UN JARDÍN ABANDONADO POR LOS PÁJAROS, Marcos Ordóñez

Cuando un escritor deja a un lado las normas y se lanza (sin red) a contar lo que hay dentro de su corazón, sólo pueden ocurrir dos cosas: que salga una cagada que produzca vergüenza ajena o que sobre el papel quede una delicada obra de arte de la cual lo que sigue puede ser una buena muestra.

   Al mes de nacer me llevaron a casa de una adivina, la señora Inés. Mi abuela la había conocido cuando era muy joven y trabajaba de aprendiza de peinadora, en Sants. Fue a su casa para peinarla y se hicieron muy amigas. La señora Inés no tenía entonces más de treinta pero ya se ganaba muy bien la vida, había cola en la calle para visitarla. No cobraba por sus pronósticos, solo la voluntad.

   No sé si en esa época mi abuela solicitó sus servicios alguna vez, ni qué cosas pudo haberle preguntado. Cosas prácticas, tangibles, inmediatas, supongo: salud y trabajo. No la imagino preguntando por el amor. El amor debía ser, para mis abuelos, cosa de películas en color y novelerías. Una palabra ajena, un adorno, un complemento innecesario, como un bolsito rosa, y la o central una boca ridícula y pintarrajeada, un sumidero. El verdadero amor se tenía y se daba: no necesitaba ser proclamado, remascado, relamido. El amor servía para apoyarse y pasar las cosas juntos, y tener los pies calientes en la cama, y estar cuando se tenía que estar, aunque verles darse algún beso o algún abrazo tampoco hubiera sobrado.

   Esa era, imagino, su noción del amor matrimonial. Del otro, del constante y generosísimo amor por su hija y por sus nietos, puedo dar fe.

   Mi abuela fue a ver a la señora Inés con mi madre en brazos, recién nacida, porque dos años antes había dado a luz a otra niña, una niña muy hermosa, decían, que murió al poco tiempo. Ella la bendijo y le auguró que todo iría bien. Cuando mi madre era pequeña fue muchas veces a al casa de Sants de la mano de mi abuela. La señora Inés invocaba al arcángel San Miguel. Luego entraba en trance y contestaba las preguntas. Cuando me llevaron a mí, la señora Inés ya era muy mayor y vivía en una casita baja con patio, en la Torrassa. Vivía con su marido. Me sorprendió saberlo, años después. Las adivinas, en mi cabeza, eran mujeres solitarias, como las trapecistas o las lanzadoras de cuchillos. No era ese tipo de adivina, dijo mi madre. Mi abuela tenía una expresión más precisa: “una mujer con poder”. Me llevaron en el cochecito. Me santiguó para darme protección y dijo que tendría mucha suerte

Un jardín abandonado por los pájaros (El Aleph, febrero, 2013) está escrito por Marcos Ordoñez, crítico de teatro en EL PAÍS,  autor de Bulevares Periféricos (uno de los mejores blogs en castellano) y de libros tan entrañables como Beberse la vida o Ronda del Gijón.

Marcos Ordóñez

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16 respuestas a UN JARDÍN ABANDONADO POR LOS PÁJAROS, Marcos Ordóñez

  1. julian bluff dijo:

    Hola!

    Precisamente era justo este señor de ahora, el tal Marcos Ordoñez, mi principal candidato a ser la persona de carne y hueso que acostumbra a amenizar nuestra insulsa existencia bajo la coriácea figura de la sargento. Y si ahora resulta que no es, no va quedarme otro remedio que el de asumir que la Maggie existe como tal. «In fact» que diría un «modelno». Y, lo mismo, su adorable e inveterada adicción a los espirituosos de graduación apreciable. Y lo mismo sus trasnochadas permanentes y sus reflejos capilares color caoba. Y lo mismo su acendrada devoción por la Maria Dueñas y el Alessandro Baricco. Y lo mismo…

    El misterio CONTINÚA……

    • Me lo tomo como un halago eso de que pensara usted, don Julián, que servidora podía ser la misma persona que Marcos Ordóñez. Ya quisiera yo.
      Me hace mucha gracia que algunos piensen que soy Cristina Fallarás o, ahora, Marcos Ordóñez. También se ha dicho que soy Jaime Rodríguez, el editor de la revista Quimera. A mí me gustaría que me identificaran con Carmen Posadas y no lo consigo.
      Fallarás y Ordóñez son dos escritores que publican. Sus libros han sido elogiados por mí en este blog. ¿Se imaginan ustedes que se acabara sabiendo que la sargento, en realidad, es uno de esos dos escritores? Su carrera literaria o periodística estaría finiquitada. Si Fallarás u Ordóñez estuvieran detrás de la Patrulla no tendría mucho sentido que elogiaran sus propios libros, ¿no les parece? Venderían uno o dos ejemplares más y pondrían en riesgo su prestigio como escritores y como periodistas. Fallarás y Ordóñez comen de lo que les pagan como periodistas. Si todos supieran que son unos tramposos, no creo que los periódicos quisieran seguir contando con ellos. No parece muy inteligente, ¿verdad? Por eso creo que es de muy mal gusto -además de desatinado- acusar a cualquiera de ellos de estar detrás de este blog.
      ¿Y si la sargento no fuera más que una lectora anónima, aficionada (pero ajena) al mundo de la edición que solo pretende con su opinión denunciar lo que de feo hay dentro del ambito literario?
      ¿Se imaginan? Mañana revelo mi nombre real y se quedan todos usteden decepcionados porque no soy nadie conocido, ningún periodista, ningún escritor, ningún…
      Piénsenlo
      La sargento Margaret

      • julian bluff dijo:

        Es que tú, Maggie -piénsalo (me permito continuar con el tuteo)- no has elogiado en ningún caso los libros de Fallarás ni de Ordoñez sino que te has limitado a significar sus aciertos y sus fallos (los que a ti te han parecido) actitud en modo alguno incompatible con la resposabilidad de la creación literaria, sino, por el contrario, nobílisima y perfectamente coherente, a mi juicio. Al punto de que me parecen merecedoras del mejor encomio las autocríticas de los escritores viejales ante sus obras de la juventud. ¿O, no me jodan, que no tiene que ser una auténtica gozada haberle oido decir, pongamos por caso a Juan Benet Goitia, respecto de «Voverás a Región», «lo siento, lo siento mucho, se me piró la pinza…».

        (En cualquier caso si en algo ha podido molestar a Marcos Ordoñez mi comentario, le ofrezco desde ahora mismo mis más sinceras disculpas ¡cómo no!).

        Por otro lado, querida Maggie, a mi lo que me decepcionaría es que fueses una periodista o un escritor o alguien más o menos célebre; excepto….¡claro!… Carmen Posadas.

        No viene demasiado a cuento, pero me gustaría hacerte esta pregunta ¿qué opinas de la obra de J.C Llop, que, hasta donde a mí se me alcanza no ha aparecido todavía por aquí? ;-).

      • Me encantan sus diarios. Recuerdo con especial cariño aque volumen titulado «La escafandra» con aquella foto en portada tan buena. De tanto que me gustaban sus diarios y sus artículos, pasé a las novelas y me llevé un gran chasco. La narrativa de este señor, Llop, deja mucho que desear.
        Un saludo
        Maggie

      • julian bluff dijo:

        De Llop opino absoltumente igual. Punto por punto. Y no consigo alcanzar a ver las causas de esa rotunda dicotomia que se da en la obra del mallorquín.
        Con Wiesenthal me pasa tres cuartos de lo mismo. Un enorme ensayista que como novelista no consigue convencerme en absoluto. Y tampoco me cuadra, la verdad.

      • Opinamos lo mismo, Julián. Uy Uy Uy. A ver si vamos a ser la misma persona… Ya está, MISTERIO RESUELTO.La sargento Margaret es julian Bluff. Perdón: Julian Bluff es la sargento Margaret.
        No me den las gracias. Ya estaba yo mosqueada con este bluff. Parecía un poco como de pega, ¿verdad?
        Fdo. Sherlock Holmes, que lo hemos fichado para la patrulla de salvación

  2. Ángel dijo:

    Cada vez que leo una entrada donde se asegura que es usted Cristina Fallarás o tal o cual escritor (siempre escrito con tono marrullero, de absoluta seguridad, de «enterao»), me dan ganas de preguntar: por favor, ¿qué pruebas tienen para defenderlo? Porque entiendo la curiosidad, el interés por desvelar una identidad secreta, pero no la fanfarronería. Que suelten nombres sin ton ni son, sólo crea ruido. Por eso me ha gustado mucho esta entrada suya; porque es cierto que el incremento de ventas no sería de más de veinte o treinta ejemplares, porque es cierto que empañaría una carrera pues no estaría sino repitiendo lo mismo por lo que nació este blog: criticar estrategias de venta de los escritores 2.0 (por mi parte no censurables, excepto el autombombo)
    Mi curiosidad, sana, es saber hasta cuándo durará su anonimato, sargento (que por bien de la literatura espero sea dentro de mucho tiempo pues al día siguiente decaería el blog). Y ya desde un punto de vista literario mi curiosidad es saber cómo será descubierta/o, si será en una borrachera o por una traición.
    Saludos.

    • La sargento Margaret no se quitará nunca la careta. Este blog se mantendrá abierto y activo mientras el libro esté en peligro. Cuando ganemos la guerra, que lo haremos, cerraremos y nos marcharemos por el mismo camino por el que vinimos. Una vez realizada nuestra tarea, terminado el gran favor que estamos haciendo a la sociedad, nos volveremos a la mesa camilla -con su brasero debajo- y con nuestras batas de guata y nuestras zapatillas de felpa volveremos a cotillear sobre las vecinas del barrio y a bebernos nuestros gintonics tranquilamente.
      Maggie

      • Peter Folgier dijo:

        ¿Adivina quién viene a merendar esta tarde?

        «Esas mujeres anónimas consideraban la hora de la compra como un breve instante de asueto en las desagradecidas rutinas del hogar. Según el grado de confianza con que les distinguiera la tía Florencia, organizaban auténticos cónclaves destinados a decidirla reputación de otras parroquianas cuyos pecados imperdonables consistían en ser poco aseadas –es decir, cerdas–; más o menos avaras –es decir, garrapas–; inevitablemente morosas –pero ¿quién pagaba a tiempo en aquella época?– o simplemente criticonas. ¡Y lo decían las que les estaban arrancando la piel a tiras! Por la tarde, me encontraba ante otro tipo de mujer.
        Eran las “visitas”, como entonces se llamaba a un curioso elenco de personajes, que se instalaban en los hogares a la hora del café y no se largaban hasta que la más decidida, entre las mujeres de la casa, anunciaba que ya era tiempo de preparar la cena. Las visitas eran conversadoras infatigables y preguntadoras sin decoro. Distinguíase de las vecinas normales porque solían llegar desde otros barrios, mucho más cercanos al envidiado Ensanche que a nuestro Peso de la Paja. Eran, por lo tanto, señoronas indiscutibles»

        Terenci Moix, El peso de La Paja. I, El cine de los sábados.

    • Ire dijo:

      El interés de algunos en desvelar la identidad de la sargento es francamente enfermizo. ¿O es la única posibilidad en la que confían para que se calle la boca? A ver si va a ser verdad que aquí nadie se atreve a decir las cosas a cara descubierta… Pues qué bien.

  3. Bravo dijo:

    La Fallarás se muere por un lugarcito en El País. Próximo libro en Planeta, becaria en El País. ¿Qué será lo siguiente?

  4. Pintamonas dijo:

    La sargento Margaret es Cristina Fallarás, no quieras implicar a otros, sinvergüenza.

  5. Ordoño II dijo:

    Marcos Ordóñez siempre ha sido un señor con la cabeza bien amueblada. Ergo, no puede ser la sargenta.

  6. Henry Sugar dijo:

    Yo creo que la saregento es Alberto Olmos.

  7. Marcos dijo:

    La Sargento Margaret es Ava Gardner.

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