ME CAGO EN TOM STOPPARD

Ayer me llevé a mi nieto Jonathan al cine. Tiene dieciséis años y no hay manera de que deje los dichosos jueguecitos de la PSP y coja un libro. Lo invité (¡¡8,50 € por entrada!!) a ver Ana Karenina, que la estrenaban. Elegí un cine con pantalla grande, uno de los pocos que quedan. Si íbamos a disfrutar de inolvidables escenas panorámicas con las desiertas, nevadas e inabarcables estepas rusas siendo atravesadas por trenes de época; si me iba a morir de envidia asistiendo desde mi butaca a los mejores bailes celebrados en los más suntuosos salones de la Rusia zarista, había que sentarse en una sala que permitiera disfrutar de aquello que en mi época se llamaba cinemascope y sensurround.

Aclaración: servidora es bolchevique como la que más, pero la honestidad que me caracteriza me impele a confesar que hubiera dado una mano porque un príncipe ruso -por muy zarista y explotador de la clase obrera que fuera- me sacara a bailar y luego, en una noche con luna, me llevara a dar un paseo en su trineo tirado por diez perros esquimales.

Además de volver a vivir algo parecido -tenía claro que lo mismo, con aquella profundidad, sería imposible-  a lo que sentí la primera vez que leí la novela, quería que mi nieto -humano aunque no lo parezca- se emocionara, al menos un poquito, y así pudiera yo luego inculcarle la afición por la lectura haciéndole ver que en las buenas novelas hay más, mucho más (y más intenso) de eso que acababa de sentir.

La primera en la frente.

La película arranca y rápidamente me doy cuenta de que toda ella va a transcurrir dentro de un teatro. ¡¡Blistering barnacles!! como decía Haddock, mi capitán. Adiós escenas soñadas. Imagínense lo bonita que podía haber quedado en exteriores la carrera de caballos en la que Vronsky cae y Ana, al alarmarse tanto, se delata. Ahora piénsenla  en un estudio. Así. Así de pobre quedó. A mitad de película la estupidez de querer meterlo todo en un escenario me había generado tal sensación de claustrofobia que estuve a punto de llamar al SAMUR para que vinieran con la bombona de oxígeno. Pero antes de eso tuve que escuchar a mi nieto susurrar en mi oído: «¿qué mariconada es esta, abuela?» Fue durante la escena del baile, cuando (aquí) Anna y Vronsky giran por la sala tan embebidos el uno del otro que Kitty, la prometida del segundo, se agarra tal ataque de cuernos que le hace sentirse como el mismísimo padre de Bambi al final de la peli de Walt Disney. Resulta que alguien -sospecho quién- se había inventado una nueva coreografía -con fines estéticos, claro- y los actores parecían más esos ridículos bailarines de danza moderna que jóvenes nobles rusos fieles al zar. Un baile de época no se toca, nene, me dieron ganas de decir. Sofía Coppola ya modernizó la banda sonora (¡¡había hasta canciones de The Cure!!) en aquella maravillosa Maria Antonieta que se estrenó en 2006, pero respetó lo demás. Al hecho de que mi nieto viera en la película de anoche más pluma que en la última de Almodovar contribuyó Aaron Taylor-Johnson, el actor británico que representa el papel de Vronsky. No había en todo el orbe anglosajón un tío más blandito, estoy segura. Los mismos ingleses se han quejado (aquí): » Who is that ‘blond poodle’ kissing Keira Knightley?» . Para su información, «blonde poodle» significa caniche rubio. Mejor imposible.

Lighter locks: Keira Knightley and Aaron Taylor-Johnson in Anna Karenina

Pero no es sólo éste el actor que no encaja. La Greta Garbo que dio vida a la Karenina en 1935 (aquí) le da mil vueltas a esta chica anoréxica que se hace llamar Keira Knightley. Ya sé que el trozo de la novela que voy a copiar a continuación no quita mérito a la interpretación de la señorita Knightlet -también la Garbo era delgada-, pero  lo meto como ejemplo de la consistencia como persona (en todos los sentidos) de la Karenina descrita por Tolstoi. Consistencia que esta joven actriz inglesa es incapaz de aportar al personaje:

Pág. 83 (edición especial de Austral, 2010). Ana ha hecho el viaje Moscú – San Petersburgo acompañada de la madre de Vronsky, la condesa Vronskaya. Al llegar a la última estación se despide de la señora y de su hijo (con el que más adelante tendrá un affaire), que esperaba a su madre al final del trayecto.

-Adiós querida amiga -respondió la Vronskaya-. Permítame besar su lindo rostro. Le digo, con toda la franqueza de una vieja, que en este corto tiempo le he tomado afecto.

  La Karenina pareció creer y apreciar aquella frase, sin duda por su naturalidad. se ruborizó e, inclinándose ligeramente, presentó el rostro a ls labios de la condesa. En seguida se irguió y, siempre con aquella sonrisa juguetona en ojos y labios, dio la mano a Vronky.

    Él oprimió aquella manecita y se alegró como de algo  muy importante del enérgico apretón con que ella le correspondió.

   La Karenina salió con paso ligero, lo que no dejaba de sorprender por ser algo metida en carnes.

«Metida en carnes». No saben ustedes la confianza que este fragmento me infundió cuando allá por los años 50´s lo leí por primera vez. Yo era entonces una acomplejada gordita de 18 años y pensé que si aquella rusa «metida en carnes» era capaz de levantar aquellas pasiones, yo también podría romper algún corazón que otro. Entiendan que ahora me llame la atención que los ingleses nos quieran convencer de que este saquito de huesos puede encarnar a la pedazo de mujer que según Tolstoi era doña Ana Karenina.

El actor que interpreta a Esteban Arkadievich, el hermano de la Karenina, lo hace tan mal que siempre que aparece en escena me acuerdo, añorándolo, del Marcello Mastronianni de Ojos Negros. Claro que también hay que tener en cuenta que Nikita Mijalkov, el director de tan maravillosa cinta, tiene mucho más cine en su cabeza que el escuálido (profesionalmente)  Joe Wright, director de la peli que nos ocupa.

Pero el peor de todos es el retrato que se hace de Levin (el alter ego, en el libro, de Tolstoi). ¿Es que nadie le explicó al director que sin un Levin bien construido no hay nada de nada? ¿No había por alli un asesor literario que le contase a este iletrado de Joe Wright que Levin es la piedra angular sobre la que se construye Anna Karenina, la mejor novela de todos los tiempos? Tolstoi pasa toda la novela poniendo en contraste  -con la intención de darles cuerpo– al resto de personajes con Levin. Los personajes y las relaciones que mantienen entre si. Tolstoi, por ejemplo, nos hace entender lo sólido y maduro que es el amor entre Katty y Levin (a pesar de los pesares) comparándolo -sin que el lector lo perciba a primera lectura, claro- con la relación líquida y adolescente que tienen Ana y Vronsky. Y es que el Levin de la película más parece un perroflauta -y no lo digo por el pelo largo- recién salido del último curso de la ESO de un colegio español, que un hombre que, con sus debilidades y defectos, intenta dar sentido a su vida a través del amor, la familia y el trabajo.

Pero yo tengo claro quién es el culpable último de que mi nieto me haya dicho que prefiere seguir jugando al ordenador. Se llama Tom Stoppard, un aclamado director de teatro inglés y, para nuestra desgracia, autor del guión de esta película.

Stoppard, en el teatro, es como Scorsese en el cine. Con el guión de Shakespere in love, todo hay que decirlo, se lució. Pero con Ana Karenina se ha estrellado. Y es que hay que ser un poco más humilde. Tolstoi está a años luz de Stoppard y de cualquier otro artista contemporáneo que use la escritura para lo suyo. Por eso, pretender dejar tu marca en la adaptación de una obra del maestro ruso es de un estúpido subido propio de esos divos que de tanto ser aclamados por críticos y «entendidos» han perdido contacto con la realidad y se creen que todo lo que sale de su cabeza es ARTE.

Si desnudamos una obra como -por poner otro ejemplo- Madame Bovary y le quitamos todo lo que su autor ha construido para apuntalar el argumento y los personajes, lo que queda es una radionovela de aquellas que oíamos las marujas en los años 60. Si simplifico, resumiéndola,  Madame Bovary me queda esto: Mujer aficionada a las novelas románticas se casa -cae enferma y se muda a otro pueblo-conoce a Rodolphe (un don Juan) y engaña con él a su marido- Le propone escapar juntos, él acepta, pero al final la deja tirada- se lía luego con Leon y se lo trajina en una carroza- Al final, agobiada por sus deudas y desilusionada ante el amor, decide suicidarse. Punto. ¿Qué tenemos? Un folletín en el peor sentido de la palabra. Pues eso ha conseguido Stoppard con su guión de Anna Karenina. La única forma decente de adaptar a la pantalla esta novela es, respetando el texto al máximo, meterle un metraje de más de 6 horas. Lo de ayer: una cagada.

Es por eso que todas las integrantes de la Patrulla de Salvación, comprometidas en la defensa del libro y ofendidas ante este ataque a una de la mejores novelas de la historia, nos cagamos en Tom Stoppard y en el resto del equipo de la película.

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22 respuestas a ME CAGO EN TOM STOPPARD

  1. Allau dijo:

    Eres (o sois) injusta. Stoppard es un enorme autor teatral (aunque Daphne parezca ignorarlo). Quizàs lo que vence en internet es la frivolidad y la coña, pero yo todavía estoy dispuesto a defender a Joe Wright.

  2. Uno dijo:

    A pesar de que Uno es mucho más joven que todo eso, solo recuerda valiosa la adaptación para la pantalla de una novela: la serie Retorno a Brideshead, del 81, con Jeremy Irons debutando como protagonista por todo lo alto. Como la única serie que existía entonces debía ser La Casa de la Pradera y aún no se tenía muy claro de qué iba el tema, dijeron: nueve horas de metraje, que es aproximadamente el tiempo de lectura -y disfrute- de la novela de 300 páginas. Y vamos a contar lo mismo. Vamos a mostrar -con nuestras armas- las mismas ideas, los mismos sentidos y las mismas emociones que recorren el libro de Waugh.
    Quizá no sea una cuestión de tiempo, pero sí es una cuestión de tomarse en serio ciertas creaciones, aunque solo sean las propias. Y si el guionista quiere reírse de ellas, al menos que no menosprecie mi inteligencia ni la suya. Es una cuestión de que Uno es joven pero tampoco tiene tiempo para ciertas estupideces.

    • johnconstantinebastard dijo:

      Siempre me he preguntado que fue de Anthony Andrews, el partenaire de Irons en aquella adaptación, que se hizo mucho mas famoso que él en aquellos tiempos.

      Y discrepo amistosamente de su opinión. La adaptación televisiva de «Thinker, Taylor, Soldier, Spy», que además se pudo ver por España por similares fechas, es pura y simplemente asombrosa. Yo la ví de nuevo hace dos o tres años, y creo que su capacidad para satisfacer plenamente hasta a los fans mas exigentes del libro permanece intacta (mención especial, por desconocida, al pequeño papel de Joss Ackland, que interpreta al que luego será el protagonista de «El honorable colegial». La traslación gestual y corporal que hace del carácter que Le Carré explica con palabras me aprece brutal)

    • johnconstantinebastard dijo:

      Y la versión televísiva de Anna Karenina con Sophie Marceau, Sean Bean, Alfred Molina, James Fox, pues hombre, no es un hito de la televisión pero creo que como mínimo es una adaptación muy, muy digna y eficaz. Como mínimo.

  3. Estoy de acuerdo. Es más, ¿qué sentido tiene hacer pasar por adaptación lo que claramente es una re-creación?

    La falta de ideas para desarrollar nuevos argumentos, no justifica el expolio de aquellos a los que otros sienten respeto.

  4. Peter Folgier dijo:

    «— El hombre está dotado de razón para rechazar lo que le molesta o desagrada—» (Nos desagrada de Tolstoi su grandeza. Eso es, sencillamente, lo que nos molesta)

    «YA se aclaran mis ideas! ¿En qué pensaba yo últimamente? ¡Ah, ya me acuerdo: en las reflexiones de Yashvin sobre la lucha por la existencia y el odio que une a los hombres!… ¿Vais en busca de placer? ¡No escaparéis de vosotros mismos ¡Este quizá lo haya logrado! ¡El conde Vronski y yo hemos tratado también de divertirnos para reconocer después cuán inferiores eran nuestros placeres a los supremos goces a que aspirábamos! ¿Qué ha buscado en mí? ¡Las satisfacciones de la vanidad más bien que las del amor! Buscaba ante todo un triunfo; me amaba, pero principalmente por vanidad; ahora que ya no está orgulloso de mí, todo concluyó; después de tomar de mí odio cuanto podía, y no teniendo ya de qué vanagloriarse, no soy para él sino una carga, y solo se cuida de guardarme exteriormente las debidas consideraciones. Ahora pretende conseguir el divorcio y casarse para quemar con ello sus naves: quiere conservar su honor. Tal vez me ame aún; pero ¿cómo? The zest is gone. Este va muy satisfecho de sí mismo y quiere que todos lo admiren. Ya no lo atraigo. Si lo abandono, en el fondo se alegraría. Mientras mi amor es cada día más apasionado y egoísta, el suyo se extingue poco a poco, y he aquí por qué ya no vamos bien; yo quiero atraerlo y él se empeña en huir; hasta el momento de comenzar nuestras relaciones íbamos uno al encuentro del otro; ahora vamos en sentido contrario. Me acusa de ser ridículamente celosa, y yo lo creo también así; pero la verdad es que mi amor no está ya satisfecho. Si yo pudiera procuraría ser para él una amiga razonable en vez de una querida apasionada; pero no me es posible esa transformación. Mis ganas de amor le inspiran repugnancia, y yo le respondo con la cólera, no puede ser de otra manera. Segura estoy de que no me engaña y de que no está enamorado de Kiti ni de la princesa Sorókina; pero ¿qué me importa, si mi amor lo fatiga y no siente ya por mí lo que yo por él? Casi preferiría su odio, pues allí donde cesa el amor, comienza el infierno; esto es lo que me sucede… ¿Qué barrio será este? Montañas y casas, y siempre casas habitadas por gente que se aborrece… ¿Cómo podría yo volver a ser feliz? Supongamos que Karenin consiente en el divorcio, me devuelve a Seriozha y me caso con Vronski. Admitamos que me caso. ¿Me respetará por eso Kiti? ¿Y no se preguntará Seriozha por qué tengo dos maridos? ¿Cambiará Vronski para mí? ¿Puede haber aún entre él y yo relaciones que me hagan feliz? No, la escisión entre nosotros es demasiado profunda; yo soy causa de su desgracia y él de la mía, y esto no cambiará. Una mendiga con un niño. Cree que la gente la compadece. ¿Acaso no nos han lanzado al mundo para odiarnos unos a otros y atormentarnos mutuamente? He ahí unos muchachos que vuelven de la escuela… Pobre Seriozha!… Creí amarlo, y mi cariño por él me enternecía; pero he vivido sin él, cambiando su amor por el de otro, y mientras esa pasión me satisfizo, no me he quejado del cambio.» Anna se alegraba casi de poder analizar sus sentimientos con esta implacable claridad. (…y nosotros nos alegrábamos enteramente de la claridad de Lev)

    «¿Por qué hablan? ¿Por qué ríen? ¡Todo es mentira, engaño, maldad!»

    ¿Por qué seguimos hablando? ¿De qué nos reímos?

    Hoy más que nunca todo es mentira, engaño, maldad, y sobre todo, fatua vanidad.
    Saludos.

  5. julian bluff dijo:

    Maggie, querida, mucho me temo -todavía no he vistp la película- que habla por tí el despecho, he googleado al tal Tom Stoppard y he comprobado que yayos con ese porte y ¡ese melenón! no se los encuentra una todos los días. ¿No será que le ofreciste, en tu añorada época de elitista preboste cultural de la Villa y Corte, el montaje de una de Arniches con estética de teatro Kabuki -para tratar de pasártelo por la piedra, as natural- y el tío pasó de tí en moto?. Mucho me temo que es eso. ¡La memoria, ah… la memoría!.

  6. jose dijo:

    A mí es que las elecciones de actores me dan la risa. No hay versión de El retrato de Dorian Gray en que no elijan de protagonista a un actor moreno, cuando Wilde describe a Gray como un querubín rubio.
    Y ya si abandonamos los clásicos y nos vamos con Licolm Child nos encontramos con que el enorme protagonista de sus novelas de Jack Reacher lo interpreta Tom Cruise. Hecho comentado hasta la saciedad, por que le da un toque cómico no intencionado. Que el bueno de Tom puede resultar intimidatorio nadie lo duda, bastante ver su manía de saltar sobre sofás, pero desde luego, su altura y presencia física, de intimidatoria no tiene nada.

    En cuanto a Ana Karenina, cuando una película de formato clásico (cuando hay experimentos siempre caba la posibilidad de que los vetustos académicos no aprecien el esfuerzo) hecha para llevarse óscars a cascoporro, no se come un rosco, siempre hay que desconfiar.

  7. johnconstantinebastard dijo:

    Un poco al hilo de lo de Jose, yo en cuanto leí las noticias sobre el proyecto y leí a los protagonistas escogidos ya ví que el asunto hacía aguas… a no ser que hubiera un carácter irónico o de autoparodia que se nos escapaba. Por favor, si Jude Law con un postizo capilar bien escogido hubiera hecho un magnífico Vronski. Y luego, cuando se filitraron los detalles de la puesta en escena, pues que quieren que les diga. Que como experimento, pues oye, muy divertido. Y que no se por que la sargenta no le puso en DVD al sobrinico la lujosa miniserie protagonizada por Sophie Marceau y Sean Bean, que da(n) el pego perfectamente para acercar la gran literatura de modo ameno.

    Eso si, lo de Reacher y Tom Cruise, yo que soy muy aficionado a las novelas de Child… Pues lo mismo, que a los ejecutivos que aprobaron ese proyecto sólo puede suponérseles un escondido sentido del humor a prueba de bombas o un coeficiente intelectual de un dígito. Ahora mismo en la serie «Justified» hay un personaje secundario (Colton) que se nota en muchos aspectos que se han inspirado en los libros para crear una versión oscura de Reacher, interpretado por el actor Ron Eldard, y es que lo han «clavao». Tanto en el físico del actor como en su apariencia y vestimenta. Si comparamos eso con la copia del personaje de «Drive» que al señor Cruise se le antojó, vestuario incluido, que había que hacer….

    • Jude Law de Vronski… ¡hasta sin peluquín!
      Por cierto, ¿la versión de Sophie Marceau y Sean Bean era miniserie? Yo la vi como película (y la vi porque de aquella me encantaba Sean Bean).

      • Pues tiene usted razón. Yo estaba casi seguro de que era un producto filmado para tv pero no, según imdb conoció estreno en las salas comerciales y, por tanto film era. Perdonen las disculpas

  8. Rusta dijo:

    No he visto la película, pero cada vez que leo algo sobre «Anna Karenina» en este blog me entran unas ganas tremendas de leer el libro. De este año no pasa.

  9. Yo a Tom Stoppard le conocía más como autor teatral. Sabía que había escrito el guió de Shakespeare in love, pero de su carrera cinematográfica nada más.
    Volviendo a Ana Karenina y a su nueva adaptación: solo el trailer ya me echa para atrás, y eso que no es que sea una fan de la novela, precisamente. Pero ver a Keira Knightley, que parece que solo sabe poner morritos, y al jovenzuelo ese que parece una señora con bigote, me hace pensar que no está a la altura.

  10. jose dijo:

    Yo se que a mucha gente le encanta Keira, pero lo único que recuerdo de ella es lo estupendamente que le sentaba el vestido verde de Expiación, y lo mona que sale en los anuncios de Chanel.
    Claro que con los actores pasa como con los escritores, algunos llevan fama (vete tú a saber porqué) y luego los hay estupendos, a los que les cae un secundario interesante de vez en cuando y gracias. Y los actores americanos tienen la suerte de que hoy por hoy, la televisión ya no es ese lugar donde acababan los que no podían triunfar en el cine (y en el que quedabas encasillado para los restos). Ahora la televisión da tanto prestigio (o más) como el cine, y tampoco es de extrañar, por que el nivel de las series es bastante superior a lo que Hollywood ofrece.

    En cuanto a la Karenina, yo la tengo en casa esperando a que un día me anime a leerla, pero es que leerte semejante tocho cuando ya sabes como termina el asunto (el final de esta novela debe ser de los más divulgados de siempre) como que desanima un poco

  11. Antieditor dijo:

    Te creo, Patrulla. Paso de verla.

  12. Henry Sugar dijo:

    Una vez más, coincido con el gran Julian Bluff: Tom Stoppard es el Mick Jagger del teatro británico, así que un respeto.
    Además, las calamidades que cuentas no son culpa de Stoppard sino del director de la película y de quien haya escogido a esa mierda de actores.

  13. Yo también estoy de acuerdo con lo que comentas, Sargento. Hoy he ido a ver la película; tenía la sensación, antes de entrar al cine, de repetir lo que ya me pasó con El amor en los tiempos del cólera. Son de esas películas que no se pueden llevar a la gran pantalla, o que si se llevan corren un gran riesgo de no estar a la altura de la narración que adaptan. En este caso, ni siquiera creo que sea una adaptación digna. El vestuario, eso sí, espectacular, y la música me gustó también. No estoy de acuerdo con la elección de los personajes (Keira, para ciertos papeles, sí, pero no para Karenina…en mi opinión, le está grande el papel, aunque en los anuncios de colonia, como ha dicho alguien anteriormente, está muy mona). Jude Law es el que más me ha convencido…Me esperaba potentes escenas exteriores, un metraje más largo…En fin, para pedronar a Stoppard creo que mañana repasaré Shakespeare in love. Saludos a todos

  14. Charles Boyero dijo:

    A modo de deberes, y para tranquilizaros un poco, me veis la adaptación que se marcó el gran King Vidor de «Guerra y Paz». No dura las seis horas que exige Maggie, pero es una gran película.

  15. Marta dijo:

    Vale. Pues invierto los 9 lereles de la peli y algo más en comprar el libro. Por cierto, Sargento, «Ojos negros» es «mi peli». No suelo tener nada «preferido», pero en lo que respecta a esta película, puedo decir que sí es la niña de mis ojos (castaños). La he visto chopomil veces (en el cine la vi unas cuantas en su momento) y no me cansaría de ver a ese Mastroianni tan grande grande. Saludos a la patrulla.

  16. julian bluff dijo:

    Ya la he visto. De las actrices no me parece ninguna demasiado guapa. A salvo la del personaje del Conde Vronsky ¡Y eso que lleva bigote!.

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