Más sobre la guerra de Amazon contra las grandes editoriales norteamericanas.
Keith Gessen (Moscú, 1975) publicó su primera novela en 2008. Se tituló All the Sad Young Literary Men y en España la editó Alfaguara (aquí). Después de la agradable sorpresa que fue su lectura me enteré de que el chico, aunque norteamericano, había nacido en Moscú y sabía un montón sobre la literatura de aquel país. Desde entonces procuro leer todo lo que escribe, rara vez me ha defraudado. En estos años, además de novelas, ha publicado libros de ensayo y artículos (en el The New Yorker, en The Atlantic Monthly y en el New York Review of Books). Lo último ha sido The War of the Words, un extenso reportaje sobre el mundo del libro en la revista Vanity Fair, en su número de diciembre de 2014, que como saben los seguidores de esta publicación sale a la calle en noviembre, siempre un mes antes. Si pinchan en el enlace, sobre el título, pueden acceder al texto completo (en inglés). Gratis.
Gessen utiliza como excusa la disputa Amazon vs. Hachette para relatar cómo está el campo de batalla editorial y actualizar cómo va eso del papel contra lo digital. Según Gessen, esta guerra no es solo por el precio, sino que en ella se está dirimiendo el futuro de la edición y posiblemente el de la cultura.
Para su trabajo, Gessen ha entrevistado a los que considera personajes clave en este asunto. Comienza hablando con Otis Chandler, fundador de Goodreads, portal de reseñas literarias amateur, que en un solo año, 2007, consiguió más de 650.000 usuarios y al final de 5 años ya contaba con 20 millones. Amazon, consciente de que en la era digital, con las grandes cadenas de librerías en retirada, la visibilidad de los libros era clave, compró Goodreads por una pasta. Pasta cuyo montante, a la fecha, aún no se conoce con exactitud, pero Bloomberg estimó en 780 millones de euros.
También entró en contacto el periodista con Steve Berman, un abogado de Seattle que además de a los pleitos es aficionado a los e-books. Este señor, un día, marujeando en internet para compar un libro digital, se dio cuenta de que todos ellos, aunque fueran de diferentes editoriales, habían subido de precio, y ¡oh casualidad! lo había hecho hasta alcanzar todos de golpe el mismo precio, 13,99$. “Esto es algo que no ocurre en la vida real” manifiesta. El abogado lector se mosqueó y metió un pleito contra las grandes editoriales amparándose en la ley anti-trust de los EEUU. El departamento de Justicia de los USA (aquí) tomó cartas en el asunto dando la razón a los demandantes (el fiscal se había personado) y las grandes editoriales –además de Apple, que también estaba en el ajo- se vieron obligadas a dar marcha atrás en su ofensiva anti Amazon.
Gessen también relata el contrataque de los autores que se auto publican en Amazon. Cuando los 900 autores en papel se unieron para defender a Hachette –esto se lo relataba yo en mi post de hace unos días (aquí)- los escritores auto publicados, para defender a Amazon, divulgaron una carta contra Hacchette en Change.org (aquí) en la que decían cosas como estas: “Hace tiempo, el sector editorial de Nueva York controlaba el mercado del libro (se refiere a lo que ocurría en los años 70 y 80). Ellos decidían a qué autores les era permitido publicar. Cobraban precios altos al lector al tiempo que impedían el desarrollo de formatos más baratos y pagaban a los escritores tan poco como les era posible…” El texto de los auto publicados termina acusando a los herederos de aquel grupo de editores de NY, a los grandes conglomerados editoriales, de estar en contra de los avances tecnológicos con el único objetivo de defender su status quo.
Como Andrew Wylie no podía faltar, el autor del reportaje también lo entrevista. No obstante Gessen deja claro que “The Jackal” es su agente y también lo es, en los negocios editoriales, de la revista, Vanity Fair. Wylie dice que Amazon quiere ahora un precio plano de 9,99$, pero que luego bajará a 6,99, luego a 3,99 y acabará en 1,99$. “En lugar de ganar 4$ de cada libro de tapa dura, terminarán ganando 10 centavos por copia de cada una de las ediciones, sean del tipo que sean”. “Nadie, salvo los herederos de una fortuna de 50 millones de dólares, se podrá permitir escribir un trabajo serio sobre historia, poesía, biografía, una novela… cualquier tipo del libro”. Y muerde aun más Wylie: “¿Y si todos los editores retirasen de forma conjunta todos sus libros de ese aparato jodidamente idiota (“that fucking idiot device”)? ¿En ese caso, qué leerías en tu estúpido Kindle?” Grrrrr.
Termina Wyle: “Es la primera vez, desde que entré en este negocio, en que los intereses de los editores en papel y los de sus autores están alineados. Y el motivo es que, como ocurre con ISIS (el Estado Islámico, grupo terrorista), Amazon está tan determinada a causar el caos en la cultura que ha sido necesario establecer alianzas que antes hubieran sido improbables”. Es la segunda vez, que yo sepa, que Wylie compara Amazon con ISIS. La primera fue en el pasado Festival internacional de Autores de Toronto, donde dijo que “Amazon es el ISIS de los canales de distribución”.
Para no ser acusado de tomar partido por uno de los bandos, Gessen también visita un almacén de Amazon, el que tiene en San Bernardino (California, USA). Y luego se desplaza hasta Silicon Valley para enterarse in situ de lo que es Amazon Lab126, una subsidiaria de Amazon que se ocupa de desarrollar todos los productos Kindle. Un laboratorio de lectura digital básicamente. Interesante lo que cuenta de estas visitas.
Al final de su trabajo, Gessen se entrevista con Trip Adler, el presidente (“C.E.O.”) y cofundador de Scribd, una plataforma digital que ha lanzado una oferta a precio fijo mensual. El cliente paga 10 dólares al mes y puede leer todos los e-books que le dé la gana. Cada vez que un cliente lee un libro, la editorial es remunerada como si el lector hubiera adquirido ese e-book en su página web. Gessen pregunta que con ese sistema dónde está el negocio. La respuesta de Adler es que la mayoría de los suscriptores no usan lo que compran o lo usan poco: “Si una persona va al gimnasio todos los días no se trata de un cliente rentable. Pero la mayoría de los clientes no van todos los días.” Según Adler, el futuro de la lectura de libros está en el modelo de suscripción que él vende. Me imagino –aunque esta es solo una presunción mía- que lo que luego Scribd paga a las editoriales tiene un descuento alto sobre el precio (P.V.P.) de los e-books. A la fecha, HarperCollins y Simon & Schuster ya han firmado acuerdo con Scribd.
Gessen, como buen periodista, no da la razón a unos o a otros. En el lado de los editores –para terminar- cita una reflexión: “¿Cuánto tiempo más podemos continuar diciendo “sí” a las peticiones de Amazon y seguir teniendo un negocio?” También señala que aún no conocemos cómo va a actuar el gigante creado como fruto de la fusión de Random House y Penguin en esta batalla contra Amazon. Lean el artículo en inglés, tiene muchísimas más cosas interesantes que estas que yo he entresacado.
La sargento Margaret at war
PD: Hace unos años (feb. 2010 AQUÍ) , cuenta Gessen en Vanity Fair, el grupo editorial MacMillan intentó echar un pulso a Amazon. Entonces el resto de presidentes de grandes editoriales intercambiaron emails ofreciéndose (conjurándose) para defender a la “valiente” McMillan:
Uno de los C.E.O. dirigiendose a otro C.E.O. tecleó: “M[acm]illan have been brave, but they are small. We need to move the lines.” Otro C.E.O. (o el mismo) escribió a Sargent (el presidente de MacMillan) directamente: “I can ensure you that you are not going to find your company alone in the battle.”
¿Lo ven? No somos nosotras, las chicas de Patrulla de Salvación, las únicas que utilizamos el lenguaje bélico para discutir sobre el mundo editorial.
“Hola, me llamo Jeff Bezos, tú pactaste los precios. Prepárate a morir.”
Me gustan los pelillos que le asoman de la zona cercana al ojo del culo a Tank Girl.
Lo que pasó en el 2010 no fue sólo que subieran los precios, que en algunos casos los bajaron cuando estaban artificialmente engordado s, sino que encima aplicaron la norma del precio fijo que rige en Europa y a la que los norteamericanos no estaban acostumbrados, con lo cual aceleraron la muerte de la competencia de Amazon. Yo ya compraba por aquella época libros digitales en USA, y a lo mejor las novedades de best-seller te las vendían oficialmente por 25-30$, pero luego las librerías digitales te regalaban puntos para tu próxima compra por la mitad de ese importe, o sacaban ofertas para ciertos libros, y si estabas interesado, te acababa saliendo el libro por 5-10$, un precio mucho más normal, sólo tenías que estar al tanto y buscar en qué librería cazar la oferta. A partir de abril de 2010, las grandes editoriales fijaron los precios y prohibieron aplicar esos descuentos y puntos de fidelidad a sus libros. Sí, las novedades se igualaron a 9,99$, no tenías que andar a la caza de la oferta del día, pero las no tan novedades se igualaron también a 7,99$, y no había descuento posible. Al no haber diferencias, Amazon ganó por tener el mejor lector, la mejor tienda (ya que estoy, de paso me pillo un paquete de pilas, un cable USB) y un catálogo muy amplio de autopublicados a los que se lo ha facilitado todo. Y no nos engañemos, entre los autopublicados hay mucha porquería, pero si empiezas a seleccionar y encuentras un recomendador de confianza que te ayude a limpiar la lista, encuentras obras de calidad o al menos tan entretenidas y decentemente corregidas, sin llegar a obra maestra, como las que puedes encontrar en el catálogo de Planeta. Así que a los estúpidos gerifaltes de las grandes editoriales les ha salido la jugada redonda.
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paso nomas para reírme de ese tipo, decir que si quitaran todos los libros de las editoriales igual descargaríamos los autopublicados y fics que salen totalmente gratis ni suscripción ni nada o simplemente compartiendo, como antiguamente cuando un amigo te presta un libro