El pasado día 18 de septiembre, Jacinto Antón publicaba en EL PAÍS un elogioso artículo (aquí) sobre Dispara, yo ya estoy muerto (Plaza & Janés, 2013), la nueva novela de Julia Navarro. Pero el periodista no ha leído – ni en diagonal- más de 20 páginas del libro. Además el periodista presume en privado y en público de disfrutar con otro tipo de literatura. ¿Por qué entonces equipara -¡pásmense!- a la autora española nada más y nada menos que con Boris Pasternak ya desde el mismísimo título? «Julia Navarro viaja de ‘Doctor Zhivago’ a ‘Éxodo’ » reza la cabecera del texto. Muy sencillo: resulta que la editorial -Plaza & Janés, del grupo Random House Mondadori- se lo había llevado de viaje, junto con otros doce aguerridos reporteros, a San Petersburgo (Rusia) para la presentación a todo lujo de la novela. En el facebook oficial del libro de Julia Navarro (aquí) hay varias fotos del grupo de exploradores en San Petersburgo (aquí):
Jacinto Antón es el segundo por la derecha en la fila de atrás. Julia Navarro, con chaqueta beige, gafas oscuras y las manos en su regazo, se sienta delante, muy cerca. Nótese la diferencia entre la indumentaria oscura de los periodistas y la elegancia de la escritora (que ya no es periodista).
Esta mañana, en su artículo de Babelia (aquí), Manuel Rodríguez Rivero, además de contarnos que se dio un golpe en el ojo (trascendental información periodística merecedora del Pulitzer), nos hace conocedores de que el hecho de que RBA editores haya ahorrado un dinero realizando la entrega del Premio Novela Negra en la propia sede de la empresa en lugar de, como era tradicional, en los jardines del hotel Juan Carlos I, ha traído consigo el aumento -en número y sustancia- de los canapés que se zampó (solo dos o tres….cientos). Los que más le gustan a don Manuel -para los amantes de las anécdotas insustanciales- son los de salmón.
Escribe hoy Manuel Rodríguez Rivero:
Solo que el escenario había cambiado: de los jardines del hotel Juan Carlos I a la espectacular terraza de la sede corporativa, sin duda un sustancial ahorro que ha redundado en la mayor calidad y abundancia de la cena-cóctel, algo muy de agradecer en esta época de recortes gastroeditoriales.
Para dos párrafos después poner por las nubes el estilo del premiado:
Me parece uno de los más interesantes autores europeos de thrillers de los últimos años y sus libros, escritos en una lengua que hablan poco más de 300.000 personas, ya están traducidos a una veintena (entre ellas, a tres de las cuatro oficiales españolas): recuerdo con especial placer sus novelas La mujer de verde e Invierno ártico, dos de las publicadas por RBA que tienen como protagonista al (también) lúgubre detective Erlendur; ya se trate de violencia de género o de odio racial, en ambas se demuestra la originalidad del autor para encajar una profunda crítica social en los moldes y convenciones de la novela negra.
Hace unos años ya le tiraron de las orejas a Rodríguez Rivero en La Fiera Literaria (aquí) respecto a esto mismo de tomarse a broma la indecencia tramposa de los premios literarios. Pero Manuel no aprende.
Los de la Fiera le decían entonces al ¿periodista? en un artículo titulado «Manuel Rodríguez Rivero, por ejemplo»:
En el prólogo a su libro Los mercaderes en el templo de la literatura (*), el profesor Germán Gullón, después de expresar su añoranza por “la edad de la literatura”, que él reduce al período 1900-1925 y yo prolongaría hasta pasado el medio siglo, y aludir a los males del mercantilismo de que va a tratar pormenorizadamente después, se pregunta y pregunta (resalto yo): “¿Qué hemos hecho los escritores, los críticos, los profesores, los lectores avezados, para suavizar el impacto del comercialismo culpable de tantos males?” Una pregunta que, a mi juicio, se tendrían que hacer, nos tendríamos que hacer, al levantarnos y al acostarnos, todos cuantos, de una manera o de otra, tenemos que ver algo con la creación y la circulación de los libros.
¿Se la habrá hecho alguna vez el señor Rodríguez Rivero? Yo diría que no, a juzgar por la jactanciosa expresión de su felicidad en cuanto escribe; por cómo se toma frívolamente a broma tantas cosas que, para los amantes de la literatura, son motivo de preocupación. Hay un par de líneas en el texto reproducido en las que reconoce que quienes convocan el Premio Planeta “ya ni siquiera se esfuerzan en parecer honrados”, para enseguida añadir: “pero nunca pasa nada”. ¿Qué va a pasar, don Manuel, si como usted mismo reconoce líneas después, toda la prensa entra en el juego, y otros como usted, que podrían sentar criterios eficazmente, porque escriben en diarios de gran circulación, se dedican a hacer chistes con lo que es una auténtica estafa? Es que, aparte las bases de mentira sobre las que se asienta todo el tinglado, ¿a usted no le parece grave que un grupo formado por profesores universitarios, críticos, académicos y escritores, que se sabe que son pagados por el editor, pasen, a cambio del pago, a fingir que leen los libros, que realizan sucesivas y espaciadas votaciones para, finalmente, abrir un sobre cuyo contenido conoce todo el mundo con semanas de antelación? ¿Quién, si no los críticos y los comentaristas culturales como usted, tendrían que propiciar con su denuncia que “pasara algo”? A la vista de su comentario, se ve que no sólo no hace nada, sino que participa en el engaño. Aún más que las críticas, por favorables que sean –y suelen ser todas bastante favorables- comentarios como el suyo contribuyen a que se venda por cientos de miles de ejemplares un libro que por definición es antiliterario.
(*) El tito Bértolo -no podía ser otro- se encargó, para nuestra suerte, de editar en 2004 Los mercaderes en el templo de la literatura, el libro de Gullón al que hace referencia La Fiera Literaria en su amonestación a Rodríguez Rivero. Lo pueden encontrar publicado por Caballo de Troya (aquí)
Una foto del entorno periodístico donde Manuel Rodríguez Rivero se mueve como pez en el agua.
A Jacinto Antón le gusta viajar y a Manuel Rodríguez Rivero -al que en casa y por motivos obvios le han cerrado con llave la despensa- le gustan los canapés. Y las editoriales lo saben.
¿Hubiera escrito bien Jacinto Antón sobre la novela de Julia Navarro si no lo invitan al viaje? O mejor: ¿hubiese simplemente reparado en el libro? ¿Se hubiera deshecho en halagos hacia el último premio Novela Negra de RBA don Manuel Rodríguez Rivero si no tuviera aún en su boca el regusto al último pincho de morcilla con pimiento rojo?
No estoy diciendo que estos dos periodistas -que son sólo dos ejemplos de lo que hoy hacen el 99% de los gacetilleros culturales- se dejen comprar por un viaje o, peor, por un par de endivias con roquefort. Lo que intento hacer ver es cómo funciona hoy la profesión. Su forma de entender el ejercicio del periodismo cultural no se debe sólo a que trabajen para un medio de comunicación como EL PAÍS, no. Esa podría ser una excusa fácil. La cosa tiene más miga. Jacinto Antón y Manuel Rodríguez Rivero están dentro del sistema. El primero publica sus libros con RBA Editores y hace otros trabajos para diversas editoriales. El segundo participa en coloquios y da conferencias. Por ejemplo (esta). Y saben ambos que ahora que los organismos públicos no tienen un duro, no les queda otra que llevarse bien -o mejor- con las editoriales y otras entidades privadas para que los sigan contratando. Jacinto Antón podía haber declinado ir al viaje a San Petersburgo y en el periódico no le habrían dicho nada.
Para estos dos periodistas, igual que para otros muchos, una entrega de premios (con canapés de brandada de bacalao) o un viaje a San Petersburgo son una llamada a filas. Significa -el mensaje es claro- que la editorial se ha gastado un dinero en promocionar ese libro y que ellos deben echar el resto en sus artículos. Para que las ruedas del sistema continúen bien engrasadas y todo siga como debe.
Me dirán ustedes, queridos lectores, que esto ya lo sabían. Sí, pero nadie lo ponía negro sobre blanco. La diferencia viene marcada en el hecho de que ahora estamos aquí nosotras, la Patrulla de Salvación, para denunciarlo. Y lo hacemos no por ustedes (que son muy listos), sino por nuestros nietos, chicos de 17 años que abren un periódico como EL PAÍS por primera vez y se pueden llegar a creer todo lo que dicen firmas como las anteriormente citadas.
Cuando los veo sentados al ordenador, tengo más miedo a que mis nietos entren en las páginas culturales de EL PAÍS o de EL MUNDO que a que lo hagan en páginas porno.
Mi propia experiencia (por raro que pueda parecer) es en periodismo automovilístico. Eso sí que eran presentaciones a lo grande. Ganar se ganaba poco, pero te dabas una vidorra del copón. La objetividad informativa, por supuesto, era un concepto desconocido
De artículo de Jacinto Antón: «Pero sus modelos, dice, son sus admirados Tolstoi y Balzac». Imagino que se refiere al número de páginas que escribe porque otra cosa ….
Pues será eso. Mi única experiencia con Julia Navarro fue con La hermandad de la sábana santa, novela que me regalaron (típico regalo que te cae cuando saben que te gusta leer, pero no tienen ni puñetera idea de tus gustos literarios). Por aquella época recuerdo leer un artículo de la buena señora donde hablaba de la buenísima suerte que había tenido Dan Brown de vender tantos libros con una novela tan mediocre, y no pude dejar de preguntarme como era posible que no viese la ironía de su artículo.
La novela de Dan Brown es mala, pero no es aburrida, la de Navarro es mala y aburrida, así que la afortunada fue ella de vender todo lo que vendió.
No se si ha mejorado con el paso del tiempo y las novelas, pero más le vale porque a partir de ahí todas han sido de tamaño mastodóntico.
Por cierto que siempre se ha notado cierta deferencia por ser colega, ya que rara vez he leido una crítica negativa a esta señora, y mira que si uno se da una vuelta por foros, aparte de sus incondicionales, se encuentra un montón de gente que pone a parir sus novelas
«mira que si uno se da una vuelta por foros, aparte de sus incondicionales, se encuentra un montón de gente que pone a parir sus novelas»
Precisamente, después de leer el enlace al artículo de Jacinto Antón (qué leí en diagonal) me di una vuelta por un estomagante blog de un librero de una localidad cercana a Madrid que, parece ser, tiene un nutrido número de seguidores (a veces no puedo evitar flagelarme) y, después de leer por encima la crítica, no me cabe en la cabeza que no le den el Nobel de este año y el del que viene.
Completamente de acuerdo con tu juicio sobre el libro de la Sábana Santa; malo, malo, a más no poder. Intenté empezar «La biblia de barro», pero tuve que dejarlo en el primer capítulo. Ya no he hecho ningún otro intento.
Qué puta risión de foto, la foto es lo peor, la foto es que más vergüencita ajena da. Qué pena. Ay, Maggie yo no sé si hay salvación.
En la foto están periodistas que cubren información de libros de varios medios, entre ellos el de un diario catalán furibundo antiespañol. Han tenido el chollo de ir a Moscú por el morro y a eso se le llama «pesebre». Son buenos chicos, poca cosa, que aderezan con ágil pluma una información mediocre de una editorial con mucha pasta que se lo ahorra en publicidad. Son, en definitiva unos «pesebreros» y corresponsables de que las secciones de cultura sean una mierda.
Digo yo que la novela de Julia Navarro también la venderán en Cataluña. Y que los «catalanes furibundos antiespañoles» también leen libros, de vez en cuando. Incluso en castellano, a veces.
Random House.
Mondadori ya sobra.
Lo que a mí me extraña es por qué las editoriales siguen haciendo estás comedietas de presentaciones exóticas y fiestas con canapés. Sobre todo para este tipo de libros: supongamos que Jacinto Antón y sus colegas van a escribir de forma más favorable sobre la novela de la sra. Navarro porque les hayan pagado el viaje a San Petersburgo (no voy a escandalizarme: yo también lo haría). O.K.; mi pregunta es: ¿lo que escriba al respecto el sr. Antón y compañía importa algo a los lectores de Julia Navarro? Yo lo dudo bastante. Y lo mismo puede decirse de la concesión de un premio de Novela negra… a un autor ya reconocido y que vende lo suyo. Otra cosa sería que se la diesen a un desconocido que de esa forma se diese a conocer al público.
La única explicación que encuentro es que en las propias editoriales, en sus departamentos de promoción, marketing o como se diga, también hay empleados que de esta forma se apuntan al viaje a S. Petersburgo, o que consiguen conceder el contrato del catering de los canapés a una empresa que es de su primo o su cuñada.
Y los dueños de las editoriales dejan hacer a cambio de que sus libros salgan en los papeles o en los blogs como éstos (aunque, ya digo, en mi opinión esto no redunde en un aumento significativo de las ventas). Y todos contentos.
Querido anonimous,
Trabajo en el departamento de ‘promoción, marketing o como se diga (¿prensa?)’ de una editorial (de las que normalmente ya no montan estos ‘pesebres’ porque ya no hay dinero). Puedo estar de acuerdo contigo en parte, lo que dices en el primer párrafo de tu post es cierto: a cada vez menos gente le importa lo que diga un periodista x sobre un libro; cada vez más la promción de libros se hace (o se debería hacer) por otros canales (también porque los periódicos de papel son cada vez menos).
Cuanto a la segunda parte, te aseguro que dejar a tu familia (marido/mujer, hijos, perros o lo que sea) para irte a trabajar (sí, trabajar: resolver problemas logísticos a todas horas, hacer de interprete, sacar fotos, actualizar la web, poner siempre buena cara y estar pendiente de que todo salga perfecto) por dos duros (y nada de extras), da igual que sea Moscú o Alcobendas, no es lo más divertido del mundo. Si eres joven, soltero y sin problemas de concilación familiar puede que mole la primera vez, a partir de ahí ya es trabajo, con lo bueno y lo malo de cualquier trabajo.
Saludos
Sí yo fuera una mala persona o en su defecto, un «emprendedor» de los que tanto le gustan al Gobierno, te diría lo que cualquier abnegado empresario (perdón: emprendedor) de este estupendo país le diría a sus trabajadores:»si no te gusta, ahí tienes la puerta, que hay seis millones de parados esperando para ocupar tu puesto». Eso, sí yo fuese una mala persona.
Que igual lo soy.
Querido anonimous, siento que no me hayas entendido. Conozco bastante bien las cifras del paro ya que he sido del club.
Te lo resumo, lo mío no era una queja por tener empleo, sólo te quería decir que para quienes tenemos que acompañar a estos periodistas donde sea, no se trata de ‘apuntarnos’ a un viaje como dices tú (que esto no es ni el instituto, ni el imserso), se trata de (más) trabajo.
Supongo que los periodistas invitados a esta presentación también están trabajando y seguro que se quejan de las mismas cosas que haces tú. Pero mira, qué curioso que la editorial decida hacer la presentación por medio de un viaje a San Petersburgo y no con una rueda de prensa en Barcelona o Madrid… ¿por qué será? ¿A lo mejor porque piensan que los periodistas lo van a considerar como un «regalo de empresa» y así serán más favorables al libro? Y entre los empleados del departamento de prensa de la editorial… ¿se habrán jugado a los chinos quien tenía que ir … obviamente, porque ninguno quería, verdad? Vamos, que nos conocemos todos y esto España…. menos lobos, caperucito.
Como habitual (hace la pila de años, pero no habrá cambiado tanto la cosa) en ese tipo de presentaciones «a lo grande», doy fe de que las quejas de los periodistas por acudir a ellas son tan incesantes como increíbles.
Querido anonimous,
Como bien dices, esto es España, donde todo el mundo opina, conozca o no la materia en cuestión. Te aseguro que en ninguna de las editoriales donde he trabajado ha habido luchas para ir, estás libre de creerlo o no. Yo estoy hablando de mi trabajo, de lo que yo hago todos los días, no del de los periodistas, ellos sabrán si le hace ilusión o no ir a estos viajes: seguro que a algunos sí, en ningún momento he dicho lo contrario, nunca he ido como periodista…
Suerte.
Querido Honduras, como tú dices, esto es España, donde las discusiones por gilipolleces (yo el primero, que conste), se pueden prolongar hasta lo interminable. Sigue luchando y suerte a ti, que te la mereces. Y si te sale una presentación en las Seychelles, dame un toque, que ya voy yo…
Te pido disculpas, Honduras. Me refería a los periodistas invitados a las presentaciones. Me consta que para la gente que iba por parte de la empresa que organizaba la presentación, aquello era un coñazo espantoso (aunque, bueno, hay trabajos peores, pero al menos tienen la ventaja de no tener que aguantar a los periodistas).
😉
Nada nuevo. Esto ocurre en todos los sectores. Asombrarnos ahora?
«Cuando los veo sentados al ordenador, tengo más miedo a que mis nietos entren en las páginas culturales de EL PAÍS o de EL MUNDO que a que lo hagan en páginas porno.»
Ahí lo ha clavao.
Y lo que mas me estomaga , y aún más sabiendo esto, son las columnas en periódicos y/o revistas femeninas de autoras como la propia Navarro,María Dueñas o Mara Torres con un jeto que se lo pisan llenas de buenismo y buenroller moral que estomaga. Obviando el hecho de las carros y carretas que se han tragado para alcanzar, o mantenerse, en el éxito.
Estoy de acuerdo con lo que dicen arriba: no hay salvación. La prueba es la vergonzosa trayectoria de un elemento como Jacinto Antón, o la existencia no ya de la pobre Julia Navarro, sino de engendros como Almudena Grandes, Espido Freire, Susana Fortes, Manuel Rivas, Muñoz Molina, etc., de los que, eso sí, en unos años no se acordarán ni sus putas madres.
Lo que le pasó a jesuszamorabonilla con el coso de Julia Navarro me pasó a mí con un cagarro de Lorenzo Silva que se titulaba «En el nombre de sus padres», si mal no recuerdo, o igual sólo «El nombre de sus padres», o «de nuestros padres», qué más da…
No anda por ahí la ROSANA TORRES, que la hemos visto devorar canapés después de las funciones en los estrenos de teatro.