Porto Alegre es la más europea de las ciudades brasileñas. Caminando por sus calles se puede entrar en antiguos cafés que le permiten a una pensar que se encuentra en el centro de Viena. Recuerdo que al atardecer, en uno de aquellos establecimientos, solía pedir un “carioca” (mezcla al 50% de café y chocolate). Joao, el guapo camarero mulato, me lo servía sonriente –¡Ay! aquellos dientes tan blancos- en una bandejita de madera y siempre acompañado de un vasito de agua de selz bien fría. Desde entonces me gusta combinar el café con agua carbonatada: un sorbo de café y otro de agua con gas.
Del mismo modo, soy aficionada a alternar lecturas de muy distinta índole. Por eso estoy ahora mismo leyendo a la vez Karnaval de Juan Francisco Ferré y El tango de la Guardia Vieja de Arturo Pérez-Reverte. No me van a creer, pero estoy disfrutando de las dos.
Hoy, en EL CULTURAL (páginas 14 y 15) aparecen sendas reseñas de estas dos novelas: Ricardo Senabre se ocupa de lo de Ferré (aquí) y Ángel Basanta de Pérez-Reverte (aquí). Ambos críticos elogian ampliamente los libros que les ha tocado analizar, pero al final, los dos –no podía ser de otro modo-, dejan su marca y su mensaje para iniciados. Es acojonante.
Les copio a continuación los últimos párrafos de cada una de las reseñas incluyendo mi modesto punto de vista.
Senabre sobre Karnaval:
La densidad intelectual de Karnaval, oscilante entre el ensayo y el ocasional esperpento, convierte el adentramiento en esta obra en una tarea apasionante, aunque solo apta para lectores expertos. Aun conservando estos componentes reflexivos que dominan sobre los más convencionalmente novelescos y que constituyen una especie de marca de la casa, hará bien el autor, que se muestra extraordinariamente dotado para la escritura, en podar la frondosidad de su discurso, a menudo innecesariamente prolijo, con la seguridad de que los resultados no serían menos eficaces; y encontraría, sin duda, más lectores dispuestos a dejarse arrebatar por el vendaval de ideas y figuraciones que invade sus páginas; a disfrutar, pues, de su buena literatura, que no debe ser un paraíso cerrado para muchos.
Con la modestia que lo caracteriza, decía hace poco Arturo Pérez-Reverte, en una entrevista (aquí) que le hacía Jacinto Antón en EL PAÍS, que si él no trabajara bien los personajes y la relación que hay entre ellos, sus novelas serían como las de Ken Follet. Modestia aparte, tiene razón don Arturo. Pues lo mismo con Ferré, señor Senabre. Si podamos la frondosidad de su discurso, nos quedamos con Miguel Roig o con Federico Moccia. ¿Capici?
Lo de Basanta es peor. Admiren la agilidad con la que el presidente de la asociación de críticos de España, en un reducido último párrafo, es capaz de resumir todos los elogios que babosamente ha repetido a lo largo de la recensión y además meter su puya para in extremis colocarse por encima del autor reseñado:
En suma, una novela de madurez, redonda, en la que se han reunido las mejores cualidades del autor, con una historia narrada sin desfallecimientos, siempre en tensión, con una prosa de suma eficacia narrativa en su riqueza y elegancia. Nadie como su autor domina el arte de contar para todos, seguido y bien, con las estrategias narrativas de siempre.
Vamos a ver, señor Basanta [Me salía llamarlo Angelito, pero no lo hago porque luego viene Antonio Gil y me tira de las orejas]:
¿”Eficacia narrativa”? Sí, Pérez-Reverte consigue con su prosa lo que se propone. Pero no es a eso a lo que usted se refiere, ¿verdad, señor Basanta? ¿”Arte de contar para todos”? ¿Está usted acusando, por un casual, a Pérez-Reverte de comercial, señor Basanta? ¿”Seguido y bien”? Sí, señor Basanta, el autor cartagenero no escribe de forma fragmentaria como los nocillos. ¿Le parece a usted mal, señor Basanta? ¿”Con las estrategias narrativas de siempre”? Por si no hubiera quedado claro –con eso de “seguido”- tenía usted, señor Basanta (para eso es el presidente de la asociación de críticos españoles), que remachar que Pérez- Reverte es un escritor anticuado y que usted, como es un crítico experimentado y muy leído, conoce a otros escritores más modernos e innovadores que le gustan a usted, siempre en vanguardia, mucho más.
Qué hartura, Dios mío.
Me gustó el tono costumbrista del inicio de la crónica: de hecho, a partir de ahora, en lugar de decir que me gusta la carne y el pescado (demasiado prosaico) o que alterno a Ferré y Reverte (incomprensible para los NO-lectores; aseguro que hay muchos), empezaré a decir que combino café y Vichy (no al tiempo, por supuesto) lo que espero me dé un tono chic, apropiado para mis tertulias matutinas.
Estimada y respetada Sargento, a veces, o casi siempre, tengo la impresión de quedarme «in albis». Pregunto: ¿Has terminado de leer las dos novelas que dices estar leyendo? Pedirte una reseña me parece excesivo, pero pedirte una opinión breve y sencilla me parece que no es pedir demasiado. Reconozco que no soporto a Pérez Reverte, siempre me recuerda a lo que, injustamente, se dice de los de Bilbao, que «el mejor negocio es comprarlos por lo que valen y venderlos por lo que creen que valen». Nunca he leído nada de Ferré, y me dan ganas de empezar, tu opinión reforzaría mi decisión, seguir adelante o abandonarlo. Y termino: digo que me quedo «in albis» porque me doy cuenta (¡¡Quélistoquesuno!!) que las reseñas reseñadas no te gustan, pero no acabo de saber si te gustan las novelas, aunque parece que «estás disfrutando de las dos». ¿Y por qué no te vamos a creer?
Saludos cordiales
Por lo que llevo leído de las dos novelas, estoy de acuerdo con las reseñas (si exceptuamos el último párrafo). Lo que me jode es que los dos críticos sean incapaces de terminar sus trabajos sin dejar claro que son ellos los que firman.
Lo de Ferré está bien, pero hay que entrar sabiendo dónde se mete una. Te recomiendo que leas la entrevista que José Luis Amores le hace a Ferré en el último número de Qué Leer (el de diciembre).
Un abrazo
La sargento
A mi parecer el último párrafo de Basanta le va como anillo al dedo. Un anillo arrogante y pretencioso que diría Margaret, pero aún así preciso.
Lo que dice Reverte de sus personajes es un poco pretencioso. Sus personajes son siempre él mismo, más o menos travestidos: Alatriste, Lucas Corso, Teresa Mendoza, el mismo perro con distinto collar. Demasiado ego para poder esconderlo. Saludos.
Arturo Pérez-Reverte -apostaría mi dentadura postiza de los domingos- debe ser, como persona, un gilipollas integral. Pero, como escritor (que es lo que a mí, que no me voy a casar con él, me interesa), es cojonudo.
Maggie Mae
Disiento. Creo que lo mejor de Reverte, y da un poco penilla, es lo corto en extensión e incluso lo cómico/parodico , como El usar o La sombra del águila.
el HUSAR 😯 (la tablet y el Swype, quees muy puñetero)
Si Arturo Pérez-Reverte utiliza en esta novela sus «estrategias narrativas de siempre» (también hay que ser pedante para decirlo así), entonces seguro que es una puta mierda.