero dar mi humilde opinión si se me permite. La novela entretiene y mucho. Eso es innegable. Desarrolla una historia interesante y aporta una idea novedosa (mensajes de espías en los patrones de ropa). Sin embargo, tiene un estilo francamente mediocre, pretencioso a todas luces -fruto de una falta de buenas lecturas por parte la autora-, la puntuación deja mucho que desear, el vocabulario es reiterativo en exceso y, sobre todo, tiene un final decepcionante. Con todo esto no quiero decir que no comprenda el éxito que ha disfrutado la novela. Pero después de intentar leer «Misión Olvido» me he quedado con la sensación de que María Dueñas ha logrado publicar por ser hermana de quien es y porque ha tenido una inspiración de esas que se dan una vez en la vida. Ojalá me confunda y un día podamos incluirla entre los grandes escritores y no en el apartado de los escribidores.

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