Querido Carlos:
Por mucho que lo intento no consigo olvidarte; ni como hombre ni como editor. Perdona lo manido de la frase, pero, tranquilo, nadie la va a leer. Además, desde la tumba –en la que hoy cumples 25 años- no vas a venir a decirme, como antaño, que soy una cursi, una boba y una sensiblera. Así que escribo lo que me da la gana.
Como seguro que ya te imaginaste, después de ti vinieron muchos más. Yo no sé si es que la raza, como todo lo demás, degenera o que he tenido muy mala suerte, pero la verdad es que hoy puedes sentirte orgulloso de ser el primero; el primero no en el tiempo, claro, ¡ay!, sino en el ranking, en el pódium. Y eso contando con tus múltiples y molestos defectos.
Fue una pena que te conociera entonces, cuando, tonta de mí, pensaba de aquella manera; cuando joven, ambiciosa y arrogante creía merecer lo que hoy sé que nadie puede dar. Hoy, treinta y cinco años después, seguro que no te fijarías en mí. ¡Mierda de vida!
Es destacable cómo el paso del tiempo te hace a mis ojos de mujer y de lectora mejor hombre y mejor editor. Y lo más curioso es que las razones son las mismas, valen para explicar por qué echo de menos tanto al amante como al publicador de libros. Y te ruego que perdones las comparaciones.
Ya no hay hombres -como tampoco hay editores (ni editoras)- que amen apasionadamente lo que los hace ser lo que son. Editar, como amar, es algo que se debe hacer de forma desinteresada. El amor que busca una contrapartida no es amor, del mismo modo que el editor que quiere vender muchos libros no es editor. El amante que solo procura su satisfacción no es un buen amante y, de forma equivalente, el editor que sólo publica lo que, en su arrogancia, le hace pensar que engrandece su nombre no es un buen editor. Ya no hay hombres que se preocupen de hacerte sentir mujer en el mejor y más amplio sentido de la palabra. Tampoco hay editores que respeten al lector, procuren enriquecerlo intelectualmente y llevarlo (gracias a los libros que ellos publican y que el lector lee) a una versión mejorada de sí mismo. Los «editores» de hoy no quieren conocerte, no están interesados en saber lo que opinas, lo que deseas o necesitas como lector; de igual manera los hombres, los “amantes” que una se cruza, no son capaces de escucharte, de comprenderte, solo quieren hacerte ver lo maravillosos que son, ellos. ¿Machismo? ¿Desprecio? No, lo siguiente. Editores y hombres, hoy, solo procuran su placer, el de ellos. Como buenos EGOS inflados sólo se escuchan a sí mismos. Y a la mujer y al lector que los zurzan.
Un buen editor (o editora) utiliza su vasta cultura para, después de saber quién eres, ayudarte a desarrollar todo lo que hay dentro de ti y que sin su ayuda, tú sola, nunca conseguirías sacar. Un buen editor (o editora) –como haría un hombre hecho y derecho con una mujer- consigue que descubras formas de gozar y disfrutar de las que nunca te habrías creído capaz. Física e intelectualmente (que en muy especiales ocasiones es lo mismo). Un hombre de verdad te hace ver las estrellas; un editor como Dios manda te lleva de paseo por otros mundos y como buen cicerone te hace gozar de placer con todo lo nuevo que pone a tu alcance.
Tú organizaste un premio literario (Biblioteca Breve) para darnos a conocer jóvenes autores y nuevas literaturas que valían la pena; hoy los editores usan los premios simple y llanamente para ganar dinero. Pero esto es sólo un ejemplo.
Pues, añorado Carlos, para tu información y, me imagino, tu consternación: ya no quedan editores (ni editoras). Ni hombres. Por eso hoy, cuando se cumplen 25 años de tu muerte, nadie quiere recordarte. Ningún periódico de tirada nacional (salvo La Vanguardia) intenta hacer memoria. Por eso hay tan poco interés en reeditar tus poesías o tus memorias. Los “hombres de letras” del siglo veintiuno prefieren que nadie sepa que un día caminó –descalzo- por este país un auténtico editor. No sea que queden todos ellos en evidencia.
Tú sí, querido Carlos, me hiciste gozar, como mujer y como lectora.
Tuya siempre,
Margaret
Calafell (Tarragona), 1960 (Foto: Oriol Maspons)
También en esa época era dificilísimo para un joven que comenzaba publicar un libro, hice varias gestiones que no resultaron hasta que […] el hispanista Claude Couffon me sugirió que enviara el manuscrito a Carlos Barral. […] me dijo: hay en Barcelona una editorial pequeña pero que está tratando de publicar literatura moderna, de abrir mucho ese mundo un poco enrarecido de la literatura española de aquellos días. (Vargas Llosa, 2012ª)
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El premio [el Biblioteca Breve] se otorgó a un escritor peruano casi desconocido, Mario Vargas Llosa […] El jurado se lo otorgó por unanimidad […] Era el punto de partida del boom latinoamericano. Y la consagración de Carlos como descubridor de escritores, de tendencias, de mundos literarios. (Castellet, 2009: 123)
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He actuado siempre editorialmente como un artesano. Con esa filosofía de la obra bien hecha y sin otro cálculo que mis gustos o la presunción de calidad. Creo que si las circunstancias editoriales españolas de los años cincuenta y sesenta hubieran sido parecidas a las de otros países europeos, mi planteamiento editorial hubiera fracasado. Empecé a editar en medio de un vacío de humanísticas contemporáneas, que nadie se atrevería a colmar, y eso creó una relación entre un público ávido y un editor, inexperto entonces, que hizo posible lo imposible (Barral, 2002: 102)
Fuente de las tres citas: (aquí).
Carlos Barral (Barcelona, 1928 – Barcelona, 12 de diciembre de 1989)
ACTUALIZACIÓN A 18 DE diciembre de 2014
EL PAÍS publica un artículo (firmado por Otero Barral, el nieto del editor) dedicado al 25 aniversario de la muerte de Carlos Barral, pero lo hacer con 6 días de retraso. Qué raro -me digo- que se les haya pasado la fecha; con lo aficionados que son en EL PAÍS a rellenar las páginas de cultura con artículos de homenaje con ocasión del cumplimiento de cualquier tipo de cumpleaños.
OTRAS COSAS
Las mejores portadas del año 2014 según The New York Times: (aquí)
Los mejores 10 libros del año 2014 según The New York Times (aquí).
Cuánta razón tienes, Margaret.
Siempre amé a Barral, sigo amándolo, cómo podría ser otra cosa, PERO diría, Margaret, que el uniforme ejerce una mala influencia sobre las chicas. No me importa que tengáis aspecto andrógino, es más, siempre me gustó ese aspecto, pero ciertas afirmaciones tuyas me han dejado con la boca abierta, es más, no doy crédito. Nena, ¿cuántos añitos tienes, dime? Porque no me parecen de recibo, al menos no para una mujer a años luz de esa ¿filosofía?, muy en especial estas palabras que escribes con la tranquilidad de quien bosteza: «Un buen editor (o editora) –como haría un hombre hecho y derecho con una mujer- consigue que descubras formas de gozar y disfrutar de las que nunca te habrías creído capaz. Física e intelectualmente (que en muy especiales ocasiones es lo mismo)». ¿Como haría un hombre hecho y derecho con una mujer? ¡Puagg!
Se te nota -y lo siento por ti- que no has conocido un buen editor que te haga sentir. Es lo malo de haber nacido tarde. Debes ser una persona joven, ¿verdad?. Eso tenemos las viejas que nos aficionamos a la literatura en los años sesenta. Las jóvenes sois más guapas y más estilosas, pero los hombres con los que os relacionais, lo siento mucho, son de una calidad que deja bastante que desear.
Que nos quiten lo bailao
Maggie
Jeje, ya irás viendo lo «castiza» que es la Maggie, Hanna ; )
Besos a ambas.
És que, per l’amor de Déu, Ire, em va deixar bocabadada…
Ella és així, pura espontaneïtat : ) Los gintonics mañaneros.
Qué recuerdos, Margaret,me has emocionado y hasta he llorado. Yo también estaba loca por Carlos -y sigo porque siempre lo tengo presente-. Claro, ni punto de comparación con estos lechuguinos hombres -y mujeres- editores que no saben dónde está el punto G de los escritores, y tampoco les importa, ¿para qué? si la mayoría no se atreve a darles calabazas por miedo a perder esa birria de amantes .
Saludos de otra vieja que añora la hombría y la editoría de Carlos Barral. Que en paz descanse.
En El cura y los mandarines, ando con esas 825 págs., el número de las que mencionan a Barral -ya veremos con qué extensión y con qué palabras- es de casi cuarenta, la pataleta de algunos que yo me sé debe de ser de aúpa. Aunque también es cierto que no he querido contar las que mentan a un tal Franco, marean la vista.
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¡Ah! ¿Habéis visto esto? Entré por ver si la prepotencia de Monedero era tan impostada como la mía, lamentando tener que escuchar a Morán de nuevo, pero no, queridos, merece la pena por uno y por otro. La grabación tiene sobre un mes.
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http://www.eldiario.es/politica/Debate-Gregorio-Moran-Carlos-Monedero_0_323717824.html
Muy bueno el coloquio, Hanna. Lo triste es que para muchos lo que dice Monedero sea ‘sorprendente’. Totalmente de acuerdo con su visión, obviamente.
Saludos
Por cierto, Blecua ya no es el director de la RAE.
Para que no desfallezcas en tu voluntariosa lectura de «El cura y los mandarines», Hanna, sigue una crítica a ese libro publicada hace unos días en El Comercio, en papel. Por suerte, el autor, García Martín, la ha colgado en su blog: http://crisisdepapel.blogspot.it/
A mí me ha venido a confirmar bastante mi opinión sobre Morán, y me ha acabado de disuadir de emplear tiempo y vista en materias más provechosas.
Jodeeeer…
Hanna, espero tu opinión, de verdad, ya que yo está claro que no iba a leerlo.
Oye Cristina: ¿esta lista subnormal no merece comentario?
http://laslecturasdemrdavidmore.blogspot.com.es/
Joder con la lista. Pa mear y no echar gota
No veo ningún problema con la lista, más allá del que entraña cualquier lista. Acaso que no te han preguntado a ti CJ/Jesús Zamora Bonilla?? Patético.
Tienes razón, Sisi, lo comente demasiado apresuradamente: la gran mayoría de las respuestas son muy razonables, y me dejé llevar por un puñado de ellas que me parecieron un poco frikis.
La lista demuestra que los escritores sólo leen lo que les dan a leer en el insti. Da verguenza ajena.
Si la lista es de «favoritos» y no de los «mejores» libros, es normal que los escritores acusen sus primeras lecturas. Se llama honestidad. En cualquier caso, no estoy siquiera de acuerdo con la apreciación de CJ.
Pues yo tampoco veo ningún problema. Les preguntan por sus novelas favoritas y dicen sus novelas favoritas, es más me alegra que algunos hayan tenido los huevos de mencionar novelas populares. Lo curioso es que no abunden los escritores conocidos en su casa a la hora de comer que tanto le suelen gustar a los jóvenes patrios (queda muy cool mencionar a alguien que sólo conoce uno y cuatro más).
Y sí, hay determinados nombres que se repiten un montón, pero para algo son clásicos
Hola a todos.
Soy el autor de la entrada de la lista de libros favoritos.
Si os soy sincero no conocía Patrulla de salvación (he llegado a través de las estadísticas del blog) pero he estado cotilleando un par de entradas, y ese par de entradas me ha llevado a leer más y más… y las que todavía me quedan.
Lo primero de todo es daros la enhorabuena por este magnífico blog. Salirse del «quedabienismo» y tener personalidad propia en los tiempos que corren. es poco menos que un acto heroico.
Para la lista mandé un correo a más de 200 autores, de los que aproximadamente me contestaron la mitad. Algunos de los más conocidos han pasado de responderme, aunque alguno me dio sus razones por las que no quería participar. En total me tiré tres semanas para juntar a los cien. El post, y todo el contenido de mi blog, es muy de andar por casa (soy un simple lector) pero al público al que va dirigido parece que le gusta.
Saludos.
Gracias, David. Quede claro que me parece genial el haber hecho y publicado la lista. Mi comentario iba sólo hacia lo que pensaba sobre alguna de las respuestas; pero, obviamente, te agradezco el permitirnos conocerlas.
Un saludo
Patrulla, debíais ordenarnos formar para que os diéramos el nombre de cinco libros a punta de pistola…
¿Habéis consultado a Elvira Navarro para publicar este artículo?
¿Quién es Elvira Navarro?
¿Elvira Navarro? Estoooo…. Cony, lo tenía en la punta de la lengua… Y no estoy de acuerdo con lo del Insti, hay algunos ahí, no solo entre los leídos, sino entre los interrogados, que mis alumnos tuvieron que leer a escondidas. Si me lo confesaban, estaban obligados a entregarme, como mínimo, solo para aprobar el apartado de lecturas, una lista con diez incorrecciones léxicas sobresalientes y cinco salvajadas sintácticas extraídas del libro de marras, y claro, ellos iban a lo que iban…
Sigo sin saber quién es Elvira Navarro. ¿Es editora? ¿Como Ana Sancho Pareja?
Pingback: CARLOS BARRAL SE MARCHÓ HACE 25 AÑOS Y HOY TODO ES EDITORIALMENTE MUCHO MÁS FEO (Patrulla de salvación) | Libréame
Pase Barral como editor. Como poeta, une merde authentique, ahora que a Sabina le ha dado un ataque de honradez.
Miliciano, tratándose de Sabina, consta que fue un ataque puntual, mañana repite ripios en el mismo escenario, y en Barna, un par la semana próxima. Al menos es lo que me dijo el vecino más castizo, y a pesar de que ya había cerrado la puerta del ascensor en pleno desahogo, suyo, es un tipo pesado.
Ire, disculpa, no había visto tu comentario sobre Monedero. También yo estoy de acuerdo, en realidad, con su discurso y con el de P.I., pero ya sabes, lo razonable, como la verdad, siempre sorprende, en especial, a la gente mendaz e irrazonable. Y con el libro de Morán -aunque su prosa no sea perfecta, pero para qué en este caso- me lo estoy pasando realmente bien. Sea quien sea Morán, no cabe duda de que es un tipo lúcido… y bueno, coincido con él en una suerte de desprecio por ciertos personajes que en este país, si no fueron reverenciados, pasaron por respetables e incluso por intelectuales.
Sí. Que cosas tan obvias suenen a revolucionarias tiene tela. Saludos.
A propósito de Carlos Barral y de aquellos años dorados, me permito copiar aquí mismo un extracto de un artículo que publiqué (bajo el nombre de Melusina), crónica de LAS CONVERSAS DE FORMENTOR, de las de ahora y de las de antes:
“…Mas no se trataba solo de charlar, de ser brillantes y muy inteligentes. También estaba el aspecto lúdico, el beber y pasarlo bien. Más tarde en Barcelona, en ocasionales reuniones en casa de José Agustín Goytisolo o de Jaime Gil de Biedma, recordarían con nostalgia las sonadas borracheras, las noches blancas, que con el tiempo se han convertido en míticas; como cuando Carlos Barral se obsesionó con hacer el amor a una estatua, una anécdota que recogerá Jaime Gil de Biedma en el famoso poema que abre y cierra este escrito.
En aquellos años, que alguien ha definido como “Los mejores años de nuestras vidas”, todos ellos se realizaron como editores, como escritores, como críticos. Creían que se podía cambiar el mundo, no sólo la literatura y la edición, sino también la política y la vida; entonces todo parecía posible. Aquellos fueron también los mejores años para los libreros y para los lectores, porque había un proyecto común, una voluntad de editar y de publicar buenos libros, que era una manera de cambiar el mundo. Ahora se sabe que los libros no cambian el mundo, pero quizás valga la pena seguir intentándolo.
En el año 62 se presentó además la brigada político-social e interrogó a Jaime Salinas, a Carlos Barral, y a Giulio Einaudi, el cual quedó muy marcado por la falta de respeto; y aquel año su editorial publicó una antología de la poesía de la resistencia española, lo que motivó que las autoridades franquistas le prohibieran en adelante la entrada. Por solidaridad con él todos los editores acordaron no volver a Formentor, así que el premio salió de España y tomó un carácter itinerante, desde Corfú, a Salzburgo o Túnez, hasta el año 67 en que ya no se celebró. Además a Carlos Barral en el 65 le retiran el pasaporte y no pudo ya salir, como cuenta él mismo en sus memorias…”
Revista Literaria Prosofagia N.º 14, diciembre 2011
http://www.prosofagia.com/