LOS NUEVOS EDITORES TIENEN QUE SABER PELAR PATATAS

Hemos hablado últimamente de cómo los editores españoles van a tener que adaptarse al mercado si quieren seguir llevando un salario a casa a fin de mes. Para encontrar a la nueva E. L. James (Cincuenta sombras de Grey) tendrán que ponerse a trabajar (remangarse) y dejar para los domingos por la tarde la relectura en gaélico, por 5ª vez, del Ulisses de Joyce. Lo que les toca hacer, los americanos llevan muchos años practicándolo. Todo esto ya estaba inventado, los viejos del lugar lo sabemos. Si quieren aprender, les recomiendo Editar la vida (DEBATE, 2005) de Michael Korda. Se enterarán de cosas muy útiles para sobrevivir en el nuevo mundo editorial que ya está aquí.

Michael Korda (Inglaterra, 1933) (aquí  y  aquí  para saber más sobre él)  fue editor jefe de una de las 7 grandes en los EEUU, de Simon & Schuster. En Editar la vida nos cuenta lo que fue su vida profesional. En 1958 Korda tiene 25 años y acaba de empezar a trabajar en Simon & Schuster como ayudante de Henry Simon, el hermano intelectual de Dick Simon, uno de los dueños de la editorial junto con Max Schuster y Leon Shimkin.

Para que entiendan quién es quién en lo que viene a continuación:

[Herbert W. Alexander fue el director de Pocket Books, la empresa de libros de bolsillo de S&S]

[Harold Robbins fue un autor americano que, según la wiki, escribió más de 25 best sellers de los que totalizó 750 millones de libros vendidos en 32 lenguas diferentes]

Tardé un tiempo en atreverme a mencionar a Henry Simon el mensaje que le había enviado Herb Alexander con respecto a Harold Robbins. Henry lo menospreció:

–          Robbins pertenece a allá abajo –afirmó. (Pocket books tenía sus oficinas una planta más abajo)

–          ¿Cuál es el problema exactamente? –pregunté.

   Con cierta renuencia, Henry me explicó que Harold Robbins era un novelista popular a quien, durante años, había publicado la prestigiosa editorial Knopf. En algún momento pareció que Robbins podía llegar a ser un escritor serio. Su segundo libro, Una lápida para Danny Fisher (el primero había sido No amarás a un extraño), era una de esas novelas vigorosas sobre judíos muy pobres, que a veces tienen éxito e incluso se convierten en clásicos. Desde entonces, a pesar de que sus ventas habían aumentado, la calidad de su escritura había descendido y se había vuelto cada vez más sensual, o al menos lo suficiente para poner nerviosos a Alfred y a Blanche Knopf. La última novela de Robbins, de la cual Henry solo había leído la primera parte era una extensa obra acerca de la industria cinematográfica que, francamente, contenía una buena cantidad de pornografía explícita. Sin duda, los Knopf habrían rechazado el libro después de leer las primeras páginas, pero nunca tuvieron la oportunidad de hacerlo, ya que el nuevo agente de Robbins, un abogado llamado Gitlin, había pedido una serie de condiciones que nadie en su sano juicio podía cumplir.

   Con posterioridad, Harorld Robbins había llamado la atención de Leon Shimkin. La expresión de Henry dejó bien a las claras que eso no le sorprendía en absoluto, y Shimkin no parecía horrorizado ni renuente a hacer una oferta generosa y, en muchos sentidos, sin precedentes. Su intención original había sido publicar la edición de tapa dura en S&S y después lanzar la edición en rústica en Pocket Books. Con esa idea en la mente, le había pedido a Henry Simon que leyera el libro de Robbins.

   A decir verdad Henry opinaba que la novela constituía una buena lectura, si se era afecto a esa clase de basura, y probablemente sería un gran éxito de ventas. Pero también pensaba que representaba un problema moral, de modo que le envió una copia a Max Schuster, que se la llevó a casa. Al día siguiente, Schuster, conmocionado y bastante indignado, le dijo a Henry que se trataba exactamente del tipo de libro con el que no quería que relacionaran su nombre. Schuster había enseñado algunas páginas a su esposa, Ray, que le había expresado su consternación. Le preguntó a Max si de verdad quería publicar en S&S semejante “dreck” [Término yídish que significa “inmundicia”]. Colegí que la señora Schuster sabía usar el yídish para dejar en claro su opinión. ¿Qué iban a pensar sus amistades? ¿Qué iba a decir la gente? ¿En qué estaba pensando Henry? Si Leon Shimkin quería revolcarse en el lodo, que lo hiciera en Pocket Books, donde a nadie le sorprendería.

   Shimkin no iba a dejar pasar la oportunidad de publicar a Harold Robbins con independencia de los que Max o Ray pensaran. Entonces se le ocurrió la innovadora idea de crear, dentro de Pocket Books, otra empresa, Trident Press, con el único fin de publicar las novelas de Robbins en tapa dura. Así, Robbins recibiría el cien por cien de los derechos de la edición en rustica, en vez de compartirlos, como era habitual, con el editor de la versión en tapa dura.

(…)

La novela de Harol Robbins se convertiría en Los aventureros y la seguirían varios best sellers aun mayores.

(…)

S&S no tardaría en publicar Mujeres en busca de amor de Rona Jaffe –el prototipo de “novela para mujeres” que con el tiempo alcanzaría su punto culminante con El valle de las muñecas, de Jacqueline Susann.

(…)

Mujeres en busca de amor marcó un hito histórico por varios motivos: antes de que el manuscrito se editara, Jerry Wald compró la novela para llevarla a la gran pantalla, por lo que, desde el inicio, la compañía cinematográfica estaría involucrada en el marketing del libro; y también dio inicio a una nueva tradición en el mundo del libro de ficción, en la que el autor se convierte en una herramienta adicional del marketing. (…) Con la promoción de Mujeres en busca de amor se inauguró una nueva era en que el glamour potencial del autor –ya fuera real o inventado- importaba tanto como la manera en que este escribía, y los honorarios del fotógrafo por lo general superaban con creces lo que un novelista ganaba por su libro.

 

Nota de la sargento: El titulo original de Mujeres en busca de amor era “The best of everything”, pero en España, en los años 60`s … pues ya saben. Recientemente, en 2009, se ha vuelto a publicar -en Lumen (aquí) con el título de “Lo mejor de la vida”. Lumen lo reeditó porque los guionistas de la serie entonces de moda, Mad men, habían dicho que se inspiraron en parte en dicha novela. Si lo reeditaran hoy –teniendo en cuenta en éxito de “50 sombras de Grey”, seguro que le hubieran dejado el primer título en castellano: Mujeres en busca de amor, y le hubieran colocado una portada diferente con esposas, látigos y antifaces.

Estas cosas pasaban en la industria editorial americana. En aquel mercado, como cuenta Michael Korda, tipos elitistas e intelectualoides como Henry Simon no tenían éxito. Porque para conseguir que el negocio funcionase hacían falta editores que conectasen con el gusto de los clientes. Por eso la industria editorial estadounidense funciona y es muy rentable. ¿Por qué las editoriales españolas, teniendo un mercado potencial de más de 400 millones de hispanohablantes no consigue tener éxito? Muy sencillo: porque los que toman las decisiones sobre lo que se debe editar están desvinculados totalmente del gusto popular. Un director editorial que solo gusta de David Foster Wallace, Gaddis y Bernhard, y al tiempo aborrece de Ruiz-Zafón, Follet, Clancy y Patterson no puede contribuir a que su empresa gane dinero.

En el Grupo Planeta –me ha contado un pajarito- los viernes por la tarde van a hacer examen tipo test: ¿En qué capítulo se beneficia por  primera vez  Christian Grey a Anastasia «Ana» Steele? (1º, 5º, 6º, ó 93º); ¿Cuál es el apellido del buscavidas por el que Sira Quiroga (en “El tiempo entre costuras”) deja a su novio de toda la vida al principio de la novela?” (Abajos, Arribas, Martínez o Lara) son algunas de las preguntas. El que no acierte, al menos, 9 de 10 todos los viernes no tendrá opción de ascender ni de pillar un aumento de sueldo.

Michel Korda ya lo decía hace muchos años:

   Es asombroso lo mucho que puede uno aprender de alguien a quien, por lo general, no se considera una persona de éxito. En primer lugar, Henry Simon desdeñaba lo que consideraba el “gusto popular” y se despreciaba a sí mismo por sucumbir a él. En la industria editorial nada está más condenado al fracaso que un editor que intenta publicar libros “populares” sin que disfrute realmente con ellos.

Textual, oiga, textual.

Más info:

1.- La última vez (hace 1 semana) que estuve en la librería LA CENTRAL, de Callao, Madrid, tenían este libro de Korda.

2.- En octubre de 2012 ya publicamos, en Patrulla de Salvación, un “post” titulado “EDITORES & PUBLICADORES” sobre Michael Korda y su libro.

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3 respuestas a LOS NUEVOS EDITORES TIENEN QUE SABER PELAR PATATAS

  1. josepmengu dijo:

    ¡¡Pero menudo título «cursi y pretencioso», que diría Guelbenzu le pusieron a «Another Life. A Memoir of Other People»!! ¿Qué demonios significa «editar la vida»? Eso sí, tiene un pasaje memorable (reproducido ya en el «post» aludido): “Quienes saben de verdad de edición constituyen una curiosa combinación de animador con conocedor de historias, que saben arreglar una prosa deficiente, inventar un final dramático para una escena (en lugar del primero que se les ocurra), o mostrarse despiadados al cortar el texto”, (p. 76)

  2. Tomatito de Jerez dijo:

    Pues resulta que yo he leído «Lo mejor de todo» y me ha gustado. Y mucho. Y resulta que sí, gente de Mad Men ha reconocido su inspiración en la obra y hasta Don Draper en uno de sus capítulos aparece leyendo esa novela a modo de homenaje. No suele sacar cosas malas Lumen, y ésta es una de las que más me ha gustado recientemente.

    Nota para puntillosos: aclaro que la novela me ha parecido buena porque, del texto de este post, parece como si fuera mala al juntarla en el mismo párrafo con la magna obra de Harold Robbins. Seguro que no ha sido la intención de Mrs. Margaret, pero por si acaso.

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