Conozco íntimamente la vida de Joaquín Sabina; me sé de memoria todas sus canciones. Disco a disco, sin pudor alguno, Sabina nos ha contado todo lo que le ha ocurrido. El cantautor se ha convertido a sí mismo en un personaje que –curioso- cae bien a casi todos los españoles de entre 40 y 70 años. Es curioso, digo, porque incluso personas de ideología totalmente contraria siguen religiosamente comprando sus nuevos Cds.
El secreto del éxito de don Joaquín –y que me perdonen Pancho Varona y Antonio de Diego- no está en la música. Lo que lo ha hecho grande, lo que lo ha llevado a vender millones de discos, son las letras. El autor, como si de un novelista se tratase, ha construido el personaje “Joaquín Sabina” a base de palabras y frases. Esas letras nos relatan la historia de un españolito con el que nos gusta identificarnos. Y nos gusta hacerlo porque nos cuentan lo que queremos oír. ¿Joaquín Sabina es comercial? Respuesta: a más no poder.
Los ingredientes que hacen comerciales las letras de nuestro querido amigo son principalmente dos: la auto indulgencia y la autocompasión. Si se fijan ustedes, Sabina, en sus “delitos”, nunca tiene la culpa. Y si en algún momento hace daño a alguien, resulta que fue una consecuencia inevitable de haberse dejado llevar por el Amor, esa quimera que, vaya por dios, nunca ha dejado de buscar y nunca ha terminado de encontrar.
En la mejor canción (A mis cuarenta y diez) de su mejor álbum (19 noches y 500 días), en medio de un curioso juicio sumarísimo que el autor se hace a sí mismo, encontramos el proceso al completo:
1º se auto compadece: “Para que mis allegados, condenados a un ingrato futuro, no sufran lo que he sufrido”.
2º se acusa: “Mi Rocío…y mi Carmela (sus hijas) tendrán un mal ejemplo, un hulla hop y un D’Artacán que les ladre, por cada beso que les regateó el fanfarrón de su padre”.
Y 3º se termina –como siempre- absolviendo: “el día del juicio final puede que Dios sea mi abogado de oficio”.
Por todo esto las canciones de Joaquín Sabina son lo mejor que se puede escuchar en esos momentos en que necesitamos lamer nuestras heridas. Yo, últimamente, no escucho otra cosa.
Este es el principal motivo por el que varios millones de españoles hemos comprado sus discos. Y esto demuestra, al tiempo, cómo somos: un pueblo de holgazanes vividores que cuando vienen mal dadas, en lugar de reconocer nuestros errores y arremangarnos para ponernos a solucionar lo que hemos hecho mal, nos auto compadecemos y echamos la culpa al boogie. Hoy el boogie –hablando de la crisis económica- se llama Ángela Merkel, banca internacional o Standard & Poors.
Hablando de música para lamerse las heridas, les recomiendo el libro que Benjamín Prado publicó en Aguilar en 2009, Romper una canción, donde relataba el proceso de composición de las letras del último CD de Sabina, Vinagre y rosas. Parece ser que a Sabina –que disfruta de estabilidad en su vida amorosa desde hace unos años- no le salía nada digno de grabarse. A Prado lo había dejado una mujer, sí, esa. Pues a Praga que se marcharon los dos, a ver si conseguían exprimir sentimientos de aquel hecho, para luego encorsetarlos en forma de canción . Es curioso que lo que nunca hubiera incluido Prado (al menos no así de crudo) –que se respeta bastante a sí mismo como autor- en uno de sus libros, no tuvo reparo alguno a la hora de incorporarlo a un disco de su íntimo amigo.
Esa autocompasión y esa indulgencia con uno mismo también la encontramos –y funciona comercialmente igual de bien- en el personaje de Sira Quiroga de El tiempo entre costuras de María Dueñas (Temas de hoy, Planeta, 2009) como demostramos en el punto tres, “Regodeo en la desgracia”, de nuestro análisis científico de dicho libro (aquí).
Lo que le ocurre a la heroína de María Dueñas es siempre culpa de otros, generalmente de un hombre. Sira ha escuchado antes la voz de su corazón que la de su cabeza; pero eso es algo que a todos sus lectores nos encanta perdonarle.
La autora, que conoce mejor que nadie las claves de su éxito, parece que va a volver a utilizar este ingrediente en “Misión olvido”, su nueva novela que se publica en septiembre. Vean si no el comienzo:
«A veces la vida se nos cae a los pies con el peso y el frío de una bola de plomo…»
Es decir: de nuevo las circunstancias arrollarán la vida de una pobre mujer que, sin culpa alguna, se verá implicada en acontecimientos imposibles de controlar y de los que gracias a su esfuerzo y tesón conseguirá salir con bien. Me lo veo venir. Pero también me veo a mi misma, el día que publique esta novela, a las 9 de la mañana, esperando que abran mi librería de confianza para ser la primera en comprarla y leérmela luego de un tirón. Que me conozco, que son muchos años.
La autocompasión y la autoindulgencia son dos de las principales consecuencias de la falta de madurez. Sin embargo, este ingrediente que tan bien funciona, comercialmente, en los personajes, se convierte generalmente en el principal enemigo de un escritor si es él (o ella) quien padece esa inmadurez.
Decía, el sábado en Babelia, Rosa Montero, con la claridad de ideas que la caracteriza, y para elogiar precisamente Los ingrávidos (Sexto Piso, 2011), la novela de Valeria Luiselli, una autora de 28 años, que:
La novela es un género de madurez; hay que cumplir años para poder alejarte del ruido empequeñecedor de tu propia vida y para aprender a verte a ti mismo desde fuera, con la misma impasibilidad con la que contemplarías a cualquiera de tus personajes.
Se es capaz de ser objetivo con uno mismo cuando uno ha alcanzado la madurez. Y es verdad que esa madurez hace falta para ser un buen novelista. La generación actual de “novelistas” jóvenes en castellano, lo que nosotras llamamos aquí la “Zambrapronolmos”, se caracteriza precisamente por su falta de madurez. Pero no se trata de excepciones. Toda su generación es así. Ya explicamos (aquí) los motivos.
La crisis económica, fíjese usted que cosas, puede traer algo positivo para la literatura en castellano. Los autores que hoy tienen entre 30 a 40 años disfrutaron de una juventud muy cómoda, no tuvieron que luchar por nada. Por ese motivo retrasaron la fecha de maduración, que no de caducidad, nooo. Los que hoy tienen 20 años no lo van a tener tan fácil. No les va a quedar otra que ser ellos los que se saquen las castañas de fuego. Papá y mamá no van a estar ahí para dar todo mascadito a sus nenes, como hicieron con sus hermanos mayores. Y no estarán porque ya no tienen dinero para pagar sus caprichos y porque han (esperamos) aprendido de sus errores como educadores a la vista de los resultados obtenidos con los otros. Por eso aún hay esperanza. Puede que la próxima cosecha sea mejor. Esperamos que el señor nos de salud para verlo.
Me ha contado un amigo común que Joaquín Sabina, a sus 62 años, está muy cambiado. Parece que por fin ha madurado. Sabina, gran lector, ha dicho en entrevistas que intentó escribir una novela en un par de ocasiones y que lo dejó decepcionado. Podría ser que ahora sí sea el momento de sentarse y poner en el papel la Madame Bovary del siglo XXI que los que, como si de una figura del toreo se tratara, hemos seguido a Joaquin desde la época de La Mandrágora sabemos que tiene en la cabeza. Ahora maestro, ahora.
No sé… Mira que siempre me la paso bien leyéndote, pero hoy algunos pasajes me saben a Fräulein Rottenmeier. Igual es que me identifico mucho con lo que pones y soy yo un inmaduro de cojones, sabes; aún así, no se… Se me hace que en este caso en particular (que ya te he dicho que en general me gustas), la regla que utilizas está cascada del lado en el que pone los centímetros. Igual luego de tantos años de utilizarla, conviene medir con un lado y con el otro trazar la línea bien recta. Ya sabes, las cosas comienzan a ir mal cuando alguien resulta que se le ocurre que tiene derecho a hacer lo que de antemano habíamos ya pactado todos que nadie haría. Decir que uno no tiene la culpa de que «ley» sea hoy día un significante sin claro significado, y decepcionarse (deprimirse) ante ello, y desligarse del sentimiento de culpa por algo que tú no has provocado, y, cursi así tal como suena, salvaguardar la inocencia de tu corazón, al menos a mí, me parece que es una muestra de sanidad mental y emocional.
Es ley de vida. Lo que has escrito a los 20 te parece una mierda a los 30 y lo que escribes a los 30 te parecerá una mierda a los 40. Y no hablemos de que escribir conlleva siempre cierta bipolaridad: como Orlando, unos días te crees un genio y otras el peor escritor que hay sobre la faz de la tierra. Pero no te queda otra si has nacido para escribir que soportar la tortura. Yo soy de los que piensa que si tienes talento tarde o temprano será reconocido. El problema es que ese reconocimiento llegue tras la muerte. Supongo que el mayor terror de cualquier escritor es morir siendo un Kleist, un Poe, un Rimbaud, un Kafka. Podríamos decir como Auden, que me juzgue la historia, sí, pero qué jodido tiene que ser morir sin saber que la intuición que te ha perseguido toda la vida era real y que todo el esfuerzo de romperse los huevos durante horas y horas delante de papel ha merecido la pena. Pero no te queda otra. O sacas los demonios o los demonios acaban contigo.
Si se me permite, un par de observaciones o alguna más:
1- Tienes toda la razón en cuanto al éxito de las canciones de Sabina (probablemente, también en cuanto al de maría Dueñas). Pero yo añadiría otra razón más: el uso generoso del ripio en sus letras. España es un país de ripios, ya sea en la copla, enlas flores de mayo a la Virgen o en los recordatorios de Primera Comunión. Nos gustan los ripios igual que nos gusta «Paquito el chocolatero». Y ahí Sabina es un maestro, es nuestro mejor diestro, mejor que cualquier ancestro… ¡ay, Dios mío, que no puedo parar…!
2- Lo de recomendar un libro de Benjamin Prado debería estar prohibido por el código penal. Y comprarlo, motivo de internamiento y observación psiquiátrica. Lo sé porque una vez compr´ñe uno y aún me duele (no diré cual para no aumentar el peso de mi vergüenza).
3- ¿Que los que tenemos entre 30 y 40 años lo hemos tenido facilito? Bueno, no hemos vivido la II Guerra Mundial, si a eso te refieres. Pero yo me acuerdo haber crecido con el fantasma del paro helándome el cogote, en los 80, con la crisis (sí, hubo más crisis en el pasado) de principios de los 90, cuando tocaba buscarse un curro para irse de casa; con la subida brutal del precio de la vivienda justo cuando nos tocó a nosotros acceder a ella (al próximo que me diga que he vivido por encima de mis posibilidades, se va a tragar los dientes) y , como fin de fiesta, la crisis y el 22% de paro de ahora mismo, ¡olé , olé y ole!
¡Ah, que hablábais de los AUTORES literarios, no de los curritos!
Sorry… jo, esos sí que viven de puta madre….
auto indulgencia y la autocompasión
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Estimada Margaret,
O me gusta o me separa.
Saludos.
Hola a todos!
Con la que está cayendo y lleva caído
con lo que llevo a rastras y ya me he arrastrado
parezco una pasa parezco un lagarto
la sota de espadas o el siete de bastos
Con lo que llevo escrito y llevo leído
con lo que llevo amado y llevo bebido
me fluyen las letras de allende los besos
me brota el gin tonic de enmedio del pecho
Con lo que son los libros y son los autores
de esta era sin sombra y sin manantiales
con lo que son los amos que dan los permisos
la incuria del guarda que cuida el cortijo…
Ahora va resultar… ya rebasada la mitad de la partida
que el único que no se las tiraba de farol…
¡alerta la Maggie! era el Sabina.
No me gusta Sabina, Maggie, pero no por eso te voy a fustigar. Sí voy a hacerlo, con cariño, por supuesto, por tu comentario sobre los que tenemos entre 30 y 40 años. Sé que no valen las personalizaciones, pero tampoco las generalizaciones, y como solo puedo hablar de lo que yo he hecho, pues una va por la otra. No he dejado de trabajar desde que empecé la carrera, que mis padres me pagaban los estudios pero no los caprichos, y siempre en trabajos mal pagados proporcionalmente a los que requisitos que exigían. Mis padres me dieron todas las herramientas que creyeron oportunas hasta que decidí irme a estudiar fuera. Ahí dijeron: vale, pero te lo pagas tú si no quieres hacerlo aquí. Y me lo pasé en grande, pero tampoco fue fácil. Al volver contaba con un cv bastante aparente, pero los trabajos tampoco crecían de los árboles.
No seas injusta, dear.
Un beso
Guau.
Adivinen a quién pertenecen las siguientes declaraciones:
-Me escriben malas críticas porque soy joven.
-Me critican porque gané un premio.
-Se leyeron mi libro y me odian.
-¡Me leen para que no les guste!
¡Es culpa vuestra, incautos!
Y tampoco te engañes pensando que lo que ves en internet es un reflejo real de la gente de esa franja de edad e incluso más jóvenes. Hay mucha gente muy preparada y muy válida por ahí que no asoma ni la nariz por este caldo de cultivo endogámico y enfermizo que ofrece una realidad distorsionada de la cultura. Afortunadamente.
Ire, ¿dónde podría encontrar yo una realidad de la cultura que no esté distorsionada? Lo pregunto de veras.
Es una cuestión de márgenes, o «tolerancias». Depende de hasta donde llegue la tuya. Cuanto más crítico seas menos margen aceptarás. Una putada.
En las bibliotecas públicas. Lo digo totalmente en serio, Translator.
A ver, que nos estamos desviando del tema. ¿Joaquín Sabina no es ese que tuvo durante los años ochenta y primer lustro de los noventa una carrera esplendorosa y desde entonces (siguientes quince años) lleva escribiendo la misma canción pero con diferentes rimas y un ligerísimo cambio de ritmo musical?
Es por saberlo, pregunto.
La sargentona no dice si es la misma canción tocada ad infinitum, eso ni se discute ni se plantea, sino que la Costuritas usa la misma “estrategia” para llegar a los corazoncitos que Sabina. Como Margarita presupone que es uno de los cantantes con más prestigio en este país (y además apunta que vende Cds como churros) nos quiere hacer ver que Dueñas está a la misma altura artística que el cantante y que debería ser reconocida aun vendiendo libros también como churros por eso del best sellerismo de altos vuelos.
Rayano al sofisma.
Parafraseando a un personaje de Makinavaja (the movie): «El Sabina ése es un senil, y más nocivo que una lechuga de Chernobyl».
Anahata, el personaje yonkarra que decía eso en el bar del gran Pirata Pedro Reyes no hablaba de Sabina, sino de Sinatra.
En cuanto al tema del post, Sabina me parece una caricatura de sí mismo hace muchísimos años y Benjamín Prado un poeta insulso y facilón. A la Dueñas no la he leído ni creo que lo haga. Perezón que me da, hoygan.
Buen blog.
Cierto; mal uso por mi parte del verbo ‘parafrasear’.
Aunque también podría haber contestado con un «Po güeno, po fale, po malegro…» 🙂
Musicos escritores: Chico Buarque, el de los Eels, John Wesley Harding, Leonard Cohen, David Byrne, noseque Stewart (el del best seller de los Limones)… así… a bote pronto.
Por aquí; Sabino Méndez.
Escritores músicos: Boris Vian.
¡Hagan juego! Añadan sus nombres a la lista.
Luego hay novelistas locos por la música. El paradigma sería Nick Hornby. Pero también están Kureishi, irvine Welsh, Murakami (el famoso)….
Leonard Cohen es escritor desde mucho antes de ser músico.
¿Seguuuro?.
Coño a ver si va a pasar lo mismo con Fdez Mallo y va a terminar convirtiéndose en un folk singer legendario … .