INCESTO. ADICCIÓN A LA HEROÍNA. INTENTOS DE SUICIDIO. NOVELAS.

Se publica en el más reciente número de la revista The New Yorker (y se puede leer íntegro en la web) un largo reportaje sobre cómo el escritor Edward St. Aubyn ( Cornwall, Inglaterra, 1960) consiguió digerir sus traumas infantiles (su padre abuso de él entre los 3 y los 8 años), sus aficiones juveniles (adicto a la heroína, la cocaína y otras sustancias; sufrió varios ingresos en el hospital por sobredosis) y sus deseos de suicidarse para sacar de todo ello literatura, buena literatura, y salvar su vida. Edward St. Aubyn es miembro de la clase aristocrática británica y ha publicado cinco novelas, la llamada serie Melrose porque el protagonista es un tal Patrick Melrose. (Aquí) pueden leer la crítica que James Wood, el prestigioso crítico, hizo de estas novelas en el The New Yorker . En España se ha publicado El padre (Penguin Random House, 2014), volumen que recoge las tres primeras novelas. Anagrama publicó hace unos años la última de la serie, Leche materna, por la que el autor fue nominado al premio Booker, que no ganó. Aquella experiencia, como decíamos el otro día, le ha llevado a escribir una sarcástica novela llamada Lost for Words (Picador, 2014) que se ha publicado hace poco.

En el 5º párrafo del reportaje del The New Yorker –que firma Ian Parker y se titula Inheritance– se puede leer:

En Gran Bretaña, el mercado literario se ha visto tan saturado de recreaciones no ficción de este tipo que el género ha llegado a ser conocido como “Memorias de sufrimiento” (“Misery memoirs”) y las librerías tienen secciones especiales que bajo el cartel «vidas dolorosas» están llenas de títulos como «Dime por qué, mami » y » Por favor, papá, no «.

¿Exagera el autor del artículo? Más adelante en su trabajo se puede leer que un íntimo amigo de St. Aubyn, el psicólogo Oliver James, se está haciendo de oro con las ventas de sus libros sobre traumas ocasionados por la familia y la infelicidad. Su libro más vendedor sigue siendo “They F*** You Up: How to Survive Family Life” (Bloomsbury Publishing, 2002) (“Ellos te jodieron: Cómo sobrevivir a la vida familiar”) James conoce a St. Aubyn desde que son niños, sus familias veraneaban juntas y el padre de James tuvo bajo terapia al escritor durante varios años para ayudarle a dejar las drogas. Tanto lo conoce que cuenta cómo asistió a una clase técnica impartida por St. Aubyn cuando era adolescente en la que enseñaba a otros chicos cómo hay que inyectarse heroína correctamente. Esto relata Ian Parker que los ha entrevistado a los dos además de a otros implicados en la vida de St. Aubyn.

theyfuckyouup

¿Por qué –a mí la primera- nos gustan tanto estos libros sobre personas traumatizadas por abusos infantiles y vidas al borde del abismo por la adicción a las drogas?

¿Tienen calidad literaria los libros de William S. Burroughs con independencia de que le pegara un tiro (“accidental”) a su mujer y se pinchara heroína a tutiplén? ¿Son buenos los libros de Charles Bukowski si eliminamos de su vida que se bebió el océano atlántico y parte del pacífico?

Llama mucho la atención en el reportaje del New Yorker la facilidad, la falta de reparo, con la que Edward St. Aubyn recuerda, una vez más, los abusos de su padre, sus intentos de suicidio y sus experiencias con las drogas. El periodista, durante los días que estuvo con él, lo acompaña a una conferencia que debe impartir el autor británico en la que diserta sobre esto de las biografías traumáticas y comprueba que lo hace sin incomodidad. Medio artículo está ocupado con la forma en la que liquidó una herencia recibida de su abuela en heroína: de gastar 5.000$ semanales –cuenta St. Aubyn- pasó a 30.000$ cada siete días. Recuerda sorprendido lo fácil que era llamar al administrador de la herencia para que transfiriese esa cantidad a su cuenta. “Al día siguiente disponía del dinero”.

“Sabía que terminaría escribiendo –dice St. Aubyn de la época en que era adicto a la heroína-. Moriría o acabaría siendo escritor”.

A mí me gustan mucho las novelas de St. Aubyn, disfruto con ellas. Pero tan influida como estoy por la historia del autor, soy incapaz de discernir hasta donde llega el morbo y dónde empieza la buena literatura. Todos han dicho que el autor británico es un gran escritor. Lo comparan con Oscar Wilde y Evelyn Waugh   -en el reportaje del New Yorker se hacen numerosas referencias (quizás demasiadas) a la maravillosa Retorno a Brideshead-; y Alan Hollinghurst ha afirmado que “posiblemente es el mejor escritor inglés de nuestra generación.”

Perfecto. Perfecto, pero les propongo un juego: imagínense que los abusos sexuales de su padre, que St. Aubyn no se cansa de relatar, no fueran reales. Supongamos –recuerden, es un juego- que se los inventó o que cuando los contó por primera vez (fue a su psicoterapeuta, en la época en que intentaba dejar la heroína) pensara que eran reales pero en verdad fueran una recreación, una ficción, de una mente enferma, saturada por la droga. No dudamos de que St. Aubyn dice la verdad, pero les ruego que me sigan en este ejercicio mental. Pongámonos en la situación siguiente: imaginen que aparece una prueba que demuestra que su padre era un cabrón, pero sólo eso, que no abusó de él. ¿Qué pasaría entonces con la calidad literaria de las novelas de St. Aubyn?

Al comienzo del reportaje se cuenta que cuando en 1991 St Aubyn estaba a punto de publicar “Never Mind”, la primera de sus novelas, llevó a su madre a dar un paseo por el campo y le contó que su padre lo había violado repetidamente cuando era un niño. Ella le respondió que no sabía nada de aquello y que a ella también la violó. “Fue muy habilidosa esquivando mi historia para pasar a contarme lo terrible que fue para ella la suya.”

Alexandra St. Aubyn, la hermana del autor, que no tiene su personaje correspondiente en la serie de novelas, se negó a hablar con el periodista.

Edward St Aubyn

Edward St. Aubyn

En las novelas sobre la vida de Patrick Melrose los personajes reciben nombres diferentes a los del autor, sus amigos y sus familiares. Si se descubriera que el incesto fue mentira o una fantasía, una trampa de su mente, podríamos condenar a Edward St. Aubyn como impostor, podríamos acusarlo de habernos querido vender un producto con falsedades, pero ¿ y las novelas?

Si una persona que no hubiera leído los periódicos ni los suplementos culturales donde se hubiera publicado que los traumas de St. Aubyn eran falsos leyera en una librería pública –sin saber quién es el autor- estas novelas y pensara que son una maravilla, ¿deberíamos pensar que es idiota? ¿Que no sabe nada sobre la buena literatura?

 

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10 respuestas a INCESTO. ADICCIÓN A LA HEROÍNA. INTENTOS DE SUICIDIO. NOVELAS.

  1. Guillermo dijo:

    Muy interesante esta nueva aportación suya, llena de vigencia entre nuestra suciedad, perdón quería decir sociedad. ¿Hasta qué punto alimentamos este tipo de escritura…?, ¿puede ser comparable con el esperpento de las vidas publicadas y muy bien vendidas de las belenes ortegas, belenes esteban u otras belenes…?. Curioso que sus nombres sean tan «celestialmente» entrañables.
    Sucede como con los períodos de suicidios… lo malo es que los que se autolisan correctamente no se les puede ya responder con el desprecio si se descubre que acertaron… No sé, conocer el alma humana es complicada, sí, pero del ser humano siempre hay que esperar lo inesperado. Sin embargo, …¿hacer un negocio de ello…?
    Mis saludos cordiales.

  2. Yo me tiro:
    Si lo que se narra es mentira y nunca ha sucedido en la realidad, son todavía mejores.
    Son mejores, pero lo importante, a mi entender, es que estén bien escritas, es decir, estilo, ausencia de lugares comunes y de pornografía de la violencia, ausencia de incitación al morbo, originalidad, voces potentes, personajes creibles y matizados, temas más allá del de la violencia,etc. etc. todo lo que convierte a una novela en literatura.
    Prefiero una buena mentira literaria que una mala verdad. La primera me enseña más sobre la realidad

  3. JC dijo:

    Memoriasde sufrimiento es las que tengo yo cada vez que leo a Jenn Diaz en Jot Down. tengo una ecuación: Jenn Díaz + Jorge Carrión = Elvira Cagarro.

  4. Cómo se le llega a ocurrir a uno lo que va a poner en una página es algo completamente irrelevante para juzgar la calidad literaria de lo que ha escrito. Naturalmente, cuánto nos atrae un texto no depende sólo de su calidad literaria, sino de muchos otros factores psicológicos, sociológicos, etc., etc. La mejor literatura es, por tanto, la que nos parece buenísima aunque lo que nos cuenta, o quién nos lo cuenta, nos importe un carajo si sale por la tele.

  5. gatuperio dijo:

    Traduce usted como un traductor español, sargento. Ejemplo:

    Ella le respondió que no sabía nada de aquello y que a ella su propio padre también la violó. “Fue muy habilidosa esquivando mi historia para pasar a contarme lo terrible que fue para ella la suya.”

    Revise el original:

    “She said, ‘Me, too’ ”—meaning that his father had raped her as well. “She was very, very keen to jump the queue and say how awful it was for her.”

    y qué pena convertir ese «very, very keen to jump the queue» en «muy habilidosa esquivando mi historia»…

    • Vamos a ver:
      «jump the queue», en castellano -traducción literal- significa «saltarse la cola», es decir: «colarse». Lo que quiere decir el autor -tomando en cuenta el contexto- es que su madre, en lugar de hablar del trauma de St.Aubyn, que le había contado los abusos de su padre para tratar el asunto con ella, se puso a hablar de sus penas. Si hubiera hecho una traducción literal de eso de «Jump de queue», no hubiera quedado claro.
      Pero te invito, querido gatuperio, a que me des otra traducción mejor. Si realmente es mejor, te prometo que cambio la mía.
      Un saludo
      Maggie

      • gatuperio dijo:

        Sargento, lo de si era o no habilidosa esquivando su historia no era lo gordo. Esa es una frase fea, que nadie diría en español («le conté a mariví nis penas y fue muy habilidosa esquivando mi historia para colocarme la suya»… ¿lo oye mucho en la parada del bus?).

        Lo gordo, y lo propio del traductor español, era la confusión del sujeto en la frase precedente: la madre dice que el padre que violaba al narrador «también» la violaba a ella; no que a ella la violase su padre y al narrador el suyo, sino que el violador era solo uno, padre de uno y marido de otra. Y por cierto que no aparece tampoco en el original esa morcilla de «yo no sabía nada de eso»… Y ya no sigo, que no me pagan por caracteres. Saludos.

      • Tienes razón. El texto dice «his father had raped her as well». Yo había creído -POR LEER RÁPIDO- que se había un «her», su de ella, pero era un «his», su de él. «his» es lo que dice y no «her». El error es mío. Además es grave porque estaba yo acusando al abuelo de St. Aubyn de pederasta e incestuoso y el pobre señor seguro que era un buen hombre.
        Lo corrijo ya mismo
        Gracias
        Un beso, rey
        Maggie

  6. Ya dijo:

    Vamos, lo normal…

  7. jose dijo:

    St Aubyn escribe muy bien, tiene un sentido del humor negro y malsano que se disfruta muchísimo. Aunque también se le pueden poner peros, como la profundidad de los personajes (igual las novelas centradas en su madre al ser algo más largas mejoran en ese aspecto).
    Eso sí, a mí Malas noticias con sus chutes continuos se me atragantó un poquito, y la que me gustó más fue Alguna esperanza, que es sin duda la menos escabrosa de las tres primeras novelas (el que ponga a caer de un burro a la princesa Margarita mientras ella todavía estaba viva no tiene precio).
    Sus novelas además tienen el morbo añadido de estar basadas en personajes reales reconocibles (incluida la última, donde por lo visto, a nada que se escarbe se pueden descubrir escritores, editores y gente del mundo del libro).

    Leí hace unos meses que Mondadori pensaba publicar Leche materna y Al fin en un sólo volumen titulado La madre. Espero que lo hagan pronto

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