Se comenzó en 2008 diciendo (aquí) tonterías como estas:
«Sin duda, Dumas, Shakespeare o Dickens estarían hoy trabajando en televisión», Ruiz Zafón.
«Las series son en el siglo XXI lo que fue la gran novela del siglo XIX. Nos entregamos a ellas no porque sean entretenidas (eso es un valor añadido o una coartada), sino por la información que nos dan acerca del mundo en que vivimos» Juan José Millás.
«Dickens publicaba sus novelas por entregas. Lo mismo hacía Alejandro Dumas con sus historias de aventuras. El público las esperaba con pasión cada semana, como ahora las series en televisión». Concepción Cascajosa.
Según el argumento de la tal Cascajosa, los culebrones de la televisión mejicana serían equiparables en cuanto a calidad a Los Tres Mosqueteros o a Oliver Twist.
La cosa venía de EEUU, aquí hace ya tiempo que solo copiamos. Pero en los USA hace ya más dos años que dejaron claro que no, que Dickens no tiene nada que ver con The Wire. Esa caída del guindo no la hemos copiado y por eso se siguen reproduciendo las gilipolleces que dicen algunos. Y peor: colocándolas en titulares. Así somos de idiotas, o así nos consideran los que dirigen los medios de comunicación.
He tenido que ser yo -otra vez- la que venga a decir las cosas claras. Un día me cansaré, me liaré con un buen maromo, me marcharé al Caribe y que os zurzan a todos. Aviso.
Más ejemplos de lo anteriormente denunciado:
18/02/14 Lecturalia. Alfredo Álamo: “Lo cierto es que True Detective tiene mucho de literario. Los ecos de Cormac McCarthy o de Lovecraft…”
12/11/11 EL PAÍS. Carlos Boyero: “Las series ya tienen su Shakespeare” (En referencia a The Wire)
25/07/08 EL PAÍS. Toni García: ”La novela victoriana, la mitología griega, Shakespeare, Tolstoi, Eurípides, Sófocles y Esquilo, Pynchon y Dickens, todos y cada uno de ellos han sido mentados como referentes.” (en referencia a The Wire)
13/05/11 Juan Francisco Ferré (su blog) “su relación peculiar con la literatura realista de Richard Yates y John Cheever” (sobre Mad Men)
16/02/10 Sergio del Molino El Heraldo de Aragón «The Wire, Shakespeare en la tele.»
3/03/12 EL PAÍS Robert McKee: «Tony Soprano es mucho más complejo que Hamlet».
Y lo último hoy mismo: 3/03/14 EL MUNDO. Charles Dance: ‘Juego de tronos es muy Shakespeare’.
Christina Hendricks (Mad Men) ¿la Madame Bovary del s.XXI?
¡Ya está bien de intentar engañar a nuestros jóvenes! Ni poniéndose hasta el culo de ginebra va una persona a encontrar en estas series de TV lo mismo que se obtiene de un libro de Shakespeare, Dickens o Tolstoi. Se puede utilizar la imaginación para intentar vender tu producto, pero lo que no se puede hacer es mentir. ¿Verdad que yo estaría mintiendo si afirmo que un palo de golf suena mejor que una guitarra Fender Stratocaster? Pues lo mismo cuando se repite que las series televisivas de hoy son como las mejores novelas clásicas.
Hace muchos años, Manuel Vicent (hoy un escritor injustamente infravalorado) publicó “No pongas tus sucias manos sobre Mozart” (que copio –para el que lo quiera leer- en el primer comentario de este “post”). Pues lo mismo digo yo: ¡¡Apartad vuestras sucias manos de Shakespeare!!
No pongas tus sucias manos sobre Mozart
Por Manuel Vicent
“Ésta es la pequeña historia de una rebelión, el famoso caso de un tipo de izquierdas que el viernes, día 14 de marzo de 1980 se deshizo del propio terror psicológico de que sus amigos le llamaran reaccionario y le arreó seco bofetón a su querida hija de quince años, la echó de casa y se liberó de una vez del trauma de la paternidad responsable. El episodio fue el final de un complicado proceso neurótico y se desencadenó por un disco de Mozart, por una bobada, como siempre sucede.
La chica estaba en la leonera de su alcoba con unos amigos melenudos y una música de Led Zeppelín hacía vibrar las paredes maestras del piso. El padre estaba en la sala sentado en un sillón bajo la lámpara de enagüillas leyendo un informe del partido acerca de los índices del paro. Aquella panda de jovenzuelos llena de harapos, pulgas y metales del rollo había entrado en su casa sin permiso, había pasado varias veces por delante de sus narices sin dignarse esbozar el más leve saludo, le había manoseado sus libros, le había vaciado la nevera, se había limpiado las botas camperas en la alfombra de la Alpujarra, había dejado un hedor cabrío a su paso. Ahora estaban en la habitación de su hija espatarrados como tocinos bajo los posters de “Ché” Guevara oyendo a Led Zeppelín, a The Police o a The Snack, fumando porros y apurando la última cerveza. Aquella alcoba era una reserva en la que él, desde hacía un año, no se había atrevido a entrar. En aquel momento tenía la cabeza metida en el informe económico lleno de coordenadas catastróficas cuando su querida hija salió a la sala, se acercó a la estantería y pretendió llevarse a la madriguera la “Sinfonía número 40” de Mozart. El padre, de izquierdas, saltó del sillón impulsado por un muelle y lanzó un grito estentóreo: ¡Mozart, no!. ¡No pongas tus sucias manos sobre Mozart!. Y entonces se inició la escena final, en la que el padre se liberó de todos los traumas hasta alcanzar la propia libertad sobre el chantaje de sus hijos. Detrás había quedado un largo proceso de neurosis paterno-filial que acabó con una sonora bofetada.
El hombre tiene cuarenta y dos años y pertenece a la izquierda fina, quiero decir que es progresista con dinero, un economista colocado, con una biblioteca selecta de dos mil volúmenes, pintura abstracta en las paredes, carnet del partido anterior a la legalización con la cotización al día, piso de doscientos metros por los altos de Chamartín, un año de cárcel y ciertas mataduras de la represión franquista, educado en el colegio del Pilar, un marxista de vía chilena, buenos modales, deportista de ducha fría diaria y perfectamente alimentado ya desde el útero de su madre. Cuida mucho el envase, pero ama la libertad antes que nada. Tal vez su punto fuerte es la elegancia interior.
Este tipo nunca ha comprendido muy bien por qué la izquierda ha caído en la trampa de dejarse arrebatar ciertos valores; por qué un progresista debía vestirse de guarro, aunque sólo fuera para epatar; por qué la disciplina, la eficiencia, el método, el deporte y la limpieza eran aspiraciones asimiladas a la derecha; por qué el respeto social y la educación férrea no eran reivindicadas constantemente por los de su ideología. Cosas así. En los momentos de duda él pensaba que esto eran residuos de su herencia burguesa, de modo que se dejó llevar por la onda, consciente de que hay que hilar muy fino para que tus camaradas no te llamen reaccionario. Ese siempre sería el peor insulto.
Cumplió todos los ritos. Se casó en una ermita de pueblo con traje de pana. Fue de viaje de novios a Rumanía. Tuvo tres hijos y los llevó a un colegio progre, los educó para que crecieran sin traumas, los metía con él en la bañera, los paseaba por la ruta del románico, se dejaba insultar por ellos y así las tres criaturas fueron creciendo a la sombra de unos padres comprensivos que no osaron jamás dar por zanjada una discusión sin antes mostrarles todas las salidas, opciones, contradicciones del problema par que fueran ellos quienes tomaran la decisión según su responsabilidad. Ponerles la mano encima hubiera sido un escándalo para su propia alma, contestar con una negativa sin más apelación le producía un desgarro en su sensibilidad progresista. Y el chantaje iba engordando como un tumor.
Este buen padre de izquierdas ya había pasado porque sus hijos no se lavaran los dientes o ni siquiera se ducharan una vez a la semana, soportaba que le llamaran viejo con cierta naturalidad displicente, pasaba por alto aquella indumentario zarrapastrosa del vaquero con remiendos, la pelambrera de profeta nihilista, el hecho de que se fumaran un porro en la pocilga de la alcoba y que no lograron aprobar el curso. Ante todo había que contar con la presión social, ya se sabe que la juventud no encuentra salida, la sociedad está muy deteriorada, cada generación tiene sus ritos, sus mitos, sus formas de comportamiento y eso había que respetarlo. Imponer la voluntad a rajatabla no es más que una agresión. Después de todo, no es malo que toquen la guitarra o que oigan a Led Zeppelín.
Un buen día, el hijo mayor no volvió a casa por la noche. Había tenido un percance en el colegio y decidió huir a Ibiza. La Policía lo encontró en Valencia, cosa que sucede a menudo, cuando no se logra pasar el filtro del barco. Otra hija se fue a vivir con un rockero. Después de un tiempo, el buen padre de izquierdas logró reintegrarlos a las suaves ordenanzas del hogar, lleno de traumas, explicaciones, consideraciones, pláticas razonables, amabilidades y sesiones antipsiquiátricas con un diálogo siempre abierto. Que hagan lo que quieran, lo importante es que están en casa, que los angelitos no sufran, que desarrollen la personalidad, aunque sea tumbados en el catre todo el día.
Cada tarde, la alcoba de su hija se llenaba con una panda de amigos que traían una calaña bastante atroz. No era lo peor que pasaran por delante de sus narices y que no se dignaran saludarle, sino el olor a cabra que dejaban en la sala. Que se limpiaran las botas en la alfombra, que se abatieran sobre las estanterías y manosearan sus libros con las uñas sucias, que se le bebieran el whisky y que mearan si tirar de la cadena. El viernes 14 de marzo de 1980 fue un día histórico para este amigo mío, un tipo de izquierdas, padre de familia que se liberó de sus hijos. Y al mismo tiempo se sacudió el terror de que alguien le pudiera llamar reaccionario. Él estaba estudiando un informe del partido acerca de los índices del paro. El sonido de Led Zeppelín hacía vibrar las paredes maestras del piso. Fue cuando su hija salió de la leonera con el pelo grasiento y los dedos amarillos de nicotina, cruzó la sala, se dirigió a la biblioteca con la pretensión de llevar a sus compinches la “Sinfonía número 40” de Mozart. Mi amigo no sabe explicar bien qué dispositivo le hizo saltar. Otras veces también su hija le había llamado carroza. Pero en esta ocasión aquel hombre tan fino y progresista le arreó una bofetada, se lió a golpes contra todo dios y se deshizo el misterio. Echó de casa a patadas a aquella panda de golfos. Y hasta hoy. Mi amigo es un hombre de izquierdas ya liberado.”
Vaya mierda de columna, artículo o lo que sea. Y lo peor es que tampoco es que haya mejorado mucho, mr. Vicent….
De momento vosotros no pongáis vuestras sucias manos sobre Christina Hendricks.
Eso sí, la foto se agradece (y luego diréis que este blog no es un campo de nabos…)
Primero pensé: no vale la pena ponerle atención a alguien que insiste en ponerle tilde a la «i» de Led Zeppelin. Pese a todo, leí completo el texto del señor Vicent: una basura.
Esto más parece un despecho que un artículo en serio. Cuál es el problema con las excelentes series? Argumente y deje el menosprecio. Por cierto ¿vió alguna de las que nombró?
CREO, CABALLERO, QUE EN EL POST QUEDAN CLAROS MIS ARGUMENTOS. VUELVA A LEERLO.
UN SALUDO
MAGGIE
Señoras patrulleras, deberían ustedes prohibir la entrada a menores en su blog, vistos los comentarios tan sesudos al artículo de Vicent…
Claro, es que los menores nos sentimos identificados con los amigos de la hija, que escuchaban a Led Zeppelín (sí, con tilde) y seguro que decían expresiones de nuestro argot juvenil, como «yo passso de todo, tronco», «dabuti» y «no seas carroza, tío»…
Altair, a ver si lees un poquito más despacio o a un ritmo que te permita un mayor nivel de comprensión lectora, porque este post no trasluce ningún problema ni menosprecio por ninguna de esas series (que sí, son excelentes en su campo); la indignación viene cuando se trata de compararlas y ponerlas al mismo nivel de las obras maestras de la literatura, con el objetivo de venderlas como si tuvieran su misma profundidad y trascendencia. No es así, y no debemos pasar por eso.
Pues yo me reafirmo en las influencias literarias de True Detective, aunque me cueste el calabozo y que me pongan a larios y nordic toda la semana.
Vamos a ver: en cualquier obra de ficción -sea una novela, un culebrón, una película, una serie, incluso una fotonovela (¿recuerdan?)- se pueden encontrar influencias literarias. Todo guionista está inevitablemente influido por lo que ha leído. Pero de ahí a machacarnos con que The Wire es equiparable al mejor Shakespeare hay un trecho. Según esto ¿si mañana hago una película en la que un chico joven mata a una vieja para robarle tendría derecho a decir que mi peli es la segunda parte de Crimen y Castigo?
Venga… tío.
Maggie
Es cierto que autores como Dickens o Shakespeare eran muy comerciales y en la actualidad seguramente trabajarían para la televisión o el cine, donde hay dinero, pero la pretensión de complejidad de personajes como McNulty, Dexter Morgan, el gordo Soprano, o Walter White son chorradas de publicista, y la crítica cultural de los medios no es más que publicidad mal encubierta.
Las series son telenovelas para marujillas hipster.
http://www.citizencani.com/desvarios/you-killed-a-cop
http://www.citizencani.com/desvarios/spaghetti-gangster
http://www.citizencani.com/peroratas/la-familia
¿Tú de qué vas, Ordovás?. Me leo los post que enlazas, te gusta que te lean, como a todos, voy a ponerte algo porque me parece que están de abuten y… . Y no dejas, coño, no dejas. Esto es… ehmmm… seguro que eres un tipo conocido. O quieres serlo. O, a lo mejor, no quieres serlo pero sí quieres que te lean. Eso seguro, si no, no te auto enlazarías. Que no me parece mal ¡ojo!. Pero no lo has pillado. Lo de los blogs no es eso. Los blogs molan porque son interactivos. IN-TER-AC-TI-VOS. Yo te digo ¿tú de qué vas, Ordovás? y tú puedes ir y contestarme. Pues mira por donde, en tu blog, esto, no se puede hacer.
Venga… ¡un abrazo! Y contesta, coño, no seas «cani» 😉
Hola, gracias por tus amables palabras. Si quieres intercambiar opiniones puedes escribir a citizen.cani@yahoo.com, o usar twitter (@citizencani) o Facebook (/citizencani). Puede que tengas cierta razón con lo de la interactividad, pero así me resulta más cómodo. ¡Un saludo!
Mira, tío
Yo no sé si tengo razón o no con lo de la interactividad. O si tengo poca o tengo mucha. Pero coincide que los tolais, tienen, todos, el blog con los comentarios cerrados ¡Vaya coincidencia! Y… digo yo que por algo será. Así que ¡ojo al dato, Cani! que, a priori, por lo que escribes, pareces un tío que se enrolla. Twitter no tengo y Faisi, tampoco, y, como comprederas, no me voy a poner a pegarte la brasa a base de correos electrónicos como si hubieran vuelto los noventa’s. Me terminarías cogiendo fila. Otro saludo más, manguta.
Bueno pero son metáforas, ¿no? Más o menos acertadas según la calidad de lo que se compara, aunque en el arte la calidad suele ser subjetiva. Decir ‘la tele ya tiene su Shakespeare» no quiere decir que sean lo mismo en el mismo grado, sino que en la escala de las series de televisión The Wire es tan buena como en la escala de la literatura lo es Shakespeare SEGÚN la personalísima opinión de quien hace la afirmación.
Ahora bien, ¿estarían haciendo televisión Dumas, Shakespeare o Dickens? Seamos realistas, Dumas seguro que sí, lo sabemos todos. Shakespeare es teatro, el cine es el hijo bastardo del teatro y la televisión la hija yonki del cine, así que por qué no. ¿Sería algo malo? No lo creo. Al revés, seguro que aportaría algo grandioso al medio.
La mayoría de los que escriben cine o tele no sólo son espectadores sino lectores, muchos nacen como escritores de narrativa y en un momento dado migran o compatibilizan. Los guionistas son escritores. ¿Cuál es el problema? Referencias cruzadas, no compartimentos estancos. que normalmente encima se enriquecen mutuamente.
Ahora bien, ¿deja el mismo efecto una buena película o serie que un libre? A mí no, tanto que afirmaría ‘Indudablemente no’ y me quedaría tan ancha. Un libro te toca de una forma diferente, la reflexión es diferente, y el poso es más… profundo y duradero. Probablemente por la naturaleza del esfuerzo físico y mental de la lectura que no requiere ver la tele (para leer no basta con abrir los ojos, aunque haya que tenerlos abiertos).
JJMillás se le va la pinza de loco porque muchas series la información que dan sobre el mundo que vivimos está distorsionada y dramatizada hasta un punto que la hace irreconocible en las emociones reales del ser humano.
Eh, mi sargento, que yo no digo eso en mi artículo. Si me cita, cíteme bien.
Por cierto, muy interesante la entrevista a McKee.
Curioso lo que hace el tiempo. Hace 25 años el artículo de Vicent me parecía excelente. Hoy me ha parecido una chapuza.
Y en cuanto a las series, ¿habéis visto Breaking bad? Sería desafortunado compararla con cualquier obra literaria pero visto lo que nos están tratando de colocar las editoriales españolas, está claro que deberían percibirla como un competidor peligroso.
A propósito: http://www.68revoluciones.com/?p=6203
Es que si Shakespeare viviese hoy, a lo mejor sí que escribiría para la HBO, pero no por la mayor o menor calidad de las series televisivas, sino porque el teatro de la Inglaterra isabelina era el equivalente en el show business a la televisión de hoy en día, y él era un profesional de la industria del entretenimiento. Otra cosa es que los guionistas de las series de televisión actuales, obviamente, NO son Shakespeare. pero como tampoco eran Shakespeare el resto de los dramaturgos de su tiempo.
Shakespeare hoy no viviría
No olvidemos «Teleshakespeare» de Jorge Carrióóóón. Si es que no les da la cabeza para más que para ver la tele comiendo gusanitos. ¿Para cuándo el ensayo de Ferré sobre la hermenéutica de El Hormiguero?
Bah, iros todos al carajo…
Hombre, Shakespeare no será, pero The wire pega mil vueltas a lo que escribe Muñoz Molina, por ejemplo. Otra cosa es que el resto de series esté a la altura de esta en concreto. Para mí no. Analizar los pros y los contras entre unas series y otras (Juego de tronos es sólo un culebreo chillo medieval, True Detective es sólo la serie de moda este año, Breaking bad y Los soprano comparten tics que la de Baltimore omite, etc.). Dejen de oscurecer el mérito de esa serie cuando han realizado post laudatorios hacia las novelas de María dueñas! por favor.
Joer, el pron se ha puesto tuiter
Tienes razón que Manuel Vicent es un escritor de talento.
De talento para vivir del cuento. Oye, nen, Recaredo Veredas se hace entrevistar en su revista: http://www.microrevista.com/deudas-vencidas/. A tope autopromoción pero al pobre sólo le hacen caso los que cobran de su empresa de reclamos a deudores.
Os dedicáis a escritores que ya ni crían malvas. Algún que otro loser cuentista tratando de autopromocionarse y
mi admirado y temido Leopoldo María abandonado a su suerte.
Espabilad, coño!
Desde el punto de vista de la historia, la antropología y la sociología, la cultura popular crea productos tan válidos como lo que, a partir de la edad moderna, se llamó «alta cultura», en un intento nada democrático de las élites de diferenciarse de la plebe que ahora empezaba también a tener acceso a los productos culturales.
Sólo dos puntualizaciones, no creo que J. J. Millás yerre. Los novelones del XIX se seguían ávidamente, se leían por todos, había algunas novelas que se leían en alto en beneficio de los analfabetos, y podían conmover un país. Las series de TV, además de entretener, son el producto cultural que de manera más inmediata habla del mundo en que se vive. En mi opinión, ninguna novela actual transmite de manera tan vívida lo que es hoy España que «Aida» o «Crematorio».
Cascajosa también dice algo que es cierto: la gente de ahora espera cada semana su serie favorita como los decimonónicos la última entrega de Dickens. No dice en absoluto que un culebrón tenga el mismo valor literario que una novela de Dickens.
Por último, me parece razonable pensar que grandes artistas del pasado hubieran desarrollado su creatividad de otra manera si vivieran hoy en día. Hasta finales del s. XVIII en la música y las artes plásticas eran básicamente productos artesanos de encargo, sin el concepto de autor, originalidad y libre desarrollo de la personalidad artística que hay hoy. Lo que no impidió que más de un artista se revelara y pidiera el ennoblecimiento para los de su arte.
La representación animada de las historias siempre han arrastrado el dinero, porque es lo que a la gente más le gusta, más que leer. De toda la vida fue el teatro, después el cine y ahora la tele. Triunfar como guionista de TV, dicho sea de paso, no está en manos de cualquiera.
Shakespeare supo contar historias de esa forma, y tuvo una vida confortable. Cervantes quiso y no pudo, vivió pobremente. Mozart aspiró siempre a ser autor teatral, que le encargaran muchas óperas que era donde estaba la pasta. Tuvo un éxito irregular porque, ¿es posible? No lo consideraban suficentemente bueno frente a los solemnes compositores de la corte que trataban temas serios. ¿A qué me suena eso?
En fin, del artículo de Vincent mejor no hablar. Pero quizá convendría que advirtiérais que no sois apologetas de la violencia doméstica, y que no aplaudís a un padre que da bofetada a su hija de 15 años en el hogar familiar. Más que nada porque aunque en 1980 hubiera salido bien librado, hoy no. Es un delito del art. 153 C.P., sancionado con pena de cárcel o trabajos en beneficio de la comunidad y alejamiento forzoso del agresor, o sea, que el papá tendría que abandonar la vivienda, posiblemente sin poder llevarse sus libros ni sus discos.
Más que un hombre de izquierdas liberado sería, a día de hoy un hombre con antecedentes penales, en libertad condicional o haciendo trabajos comunitarios.
¿delito del art. 153 C.P.? ¿pena de cárcel? ¿alejamiento forzoso?
DESDE LUEGO… QUE UNA ABRA UN BLOG CON LA DESINTERESADA INTENCIÓN DE SALVAR EL LIBRO, Y TENGA QUE SOPORTAR QUE CUALQUIER INDOCUMENTADO SE META A DECIR TONTERIAS. DESDE LUEGO LO QUE HAY QUE AGUANTAR, NENA
No va tan descaminada Joane, Sargento. Su comentario, al completo, me ha parecido de una lucidez demoledora.
Es curioso cómo se ofenden los modernillos cuando se meten con sus series. En fin, como se sabe, los culebrones son adictivos, y forman parte de la triste existencia de los que están enganchados. Sólo hay que intentar desenchufar la tele o cambiar de canal en la sobremesa para ver a una bondadosa abuelita transformarse en una fiera corrupia.
Vais a ver qué noticia tan graciosa: Ramón Pernas, que financia a través de El Corte Inglés el premio Primavera (Espasa, Grupo Planeta) se ha auto-otorgado esta misma tarde el premio Azorín (editorial Planeta, Grupo Planeta). Esto supera con creces el escándalo de Maxim Huertas y su premio Primavera, aunque en cuestión de escribir mal no sé quién de los dos es peor.
Lo único que me atrevo a aportar es que, en el tema de las series de tv, hay que contar con el factor «moda». ¿Cuántos de los que alaban a las series de televisión como productos culturales de altura tienen en casa la colección completa de «Canción triste de Hill Street»? ¿O de «Twin Peaks»? ¿Acaso alguien hoy en día presume de haber visto todas las temporadas de «Expediente X»? Y pocos, muy pocos, sabrán de qué coño les hablo si les menciono la serie «Retorno a Brideshead». En fin, pilarín, que para ser Shakespeare hace falta estar muerto 400 años y que te sigan leyendo, representando, citando e, incluso, comparando. Cosa que, con las series, está todavía -nunca mejor dicho- por ver.
P.D.: A ver si dentro de 10 años hay alguien que siga diciendo que Breaking Bad es la mejor serie del mundo mundial o habrá otra que la destrone.
P.D (bis).: Me encantan las series, soy fan de Utopía (¿Cómo? ¿Aún no la has visto? ¡Por favor!) y de The Walking Dead. Pero no creo que para apreciarlas haya que compararlas más que con otras series. Y ya es mucho.
hoy en día la gente se traga cualquier cosa con tal de decir (o de pensar) que sabe algo de literatura…