OJALÁ NOS PERDONEN. A. M. Homes

En la página 600 de Ojalá nos perdonen, última novela de A. M. Homes (Anagrama, 2014), cuando llevo un par de horas bastante aburrida -echando de menos la acción del comienzo-, me encuentro con lo siguiente:

– Crecí ahumando carne -dice Ed-. Mi padre y yo cazábamos y adorábamos la caza: aves, venado, lo que fuera. -Me da una palmada en la espalda-. Echo en falta a un compañero de caza -dice-. A mis chicos no les interesa. ¿Quizás tú y yo podamos cazar juntos?

– Quizás -digo convencido de que cazar con el marido de mi amante es una mala idea.

Harry, el personaje principal y narrador de la novela, ha acudido a casa de Cheryl, una de sus amantes, que lo ha invitado a una barbacoa. Ed, el marido de Cheryl, sabe que Harry se la está beneficiando y no le importa; es un tío muy civilizado y moderno. En las 48 páginas que le quedan a la novela no se vuelve a hablar de la afición de Ed y de su padre por la caza –es más, Ed, creo, no vuelve a aparecer-; del mismo modo en las 599 páginas precedentes tampoco se menciona ese asunto. Se trata –lo habrán deducido- de un chiste algo facilón de la autora. Lo malo es que en la novela, cada dos por tres, aparece este tipo de chascarrillos. Y cuando una lleva 100 páginas sedienta de algo potable, eso jode y bastante. Esto, perdonen, no hace mala la novela. Ya dije (aquí) que era un libro muy bueno. El problema es que le sobran 150 páginas.

Homes, en su novela, nos enseña que la familia (esa cosa viscosa, omnipresente y agobiante –más ahora en Navidad-), que es la causa de todos los males de todos los personajes durante la primera parte del libro, acaba al final siendo la solución, la única forma de encontrar, si no la felicidad, sí la suficiente paz de espíritu como para no pegarse un tiro antes de tiempo.

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Me interesó mucho la primera mitad de la novela porque Homes me va contando cómo un padre violento, una infancia y una juventud descontrolada y, principalmente, la falta de amor terminan influyendo muy negativamente en la vida de dos hermanos. Les acaba afectando, relata la autora según mi interpretación (caben otras, claro), en la posibilidad de construir una familia propia en la que, con el componente imprescindible del amor conyugal, se eduquen hijos capaces de ser felices en la madurez. Aunque los incipientes estudios sobre el cerebro y los mínimos -hasta la fecha- avances de la neurociencia vayan en la dirección contraria, soy de las que piensan que los factores culturales (traumas infantiles o falta de cariño, por ejemplo) tienen más peso en los desequilibrios emocionales y en las patologías psiquiátricas que lo biológico o lo genético. Para que me entiendan: que un abuelo que pone repetidas veces los cuernos a su mujer es más culpable de la depresión de su nieto que la falta de litio o una mala conexión neuronal (“sinapsis”) en la cabeza de ese chico. Me refiero a que los pecados que hoy cometemos -así de injusta es la vida- puede que los terminen pagando nuestros bisnietos. Soy consciente de que lo que digo desprende cierto tufo puritano, pero son muchas las sagas familiares que he leído y en casi todas –sobre todo en las de buena calidad literaria- se cumple esa especie de maldición. Y 400 años de novelas contiene una información para mí mucho más fiable que las cuatro cosas que, de momento, saben los neurólogos. A este respecto la novela de Homes, en su primer tramo, es perfecta. Y no digo que sea perfecta porque me da la razón; lo afirmo porque plantea situaciones verosímiles que tienen que ver con nuestras vidas de clase media y que nos fuerzan a pensar, a cuestionarnos sobre estos asuntos que tarde o temprano terminan siendo relevantes para todos nosotros.

Este libro también pone sobre la mesa otro tema importante, algo que la generación del baby boom es la primera en experimentar. A causa de que los viejos cada día viven más tiempo y que los que hoy tienen entre 50 y 60 años, los baby boomers, se casaron más tarde en términos generales que sus antepasados, nos encontramos con una generación de hombres y mujeres que, además de resolver sus problemas conyugales (eso no es nuevo y tampoco moco de pavo), debe cuidar de sus padres ancianos y al tiempo de sus hijos adolescentes. La carga familiar sobre estas personas de cuarenta y muchos/cincuenta y pocos es abrumadora y dan ganas de hacer… lo que los personajes de Homes. Que menos mal que yo no soy una baby boomer, que si lo fuera ya hubiera tomado un camino.

¿Qué le ocurren a las últimas 150 páginas? Pues que Homes parece haber perdido el interés por su novela. La autora nos quiere transmitir su mensaje final, pero es como si eso de poner buenos sentimientos sobre el papel no le molara y hubiera escrito el último tramo a regañadientes. El final es, como dice Begoña Gómez en su reseña de Cultura/s, una auténtica fábula moral. Y eso es mucho más aburrido que la parte en que aparecían las típicas burradas de la autora: pedofilia, violencia, asesinato y otras guarradas variadas.

Pero hay que terminarse el libro. Y hay que acabarlo porque al final aprendemos que todo aquello de sexo, drogas y rocanrol, que tanto motivó en su juventud a los nacidos en los años 60, fue muy divertido pero acaba siempre mal. Y acaba mal porque conduce al egoísmo. Hay que saber salirse a tiempo de esas influencias, fundar una familia y dedicarse en cuerpo y alma a cuidar, amar y educar a los hijos. Tiene razón Homes en que esa es la única salvación. El egoísmo conduce al vacío; el AMOR (el de verdad, el desinteresado) conduce a algo parecido a la felicidad. O, al menos, a la ausencia de ansiedad.

Perdones, pero he terminado poniéndome tan pesada como A. H. Homes en las últimas páginas. Ya saben, una es madre y abuela y tiene mucha vida por detrás.

Y olviden eso de «La gran novela americana de nuestro tiempo» que aparece la faja del libro. Tonterías de editor que chochea.

OTRA COSA

Una lista original y muy personal: los mejores libros de memorias y biografías publicados en 2014 según María Popova, la editora del blog Brainpicking: (aquí).

 

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15 respuestas a OJALÁ NOS PERDONEN. A. M. Homes

  1. No es mala, pero evidentemente no es la gran novela americana que se nos promete. Totalmente de acuerdo en cuanto a lo excesivo de la extensión.
    http://benignofontes.blogspot.com.es/2014/12/ojala-nos-perdonen-am-holmes.html

  2. Una que no leeré. Gracias! 🙂
    (Un babyboomer)

  3. miliciano astiz dijo:

    Muy a menudo, la gente con cocientes intelectuales realmente altos, no suele tener hijos, lo que contribuye a la estupidez generalizada del mundo y el ascenso en la pirámide social de los peores individuos. Otra consecuencia nefasta de la evolución, si no, pregúntenselo al filósofo clásico Floriano Belfo, a su equivalente magenta Fernando Savater o a su hijo Amador que va desde prositu a gramsciano buenrrollista.

  4. Excelentes reflexiones que parecen no conducir a ningún sitio pero que, a la chita callando, orienta tanto o más que una crítica formal. ¿Sabes?, el arte de novelar también actúa así; las diferentes historias se trenzan y destrenzan según lo que parece el albur del escritor pero, como una droga de efecto retardado, a la que te das cuenta ya te ha imbuido en su mundo hasta mucho después de leída.

  5. “Hay que saber salirse a tiempo de esas influencias, fundar una familia y dedicarse en cuerpo y alma a cuidar, amar y educar a los hijos”…extraña y punzante conclusión, quizás excesiva, estimada sargento…

  6. Lo de los padres genios con hijos normalitos y viceversa no giene misterio: es pura y dura «regresión a la media»

  7. Sisí Emperatriz dijo:

    Va por la calle un ciego que encima es jorobado, feo y está calvo, pisa de lleno una mierda y empieza a cagarse en Dios. Uno que pasa le dice que tenga cuidado porque Dios lo va a castigar, y el otro le contesta: “pues como no me preñe”…
    (Detrás de esta anécdota entre grotesca y esperpéntica se esconde una metáfora transparente sobre el catastrófico estado de la literatura española actual.)

  8. Ire dijo:

    Camus y Sontag no creo que estuvieran muy de acuerdo con tu conclusión, Maggie.
    Interesantes las propuestas de María Popova.

  9. Pingback: OJALÁ NOS PERDONEN. A. M. Homes (Patrulla de salvación) | Libréame

  10. Inma dijo:

    ¿Habéis consultado a Elvira Navarro para publicar este artículo?

  11. clau dijo:

    Tengo muchas ganas de leerlo y más aún después de esta crítica 🙂

    Quizás soy muy joven todavía, pero el mensaje me chirría los oídos: «Hay que saber salirse a tiempo de esas influencias, fundar una familia y dedicarse en cuerpo y alma a cuidar, amar y educar a los hijos». Ay! cuanto miedo a quedarnos solitos/as 🙂

  12. j dijo:

    Acaban de publicar una entrevista a tu idolo Bezzos:

    http://uk.businessinsider.com/amazons-jeff-bezos-on-profits-failure-succession-big-bets-2014-12

    Seguro que te encanta su defensa de los pobres.

  13. jose dijo:

    Yo al final me abstuve de comprarlo y decidí empezar por otro de Homes que estuviera en bolsillo. Claro que acabé por comprarme el final de Alice que tiene un tema escabroso a más no poder y no se yo si me resultará muy digestivo (curiosamente con esa novela se armó un escándolo notorio en el Reino Unido).
    Ésta me sigue apeteciendo (como también me apetece Música para corazones incendiados que está descatalogada) pero creo que esperaré a que la saquen en bolsillo, porque en Anagrama las novelas que pasan de 350 páginas tienen unos precios bastante prohibitivos

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