EL PÚBLICO, ESE DESCONOCIDO. Wilkie Collins

En los últimos tiempos, cuando un escritor español  queda decepcionado por el número de ventas cosechado por su novela, suele consolarse diciéndose eso tan socorrido y estúpido de: “en este país, lectores de verdad, solo hay 10.000”. Se trata de una reflexión estúpida por lo que tiene de elitista. Y aquí utilizamos el adjetivo elitista en el peor sentido, el que le ha dado Javier Marías desde que es candidato al premio Nobel.

Esa reflexión, si se analiza poniendo la lupa en ese “lectores de verdad”, también significa que entre los 10.000 supuestos lectores cultos y los 1.300.000 lectores que han comprado El tiempo entre costuras de María Dueñas solo hay marujas iletradas.

A todo aquel que le interesen estos asuntos le recomiendo El público, ese desconocido de Wilkie Collins (Siruela, 2012).

Se pregunta el señor Collins en 1858:

¿Componen los clientes de las casas editoriales, los miembros de los clubes del libro y de las bibliotecas de préstamo público, junto con los que compran y toman prestados periódicos y revistas, componen, me pregunto, la gran masa del público lector que existe en Inglaterra? Hubo un tiempo en el que si alguien me hubiese formulado esta pregunta, yo por lo menos habría contestado con toda certeza que sí.

Ahora estoy mejor informado. Lejos de componer la masa de los lectores ingleses, el público que acabo de mencionar representa nada más que una minoría. 

Wilkie Collins

Después de constatar que hay un “público desconocido” que es el que lee las revistas “de a penique” (“penny-novel-journal”) que publican novelas por entregas, y que esa masa lectora podría llegar al número de tres millones de ingleses, continua Collins: 

    El público lector conocido, la minoría a la que ya nos referimos, es fácil de descubrir y de clasificar. Está el público religioso, que tiene libreros y literatura propios, tanto revistas y periódicos como libros. Está el público que lee en busca de información, que se dedica en exclusiva a los libros de historia, las biografías, los ensayos, los tratados, los libros de viajes y de exploraciones por tierras lejanas y cercanas. Está el público que lee en busca de entretenimiento, y que es afecto a las bibliotecas de préstamo público y a las pequeñas librerías de ferrocarril. Está, por último, el público que no lee nada más que periódicos. Todos sabemos dónde echar el guante a las personas que representan cada una de estas clases. Vemos encima de sus mesas los libros que les gustan. Los vemos al salir a cenar, les oímos hablar de sus autores preferidos. Sabemos incluso, si es que estamos de veras versados en cuestiones literarias, qué barrios de Londres son los que habitan determinadas clases de personas con las que se puede contar de antemano con que sean lectores devotos de un determinado tipo de libros. En cambio, ¿qué sabemos de la inmensa mayoría que está al margen de la ley, de las tribus literarias perdidas, de los prodigiosos, de los aplastantes tres millones? Absolutamente nada. 

En el siglo XIX no se tenía información sobre ese público lector. Hoy –y esto es una afirmación mía y solo mía- las editoriales siguen sin saber nada, o casi nada, de esas grandes masas de lectores que compran best sellers. Así ha (no) evolucionado la industria de libro y así nos va. 

El señor Collins realiza una investigación por su cuenta y llega a algunas conclusiones: 

De entrada, se puede dar por sentado –a la vista de que el elemento básico en la confección de las cinco revistas que tengo delante de mí se compone de relatos– que el Público Desconocido lee en busca de entretenimiento, más que de información.

A juzgar por mi propia experiencia, yo me inclinaría a añadir que el Público Desconocido prefiere la cantidad antes que la calidad cuando gasta un penique por semana en literatura. 

Un libro muy recomendable este de Wilkie Collins que publica Siruela y que tradujo el gran Miguel Martínez-Lage.

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32 respuestas a EL PÚBLICO, ESE DESCONOCIDO. Wilkie Collins

  1. julian bluff dijo:

    Hola a todos!

    Wilkie Collins fue un minucioso orfebre de la prosa y precursor de las novelas de trama policiaca. Un escritor, barroco, almabicado, a veces un tanto excesivo, que no sólo gozó de un estilo propio sino que además -algo que sólo les está reservado a los grandes- marcó las pautas para el desarrollo futuro de ese estilo hasta el punto de que quizás nos atreviéramos a decir que, el tío, se inventó un género. Y, así, las historias misteriosas en las que lo esotérico se mezcla con lo misterioso y el amor con los venenos, siguen gozando, hoy en día, de las preferencias de los buenos lectores (los dos millones y medio). Podríamos, igual, catalogarlo como el primer best selleriano (conscientemente asumido el papel) de la historia de la literatura. Pero, amigos míos, era un escritor ¡de aupa!. Nuestro adorado Ken Follett bebe, evidentemente, de esas fuentes.

    Saludos.

    • bluffasqueado dijo:

      cita tus fuentes, que todos sabemos leer…

      • julian bluff dijo:

        El quiz de la cuestión, querido comentarista, no estriba en saber leer, sino en leer lo que de verdad va a poder satisfacernos. El deleite… placer… gozo lector, como lo queramos llamar, se alcanza, como ocurre en casi todas las facetas de la vida, a través del criterio, y un criterio satisfactorio se adquiere -no albergue dudas al respecto- a partir de la falta de prejuicios, la generosidad y la amplitud de miras. Para poder afirmar con valentia, rotundidad y sin falsas poses que es lo que le gusta a uno, ha habido antes que sumirse en muy dispares probaturas. Estribando en esa abundancia de saberes y de pareceres la pertinencia del criterio que cada cual sustenta.

        Todo lo cual no es obstáculo para señarle no por lo que comenta (que es una mera opinión) sino por el pésimo gusto exhibido al elegir su seudónimo, que usted, de momento, de la vida, no sabe de la misa la media. Y ¡ojo! que algunos llegan a los cuarenta y continúan siendo igual de ignorantes. Un abrazo.

      • bluffsouflé dijo:

        Bluff fue un minucioso orfebre de la prosa y precursor de los post de trama alambicada. Un escritor, barroco, almibarado, a veces un tanto excesivo, que no sólo gozó de un estilo redicho sino que además -algo que sólo les está reservado a los egos como el suyo- marcó las pautas para el desarrollo futuro de ese estilo hasta el punto de que quizás nos atreviéramos a decir que, el caballero, se inventó un género. Y, así, las historias mentirosas en las que se exorcizó se mezcla con lo histércio y el amor con los modernos, siguen gozando, hoy en día, de las preferencias de los ingenuos lectores (los dos millones y medio). Podríamos, igual, catalogarlo como el eterno aspirante a best selleriano bloguero(conscientemente asumido el papel) de la historia de la literatura. Pero, amigos míos, era un escritor ¡de aupa!. Nuestro adorado nosenosocurrenadie bebe, evidentemente, de esas fuentes, de las cloacas y de las letrinas.

  2. Lilí Marlén dijo:

    Hola patrulla. (¡Muy bien, Bluff!) Yo quiero saber:
    -cuántos ejemplares lleva ya vendidos Eugenia Woolf de su último libro (¿»El final de la especie»?) en España y en New York. Ah, y también en Alemania.
    -a qué colaborador de Sálvame o concursante de Gran Hermano (Telecinco) le ha echado ya el ojo Ana Rosa Semprún (Espasa) para editar sus memorias. Y también qué negros está barajando para que hagan el trabajo. Ah, y a cuánto va a pagar el latigazo.
    -dónde va a tomar copas Claudio López Lamadrid. (Claudio, mi amor, ¡Soy tuya! Estoy dispuesta a lo que sea -lo que sea- para que me edites en papel, pero ¡date prisa!, que nos queda poco y tiempo y sabes perfectamente por qué te lo digo.
    Muchas gracias.

  3. jonan dijo:

    Sinceramente, igual es que yo soy muy lerdo (que seguro que sí), pero no acabo de entender adónde pretenden llegar con este post, señoras nuestras. ¿Que mr. Collins ya se dio cuenta, años ha, que una cosa era la «elite» lectora, que estaba más o menos metida en el ajo literario, consultaba o escribía en las revistas especializadas, creaba opinión, etc… y otra la gran masa lectora que lo que quería era pasar el rato lo mejor posible’?Mira tú que listo: me da a mí que a Dickens o a Paul Féval no les hacía falta discurrir mucho sobre el tema. Con el agravante de que el sñor Collins debería de estar especialmente interesado en los gustos de esa maasa, dada la naturaleza de sus escritos…
    ¿La conclusión es que hoy en día ocurre tres cuartos de lo mismo, y la gran masa lectora no es la minoría muy minoritaria que sabe, por ejemplo, quienes son los fresyculos, los nocillos y demás flora y fauna gafaplastera, sino esos honrados,sufridos y silenciosos ciudadanos que leen a María Dueñas (cómo no), a Zafón, a Arturito Braveheart o a Eduardo Mendoza? O aún más, los millones de fans de «Los juegos del hambre», de Gerónimo Stilton, de la literatura romantico-erótica de highlanders… La masa que compra sus lecturas en el Carrefour, en el Eroski o en el Cortinglés. Incluso aquéllos (¡ay, pillines!) que se bajan los libros by the face para sus e-books, esos aparatillos tan cools, aunque no se pueda jugar con ellos al Shoot Bubble… de momento.
    La gente, en suma, a la que deberíamos de prestar más atención, y fijarnos más en sus gustos y querencias. Sobre todo, para respetarlos y considerarlos con exquisito cuidado, pues es esta gente, este público-al que-tanto-quiero-y-al que- tanto-debo, la sal de la tierra, la sabiduría del pueblo llano, el que no se equivoca nunca. Como bien nos demuestran nuestros conciudadanos, elección tras elección, eligiendo a quienes deben ejercer nuestra representación y gobernanza.
    No hay mejor prueba de la infalibilidad del saber popular. Eso y la canción del verano.

    • Lo que yo quería decir con este «post» es básicamente esto:
      -Que han pasado 150 años y las editoriales continúan sin conocer a sus buenos lectores, a los que con su compra masiva de best sellers dan de comer a los ejecutivos de la editorial y a los escritores «cultos» que escriben libros que no venden más de 600 copias.
      -Que si las editoriales no conocen a los buenos lectores es debido a sus directores editoriales no son capaces de bajar de su pedestal para ponerse a la altura de “esas marujas incultas que leen a Ruiz Zafón en el metro”.
      -Que la mejor prueba de que no conocen a sus buenos lectores es que se sorprenden muchísimo cuando un libro consigue vender 1.300.000 ejemplares.
      -Que una industria en la que el 90% de sus productores no paga con sus ventas los costes de producción de sus productos es una industria ineficiente.
      -Que en el punto anterior me refiero a la industria editorial en España y en concreto a la producción de narrativa en castellano.
      -Que es una vergüenza que los escritores que viven de lo que venden los superventas se atrevan a criticarlos y a intentar reírse de ellos, como hizo hace poco Andrés Neuman con Ruiz-Zafón en Revista Ñ, suplemento cultural de Clarín.
      -Que en el mundo editorial español se ha generado una casta, una élite de iniciados (de la que forman parte editores, autores y críticos) que se lo pasarán muy bien comentando el último de Foster Wallace, pero al tiempo son los culpables de la muerte por ahogamiento del mundo del libro. Y son culpables porque han dejado de cumplir con sus obligaciones, la principal de la cuales es conocer a tu público comprador.
      Eso quería decir, COÑO.
      La sargento Margaret

      • Joe dijo:

        ¿Quiénes y por qué son culpables de la muerte por ahogamiento del mundo del libro? Si va usted a una librería, de lo primero que se quejará el librero es de la cantidad de tonterías que se publican cada mes, de cómo Planeta inunda de novedades las mesas para dejar sin sitio a las demás editoriales, que acabarán asfixiadas y compradas por Lara o similar.

      • jonan dijo:

        Ya. «Los de dentro», que diría Muñoz Molina, ese incomprendido.
        De todas maneras, eso de que las editoriales continúian sin conocer a sus buenos lectores, que compran los best-sellers desdeñados por la créme literaria, y todo eso, será en otro páis, en el reino de la piruleta, o algo así, ¿no? porque aquí en Españistán, tenemos, por ejemplo, a Planeta y sus satélites, que no creo que tengan que recibir lecciones al respecto. Incluso son los patronos de varios premios literarios muy prestigiosos que, como todo el mundo sabe, buscan descubrir constantemente nuevos valores literarios, cuanto más vanguardistas y minoritarios mejor… ( E incluso se atrevieron a publicar «El tiempo entre costuras», «roman maudit» y de culto donde los haya).
        ¿O quizás os referís a RandomHouse Mondadori? Vale que publican a los fresysuis y tal, y que le dejaron montar un chiringuito a Bértolo, a ver si descubría al nuevo Loriga (francamente, haber descubierto al primero ya me parece demasiado). Pero también tienen entre sus sellos a Plaza y Janés, que no se anda con chiquitas a la hora de buscar las ventas, cuanto más sustanciosas, mejor.
        O puede que estuvierais hablando de Alfaguara, Suma de Letras, La Esfera de los Libros, Tusquets, Edhasa, Ediciones B, RBA… todas editoriales que sólo buscan descubrir al próximo escritor maldito, cuanto más punky y marginal mejor…
        Y no penséis que estoy criticando la producción de best-sellers o de libros con vocación mayoritaria. Al contrario. No sólo me parecen necesarios para mantener todo el ecosistema editotial (no sé si al 90% restante de lo que se publica, pero puede que sí), sino que incluso un servidor es lector más o menos habitual de ese tipo de obras.Pero, la verdad, esta reivindicación constante que os parece tan necesaria es como si la Coca-Cola se quejase que no se la considera tanto como al agua mineral con aroma a guayaba verde y arándanos… Estarán los de Coca-Cola preocupaos (y eso que yo soy de Pepsi, COÑO).
        Un cordial saludo, again.

      • John Silver dijo:

        Cuando esos editores comprendan que yo, si voy a la playa con un libro, prefiero leer a Ruiz Zafón en vez de a DFW, que toda lectura tiene su momento, entonces, y solo entonces tal vez empiecen a comprender a sus clientes.

  4. Anónimo dijo:

    Sé que lo han explicado, pero soy algo torpe y sigo sin entender muy bien qué defiende el post.

    -¿Que las editoriales no conocen a sus lectores? Entonces, como bien han apuntado, ¿por qué las mesas de novedades son tan aburridas y homogéneas, con las típicas autobiografías escritas por el famoso de turno (es decir, por su negro) y novelas pseudo-históricas de no mucha calidad? Yo creo que sí conocen a sus lectores, ven la tónica general y explotan la fórmula hasta la saciedad.

    – ¿Acaso un escritor no puede criticar un best-seller? ¿Qué pasa, que por vender más ha de ser intocable y no mencionarse si tiene escasa calidad, no sea que la gente lo compre menos? No he leído a Neuman, pero ¿cuál es el problema de que no le guste Ruiz Zafón, o quien sea?

    -¿No estaban ustedes siempre del lado de la buena literatura? ¿A qué tanta defensa del best-seller ahora, aparte de por la cantidad de dinero que aporta a la industria?

    Muchas veces me pierdo con ustedes, patrulla.

    • No defiendo los best sellers. Lo que hago es denunciar el pobre desempeño de los editores españoles durante estos últimos 20 años.
      Hay mucha distancia -demasiada- entre los gustos literarios de los editores y los de los lectores (me refiero aquí a los que compran no a los perroflautas letraheridos). Una lectora de novela romántica es, en potencia, una lectora de Ana Karenina. Los editores estaban tan preocupados de lucirse ante los amigos mostrando los libros raritos que descubren que se han olvidado de otra de las tareas primordiales del buen editor, la de educar, al menos un poco, al lector. Ese es el motivo de que Roth o Coetzee no vendan más.
      A eso me refería
      Un saludo
      La Margaret

      • Sol dijo:

        Pobre Margareto. Abres un blog para «defender» la literatura y terminas defendiendo a tontitos como Zafón, Dueñas o Pérez-Reverte. Ay.

      • Joe dijo:

        Una lectora de novela romántica es en potencia una lectora de Ana Karenina si tiene el interés y hace el esfuerzo de serlo. ¿Dónde están los millones de lectores de Zafón, Follet, Larsson, Dueñas y demás?¿O es que hay que darlo todo mascadito y a la boca? Si Roth y Coetzee no venden más puede que sea problema del lector y no del editor, porque precisamente han sido dos autores con muchísima publicidad.

      • No se trata, Joe, de hacer publicidad. No es eso solo. Es mucho más complejo y bastante más trabajoso. El proceso de educar a tu cliente es largo, pero si no se da el primer paso, que es el de conocer a fondo a tu comprador en potencia, no hay nada que hacer. Puedes gastarte millones en una campaña de publicidad por tierra, mar y aire que si no sabes a quien te diriges estarás tirandlo el dinero por la ventana.
        Y cuando hablo de educar no me refiero a las funciones del ministerio, sino a hacer ver el lector no iniciado que hay buena literatura entretenida y a su nivel fuera de la «chick-lit» por ejemplo.
        Si el director editorial se cree tan culto y se piensa perteneciente a una casta de inicados, percibirá a la compradora (esa a la que no le gustan los libros altamente intelectuales que lee la élite) como una inculta que solo consume libros llenos de bazofia para emocionarse entre la telenovela y «Ana Rosa» y comentarlo luego con las vecinas en la cola del Mercadona.
        Es lo malo de las élites.
        Un saludo
        La sargento

      • Lector de paso dijo:

        «Y cuando hablo de educar no me refiero a las funciones del ministerio, sino a hacer ver al lector no iniciado que hay buena literatura entretenida y a su nivel fuera de la “chick-lit” por ejemplo.» Esto… ¿qué? ¿Y quién dice usted, sargento, que infravalora a la masa lectora? Entiendo que en todo momento se está refiriendo al, por así llamarlo, lector medio. Pues bien, el lector medio, equivalente del hombre medio en nuestra sociedad, ha recibido desde bien pequeñito la educación suficiente como para saber que existen unos sujetos, llamados comúnmente «clásicos», entendido esto en una acepción generosa sin reducirlo tan sólo a los grecolatinos, que por méritos propios se han ganado el derecho a ser considerados de obligatoria lectura para todo aquel que tenga verdaderas inquietudes literarias. Creo pues que pretender «hacer ver al lector no iniciado que hay buena literatura entretenida y a su nivel» es otra cara de la altivez que usted tanto critica, otra forma de desprecio de la autonomía selectiva y de criterio del individuo, y en cualquier caso una contradicción con lo que se supone que piensa.

        Lo que falta hoy en día, querida Margaret, es voluntad de desarrollar una verdadera capacidad lectora. Nos hemos olvidado de la importancia de leer bien, con profundidad, como un ejercicio que requiere esfuerzo intelectual y sensibilidad estética. Viendo las famosas mesas de novedades, pareciera que la única función de la literatura es ocupar nuestros (cada vez más escasos) momentos de ocio sin exigirnos algo a cambio, que no ha de ser sino una disposición activa, atenta a lo que se lee y a lo que hay debajo de lo que se lee, así como a las hechuras del propio texto escrito, a sus cualidades compositivas. En este sentido sí estaría de acuerdo con sus palabras arriba citadas, pues considero que debería fomentarse desde la escuela el gusto por la lectura, no como actividad evasiva sino como una actividad intelectual, tal vez la forma más genuina de ser, de sentir, con el aliciente de poder entrar en contacto en más de una ocasión con aquello que, si me permite la cursilería, podríamos llamar lo sublime. Dicho lo cual, y creo que es esto lo que usted se niega a aceptar, cada vez veo con mayor claridad que existen lectores más dotados o al menos con mayor voluntad para adquirir un nivel de lectura como este, resultando del todo ingenuo pretender que si hay lectores que no se acercan a los grandes es por culpa de los editores (me pregunto cómo haría usted, si fuera editora, para convencer a los consumidores de «best-sellers» para que lean a Tolstói, ¿introduciendo mensajes subliminales en acróstico? ¿Haciendo aparecer a los protagonistas de las novelas leyendo determinados libros, como hacen las series españolas en las escenas de comida familiar con las marcas alimenticias?). Así que adoptar el discurso de «lectores-incomprendidos-buenos» frente a «editores-manipuladores-malvados» es, además de rebuscado, falto de toda razón y responsabilidad. Es cierto que a algunos editores dan ganas más de una vez de pegarles una colleja (en sentido figurado) y preguntarles en qué estaban pensando al editar ciertos libros de ciertos autores, de esos que tienen bien merecido no vender ni quinientos libros (y aún deberían contentarse con eso), pero eso no es motivo para asegurar que los editores son los culpables de todos los males del mundo literario. Buenos libros los ha habido, los hay y los habrá siempre, al igual que siempre habrá una mayoría de malos lectores frente a la no tan exigua minoría de los buenos lectores. Celebremos que esa amplia masa que concibe la lectura como mero pasatiempo es algo que antes no existía, siendo hoy en día bastante amplio el número de personas que al menos se esfuerzan por leer algo. Pero pretender que todo el mundo lee con la misma profundidad sería como negar la existencia de la singularidad que hace eternos a los más grandes poetas, radicando precisamente su originalidad y su fuerza en su diferencia con respecto a la gran mayoría.

        En definitiva, volviendo sobre sus palabras, si alguien quiere leer buena literatura lo hará independientemente de que se lo recomienden o no, pues aunque la oferta actual es enorme y variada, los grandes son inconfundibles y, afortunadamente, es fácil acceder a ellos.

      • Querido Lector de paso:
        Hace muchos años -algo así como cuarenta- , una vieja amiga me contó un sucedido. Mi amiga se disponía a pasar los tres meses de verano con sus cuatro hijos de corta edad en su casa de campo en un pueblo perdido en mitad de la montaña. Para que le ayudase con los niños se había llevado a una criada (“empleada del hogar” de hoy) de 20 años. En la casa no había TV ni radio. La única diversión consistía en leer. Pero la chica, después de echar un vistazo a las solapas de todos los libros que había en la estantería, no se decidió por ninguno suponiendo que se iba a aburrir con cualquiera de ellos. Cuando mi amiga la vio una tarde- noche sin nada que hacer se le ocurrió recomendarle un libro. Sabía que si fallaba con el primer libro sugerido estaba perdida, la chica no volvería a hacerle caso. Solo tenía una oportunidad. Por eso preguntó primero aquello de “a qué dedica el tiempo libre” (como en la canción de Perales). La muchacha, un poco avergonzada, terminó reconociendo que le encantaban las fotonovelas, los seriales de la radio (“Simplemente María” la que más) y que algunas veces leía “novela rosa”.
        Mi amiga empleó toda una hora en tomar su decisión. Aquello se había convertido en un reto para ella. Al final escogió “Sentido y sensibilidad” de Jane Austen. Pero no entregó la novela a la chica y se desentendió. No, antes de ello le contó algunas anécdotas de la vida de la autora, le explicó cómo era la sociedad de la época y como se educaba a las mujeres. Y para terminar le leyó algunos trozos escogidos de “Orgullo y prejuicio” y de “Emma”, las otras novelas de la Austen que más gustaban a mi amiga. Solo cuando hubo terminado esa tarea entregó la novela para su lectura.
        El resultado fue que la chica disfrutó mucho con aquella novela y luego devoró el resto de obras de Jane Austen. Pero mi amiga reconoce que no fue todo tan fácil como puede parecer. Todas las noches cenaban juntas y la chica le contaba en que trozos se atascaba o que partes no entendía. Mi amiga con paciencia y cariño fue desenredando los nudos con que la lectora se encontraba. Poco a poco la lectora fue adquiriendo autonomía y empezó a valorar el hecho de ser ella sola –sin ayuda de su señora- la que hiciera el esfuerzo intelectual. Aprendió que la satisfacción posterior compensaba.
        Ya sé que un editor no puede sentarse a cenar todas las noches con su lector, pero este es el camino que muchos editores ni han comenzado a recorrer.
        Respondiéndote directamente: No digo que todos los editores sean culpables. Los hay buenos. Y tampoco pretendo que todos los lectores lean con la misma profundidad, eso nunca llegará a ocurrir. Lo que afirmo es que hay demasiada distancia entre lo que lee y cómo lee la élite y lo que consume y cómo lo hace el resto. Y eso es, repito, culpa del editor.
        Un abrazo
        La sargento Margaret

      • Inspector Bermejo dijo:

        Lector de paso, dice usted que «los grandes son inconfundibles y es fácil acceder a ellos». Con que son «inconfundibles», estoy de acuerdo pero con que «es fácil acceder a ellos», ni de coña. Como trabajador que he sido, durante más de un decenio, para varias editoriales puedo contarle que dos grandes manuscritos que encontré -uno de ellos, una obra maestra- no salieron a la luz porque, en palabras del editor, «el autor no era famoso y, por tanto, no iba a vender ejemplares.» Ese es, exactamente ese, el mundo editorial en España.

    • Un escritor puede y debe criticar a un autor de best seller, pero siempre con argumentos literarios. Lo que no puede hacer es intentar ridiculizarlo solo por el hecho de haber vendido mucho y con la intención de que el resto de escritores que no venden nada paro se creen muy listos vean lo ingenioso que es.
      Te copio a continuación lo que Juan Goytisolo dijo acerca de Pérez-Peverte:
      «Una buena editorial es la que publica libros que le dan el dinero suficiente para publicar otros que no le darán demasiado. Una vez, en Buenos Aires, alguien me hizo una pregunta malintencionada sobre Pérez-Reverte. Iba completamente equivocado. Nunca haré críticas de Pérez-Reverte ni de nadie similar. Estaría bueno que el parásito criticara el cuerpo que parasita.»
      Encontrado en el maravilloso blog «Libros & bitios» del gran Jose Antonio Millán
      Aquí
      http://jamillan.com/librosybitios/2012/05/que-el-parasito-criticara-el-cuerpo-que-parasita/

      Un saludo

      • Anónimo dijo:

        “Una buena editorial es la que publica libros que le dan el dinero suficiente para publicar otros que no le darán demasiado».

        Gracias, patrulla, me quedo con esa frase. Qué pena que la mayoría de editoriales parezcan aferrarse sólo a la primera parte.

        Un abrazo.

  5. Lilí Marlén dijo:

    Algunos bestsellers de calidad literaria indiscutible que arrasaron desde su primer momento:
    -El Quijote (la gente se reunía en los patios para que lo leyera en voz alta el que sabía leer del vecindario)
    -Los Miserables
    -Oliver Twist
    -Lolita
    -Memorias de África
    -Viaje al fin de la noche
    -A sangre fría
    -Cien años de soledad
    -Rayuela
    -El nombre de la rosa
    -Seda
    etc, etc, etc
    Ese público desconocido está formado por lectores de buen gusto -prefieren leer a ver la tele- y están deseando encontrarse algo bueno. Pero -¡Ayyyy!- los editores de estos lares los subestiman y menosprecian porque -estoy de acuerdo contigo, dear Margaret- en lugar de tener el olfato en el corazón, lo tienen en el ojete. Así les va… hasta que peten.

  6. No se ha trabajado todo lo necesario en identificar al público. Botón de prueba: el boom de novela romántica que hubo hace año y pico gracias al ebook. Tiene lerele que quienes explotan ese nicho de mercado tan concreto no se hubieran dado cuenta antes de que iban a vender más si no avergonzaban públicamente a sus lectores con cubiertas llenas de Conans con tartán: http://elpais.com/diario/2010/12/19/tendencias/1292713201_850215.html

  7. Joe dijo:

    Pero ¿cómo se educa? Porque Mondadori en Debolsillo lleva ya un tiempo rescatando clásicos y mezclándolos con novedades, todo lo contrario que Alfaguara, que está convirtiendo Punto de Lectura en Suma 2. (Te contesto aquí porque no me deja seguir la conversación de arriba)

    • Para continuar la conversación, amigo Joe, tienes que pinchar en el «Responder» del primero de la serie .
      Como te decía es complejo y habría que escribir un libro. Libro para el que yo no soy la más indicada, claro.
      Te pongo solo un ejemplo: la editorial Penguin Books de Inglaterra.
      http://en.wikipedia.org/wiki/Penguin_Books

      Un saludo

      • Joe dijo:

        Pues ahora mismo todas las editoriales están haciendo justo lo contrario. Y como no quiero ponerme demasiado pesado sólo una cosa más: los editores no pueden hacer demasiado si regalar un libro a un niño en muchas casas se considera casi un castigo.
        Un saludo.

      • No, Joe, no.
        Esa precisamente es la excusa de los editores: no puedo hacer nada porque la gente, ya de por sí, es inculta. Esa es la justificación fácil.
        Dejemos de engañarnos de una vez, por favor.
        Un saludo
        La sargento

    • Joe dijo:

      Estaré equivocado pero creo que ahora mismo el que quiere leer puede encontrar casi cualquier tipo de literatura. Y lo del regalo del niño no se lo he oído a ningún editor, lo he oído ya varias veces.

  8. Leo Cabrera dijo:

    Sargento:
    esta vez, discrepo.

  9. Muriel dijo:

    No hay nada más jodido que te miren desde arriba, con la nariz al viento, como si en el aire flotara un hedor insoportable. Es muy muy disuasivo.

  10. Una cosa es vender literatura.
    Otra cosa es vender bestsellers, que pueden ser literatura.

    Y otra cosa es vender al grupo de amigos paletos, que es lo que se hace en España.

    • sol dijo:

      Pues no deben ser tan paletos cuando los traducen y premian en el extranjero, y además venden. Mientras que tú Viñó aquí sigues, con la misma cantinela, y dando la misma pena. Del opúsculo al alcantarillado digital. Vaya perseverancia en el fracaso.

  11. jose dijo:

    Yo creo que en españa, la cosa falla desde el principio. Vamos, desde el sistema educativo. Muchos de los clásicos, necesitan un lector maduro (y sobre todo leido) para ser disfrutados, con lo que resulta contraproducente obligar a adolescentes a leerlos (raramente lo que nace de la obligación acaba convirtiéndose en hábito). Hay lecturas de calidad, fantásticas para que los chavales se aficionen a la lectura, El guardién entre el centeno, Rebelión en la granja, Reencuentro, Los santos inocentes, y un largo etcétera de lecturas que reunen un tema atractivo y una extensión apropiada. Un chico/a que disfruta con esas lecturas «obligatorias» de instituto, acabará siendo un lector (y aquí me da igual que sea un lector de clásicos, de género o de bestsellers, en un país donde la media de lectura no llega a dos libros al año, cualquier nuevo lector debería ser celebrado).

    En cuanto a los bestsellers, lo único que muchos de ellos tienen en común es el hecho de haberse vendido mucho. Si entendemos bestseller como libro destinado a las masas (en otros muchos casos el nivel de ventas coge de sorpresa) con una calidad cuestionable, aunque responde a una fórmula, no debe ser tan fácil de reproducir. Leí en una entrevista a John Grisham (resulta realmente curioso que alguien como este hombre, que realmente da la sensación de que no tiene el más mínimo interés por la lectura, se haya dedicado a escribir) que el buen hombre siempre escoge temas la menos controvertidos posibles, ya que no quiere molestar a sus lectores.
    Sin embargo hay otros autores (desde luego con más pretensiones que Grisham) que sí escogen temas que pueden resultar molestos, se me ocurren Koch, Tsiolkas, Picoult o Shriver. La temática de las novelas de esos autores no dejan indiferente, buscan analizar (con mayor o menor acierto, que ahí no entro) los males y problemas comunes (y no tan comunes) del ciudadano medio (que no deja de ser también el lector medio). Obviamente mucha gente lee por evasión, con lo que no se sentirá atraida por esas novelas, pero parece evidente que mucha gente sí lo hace.
    Y quizás ese tipo de novela es el que me falta entre los escritores españoles (también puede ser que esté equivocado y que sea mi desconocimiento de los escritores españoles lo que me haya hecho sacar esa conclusión). Aquí veo escritores consagrados, y también escritores jóvenes que quieren ser Pynchon o Foster Wallace (aunque El arco iris de la gravedad o la Broma infinita por si solas ya tengan más extensión y trabajo que las obras completas de la mayoría de estos aspirantes), pero poca gente entre ambas propuestas. Se me ocurre que por temática, Crematorio de Rafael Chirbes entraría en este tipo de novela, aunque formalmente es más experimental (esos bloques de texto sin dialogos dan bastante susto).

    Por otro lado, aunque es cierto que mucha gente sólo lee bestsellers, del mismo modo que hay lectores que sólo se dedican a un género, también hay muchos lectores que lo abarcan todo, por que a veces te puede apetecer un clásico, y otras veces algo que sea puro entretenimiento

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