Manuel Arroyo Stephens fue quien trajo a Chavela Vargas a España. Como buen editor dejó que el mérito se lo apuntaran otros: Almodovar y Joaquín Sabina. El 26 de abril de 2004 Arcadi Espada lo contó en un magnífico artículo (uno de esos que ya no se ven en la prensa diaria española) que con el título «Toques» se publicó en EL PAÍS (aquí):
Manuel Arroyo Stephens estaba en Ciudad de México amarrado al toquero y le daban descarga, y sin soltarlo. Al toquero juegan los machos borrachos. Se ponen en círculo, todos con la mano en la caja electrificada y gana el último que se aparta. Mientras los otros cedían pensaba que más trallazo da el tequila y que ya estaba pidiendo el número décimo. Fue entonces, así se cuenta, que en plena cruda ella entró. Chavela Vargas Lizano estaba en uno de sus últimos finales. Y él sin apartar las manos de la caja del toquero, juego de machos. Pero dos que van a caer si caen bien se aguantan. Chavela Vargas empezó a cantar y él se fue a escucharla a un rincón sin electricidad y sin tequila. Cuando acabó se le acercó y le dijo si acaso no se daba cuenta que allá nadie la quería.
(…)
Arroyo Stephens era, como ahora y casi siempre editor de Turner. Editor en un sentido muy generoso. Para saber lo que es un editor no hay nada como echar una ojeada a los agradecimientos de un ensayo inglés. También vale para adquirir unas cuantas nociones sobre el amor. El capítulo de agradecimientos de los ensayos ingleses ofrece siempre un depurado paisaje de fraternidad y eficacia. Sobresale el editor. Él, sin embargo, es editor incluso de lo que no se ha publicado nunca y tal vez nunca se publique. Por ejemplo, sus viajes con José Bergamín, en los años de la transición española, en busca de Rafael de Paula y del verso inolvidable, La música callada del toreo. Una parada aquí. Rafael de Paula no sólo estuvo entre la media docena de toreros cuyo nombre hay que pronunciar de pie. Fue también una de las primeras víctimas de los juicios mediáticos, antes de que se nombraran como tales: es decir, de que se dispusiera del relativo antígeno de su nombre. Hay un libro a escribir sobre Paula. Un libro que fuera al cambio de régimen lo que O llevarás luto por mí, el de Lapierre y Collins, fue al franquismo. Un editor es alguien que traza esos libros en el tiempo, aunque jamás se escriban. Los viajes también con el cantaor Rancapino, barrio de Santiago ida y vuelta. Aunque a Rancapino acabara editándole formalmente: un disco esencial que se abre con unas alegrías calcadas al alba.
No copio el final del artículo, pero les recomiendo que lo lean (aquí). No tiene desperdicio.
Grace, las memorias de Grace Coddington (directora creativa de VOGUE) Turner 2013
Todo esto viene a cuento de que hace dos horas el ministerio de Educación ha otorgado el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial de 2013 a la editorial Turner que fue fundada hace 42 años por don Manuel Arroyo Stephens. El motivo: “el gran esfuerzo editorial realizado con la publicación de ensayos de gran relevancia, tanto histórica como científica, literaria o económica, manteniendo una alta calidad en la selección de los títulos y un excelente diseño y presentación de los volúmenes”.
Sin Manuel Arroyo, Turner no sería hoy lo que es.
Volvemos a estar de acuerdo con el ministerio.
Les recomiendo –si quieren saber más de Arroyo Stephens- que lean esta entrevista que Félix de Azua le hizo en marzo de 2013.
OTRA COSA
Les recomendamos acudir a “Biblioteca pública” (aquí). Programa de radio, que desde RNE Sevilla dirige Manuel Sollo Fernández, que está centrado en hacer largas entrevistas con escritores y caracterizado por cierta predisposición a la divulgación del ensayo. En un año en antena ha superado la treintena de diálogos con autores del más variado pelaje. Pinchando en el link que les pongo arriba podrán acceder a todos los archivos de audio de programas anteriores y escuchar, por ejemplo, una magnífica entrevista con Andrés Trapiello. Es verdad –para qué ocultarlo- que también se encontrarán con Jorge Carrión promocionando eso suyo de las Librerías. ¿Por qué la entrevista con Trapiello –para hablar de sus diarios- dura 55 minutos y la de Carrión sólo 20?
-Pues muy simple, Margaret: hay autores con mucho más que decir que otros.
-Gracias, Daphne. No había caído. Será el madrugón.