-¿Diga?
-Hola, guapísima. Soy Bárbara. ¿Me escuchas?
-¡Barbie!, ¡Hellooooo! Cuánto tiempo sin saber nada de ti.
-He estado viajando, nena. Vengo de Filipinas. No sabes lo bonito que es aquello. ¿Qué es de tu vida? ¿Qué tal en la editorial?
-Muy bien, como siempre. Te voy a mandar nuestras novedades. Ya verás, te van a encantar (aquí).
-Me he acordado de ti porque esta mañana he leído una entrevista que le hacen a tu marido en un periódico español (aquí). Te acabo de mandar el “link” vía email, por si te interesa. Le publican ahora lo de “Vida de un escritor” y fíjate que gracioso: la editorial española lo vende como una autobiografía, pero la periodista que lo entrevista reconoce que hay poco de su vida en el libro.
-¿A estas alturas? ¿Una autobiografía de mi marido? Pero si ya lo ha contado todo. Si todo el mundo conoce todas sus cosas, hasta las más íntimas.
-Pues parece que él está empeñado en exprimir aun más el limón. Dice en la entrevista que está preparando su obra definitiva: “Un reportaje exhaustivo sobre lo que significa estar casado y vivir en una casa como padre de una familia durante 50 años”.
-Mira, no me lo recuerdes. Me tiene harta. Ya le he dicho que por encima de mi cadáver. Tiene su estudio lleno de cajas con fotos y cartas mías que le mandé hace más de cien años. Todos los trapos sucios otra vez encima de la mesa, chica. Así no hay quien viva. Ya tengo asumido que cuente lo suyo, aunque me afecte de forma indirecta. Pero que publique, así a las bravas, mis cosas más íntimas ya es demasiado. Todo tiene un límite.
-Pero, a sus 80 años, ¿por qué sigue empeñado en revolver el pasado?
-Porque es un neurótico, y porque –esto entre tú y yo- se sigue sintiendo culpable por lo que hizo en los años 70. No se lo perdona. Sabe que hizo daño a su familia y eso es algo que no lo deja dormir.
-Te refieres a la “investigación” para “La mujer de tu prójimo” ¿verdad?
-Claro, Bárbara. Públicamente, en las ochocientas entrevistas que concedió, dijo que mientras las chicas de los salones de masajes le hacían aquello encima de la camilla, él solo pensaba en lo desgraciada que podía haber sido la infancia de la muchacha y en cómo sería la vida de los clientes que acuden a esos servicios. Que todo lo hacía por el periodismo, vamos. Pero en el fondo de su mente –recuerda que se trata de un hombre muy inteligente- sabía que estaba dinamitando nuestro matrimonio y perjudicando la educación de nuestras hijas. Los remordimientos, ahora, a la vejez, se le hacen insoportables.
-Pero tú eres editora y sabes apreciar el valor de ciertos libros. No me puedes negar que “La mujer de tu prójimo” es, desde el punto de vista sociológico y periodístico, uno de los mejores relatos de la sociedad americana del siglo XX.
-Todo eso está muy bien, Bárbara. Y hace unos años quizás te hubiera dado la razón. Pero si me pongo en el papel de madre y esposa, no puedo estar de acuerdo. Se puede escribir sobre las nuevas costumbres sexuales de tus compatriotas sin necesidad de meterte en la cama con todos ellos. Una vez le pregunté si en el caso de hacer un libro sobre las drogas, se inyectaría heroína.
-¿Qué respondió?
-Que por eso nunca escribiría sobre ese asunto. ¿Qué me dices? Además, digo yo una cosa: pongámonos en el hipotético caso de que fuera necesario hacer todas aquellas marranadas con aquellas infelices para de ese modo conocer a fondo cómo son las personas de ese mundo. Luego, en el momento de redacción del libro, no es necesario describir con pelos y señales lo que has hecho para obtener la información. Si, como él dice, se trata de hacer un relato sociológico y no pornografía, hay escenas que sobran. Pero él, claro, no se podía callar. No se guardó ni un detalle.
-Querida Nan: si no hubiera incluido el relato de su “profunda” implicación en la investigación, el libro no hubiera sido considerado una de las cumbres del llamado “nuevo periodismo”. Hubiera quedado simplemente como un buen libro de reportajes.
-Ese fue su gran problema: que se lo creyó. Durante muchos años se metió en el papel de abanderado del periodismo de vanguardia. No supo mantener la distancia entre él como persona y él como personaje. Fíjate hasta donde llegó el asunto que un dia, en medio de una discusión terrible, lo veo que coge un lapiz y un papel y me suelta: ¿Podrías repetir lo que acabas de decir?
-¿Y tú?
-A punto estuve de estrellarle un vaso en la cabeza.
-Yo –perdona que hurgue en la herida- lo que no entiendo es cómo no te divorciaste en 1981, cuando se publicó el libro. En lugar de eso, tuviste que acompañarlo a las presentaciones ante la prensa para ayudarle a desmentir que os habíais separado.
-Pues por las niñas, Bárbara. Y porque, fíjate, después de 50 años de matrimonio, creo que lo he querido toda la vida. Dirás que soy una idiota, pero continuo pensando que quien ama de verdad, no pone condiciones. En 1973, mientras Aaron Latham lo entrevistaba para aquel reportaje (aquí) que publicó en la New York Magazine sobre la dichosa investigación, lo abandoné durante dos días. Pero volví. Gay, en el capítulo 25 de su libro -donde cobardemente habla de sí mismo en tercera persona-, lo cuenta al tiempo que acusa a Letham de ridiculizar su trabajo buscando solo el sensacionalismo (pág. 490).
-Él dice continuamente que también te quiere.
-No, él no me quiere, me necesita. En 2009, en uno de sus repetidos ejercicios de trasparencia y sinceridad, contó en la New York Magazine (aquí) que había estado muy colado por su primer amor, una chica que conoció en la universidad de Alabama. Eran compañeros. “Ella era mi Zelda Fitzgerald”, dijo. Pero la chica lo abandonó y lo pasó muy mal. Más adelante en la entrevista continuó: «Cuando conocí a Nan, pensé: este es el tipo de chica que nunca me va a abandonar. Un asunto, entonces, muy importante para mí. En un sentido práctico, quería tener éxito, y necesitaba a alguien que se preocupara personalmente por mí, y Nan lo hizo. Y yo me ocupé de ella también. Sentí que podía crecer con ella. No estoy seguro de que hubiera podido crecer con mi pequeña Miss Zelda Fitzgerald. “¿Te das cuenta? Al final lo intenta arreglar, pero ya es imposible. Y lo más triste es que de cosas como esta me tengo que enterar por la prensa.
-Pero siendo tan inteligente como dices, ¿no entiende que una mujer necesita un poco de romanticismo? Tu caso me ha recordado siempre al de Sofia Tolstaya, la mujer de Lev Tolstoi. El escritor ruso -otro egoísta- pensando que de ese modo borraba sus pecados de juventud, le hizo leer sus diarios a la pobre Sofía –que entonces tenía 18 años- la misma noche de bodas. En aquellas páginas se enteró de todas las salvajadas de su marido y de que el niño de 7 años que vagaba por Yasnaia Poliana era en realidad un hijo ilegítimo de su nuevo marido.
-Es lo que tiene estar casada con un “genio”, querida Bárbara.
– Gay argumenta que “La mujer de tu prójimo” también le hizo a él sufrir lo suyo: le supuso un parón en su carrera de 10 años y muchas sesiones de psicoanálisis. Y le sentó muy mal, además, que los escritores que tú publicabas entonces, entre ellos Margaret Atwood y Philip Roth, le dieran la espalda cuando se presentó a la presidencia del PEN.
-Se había puesto en ridículo y no lo quiso aceptar. Debido al escándalo y la expectación que generó la publicación del libro, Hollywood pagó 2,5 millones de dólares por los derechos (aunque luego no llegó a hacerse la película). Pero los escritores serios no podían ver lo que había de valioso, literariamente hablando, en acostarse con la mitad de las prostitutas de Nueva York para luego contarlo negro sobre blanco.
-Pero, sin embargo, tú siempre lo has apoyado en público. Admiro tu entereza. Nunca se te vio un mal gesto.
-Qué quieres, que monte una escena de culebrón mejicano en frente de las cámaras. Han sido más de treinta años aguantándome las ganas de chillar, pero una es una señora. Que ya se encargó mi madre de repetírmelo.
-Los sapos que se tiene una que tragar, Nan.
-¿Sabes una cosa, Bárbara? Gracias a mi experiencia he terminado llegando a la conclusión de que el matrimonio es incompatible con la verdad.
-Sabias palabras, amiga.
Fuentes y documentación:
New York Magazine (aquí) y (aquí).
Letras Libres (aquí) “Sinatra está resfriado”.
The New Yorker (aquí)
Esquire (aquí)
Libros de Gay Talese (aquí)
«La mujer de tu prójimo» Editorial Debate (Grupo Random House Mondadori). Trad. de Marcelo Covían
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El hecho de que se «metiese» tanto en la investigación, me recuerda a un chiste de la facultad de Ciencias: Si somos estrictos, nunca se ha comprobado de un modo empírico y científico que tirarse de un avion con paracaidas salva mas vidas que sin él.
Margaret, me gustaría consultarte una duda, ¿merece la pena hacerse con su libro «honrarás a tu padre»? He leido criticas muy duras a la traducción del mismo.
Gracias.
No te puedo decir, amigo Silver. No lo he leído.
Un saludo
La sargento Margaret
Gracias de todas formas Margaret
…no es mi intención fastidiar el chiste, pero en Argentina hubo un dictador que lo demostró empíricamente…
Si, tienes razón. Pido disculpas.
Pero bueno, el mensaje del chiste sigue entendiéndose.
El libro es magnífico, pero huye de la traducción. Además, en inglés lo encontrarás por menos de 5€.
Y, en otro orden de cosas: la catadura moral de Talese -sea la que fuere- y sus asuntos con su mujer, ¿deben importarnos como lectores? Pues no sé yo, ¿eh?
Todo sea por mejorar mi inglés.
Pingback: Todas las putas
Bárbara: «Me he acordado de ti porque esta mañana he leído una entrevista «con» tu marido en un periódico español». De modo que Barbie y Gay…
Tienes razón, Carolo.
Induce a error, es cierto. Lo cambio.
Gracias
La sargento Margaret
De nada, Margaret. Gracias a ti.
Si no me equivoco, tengo entendido que en este caso la preposición «con» se utiliza cuando el verbo es pronominal: «entrevistarse con»; en el sentido de conversar o reunirse con alguien.
Hasta las narices del Talese. Últimamente éste y el hijo de Fante están hasta en la sopa.
De todas formas es lo que hay. Nadie te manda casarte con un escritor o una escritora (pensemos en Leo Bloom). Aun así, muchas veces el problema del escritor es que es un puto pervertido. No me creo que Philip Roth se folle a sus alumnas y luego lo cuente tan a la ligera en The Dying Animal. El ejemplo más claro es el de Ellis en Lunar Park.
A mí me interesa mucho el asunto porque no lo tengo claro. Dónde está el límite para un periodista? Hasta qué punto debe implicarse en la investigación? Ya sé que es un debate muy viejo, pero creo que no está resuelto. En una suerte que Talese siga en plenas condiciones intelectuales y empeñado en sacar ese nuevo libro sobre sus 50 años de matrimonio. Yo lo compraré y lo disfrutaré. El hecho de que le haya jodido la vida a su mujer anteponiendo lo que él cree que es su deber como periodista honesto y comprometido (que es como él se ve) a los intereses (para mí más legítimos) de su familia, no quita que yo siga admirando los trabajos de este pedazo de profesional.
Un saludo
La Margaret
Al leer esto: “En un sentido práctico, quería tener éxito, y necesitaba a alguien que se preocupara personalmente por mí.” me ha venido a la cabeza algo que leí aquí
http://www.ub.edu/duoda/web/textos.php?lang=2&t=3&s=6&ss=6&id=42
sobre lo que algunos artistas piensan, que han de tener una vida a su disposición como soporte de su arte.
“Un artista es fragilísimo y se vuelve más frágil cada vez y necesita a su alrededor un halo favorable, eso que tú llamas pleitesía. Necesita este clima. En cuanto el artista es turbado en este clima, decae, se deprime, se trastorna, pierde completamente el equilibrio. Si junto a él está una persona que no se cuida de esta parte, el artista no puede vivir. Si es puesto siempre en la condición de no poder usar de este tipo de halo, el artista, entiéndelo, no puede seguir. No puede seguir adelante. Pero tú eres la que no quiere este halo, tiendes continuamente a soplarle encima para que desaparezca.”
Gracias por tu contribución, Pipa.
My bien traído.
Un beso
La sargento Margaret
Sargento: «El hecho de que le haya jodido la vida a su mujer…» Lo siento, pero el tango se baila entre dos…
(Yo también lo admiro.)
¡Firmes!
No pude pasar del segundo párrafo_ Lo vuestro no es la crítica literaria___
Señores de La Patrulla de Salvación_ hace algún tiempo había un escritor del que se hablaba bastante llamado Jorge Carrión_ No he vuelto a saber de él y ya no publica en ningún sitio _que yo sepa_. ¿Qué fue de él? Gracias de antemano por su respuesta___
Acabo de publicar recientemente una antología en Anagrama titulada Mejor que ficción, que recoge precisamente algunas crónicas tipo Talese pero de autores en castellano. No soy muy amigo de este género pero hay textos excepcionales en dicha obra. El prólogo de Carrión es quizás lo mejor de la antología.
Si no me equivoco seguirá con su espacio en Quimera. No lo sé a ciencia cierta porque la biblioteca donde la leía ha dejado de traerla.
Acaba, perdón, no vaya a ser.
¿Aqui se hace critica literaria?
Casi imposible no comentar aquí la película «El Desencanto» donde una familia española de intelectuales desnuda sus almas ante la cámara al más puro estilo del Gran Hermano. ¿Puede/debe el artista recurrir a desvelar intimidades ajenas que ha conocido de manera privada a los efectos de darle un argumento a su obra? Puede. Pero si lo acomete como una necesidad, si su escritura solo prospera mediante la exhibición de las debilidades y las vergüenzas de «los otros», deberemos, entonces, empezar a custionarnos su valía.
Un saludo
Hombre, Bluff, pero siguiendo ese criterio Ulises de Joyce y El amante de Lady Chatterley serían porquerías. Y ni hablemos de la obra de escritores como Kafka, Celan o Vila-Matas. La dificultad estriba en convertir la vivencia en stuff of fiction como decía la Woolf. Por ejemplo, adoro cómo Andújar convierte Besos -manda cojones- en espacio de ficción. Me parece tremendo. He trabajado en Besos y sitio menos ficcional no he visto en mi vida.
¿Qué es «Besos»? ¿Dónde está? ¿Cómo se trabaja en «Besos»?
A Celan no lo he leído. Pero lo de Vila-Matas no lo pillo ¿Quién es en realidad el doctor Pasavento? ¿su dentista?. Y lo de Kafka, aún menos. ¿Quién era la cucaracha? ¿su señora?. 😉
VD, me recuerda usted a uno de una película que es un mayordomo y que es absolutamente polifacético: amen de ser un excelente amo de casa, es psicólogo, costurero, consolador, amigo, amante, niñero, inventor, electricista, fontanero, panadero, butanero, pastelero, verdulero, albañil, y así todas las profesiones del mundo. Se lo digo con todo el cariño: ha hecho usted multitud de labores: ha trabajado en Besos, signifique eso lo que signifique, ha publicado una antología en Anagrama, ha escrito tres libros, ha sido cantante de un grupo «famosillo», y me consta que ahora está escribiendo un cuarto libro, o eso leí en su blog. Y no tengo ni la más remota idea de quién es usted. ¿No será un personaje de ficción creado por algún escritor a partir de combinar varias personalidades? Intrigadísima, insisto.
No, no, ya lo dije más arriba. Acaba Carrión de publicar en Anagrama. Ya me gustaría. Firmaba ahora mismo.
Lo de Besos es una larga historia relacionada precisamente con la música. No estuvo mal la experiencia. Eso sí, un trabajo de chinos, mal pagado pero los he tenido peores. Por cierto, no era cantante sino uno de esos fulanos que hacen el trabajo sucio en los grupos.
Tengo en efecto tres libros en un usb. Cuatro años dan para mucho. Ahora toca moverse, cruzar los dedos y esperar. Si hay talento tarde o temprano se hará notar. Es lo que mi experiencia me dicta. Y de hecho si estoy curioseando en la red es porque de momento estoy de parón creativo. Cuando me vuelva a poner manos a la obra después de este año sabático, desaparecé. Internet es una completa pérdida de tiempo.
¿Cuándo termina tu año sabático, Vicente?
Solo por curiosidad
La sargento
Cierto, desde que tengo whatsapp el mundo ha dejado de girar
Qué poca paciencia tenéis las jubiladas. Durabais dos telediarios discutiendo de literatura con propiedad. Anda, léete no sé a O. Henry, Kate Chopin, Carson McCullers, Nathaniel West o que te nos estás volviendo una vieja ultramoderna. Johnson, Talese, joer te faltan Thompson, Wolfe y el hijo de Fante para completar el repóquer de escritores yankis mercenarios.
¿Ven ustedes por qué le preguntaba a este chico por la fecha en que termina su año sabático?
Aquí estamos, oiga, ganándonos el cielo. Como el santo Job.
¡Qué paciencia! Prefiero a mis nietos.
Solo espero que el señor me lo sepa reconocer en la otra vida.
Un saludo resignado.
Santa Margaret
Tenemos por aquí a Trapiello y Marias que también gustan de contarle al lector lo que les pasa. Andrés; todo. Y Javier; muchas veces…