Por extraño que pueda parecer, con lo que Levin estaba encariñado era precisamente con la casa, con la familia y, sobre todo, con la parte femenina de la familia.
Levin no recordaba a su madre; tenía sólo una hermana, y ésta mayor que él. Así pues, en casa de los Scherbazky se encontró por primera vez en aquel ambiente de hogar aristocrático e intelectual del que él no había podido gozar nunca por la muerte de sus padres.
Todo, en los Scherbazky, sobre todo en las mujeres, se presentaba ante él envuelto como en un velo misterioso, poético; y no sólo no veía en ellos defecto alguno, sino que suponía que bajo aquel velo poético que envolvía sus vidas se ocultaban los sentimientos más elevados y las más altas perfecciones.
Que aquellas señoritas hubiesen de hablar un día en francés y otro en inglés; que tocasen por turno el piano, cuyas melodías se oían desde el cuarto de trabajo de su hermano, donde los estudiantes preparaban sus lecciones; que tuviesen profesores de literatura francesa, de música, de dibujo, de baile; que las tres, acompañadas de mademoiselle Linon, fuesen por las terdes a horas fijas al boulevard Tverskoy, vestidas con sus abrigos invernales de satén -Dolly de largo, Natalia de medio largo y Kitty completamente de corto, de modo que se podían distinguir bajo el abriguito sus piernas cubiertas de tersas medias encarnadas-; que hubiesen de pasear por el boulevard Tverskoy acompañadas por un lacayo con una escarapela dorada en el sombrero; todo aquello y mucho más que se hacía en aquel mundo misterioso en el que ellos se movían, Levin no podía comprenderlo, pero estaba seguro de que todo lo que se hacía allí era hermoso y perfecto, y precisamente por el misterio en que para él se desenvolvía, se sentía enamorado de ello.
Este texto pertenece al capítulo VI de la primera parte de Ana Karenina, de Lev Tolstoi. Describe cómo Levin comienza a enamorarse de Kitty. Hay quien dice que el personaje principal de este libro es Levin –alter ego del autor- y no la Karenina, pero esa es otra historia.
He leído estos párrafos en voz alta a tres personas (que no habían leído previamente la obra) y han entendido perfectamente de lo que se trata. Una de ellas me ha pedido el libro.
Hagan la prueba: lean en voz alta este texto (o cualquier otro de la obra de Tolstoi) a otra persona y verán como no hace falta una segunda lectura para que su acompañante comprenda lo que quiere decir el autor.
Pues según dice Agustín Fernández Mallo (AQUÍ) esto no es una novela. Fernández Mallo dice que Ana Karenina no es novela. ¡Toma castaña!
Escribe hoy Fernández Mallo en El Cultural:
Los escritores de la novela culta, es decir, el género que en el siglo XX y lo que llevamos del XXI hemos llamado literatura a secas, se quejan de que sus libros ni son consumidos por el lector ni están bien atendidos por las promociones en el mercado. Y en parte tiene razón. Pero el problema no es que se lea menos novela culta –no nos engañemos, siempre ha sido minoritaria-, sino que otra clase de escritura, antes llamada folletinesca y ahora llamada “bestsellera” le ha robado el nombre a aquella. En efecto, una de las características de la mayoría de los bestsellers es que pueden ser leídos en voz alta sin detrimento de su contenido ni detrimento de la comprensión por parte del oyente. Por eso no pertenecen al género de la novela. Una novela es un tipo de escritura sujeta a unos mecanismos de complejidad y construcción tales que impiden la oralidad, o si no la impide desde luego la hacen penosa y difícil. De modo que lo que ocurre es que se confunde el relato oral puesto por escrito con la novela. El mercado mete todo en el mismo saco. Bienvenidos sean los relatos orales puestos por escrito, y bienvenido sea que vendan millones de ejemplares porque ello permite a las editoriales seguir financiando a escritores que escriben novelas, pero desde luego tales libros tienen poco que ver con la novela.
Yo no digo que Agustín Fernández Mallo sea gilipollas, pero lo anterior es una de las más grandes gilipolleces con las que me he encontrado en mi ya larga vida de lectora.
El argumento del autor de Nocilla Experience es simple: un texto narrativo que permita su transmisión –y comprensión- oral no es novela. Según Agustín, la auténtica novela debe ser complicada y difícil de leer. Todo lo demás no tiene la suficiente calidad como para llamarse novela. Sólo tiene razón en una cosa: las ventas de los bestseller (esas mal llamadas novelas, según él) dan de comer a los autores minoritarios, los genuinos artistas, según él.
Lo que hay debajo de todo esto son tres cosas:
1.- Una prosa difícil de leer –igual que una estructura complicada para una novela- permite, en la mayoría de los casos, ocultar la falta de talento y de esfuerzo de su autor.
2.- Con artículos como este se alimenta el convencimiento que muchos editores tienen de que publicando a estos chicos (los que escriben complicado) están actuando como generadores de alta cultura, como guías de viaje que marcan el camino a los elegidos –siempre poco numerosos- para llegar al conocimiento profundo del ser humano y sus circunstancias.
3.- Propagar que la buena literatura es la que hacen los que escriben difícil permite también justificar –y esto está relacionado con el punto anterior- que la edición de sus libros sea un negocio deficitario para las editoriales.
Lo que realmente tiene mérito es traducir –como hicieron Tolstoi y Flaubert- todos los torbellinos huracanes y tsunamis que un autor tiene en su cabeza a un lenguaje que cualquiera puede entender. En sus novelas, Tolstoi nos permite tanto comprender los más altos sentimientos, como asomarnos a los más profundos abismos del hombre y contemplar sus más oscuras pasiones. Pero el viejo de Yasania Poliana tuvo el detalle de escribirlas –sus novelas- con un lenguaje accesible. Y eso fue lo que más esfuerzo le costó. Lean sus diarios.
Ya estamos cansadas de estos elitistas. Qué hartura, chica. Propongo que María Dueñas, Arturo Pérez-Reverte y Carlos Ruiz-Zafón monten un sindicato y que la primera medida sea la de negarse a publicar con aquellas editoriales que dan cancha a escritores que como Fernández Mallo se dedican a insultarlos y a descalificar lo que tanto esfuerzo les cuesta escribir.
Nota importante: pido perdón a todos mis lectores -a los que adivino poseedores de un alma sensible- por haber mezclado en el mismo «post» los nombres de Tolstoi y Flaubert con el de Agustín Fernández Mallo. Era necesario.
Esto es lo de siempre: los escritores difíciles defendiendo su (supuesta) dificultad, los lectores de la literatura entendible defendiendo la inteligibilidad… unos y otros encerrados en sus gustos y sin valorar aquello de los otros, los dos bandos igual de obcecados en su palurdez.
De cualquier manera, os regalo una afirmación de Pessoa que va con vuestro gusto literario:
«Desconfío de los maestros que no pueden serlo de enseñanza primaria. Son para mí como aquellos poetas raros que son incapaces de escribir como los demás. Acepto que sean raros; me gustaría, sin embargo, que me probaran que lo son por superioridad a lo normal y no por impotencia de alcanzarlo.»
O lo que es lo mismo: Picasso realizando maravillas realistas en su juventud o David Lynch rodando «Una historia verdadera»…
Esa última frase es una genialidad y además se entiende.
Grande la frase de Pessoa, muy grande
Gracias, Mike
Un abrazo literario
Maggie
«…el problema no es que se lea menos novela culta (…) sino que otra clase de escritura, antes llamada folletinesca y ahora llamada “bestsellera” le ha robado el nombre a aquella”.
No sé si Fernández Mallo llega a decir que escribir raro es escribir mejor, pero es verdad que su artículo no tiene defensa. Que los escritores que venden mucho son malos y los que no venden mejores es una cantinela que ha existido siempre, no de ahora, como parece insinuar Mallo en la frase que he entrecomillado. A Shakespeare o a Mozart ya les echaban en cara ser demasiado populares. En el café Gijón los escritores se vanagloriaban de haber vendido cuantos menos ejemplares mejor, o eso contaba Umbral.
A mi juicio hay escritores que por sus temas o estilo tocan la fibra del conjunto, llegan más y a más, y escritores que no. Creo que la sargento acierta esta vez de lleno: escribir raro es, muchas veces, escribir mal. Probablemente por vagancia del autor. Escribir clarito no sale del tirón. Exige mucho esfuerzo.
Puede que la literatura esté reproduciendo lo peor del arte abstracto: Pinto una mona y digo que es la hostia, y a ver quién se atreve a decir que el emperador está desnudo.
Creo, Angel
Que el arte abstracto, como la fotografía, no tienen nada «mejor». Su prestigio va a depender casi única y exclusivamente de la idiosiosincrasia del autor, de su capacidad para que su personalidad y su imagen trasciendan sobre sus ¿creaciones? y, sucesivamente, estas últimas trasciendan, a juicio de los iniciados instalados en el sistema, por encima de las de los demás fotográfos y pintores abstractos con idénticas pretensiones de triunfo.
El reconocimiento por tanto, en esos campos, habrá de derivar no tanto del talento figurativo del sujeto como artista sino de las peculariedades emotivas de su conducta como persona.
O eso considero yo. Que aunque a veces me pirrie por sentar cátedra, casi siempre procuro no cantearme demasiado. 😉
«Propongo que María Dueñas, Arturo Pérez-Reverte y Carlos Ruiz-Zafón…» El problema también es poner estos nombres junto a los de Tolstoi y Flaubert. No era necesario.
En eso estoy de acuerdo. Phillip Roth escribe muy clarito y desde luego Pérez Reverte no juega en su liga (ni está cerca de hacerlo).
Es más, a escritores dados a la experimentación como Jennifer Egan o David Mitchell, se les entiende estupendamente.
En muchas ocasiones (aunque desde luego no siempre) un estilo difícil de leer, oculta carencias, ya sea la incapacidad para escribir de forma comprensible, o más habitualmente, la carencia de fondo que acaba totalmente oculto por la forma
Yo sí creo que Fernández Mallo es gilipollas. También creo que es de gilipollas tomárselo en serio y dedicarle un post, y que la portada de la edición Anna Karenina es horrible, por mucho que anuncie una introducción del John Smith ése.
La última frase, con ese toque a lo duro de postal característico de la Fallarás, es algo patética pero con un toque entrañable, como en definitiva todo este blog.
No sé qué pinta la oralidad en todo esto. Lo único que dificulta la comprensión es una mala dicción.
Pero no creo que el comentario de Mallo vaya en la dirección que apuntas, Maggie. Hasta donde yo sé, es el nuevo ‘juglar’ de la literatura española, no?
«Sólo tiene razón en una cosa: las ventas de los bestseller (esas mal llamadas novelas, según él) dan de comer a los autores minoritarios, los genuinos artistas, según él.»
Hasta esto es mentira. No se desvían fondos para alimentar a autores que no venden. Se destinan a la secuela.
Tú publica una novela y estate callado.
Bla, bla, bla.
No se puede juzgar la realidad en blanco y negro. El hombre no ha dicho nada de que algo difícil de leer sea mejor, por lo menos en lo que tú has puesto no creo que se refiera a eso. Supongo que él percibe la novela como un ente en sí mismo, con identidad propia, y piensa que para ser novela, el valor de su transcripción oral no debe ser similar al de lo escrito. Son ganas de redefinir la novela que no vienen a cuento, pero siendo abiertos mentalmente, no es tan descabellado lo que dice. También hay que entender que alguien que no tiene muchos argumentos literarios necesita de otros medios para ensalzar su obra, que al fin y al cabo es lo que busca el comentario de este señor.
Creo que Reverte, Zafón y demás no son buenos ejemplos de calidad literaria. Hay miles de ejemplos de autores «difíciles de leer» que son de mucha más calidad que los que tú has nombrado. Lo que sí apoyo es que lo mejor siempre tiene cierto grado de complejidad que no todo el mundo tolera (Pynchon, Gaddis… – Tarkovsky, Lynch, Tarr… – Bach, Chopin…) y que lo que gusta a la mayoría (bestsellers, películas de Hollywood, música pop, etc.), salvo raras excepciones, suele estar fundamentado en la sencillez. Hay un artículo por ahí de Adorno sobre la cultura popular que habla de esto muy bien y dice algo así como que lo popular atiende a razones de estandarización y a la accesibilidad de cara al público, utilizando fórmulas ya conocidas por sus resultados satisfactorios. Lo cual no quiere decir que todo lo complejo sea bueno. Ni blanco ni negro.
Nuria Azancot acaba de terminar su siesta y ha colgado los artículos de EL CULTURAL -el número de hoy- en la página web. Gracias a ello hemos podido actualizar el «post» y meter un link, donde pone «(AQUÍ)», al artículo íntegro -no crean que dice mucho más, ¿eh?- de Agustín Fernández Mallo. Para aquellos que no tengan acceso a la revista en papel:
http://www.elcultural.es/version_papel/OPINION/32967/Ctrl_Alt_Supr
Margarette
La verdad es que no se entiende hacia donde apunta el comentario, una vez leído todo. Lo del ‘subsumido’ me ha acabado de matar. Que lo analice otro, yo no me considero capaz.
No creo que Mallo quiera decir que la literatura, para ser «culta», tenga que ser difícil de leer. Quizá el problema del artículo es la referencia a la oralidad, que puede confundir porque en efecto hay obras de «literatura culta» que también se pueden comprender con una primera lectura en voz alta.
Tal vez habría sido más visual una comparación con el cine, por aquello de que se puede hacer una buena película de una mala novela, pero no de una novela de «buena literatura». Puede ser fácil adaptar a la pantalla una novela de acción pura como las de Dan Brown, pero si hablamos de un autor como Jonathan Franzen -que no me parece difícil de leer-, que trabaja más la psicología de los personajes y no tiene una trama tan simple, la cosa se complica. La cuestión no es tanto la complejidad de la escritura, sino la complejidad con la que se tratan ciertos temas, que es lo que necesita una mayor concentración por parte del lector. Me parece que Mallo se refiere a esto, al hecho de que hay novelas más exigentes que otras, aunque eso no implique que sean complicadas de leer.
Lo que no vale ahora es dar más valor a unas supuestas intenciones de Fdez. Mallo (porque se piensa que es incapaz de afirmar lo que ha escrito) que a lo que negro sobre blanco ha publicado hoy en su página 7 El Cultural. Si Agustín la ha cagado, la ha cagado. Tampoco pasa nada: en España tenemos poca memoria, en dos o tres días ya nadie se va a acordar.
Fdez Mallo afirma que una narración con éxito comercial que puede ser leída «en voz alta sin detrimento de su contenido ni detrimento de la comprensión del oyente» no puede ser considerada novela. Escrito y publicado. Hoy. Y aquí está La Patrulla de Salvación para levantar acta. Cuando dentro de 20 años concedan el premio Cervantes a Agustín Fernández Mallo -que por el camino por el que va la cultura española se lo concederán- podrán ustedes venir aquí y comprobar qué cosas decía el chico cuando edificaba (¿o apuntalaba?) su carrera de intelectual y de escritor.
De nada
Margaret
No estoy de acuerdo. Se puede leer entre líneas como ha hecho Rusta, Margaret. Mallo ataca lo que ataca: la literatura culta está siendo sustituida por la literatura pret-à-porter. Es decir, ¿cuántos Palahniuk se han vendido en La Feria del libro? ¿Y cuántos Dan Brown? Dan Brown no molesta al lector. Lo divierte y punto. Palahniuk trata de abrir los ojos al lector. Y lo mismo en nuestro país. ¿Cuántos ha vendido Repila y cuántos ha vendido Lahoz? Y no hablamos ni de promoción ni de medios, sino de historias, de historias incómodas como las Palahniuk y Repila frente a historias naïf o de telefilme como las de Dan Brown o Lahoz. La literatura cuando es verdadera duele, Margaret, y lo sabes como buena lectora que eres, pero el lector de hoy día no quiere sufrir, no quiere verdades, no quiere literatura. Tal vez si Mallo hubiera empezado por ahí, estaríamos hablando de otra cosa. El problema de la élite es que se olvida de que la forma no es un fin sino un medio para expresar verdades incómodos que pocos se atreven ya a contar y que por supuesto nadie quiere oír. No me ha gustado La hora violeta de del Molino como obra; pero la historia es brutal, cruda, incómoda, real como la vida misma. Y por desgracia ésa literatura, mejor o peor realizada estilísticamente y narratológicamente, cada más vez es más minoritaria. ¿Cuánto hace que un tragedión de los de antes no un drama de Antena 3 después de comer no se cuela entre los superventas? Ésa es la pregunta que debemos hacernos.
El artículo se resume en una definición de novela: «tipo de escritura sujeta a unos mecanismos de complejidad y construcción tales que impiden la oralidad”. Según el estilo literario que el persigue es una definición correcta, y se respeta.
Ahora me acuerdo de los torcedores de puros cubanos que escuchaban El Conde Montecristo o Los Miserables.
Lo del subsumido está difícil… ¡Agustín! ¡Agustín! ¡Déjate caer!
¿Es que no había novelas antes de Joyce?
Hasta el siglo XVIII era poco habitual que las novelas se concibieran como obras para ser disfrutadas mediante la «lectura interior»; más bien se pensaba que, como no había aún ni radio ni TV ni internet, el libro era un «receptor de ondas electromagnéticas» enchufado a un individuo que lo leía EN VOZ ALTA para el resto de la familia o la concurrencia. Hacer una novela «difícil de leer» serían simplemente ganas de fastidiar.
El uso de un lenguaje conspicuamente alejado de la sintaxis más o menos natural (¿qué obra literaria es «mero lenguaje ordinario», de todas formas?) comenzó a principios del XX por razones parecidas al abandono de la figuración en las artes plásticas y de la tonalidad en la música, y sería absurdo decir que Beethoven o Velázquez (o Henri Mancini o Antonio López) son malos en lo suyo porque no hacían obras como Stravinsky o Kandinsky.
Otra cosa es la poesía: curiosamente, ésa lleva siglos retorciendo la sintaxis y ofreciendo contrastes chocantes, y a nadie (sensato) se le ha ocurrido nunca que la diferencia entre la buena poesía y la mala consista en que la buena suene mal al recitarla en voz alta.
Pienso que la extravagancia lingüística es un recurso estilístico entre muchos otros, y no tiene por qué ser más valorado, salvo por pura pedantería. Coincido en eso con la Sargento. Eso sí, puestos a buscar ejemplos contemporáneos, yo también habría elegido otros distintos a los que ha puesto ella, pero es lo de menos.
Permítaseme una pregunta: ¿Exactamente qué tiene de difícil o de complicado lo que escribe Fernández Mallo?
Exacto. El mejor comentario de la ristra.
¿Ya tienes editor, Xavier?
Sigue buscando.
Lo tuyo por «complicado» no será, pelagatos.
Sí, Sol, ya tengo editor, pero gracias por ofrecerte. Y tienes razón, lo mío por complicado no será. Ni lo pretendo. De hecho, pretendo todo lo contrario.
«Siguebuscando», paleto.
Missed. And dismissed. No voy a perder más el tiempo contigo, troll. Aunque ha sido divertido cabrearte.
Es Fernández Mallo quien habla de «mecanismos de complejidad y construcción». Yo, al menos, no digo que la literatura de Fernandez Mallo sea difícil o complicada, pero él siempre ha defendido ese modo de hacer, ese modo de escribir. Hoy más, tras leer su artículo.
Una vez le oí decir que hoy, el escritor transgresor, es quien escribe al estilo del XIX. Lo decía porque entendía que hoy la mayoría ya escribe con esa complejidad de construcción: (no lineal, entrecortada, poliestilística)
A mí su tercera entrega de la serie Nocilla, que no recuerdo el apellido, es un libro que me gustó mucho.
Pues que es una paja mental sin sentido.
Puesta a pedir perdón, sargento Margaret, también podría hacerlo por haber mezclado los santos nombres de Tolstoi y Flaubert con los de Pérez Reverte y Ruiz Zafón. De María Dueñas no diré nada. No he tenido el previsible disgusto de leer algo suyo.
Licofrón vs Apolonio
Juvenal vs Apuleyo
Lorris/Meung vs Marie de France
Brant vs Hermen Bote
Tasso vs Aretino
Alcalá y Herrera vs Cervantes
Pope vs Fielding
Novalis vs Morike
Puschkin vs Goncharov
Lautréamont vs Maupassant
Woolf vs Murdoch
Juan Goytisolo vs Laforet
Foster Wallace vs Franzen
Moraleja: En la variedad, el gusto.
Este «anormal» es un gran fichaje, la verdad.
Me estás poniendo cachondo, Sol. Ya te estoy imaginando con un vestidito de meretriz y una fusta de diamantes.
Querida Sol, como ha dicho esta mañana Sánchez Gordillo (alcalde de Marinaleda y parlamentario en la Junta de Andalucía): «Vete al coño de tu puta madre».
PD: querida Margaret, no me puedes censurar porque esta misma frase ha salido como titular hoy domingo en una noticia de elmundo.es, así que si éstos lo permiten espero que tú no seas menos: http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/16/andalucia/1371375208.html?cid=CM0803
Un saludo afectuoso
Los hay, a este respecto, quienes escriben oscuro y enrevesado sobre algo sencillo, simple y cotidiano; por el contrario, también los hay que sobre algo complicado, difícil, oscuro, tal vez, lo exponen de manera diáfana, clara, precisa y concisa. Como se ve los hay para todos los gustos. No creo que valga la pena pontificar más sobre el asunto que nos traemos entre manos. Dediquemos el tiempo a otros menesteres más gratificantes. Buena lista nos ofrece ese que se firma como «laliteraturanazienespaña». ¡¡¡Ufff!!! Saludos y saludos.
Y todos traducidos, salvo Pope. Las aventurillas de Godofredo están traducidas por la Bazán, pero para conseguir un ejemplar se suda tinta. Aticismo, Asianismo, Culteranismo, Conceptismo, Vanguardia o Costumbrismo, qué más dará. Viva la literatura.
La verdad es que es algo ambiguo el «artículo». Mitad metedura de pata mitad no saber expresarse. Tranquila que los buenos lectores ya saben que las obras de este señor no valen demasiado.
Mis prejuicios me han salvado de leer montones de imbecilidades, así que no me voy a leer el artículo completo del señor Mallo. Me basta con lo que has citado, Maggie.
Esta vez, como ya te lo han escrito más arriba otros, tu crítica es muy sensata. Se le fue la olla a este señor, sus ¿ideas? de la novela son indefendibles de tan tontas que resultan. Alguno por ahí insinúa que «lo que quiso decir» fue que… Bueno, es un recurso para tratar de enderezar lo que estaba torcido y muchos echan mano de él para no tener que decir: «La cagué».
Por otra parte, es verdad que no has estado muy acertada metiendo al señor Pérez, a Dueñas et al como contrapeso.
Un besito, guapa.
También a mí me ha parecido un patinazo la columna de hoy de mi amigo Agustín Fernández Mallo. Me parece complicado sostener esa idea de que si resiste lectura en voz alta una obra no es una novela. O no es literatura de calidad, que en el fondo es lo que se dice. Una gran tontería. Homero, así, no tiene calidad. Ni los sonetos de Garcilaso. Y lo que llega al gran pueblo, tampoco tiene cálidas (Homero o Tolkien). En fin, un patinazo que extraña en un hombre brillante e inteligente como Fernández Mallo.
joder, donde dice «cálidas» yo había escrito «calidad».
No. Donde dice «cálidas» tú habías escrito «cálidas». Procura no empecinarte en el error que es ese vicio delator de necedad holgada.
¿Y quién coño se considera a si mismo Fernández Mallo para dictar cátedra sobre lo que es novela o no?
Si, vale, existe libertad de expresión y todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión. Y a decir gilipolleces. Por eso igual que defiendo la libertad de Fernández Mallo de decir gilipolleces, creo que puedo expresar que esa parte del artículo es una estúpidez como la copa de un pino. Y que me da un muchito de asco que a la gente le paguen por decir estupideces.
Aunque tampoco me extraña mucho viniendo del suplemento cultural de un diario que publica a Salvador Sostres.
Copio un par de fragmentos del ensayo «Sobre el escribir oscuro», de Primo Levi, incluido en El oficio ajeno.
«Hablar al prójimo en una lengua que no puede entender quizá sea el vicio de algunos revolucionarios, pero no es en absoluto un instrumento revolucionario: es, muy al contrario, un viejo artificio represivo, conocido por todas las iglesias, una mala costumbre típica de nuestra clase política, fundamento de todos los imperios coloniales. Es una manera sutil de imponer el propio rango: cuando, en Los novios, el padre Cristóforo dice “Omnia munda mundis”, a fra Fazio, que no sabe latín, “al oír esas palabras grávidas de un sentido misterioso, y proferidas tan resolutamente,… le pareció que debían de contener la solución de todas sus dudas. Se resignó y dijo: «¡Basta! Usted sabe más que yo»”.»
«No hay duda de que, mientras vivamos, sin importar la fortuna que nos haya tocado o que hayamos escogido, tanto más útiles (y gratos) seremos a los demás y a nosotros mismos, y tanto más tiempo seremos recordados, cuanto mejor sea la calidad de nuestra comunicación. Quien no sabe comunicar, o comunica mal, con un código que nadie o pocos comparten, es infeliz, y esparce infelicidad a su alrededor. Si comunica mal deliberadamente, es una persona malvada, o al menos una persona grosera, pues fuerza a los demás a la fatiga, a la angustia o al aburrimiento.»
Bien traídos esos fragmentos, gracias
Un abrazo de novela de las buenas
La Margaret
El problema de Fernández Mallo es de formación. Aplica inconscientemente el ideal de progreso e innovación de la ciencia a la literatura. Se ve bien en su ensayo Posteoría. La literatura no progresa en sus formas sino que los autores las reinterpretan o actualizan. Es más, en ciertos puntos de la historia, el sistema literario ha retrocedido. Un claro ejemplo de ello es el Neoclasicismo, que retrocedió en contraposición al progreso que supuso el Barroco y Posbarroco (Lope, Cervantes, Silesius, Sterne), hacia las formas clásicas para expresar un nuevo ideal de sociedad.
Y lo mismo ocurre hoy día al regresar a la oralidad, linealidad o claridad del discurso (telling) en detrimento de recursos como la stream of consciousness, multiprespectivismo y la fragmentación del siglo XX que oscurecen la expresión (showing); creo yo que como manera de rivalizar con los nuevos modelos de entretenimiento que caracterizan la sociedad del siglo XXI (televisión, videojuegos, Internet). Ya que hablamos de Flaubert, un ejemplo es la diferencia que existe entre Madame Bovary (Realismo) y Las tentaciones de San Antonio (Romanticismo). La primera representa un ideal social; la segunda, un ideal estético y artístico (Flaubert escribe en sus cartas que es consciente de que no se podía seguir escribiendo así). Mallo es como el Flaubert de Las tentaciones: defiende el ideal estético (Juan Goytisolo, Josipovici, Pynchon, Foster Wallace o el movimiento Nocilla) frente al ideal social de ese otro Flaubert de Madame Bovary, encarnado en nuestra época por Roth, Marías, Houellebecq o últimamente Franzen.
Y no debemos olvidar asimismo que Madame Bovary fue una obra marginada y muy criticada en su época, tanto que llegó a ser incluso atacada por Unamuno en Cómo se hace una novela, más de medio siglo después, y que nunca llegó a acaparar la atención del gran público hasta la eclosión del Modernismo europeo. Tanto es así que el perfil de Flaubert se acercaba más en 1850 a un Fernández Mallo que a un Pérez Reverte (este último se parece a un Montepin y su Alatriste a un Rocambole, por duro que resulte). Lo explica bien Jauss en Historia de la literatura como provocación. Ni Madame Bovary ni Anna Karenina son ni mucho menos obras sencillas. Que sean obras legibles cuyas historias son fáciles de entender (de leer en voz alta digamos y no volvernos locos) no significa que no entrañen problemas a la hora de interpretarlas, tanto por su estilo (la objetividad del modo de narración) como por su intención (la crítica a la ética utilitaria, a la industrialización como proceso de deshumanización, pero también al fracaso del Romanticismo por su ingenuidad y su idealización radical de la realidad).
Y ha llegado a un punto que creo, lo digo sin ánimo de generar polémicas aquí, que insultando a Fernández Mallo no conseguimos nada (yo no lo soporto ni como teórico ni como escritor, que conste). Creo que hay otras formas de decir las cosas, sobre todo para convencer a los de dentro que los ataques de la periferia no responden ni a envidias ni a pataleos, sino a argumentos e ideas que se apoyan en la reflexión en torno a la literatura. Es más o menos lo que viene a decir nuestro querido Echevarría en una teleconferencia que circula por Youtube. Si no la has visto, búscala, Margaret, que seguro que te interesa.
Y lo mejor del doble este de Diable es que cree que alguien aquí se lee sus tres párrafos.
¡Es el mismo Diable que viste y calza! ¡Su vuelta! ¿O acaso alguien se cree que puede haber espacio para dos tipos así de bizarros en las cloacas de pedorrelandia? ¡Bravo, Vicente!.
Uno nunca pierde la esperanza, Sol. Y claro que soy el Diable, ¿quién si no? Pero no te preocupes que ya vuelvo a mi retiro. Hay que reconocer que las entradas de Tao Lin y Mallo invitaban a comentar. Así que aplausos a Margarete.
Yo los he leído, y con sumo gusto.
Queridos amigos, ¿cuánto tardaremos en darnos cuenta de que todo es una gran mentira y una pérdida de tiempo absoluta? Hoy sin ir más lejos he decidido dejar un comentario en Jotdown, no porque me interese demasiado el tema, sino como simple comprobación. Para resumir, solo he dicho que la entrevista era una mierda y que echaba de menos a la suegra con su Lexatin, lo que DFW habría acabado de aplaudir. Pues no me lo han publicado, los muy pillos. Y no sé por qué. Era de lo más inocente.
En fin.
Son superexigentes con los comentarios, no tanto como tú con tus libros, pero casi.
En realidad, lo hacen por ti, por tu bien, para que con los años no te arrepientas, de ese comentario dejado de cualquier manera.
Ah, pues si es así, gracias.
¿A.F.M?
¿Ese sigue escribiendo?
Me voy a la playa.
La ambición de A. F. M. es inmensa. Ahora pretende convencernos de que él y los suyos son los únicos en la Historia de la Literatura que han escrito novelas. La consciencia de su propia mediocridad le lleva a discursos integristas que no se sostienen por ninguna parte. Además, la comprensión de un texto, ¿no depende de la capacidad intelectiva del lector independientemente de que su lectura sea oral o no? En fin, Agustín intenta una y otra vez llamar la atención para que nadie olvide que sigue «.contando» en el mundo de unas letras definitivamente desprestigiadas.
Esta es mi aportación http://www.youtube.com/watch?v=QLHYucpZLJo y te echas unas risas.
Pues mira lo que te digo, condonumbilical: esa parte, la circense, es la que yo respeto más de la carrera profesional de Fdez. Mallo. En la Patrulla pensamos que esto de Fdez. & Fdez. tiene un alto valor artístico y nutritivo.
Y no hablo de broma
Es la verdad
De verdad
Que sí, tú.
M.
¡Cielos! Qué vídeo más patético. ¿Cuántos años tiene ese que habla? ¡Pero si está calvo, el pobre! ¿Es que no tiene amigos de verdad que le digan que no vaya haciendo el ridículo de esa manera?
Ió dhe mallol kiehro sé hexcritol gomo Hagustín. Boi vien, nho? (Lo digo porque escribir así es difícil de leer de cojones, ¡imaginen una novela!)
Hola, buenas! Nuevo en escribir, pero ya con algunos post leídos me meto en este porque me toca de cerca, ya que me dedico a la oralidad. La sensación que me queda es que Fernández Mallo nunca ha leído nada en voz alta. Propongo un experimento: búsquese a alguien con buena cadencia, buena voz, que sepa respirar las frases (y entre frase y frase), que conozca el texto y que transmita, y désele cualquier fragmento o capítulo de Rayuela, por ejemplo, a ver si puede o no puede leerse en voz alta. Evidentemente han de ser lecturas breves, pero no por los libros en sí, sino porque ya no se aguanta el escuchar tanto tiempo una lectura. Se necesita concentración, tranquilidad… En definitiva, ni hay apenas lectores en voz alta ni hay escuchantes acostumbrados, no tiene nada que ver con si el libro es alta literatura o bestseller. Para terminar, una frase de Borges sobre la Divina Comedia (en siete noches) que él, por cierto, leía en voz alta: «la alta poesía DEBE ser leída en voz alta»… y recuerdos de María Kodama, Agustín.
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