España está llena de autoindulgentes, quejicas y neuróticos. Lo que mejor nos sale a los españoles es sentirnos víctimas, echar la culpa a los demás de nuestras desgracias y cruzarnos de brazos para disfrutar con el cobarde regodeo en la autocompasión. Si a esto unimos nuestra natural tendencia a “Il dolce far niente” (tocarnos los huevos a dos manos), se puede entender lo que en otros países –sobre todo en los anglosajones- es incomprensible.
Me refiero al hecho de que trabajadores que desempeñan profesiones que, a causa del imparable progreso, están en peligro de extinción, en lugar de esforzarse para hacer ver a sus clientes que aún son absolutamente necesarios, se relajen y bajen la guardia (realizando cada día peor su cometido) resignándose a la desaparición de su papel en la sociedad como si de viejos dinosaurios se tratara. ¿Han percibido ustedes cómo –salvo contadas excepciones- los libreros de nuestras ciudades cada día son más antipáticos y están menos dispuestos a ayudarte a encontrar un libro? ¿Notan el descenso en la calidad de lo que se publica en los periódicos españoles –sin excepción alguna- desde que sus productores saben que no les queda otra –más tarde o más temprano- que el cierre? Esta falta a agallas me indigna sobremanera y por eso, si tuviera 20 años, me marcharía a vivir a Australia.
Los críticos literarios, desde que los soportes sobre los que publican sus reseñas (los suplementos) fueron vendidos a las editoriales a cambio de unas migajas de publicidad, saben que es imposible escribir con sinceridad y que su labor está condenada a la desaparición. Por eso la mayoría ha decidido dejarse llevar. ¿Luchar? ¿Para qué? ¿La literatura? ¿Qué tontería es esa? Es lo que se preguntan estos traidores vendidos por treinta monedas.
La última.
Esta mañana, como todos los miércoles, con el carajillo y las tostadas, he abierto el suplemento Cultura/s, que edita La Vanguardia, y me he lanzado hambrienta sobre las reseñas. Suelo comenzar con Robert Saladrigas, pero esta vez, junto a la del maestro, he visto la recensión que Antonio Lozano dedica a Los reconocimientos de William Gaddis, que acaba de editar –en un esfuerzo encomiable- la muy respetable editorial mexicano española Sexto Piso. Estoy yo ahora en uno de esos momentos decisivos en mi existencia en los que no sé qué hacer: si sumergirme en la lectura del libro de Gaddis, a riesgo de enfangarme en un tostón insufrible y de tener que terminarlo contra viento y marea (no sé dejar a medias un libro salvo que sea de un español), o no jugármela y seguir opinando como la zorra (la de la fábula de las uvas) que están verdes. Confiando en la seriedad, demostrada a los largo ya de 655 números, del suplemento que dirige Sergio Vila-sanjuán, me lanzo sobre la reseña de Lozano. ¿Y qué me encuentro?
La reseña –que pueden leer en el scanner que les adjunto- comienza así:
Reseñar la obra magna de William Gaddis (1922-1998), pilar de la narrativa “desaforada” del siglo XX estadounidense, supone una misión imposible.
Bueno, pienso, esto no debe ser más que un pequeño desahogo del amigo Lozano. Comprensible después de haberse metido entre pecho y espalda las 1.376 páginas de esta edición de Sexto Piso. Pero continúo leyendo y me empiezo a mosquear:
Para empezar porque uno no sabe si erigirle un santuario a su grandeza inmortal o arrojarla a las llamas al verse superado por el martillo pilón de su densidad.
¿Una reseña en la que el autor comienza reconociendo que después de la supuesta lectura completa de la obra no sabe si ensalzarla o condenarla? ¿Qué es esto?
Pues muy sencillo, esto es una mariconada. Resulta que no lo reseña a pesar de emborronar toda una página del suplemento («misión imposible»). Resulta que Antonio Lozano no ha leído más que el prólogo del libro (del novelista William Howard Gass) y de ahí y de aquello de que Jack Green puso a parir a los que se habían atrevido a criticar a Gaddis por esta obra, saca una reseña que no es una reseña, sino, ya digo, una mariconada. En ningún momento de su escrito Antonio Lozano da su opinión sobre el mamotreto de Gaddis. Sólo divaga y divaga y divaga. Y que nadie me venga ahora a decir que no he entendido el juego literario del inteligente Lozano. No, que una ya es mayorcita. Esto es un quiero y no puedo, o un como no sé, me invento algo original. Ya está muy visto, Lozano. Y no somos tan idiotas.
Para los interesados en el asunto: lo de Jack Green está mejor contado por José Luis Amores en su blog Bolmangani (aquí) y en el prólogo de ¡Despidan a esos malditos! (Alpha decay, 2012) (aquí), escrito también por Amores (hoy editor en Pálido Fuego).
Señor Antonio Lozano:
Lo que usted ha perpetrado hoy es una falta de respeto al lector. Si a usted no le apetecía leer Los reconocimientos de Gaddis, se lo dice a su jefe y punto. Si ha leído sólo parte y, agotado, lo ha tenido que dejar a medias, se lo dice a su jefe y seguro que lo hubiera entendido. Si lo ha leído y no ha entendido nada, se lo dice a su jefe y seguro que también lo hubiera entendido. Y –lo más improbable- si lo ha leído, lo ha entendido y le ha parecido un auténtico coñazo y no se ha atrevido (por miedo a pasar a engrosar la lista Green de críticos incompetentes incapaces de apreciar una obra de arte), a poner su opinión negro sobre blanco, en ese caso, lo mejor –como en los supuestos anteriores- hubiera sido no publicar reseña alguna. Lo que usted ha firmado hoy en la página 8 del suplemento Cultura/s de La Vanguardia es de juzgado de guardia. Oiga. Todo libro escrito por un humano es reseñable. Menos lobos, Caperucita.
Esto, Lozano, se lo haces a Sexto Piso, pero a Planeta no te hubieras atrevido, ¿a que no?
Así está la profesión de crítico literario. Luego que no se quejen echando la culpa a internet.
Totalmente de acuerdo en su apreciación sobre el trabajo del crítico de «La Vanguardia». Pero creo que ésta es una práctica generalizada hoy en día, lamentablemente. A mí me pasa continuamente: leer una crítica -o reseña- buscando una opinión que el crítico no acaba de dar nunca. Es frustrante, aunque te acostumbras.
¿Podria usted Sargento, aclarar el tema de los libreros? ¿Cuál es su queja, exactamente?
Entro en muchas librerías, tanto en Barcelona como en Madrid. Y desde hace unos años, detecto que los libreros (salvo excepciones) están de peor humor. Eso es comprensible, pero no si esa mala leche afecta al desempeño de su tarea que es ayudar a los clientes a buscar libros difíciles y recomendarles buenas lecturas. parece como que en general los libreros han perdido el interés por los clientes. Mi queja es esa.
Maggie
¿Qué es «de bolsillo»? ¿Pero lleva lo mismo que el otro? Lectura graduada no sé, de colegio. ¿Tienes algo de la colección sanferlosio? ¿ literatura o ensayo? No sé, un libro. Traigo el código del libro, ¿no los tienes ordenados por código? ¿Tienes este libro plastificado? es que sólo veo el de exposición.
Después de todo esto y mucho más, quizá, con suerte, puedes recomendar algún libro. Quizá puedas decirle a alguien que Mulisch y Gallarza te parecen buenos o que Gombrich y Ross son de lo más intersante.
Quizá, con suerte. Dia tras día y a peor.
Hace tiempo trabajé en una frutería, y me encantaba que me preguntaran chorradas, así se me hacía más llevadera la jornada, atendía de forma encantadora hasta a los más pesados y seniles. «-¿Tenéis más zanahorias por ahí dentro o solo éstas un poco churras? -Solo las que ve ahí (claro que teníamos más en el almacén)». «-¿Me puedo comer una uva? -Por mí se puede comer la tienda entera». «-Me habías dicho que no hay más zanahorias por ahí dentro ¿no?». Cada vez que atendía a una persona, ya en serio, sentía algo parecido al placer, será el placer de servir, de atender, de dar respuesta, aunque sea de algo sin importancia, y la verdad es que recuerdo con cierto cariño aquellos momentos.
Yo también los recuerdo y con el tiempo van siendo los menos. Es una lástima y una vergüenza. Además, cada uno con su tiempo hace lo que quiere y puede y no todo librero puede permitirse pagar libros (nadie te los regala) e ir leyéndolos a un ritmo suficientemente rápido para poder estar al tanto de todo.
Como todo trabajo tiene sus cosas y hay que conocerlo para poder hablar tan a las frescas.
Otrosí, si las librerías pillan a personal sin experiencia que ni lee ni quiere leer, ¿qué quieres mundo?.
Seamos sensatos, seamos imparciales
¿Merece la pena… es justo… es lo correcto éticamente decidir que un crítico literario profesional -esto es: vive de sus reseñas- deba arriesgarse a perder su modus vivendi, su status, su salario… por el prurito intelectualoide de exhibir en público su verdadera opinión sobre las obras sometidas a su dictamen?
Supongo que no. Todos falseamos la realidad a nuestra conveniencia. Mírenme a mí, Incluso en lo que de vez en cuando pongo en este blog -como un puto comentarista de a pie- yo no me muestro al ciento por ciento sincero. «Y si me bannean» pienso… .
Como bien saben, en el mundo del derecho existen «la legítima defensa» y el «estado de necesidad» como atenuantes -e incluso, en determinados casos, eximentes- del «delito». Y ¡vaya! habría que plantearse, quizás, contemplar esas dadivosas críticas literarias, aquí tan denostadas, como una reacción ante la creciente estulticia de la comunidad lectora. «¿Queréis caldo, ceporronios…? Pues aquí teneís tres tazas, hijitos míos». Cuando no como un recurso gremial -se ha apuntado ya antes- para satisfacer necesidades vitales. Verbigratia: «si no digo que en la fértil prosa de «Esos vientos que sobre mi torso se abalanzaron » (y les juro que no es la próxima de Marias) se vislumbra un indudable pulso emocional de intenso calado, me arriesgo a que no me vuelvan a llamar para la próxima».
Eso por no hablar, siguiendo con el simil leguleyo, de críticas de «fuerza mayor». Te dicen de arriba «Delirios de Serrallo» acaba de ganar el IX Premio de Novela «Julian Bluff», de escritores con paperas, y la tienes que poner bien por cojones». O de «caso fortuito» como sin duda, por lo que nos cuenta la sargento, ha debido ser la ejercitada por el señor Saladrigas con «Los Arrepentimientos».
En resumen, que si un alguien quiere enterase de verdad de las novelas que son buenas, o que son malas, debería quedar, en privado, a tomar carquiñolis con don Robert. Y si esto, le queda grande, como me sucede a mí, dedicarse a leer crítica literaría llevada a cabo por señoras, por señores, que la soldada para las albóndigas la sacan de otros oficos que bien poco, o incluso nada, tienen que ver con la literatura. Esto es, los sanos pareceres de los gloriosos, y nunca suficientemente ponderados, diletantes.
Y si lo que les lean a estos últimos aun les sigue sabiendo a mucho, siempre les quedará el recurso de entregarse a la garras de la fiera (literaria) en busca de más vinazo y más bondage. Por lo menos, por el momento ¡Un fuerte abrazo para todos!
Te contesto a <> con nombres y apellido: Gonzalo Sobejano.
Sí, si es posible, si el crítico ama a su oficio, y es honesto.
Te contesto, lógicamente, a tu pregunta de que si merece la pena… de si es justo… lo correcto éticamente decidir que un crítico literario profesional -esto es: vive de sus reseñas- deba arriesgarse a perder su modus vivendi, su status etcétera etcétera…..
Estoy bastante de acuerdo contigo, Julian, no porque debiera ser así sino porque es así. La «cultura», y esto podría enlazar con el libro de Morán, siempre ha estado al servicio de la política, al menos en los medios de comunicación, sin contar con los oligopolios que se montan alrededor, no solo cuando Franco o en la transición, sino ahora mismo y siempre, como todo el mundo sabe.
Los pocos críticos literarios serios que, recién doctorados, pensaron que era posible hacer críticas literarias sinceras y de calidad duraron lo que duraron. Tampoco era plan enemistarse con todo el mundo en ese microcosmos endogámico en el que vayas donde vayas vas a coincidir con alguien que ta va a negar el saludo por una mala crítica. Eso sin contar la cantidad de escritores «heridos» que han acusado a sus críticos de ser personas sin escrúpulos capaces de «destrozar» las carreras más prometedoras solo por capricho. Y no hablo de Echevarría ni de coña.
La reseña en concreto del post no me parece de las peores ni de las más vergonzosas. No dice nada, vale, pero como la gran mayoría.
Pingback: LA CRÍTICA LITERARIA, EN ESPAÑA, HA MUERTO. La última autopsia. (Patrulla de salvación) | Libréame
Aunque ni mis impresiones ni las de la Sargento servirían de prueba en un juicio, es evidente que el crítico no se leyó la novela. No creo, Julián bluff, que haya que ser tan indulgente con el ejercicio cobardica de la profesión; de ninguna profesión. El periodismo debería ser una suerte sacerdocio donde primase la verdad; al menos así, en minúscula. Y el periodismo cultural tambien debería arrojar luz y no alardear de fintas verbales que pretenden engañar al lector con sus regates. Eso solo se lo deberían permitir aquellos que fuesen capaces de escribir reseñas tan reseñables que, en un futuro ideal e hipotético, se ganaran las críticas de aquellos novelistas que no las merecieron.
La ficción solo debe analizar la realidad por quien pueda trascenderla.
Sargento. Impecable. Me he leído el «contubernio» que aparece como critica literaria y es de potar. Y sí, Julian Bluff, en cualquier país decente, este señor NO escribiría reseñas ni en la hoja parroquial ni en un blog con más de dos seguidores -él y uno de sus pseudónimos-. [A partir de aquí, todo prescindible, sólo apto para masocas] ¿Cuál es problema? Que su jefe es más incompetente que él -«por la gente que contratan les conoceréis»-. ¿Es suficiente esta reseña para despedir a un crítico? Absolutamente; no suficiente, sino abrumadoramente imperante. Me he metido -con perdón del personal, yo de críticos no entiendo (salvo cuando obviamente no lo son)- en Goodreads por eso del camino fácil. Mea culpa, pero no cobro y a lo ´más que me arriesgo es a que la sargento me imponga un castigo ejemplar -una perspectiva que reconozco que me pone ligeramente- y me encuentro con 2613 críticas de las cuales 1338, un 51% le dan un 5 sobre 5 al libro «imposible de reseñar». El problema de un no-crítico (uno malo es otra cosa), es que el y, sobre todo su jefe, mantienen en a la intemperie a críticos y periodistas más capaces en ese círculo tan extendido en España de promocionar al peor que no hace sombra. Soy de los que piensas que el crítico es imprescindible aunque sea para obviar su opinión. Pero es una referencia. Y se necesitan referencias en una cultura cuyas criaturas pueden tener -y tienen- una complejidad que refleja el mundo donde lo que era el fuego, es hoy una vitrocerámica o un microondas. Cristobal Halffter me dijo una vez en una entrevista que «en el mundo de Verdi no existían ni los semáforos ni la conciencia del azar. Criticar -desde un tribuna pública- es mojarse. Punto. Yo soy más optimista que lo que la pillina de la sargento quiere hacernos pensar que ella es -¿quien empezó y lidera esta guerra? … siempre creo -nunca reconocerá que está de acuerdo conmigo- que al haber pasado la población mundial de los 7.000 millones, hay material humano para todo. Incluso para que salga un crítico español aunque sea producto de una mutación. Quizá el próximo gran crítico literario español sea de raza china y haya estudiado en la Complutense antes de irse a hacer un par de másteres en algún país decente. Por favor, que Antonio Lozano no se suicide en caso de que en un espejo inesperado se encuentre con su reflejo, el libro que no sabemos si ha leído, ya le da la pista: las falsificaciones tienen su mercado. Pido también, que no sea asesinado, por ninguno de los críticos que con talento pululan por las calles trabajando de vete tu a saber qué o, peor aún, de nada, por haber cometido el único crimen vacío su curriculum de amigos y mandarines. Todo el mundo sabe que en España uno trabaja gracias a con quien se acuesta, con quien se droga, o con quien comparte apellido. Por desgracia El Español, nace con augurios interesantes, el problema es que Pedro J. suele tener un complejo de Edipo con la Cultura y suele seleccionar sus columnistas, críticos y jefes y miembros de sección de sus conocidos del futbol.
Perdón por los errores. Le di al «publicar» sin editar. «Yo pecador me confieso ante Dios todo poderoso y ante vosotros hermanos…» No hay nada como un «yo pecador» para sentirte mejor automáticamente. El catolicismo tendrá sus cosas, pero en lo de limpiarte la mala conciencia es la repera. Los golpes de pecho, con todo, en este caso, son sinceros.
No te preocupes. Todo fuera darle al enter sin editar…
Pero no sea(i)s tan duros con Lozano. ¿A quién se le ocurre darle a reseñar ‘Los reconocimientos’ a un periodista con un máster en humanismo? Creo sinceramente que ha hecho lo que ha podido. Y reconoce que le viene grande, cosa que ya es algo.
Soy ignorante, inculto y carente de toda erudición, sólo puedo hablar de aquello de lo que he sido testigo. No es Lozano Ire. Tienes razón. Siempre hay un «editor» -en España figura descocida mayormente- que supervisa -¡Ja!- y que puede devolverte lo escrito y decir tranquilamente «reescríbelo, esto no sirve, «mojate»». Eso me hizo una vez Pepe Rivas en Ajo Blanco con el segundo artículo que me encargaba la revista -hablo del pleistoceno-. Una vez re-escrito, fue portada; su mérito, no el mío. Pero de eso hay poco en España. Cuando estaba en Nueva York, solía quedar a las 7,30 en el café con los amigos para desayunar y leer el «Times». Los viernes llegaban los estrenos de cine y todo el mundo sabía quién criticaba qué película. Y se criticaba la crítica y se comparaba con otras y se elegía película en la línea de un crítico u otro o de ninguno de ellos. Una vez en el metro vi una publicidad del New York Times en la que se mostraba un patio de butacas lleno de gente con la frase «la ciudad con más críticos del mundo». Eso es lo que echo de menos en mí país. Ese triangulo creador-crítico-público que, en su dialéctica, hacen -o han hecho- girar el mundo. No en vano conocemos el fauvismo -tengo por cierta la anécdota- por la famosa expresión del crítico: «Donatello parmi les fauves». Aquí, gracias a los famosos Mandarines, este juego ni se intenta. Todos nos hemos criado viendo películas americanas o inglesas en lasque salían artistas de un musical leyendo la prensa del día siguiente para conocer las críticas. Pero eso exige que se publiquen las críticas. Y que se haga en un día establecido -a ser posible al día siguiente o el día anterior si hay preestreno-. Periódico viene de periodicidad porque esta le es esencial para su existencia. Esto es lo que genera la dinámica estreno-crítica-público. Con la crítica literaria sucede lo mismo. Obviamente hay una selección -otra acepción de la palabra editar en inglés- y un trabajo permanente de estar «en» el mundo en el que se generan la nueva y establecida literaturas. Todo esto yo lo sigo buscando fuera. Y me da pena. Y me parece que tiene un puntito de responsabilidad criminal. Es el proceso de «estupidización» de la gente. ¿La formación del votante acrítico?. La renuncia, en fin, a la existencia de criterios de referencia válidos, aunque sólo sea para poder estar en desacuerdo con ellos. No me ensaño. Y menos con alguien que no conozco. Nunca intento hacer daño, siempre intento -en un idealismo absurdo, llamémoslo quijotismo o gilipollísmo- poner mi parte para cambiar las cosas. Es pataleo, no es maldad. Quien escribe en medio público tiene que saber encajar, asumo que va con la profesión. (Siento la filípica. Es uno de mis temas monstruos, la decadencia de la crítica periodística. Y yo soy filípico de por mí… Ya, excedo -de largo- los 141 caracteres)
Me recuerda aquella anécdota de Manuel Fraga (¡ah, ya no quedan hombres como los de antes!), quien, tras dar una conferencia y escuchar atónito la petición de un periodista que le pedía que le hiciera un resumen, le contestó: «Yo ya he dado la conferencia; ahora, resúmala usted, que para eso le pagan».
El que está muerto es Antonio Lozano. Del cuello para arriba.
La crítica está viva. Pero no la hacen los españoles.
Cierto. Pero es que no basta con citar referencias. Hay que haberse leído las referencias también para poder citarlas.
http://www.newyorker.com/books/page-turner/fire-the-bastards-the-great-defender-of-william-gaddis
Leed el libro de Gaddis y de paso esté de Victor Moreno que ya en el s.XX (1994 más concretamente) diseccionó la crítica realizada en los periódicos:
http://www.pamiela.com/es/ensayo/ensayo-y-testimonio/de-brumas-y-de-veras-detail
bico
HS
Humm, para mí el crítico, el buen crítico, no es el defensor necesariamente -más bien al contrario- de lo establecido, sino quien es capaz de detectar la calidad y lo nuevo con un criterio propio y cierto nivel de certeza avalado por el tiempo. El ensayista necesita erudición, el crítico talento y rigor. Pero vamos, yo de esto no entiendo. Es sólo una crítica más. Una españolada.
Aquí es imposible hacer crítica de calidad, simplemente porque no existe ni la tradición ni el sentido crítico, valga la redundancia, necesarios que sí existe en otros países, seguramente porque nunca ha interesado y ya están bien las cosas como están.
«Los reconocimientos» es una obra maestra, totalmente recomendable. Por si le sirve a alguien, en mi blog la he comentado (sin ínfulas de profesionalidad).
Esta crítica de Senabre tampoco tiene desperdicio. http://www.elcultural.es/articulo_imp.aspx?id=35712 Ya no sólo por lo que insinúa, y no dice. Sino, sobre todo, porque le lleva a uno a preguntarse si, muerto Jaume Vallcorba, alguien lee y edita los textos en Acantilado. Porque lo de Franco saliendo bajo palio mientras todos le vitorean puños en alto… es para no publicar el libro.
Fututasumhic, he oído peores cosas en las librerías -¡qué país, Cristo!- y resultó reconfortante la mirada de complicidad con el vendedor, pero en términos generales, suelo buscar información, además de charla sobre lo divino y humano, que surge espontánea, con los locos libreros de viejo. Diría que es ahí donde puede encontrarse a un tipo que no se deja engañar por los cantos de sirena que siguen haciendo de este país un erial. Ah, y ajustadísima intervención la de Cardeñosa, mi agradecimiento.
Maggie, chicas, leed, cuando tengáis una tarde libre, este librito que acaba de salir. Es una delicia. Y la mar de divertido. Y con epílogo echevarril.
http://www.elbaeditorial.com/es/catalogo/item/sobre-la-critica-literaria?category_id=5