Cuando una lee las tres primeras páginas de La Plaza del diamante de Mercé Rodoreda (Edhasa bolsillo, 2003) -con esa «cinta de goma de las enaguas» y «la madre muerta y el padre casado con otra»- tiene la impresión de que la autora ha alcanzado ya, nada más comenzar, lo mejor de su novela y que a partir de ahí la calidad de lo escrito no puede más que empeorar. Pesimista que es una, qué le vamos a hacer. La buena noticia es que, al contrario, doña Merce, con su prosa de mesa camilla con brasero y sus personajes en zapatillas a cuadros, se supera párrafo a párrafo y transcurridas 249 páginas y a punto de terminar (la novela es cortita) -cuando la Colometa, de madrugada, deambula por la ciudad y el Antoni tiembla de miedo en su cama- es capaz de escribir cosas como esta:
Y la señora Enriqueta me había dicho que teníamos muchas vidas, entrelazadas unas con otras, pero que una muerte o una boda, a veces, no siempre, las separaba, y la vida de verdad, libre de todos los lazos de vida pequeña que la habían atado, podía vivir como habría tenido que vivir siempre si las vidas pequeñas y malas la hubieran dejado sola. Y decía, las vidas entrelazadas se pelean y nos martirizan y nosotros no sabemos nada como no sabemos del trabajo del corazón ni del desasosiego de los intestinos…
Y las putas palomas y el olor que dejan.
Porque el Quimet no es malo. El Quimet no pone los cuernos a la Colometa ni le pega. El Quimet quiere mucho a los niños y trabaja todos los días. Pero gracias al Quimet de Merce Rodoreda (Barcelona, 1908 – Gerona, 1983) queda negro sobre blanco lo infeliz que te puede hacer un hombre egocéntrico y malcriado por su madre. Leyendo La plaza del diamante dan ganas de coger a todas las mujeres que acaban de parir hijos varones y obligarlas a aprenderse de memoria algunos párrafos de la novela para que comprendan de antemano las consecuencias de maleducar (a base de mucho cariño y comprensión y en ausencia de disciplina y autoridad) a sus amadísimos bebes. La novela de Merce Rodoreda levanta acta (gracias, doña Merce) del sufrimiento que causa este tipo -tan abundante- de hombre. Esos hombres que puertas hacia afuera no son más que buenos mozos y sobre los que si a una se le ocurre quejarse, solo va a conseguir que la tomen por una histérica. Si el Quimet hubiera sido hijo mío….
Y el cuadro de las langostas de la señora Enriqueta y los niños mirándolo.
Y si alguien, sin haber leído las páginas anteriores, se metiera entre pecho y espalda la escena en la que la Colometa llega a pensar en matar a sus propios hijos haciéndoles beber agua fuerte con un embudo, pensaría que la Colometa está loca de remate. Pero no es así. Al personaje principal de la novela se le ocurren muchas ideas erráticas -a quién no en sus circunstancias- y comete muchos errores, pero nunca -¿QUÉ SE HA CREÍDO USTED?- haría daño a sus hijos; aunque a veces parezca que le importan poco. Hay que ser madre para entenderla… O hay que leer, desde el comienzo, la novela de Merce Rodoreda.
Y la tienda de las muñecas y la Colometa mirando el escaparate.
Merce Rodoreda, dice la leyenda, fue amante de Andrés Nin, aquel intelectual líder del POUM -donde también militaba el escritor George Orwell- que en 1937, en plena guerra civil, fue torturado y asesinado por los servicios secretos soviéticos que al mando de Alexander Orlov ayudaban a los comunistas en aquella estúpida disputa entre fuerzas del mismo bando que tanto daño hizo al frente republicano. Previamente se había casado con su tío -el hermano de su padre- que era 14 años mayor que ella. Merce Rodoreda se separó de su marido y partió sola al exilio después de la guerra civil. La plaza de diamante fue escrita en 1960, en Ginebra, entre los meses de febrero y septiembre.
Y la sala del sofá con funda.
Y cuando una lee las tres últimas páginas de La Plaza del diamante, vuelve a confirmar como correcta su decisión de no escribir -ni siquiera intentarlo- nunca una novela. Para qué, me digo, cuando en libros como el de Merce Rodoreda ya están expresados (a veces sin palabras), y de forma imposible de mejorar, los agobios, las angustias, las inseguridades, los miedos y, en general, la neurosis, de una mujer humilde, de clase baja, no muy lista pero sensible, nacida en Barcelona en el siglo XX.
El 20 de noviembre de 1985, Carmen Martín Gaite, en su habitación del Vassar College de Poughkeepsie (EEUU), escribía lo siguiente para cerrar la introducción a su ensayo «Usos amorosos de la postguerra española» (Anagrama, 1985):
«Existiendo, como ya existen ahora, tantos estudios sociológicos y económicos, crónicas literarias, análisis, libros de memorias y novelas sobre el tema de la inmediata postguerra, se preguntará el lector que qué me mueve a mí, a estas alturas de la década de los ochenta, a hurgar en un asunto tan manoseado y sobre el que todo parece dicho. Y sin embargo nadie que emprende un trabajo, a despecho de tales reflexiones, puede dejar de pensar que lo que él va a decir no está dicho todavía, simplemente porque nadie lo ha dicho de esa manera, desde ese punto de vista.
Reconozco que es una arrogancia y una tozudez, pero el vicio de escribir siempre se alimenta, en última instancia, de esos dos defectos.»
Pues yo no soy ni arrogante ni tozuda.
Cuando gracias a la lectura atenta y reposada, que solo un verano sin conexión a internet y sin familia alrededor permite, se comprueba que existen libros tan perfectos como este, una decide (o se reafirma en su decisión) que lo mejor que se puede hacer con las pocas energías que le quedan es emplearlas en defender la buena literatura, como hacemos en este blog. Y La plaza del diamante es eso, buena literatura.
Y la caracola en la que, acercando la oreja, se escucha el mar.
Y la cortina de canutillos con la japonesa pintada.
Y el dedo de la Colometa pasando por «los platillos de las balanzas de la pared».
MÁS
El 24 de septiembre, se estrena en el Teatro español La plaza del diamante. Con Lolita Flores como actriz protagonista.
AÑADIDO (el 11 de septiembre de 2014)
Para los interesados en Andreu Nin, pinchen (aquí) para leer una interesante y muy bien documentada entrada de hace seis días en el blog Negritas y Cursivas sobre la relación de Nin con la literatura rusa.
Mira qué bien, un post como Dios manda. Gracias. A lo mejor es eso lo que hay que hacer: hablar solo de lo bueno y en cuanto a lo malo, ni mencionarlo, como si no existiera, para que no siga engordando.
En cuanto a las adaptaciones de novelas a obras de teatro, siempre me han resultado pintorescas. ¿Por qué no se adaptan obras de teatro a novelas? Es el mismo disparate.
Hola. Enhorabuena por el blog. Siempre haciendo aportaciones interesantes y, por lo general, bastante ecuánimes.
Esta sugerente entrada ha conseguido que « La plaza del diamante» se convierta en una de las próximas lecturas.
Sólo un pequeño «pero». Aunque está permitido, me gusta más «alrededor» que «al rededor». Por decir algo…
Un saludo.
Gracias, lo cambio.
Un abrazo
Maggie
Pues ya que estamos, también puedes cambiar «de ante mano» por «de antemano» y, sobre todo, ponerle la tilde a Mercè (que no Mercé).
Estupendo el artículo y estupenda también el resto de la obra de Mercè Rodoreda; además de sus novelas, no olvidéis sus cuentos. Hay una traducción en Edhasa.
Tienes razón. Lo cambio.
Gracias
Abrazos
Maggie
Genial! Me encanta este blog. Recuerdo que me obligaron a leer la Plaça del Diamant en la escuela. Fue una terrible experiencia. Ahora me encanta.
Como apunte, y por añadir algo también, es Mercè, no Merce.
Muchas gracias por el blog 😀
Luego dicen que las mujeres escriben peor que los hombres, o de cosas que solo les interesan a las mujeres… Excelente toda su obra, no solo La Plaça del Diamant. Saludos.
Me ha encantado la valoración. ¡Gracias, sargento Margaret y cía!
Efectivamente, hay muy malas madres que confunden el cariño con el mammismo y así les luce el pelo a muchos…
Y luego, querida amiga, las consecuencias las sufrimos las tontas que nos dejamos deslumbrar por esos chicos simpáticos (los malcriados suelen ser simpáticos porque tienen el encanto infantil que trae consigo su inmadurez). Y cuando te vas a quejar a tu suegra, te dice que NO SE ACEPTAN devoluciones.
Si lo sabré yo…
Un beso, reina
Maggie
La cita que has puesto es infame. ¿Eso es literatura de calidad?
Sí.
Lee el libro
No te costará mucho, son solo 250 páginas en edición bolsillo
Margaret
Silvia Munt. Todavía la recuerdo borracha como una cuba por Valencia, con el tipo aquel… Ah, sí! Josep M. Marqués, Supuesto progre de los ochenta, que dejaba sus cagaditas de enchufado en el País Semanal. Y a quien yo vi varias veces, borracho como una cuba, apoltronado en la barra de un bar, riéndose con soberbia de la clientela festiva y despreocupada.
Casualmente ¡que pequeño es el mundo! Cuando yo me iniciaba en estas cosas de internet hice un chiste, casual y desacertado, lo reconozco, en un perfil que, lo juro, creí que era de una adolescente por lo tontainas que eran sus post y, para mi sorpresa, saltó la tipa esta, histérica perdida, hecha una loca, acusándome de machista y no sé cuántas cosas más y clamando para que sus amigotas feministas radicales me bloquearan la cuenta o no sé qué puñetas. Anda que hay que joderse las cosas que levanta una simple foto…
Sargento, leí la novela ayer, alentada por su post, y creo que los efectos me va a durar toda la vida. Pedazo de obra. Parece que está escrita ayer o mañana.
Leedla. Es lo más parecido a la vida que he leído nunca.
Me alegro mucho, Lilí.
Pocas satisfacciones hay mejores que recomendar un buen libro y que guste.
Ahora coge esa novela y ponla al lado de los libros de Patricio Pron, de Alberto Olmos, de Alejandro Zambra, de Soto Ivars, de Fernández Mallo, de Vila-Matas, de Santiago Rocanglisgloglo, de Use Lahoz, de ….
Un saludo
Maggie
Es usted malvada, mi sargento. A Roncagliolo le pasa como a Bevilacqua, que chocan con la incapacidad hispánica para asimilar otros idiomas, ni siquiera los propios. Animo a todos a leer a Rodoreda en catalán, no es difícil.
Y por favor, ponga usted la tilde en Mercè. Gracias
Margaret, querida, todos esos que mencionas hacen lo que buenamente pueden, como tú, como yo, como todos. Novelas como la de Rodoreda se dan muy pocas veces.
Y yo que hace dos semanas me despedí de Barcelona con ese mismo libro de Carmen Martín Gaite que cita usted, Sargento, y un ejemplar viejuno de «La meva Cristina i altres contes» que me recomendó el genial librero (y que, debo admitir, yo no conocía). El primero, junto a los «Usos amorosos del dieciocho en España», siempre ha estado entre mis favoritos. Siempre me ha encantado la palabra «Poughkeepsie», fíjese 🙂
Qué buen día. No solo he encontrado este estupendo blog, sino que, además, una recomendación de lectura que ha conseguido que me apetezca mucho. Tanto, que voy a empezarla casi ya mismito.
Aquí tiene una nueva seguidora, enganchada a sus letras. Buen día.
Bienvenida, Miss Malemort. Ponte cómoda, estás en tu casa.
Un abrazo
Maggie
Me piden toda la información posible, desde un pueblecito muy pequeño de Castilla la Mancha, sobre la ubicación de «la plaça del diamant», en relación a la obra de Mercè Rodoreda. Esto demuestra la gran importancia que existe en todos los rincones por la buena literatura.